¡Adiós a las Telefonistas!

Cambio tecnológico en la Empresa de Teléfonos Ericsson en 1926.

Como consecuencia de los avances tecnológicos en la telefonía y al mal servicio que proporcionaba la Ericsson en México, la dirección de esta empresa instalada en Estocolmo, decidió instalar en nuestro país una central telefónica de tipo automático, similar a las que tenía en operación en Holanda y Noruega, y que estaban funcionando “con magníficos resultados”, ya que éste proporcionaba una comunicación no solo eficiente sino económica, “toda vez que las compañías que lo emplean se ven liberadas de una legión de muchachas encargadas de la comunicación de los aparatos en las oficinas centrales”.

Para la instalación de esta nueva central, la Ericsson inició los planes, programación y cálculos para construir en la colonia Roma un edificio nuevo donde quedaría instalado el nuevo equipo automático, que utilizaría selectores de 500 líneas y registradores electromecánicos.
En efecto, al termino de la Primera Guerra Mundial y principio de los años veinte, grandes cantidades de equipo telefónico empezaron a llegar a México, con la intención de ampliar y perfeccionar los sistemas telefónicos que operaban en el país, por tal motivo la decisión de instalar una central automática en México, causó gran revuelo, sobre todo porque los usuarios del servicio dejarían de ser víctimas de “ los descuidados y deliciosos mohines de las señoritas que atienden las oficinas centrales, ya que estas serían sustituidas por este ´ingenioso sistema”, así “¡ Por fin los teléfonos llenaran eficientemente un servicio público a que están destinados!”. Ahora no sería cuestión de “tener la voz dulce o bronca, autoritaria o insinuante, para lograr de las señoritas la conexión más o menos rápida, con el número de aparato pedido”.
Cuando se tomó la decisión en Estocolmo de instalar una central automática en la Ciudad de México, la Ericsson contaba a principio de 1920 con 13 000 aparatos en servicio, por lo que de inmediato inició las gestiones para que la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, autorizara la sustitución de las centrales de tipo manual por automático, que era “más práctico y económico”.
El funcionamiento de los nuevos aparatos era similar a los que la Ericsson había instalado en la Ciudad de México, con la diferencia que los nuevos incluían un disco numerado del 1 al 0, que funcionaba en forma parecida “a la chapa o combinación de las cajas fuertes, aunque menos complicado”.
Para establecer la comunicación, por ejemplo, si el número fuera el 51-15 “se hará girar el disco tomando la primera cifra, hasta tocar un resorte que señalará en la central. Esta misma operación se hará con las demás cifras hasta obtener el número que se desea, y entonces automáticamente quedarán conectados los aparatos, mediante un complicado juego de cajas eléctricas, provistas de tantas líneas como número de abonados existan. Es de hacer notar que al quedar formado el número del aparato con quién se desea comunicar, se establece una corriente eléctrica directa entre ambos aparatos que hacen sonar el timbre en señal de llamada”, de esta manera no solo se obtenía una comunicación eficiente, sino que además económica.
El primero de enero de 1926, la Ericsson hizo del conocimiento de sus suscriptores y del público en general que pronto comenzaría a conectar a sus “abonados” a la nueva central automática “Roma”, ubicada en la esquina de las calles de Monterrey y Puebla, en sustitución de la vieja central situada en la calle de Tonalá.
Con el fin de que los usuarios del servicio se familiarizaran con el nuevo sistema, la Ericsson les solicitó que tomaran en cuenta, que para manejar los nuevos aparatos automáticos, lo hicieran marcando exclusivamente “números de cinco cifras”.
Para transformar un número de una central de tipo manual con uno automático bastaba sumarle un número “como si fuera una operación aritmética de adición”, por ejemplo, “de completar de números de cinco cifras para girarlos desde un aparato automático, número común, México 1 se adiciona 20000, número automático 20001; México 9999, número automático 29999; México 10000 nada, queda igual; Roma 1, 41000, 41001; 999, 41999; Condesa 1, 42000, 42001; 999, 42999; Tacubaya 1, 50000, 50001; 5999, 59999; Insurgentes, 40001, nada, queda igual; Santa María, 60001, nada, queda igual”. Para solicitar ayuda a la operadora, se marcaría el número 91 “que conectará con una telefonista en México”.
En el Directorio número 62 se publicaron con detalle las instrucciones sobre el manejo de los nuevos aparatos automáticos.
“Demostración de cómo se giran las nuevas cifras, por ejemplo, la cifra 4 de un aparato automático:
Primera operación: inserte el dedo.
Segunda operación: gire hasta la parada.
Tercera operación: retírese el dedo.
Cuarta operación: deje el disco retornar libremente.
¡Ojo! Los números serán girados empezando siempre con su primera cifra, hay que girar todos los ceros también”.
“Una vez entendido el funcionamiento del aparato automático por parte del suscriptor, la comunicación nunca fallará”. Pues para hablar por teléfono había que “descolgar” el audífono, colocarlo en la oreja y esperar más o menos la grata pregunta de la operadora ¿Número?, aunque aburrido, era fácil de comprender, pero ahora con el nuevo sistema bastaba “soltar la yema del dedo cinco veces en los diversos agujeros de un disco metálico adherido a la caja del aparato”, hacer girar el disco rotatorio y establecer la comunicación directa “sin la intervención de la señorita telefonista”.
La central automática “Roma”, estaba en un edificio en cuyo sótano había “tal cantidad de alambres, millones de líneas procedentes de todos los rumbos de la ciudad”, que se dirigen “a un aparatito de 30 cm. de diámetro y que afecta (sic) la forma de un reloj, esto es el primer paso de la comunicación automática”.
En el “entresuelo”, estaban los salones con las dinamos, los transformadores, los motores de alta potencia y tableros de distribución de fuerza, así como los motores de emergencia, que funcionaban automáticamente cuando otro de los motores sufría un desperfecto.
En el segundo piso quedaron las operadoras, ya que al no estar automatizado todo el sistema, tenían a su cargo la comunicación de los suscriptores que todavía conservaban el viejo sistema manual, además de recibir las quejas de los usuarios.
“Y en el tercer piso… estaba el milagro… un amplio salón donde están instalados verdaderos muros de aparatos con capacidad para la operación de 10 mil líneas”. La nueva central contaba con “aparatos registradores, buscadores, selectores y conectadores”. Al ver aquello, decían los reporteros de El Universal, “nos poníamos a pensar en lo ajeno que está el suscriptor del teléfono, cuando hace girar su ruletita, en la sencilla caja de madera aplicada al muro de su domicilio, de aquel enjambre de líneas y aquel merenjal (sic) de alambres, que han sido necesarios para darle una moderna comodidad. Ciertamente que el suscriptor, que enterado del manejo de su teléfono, clava el dedo en cada uno de los números que forma la cifra que desean, retroceden el disco hasta el tope que lo detiene, dejándolo en libertad para que retrocedan a su punto de partida. No se imagina que con tan sencilla acción, pone en movimiento miles de miles de discos, de engranes, de corriente, de luces y de ondas sonoras”. Pero esto apenas era el principio, ya que la Ericsson se proponía utilizar este sistema para establecer la comunicación automática con todas las poblaciones del país y algunas de Estados Unidos: “Esto ya nos pareció sencillo, pues razonando con ingenuidad, pensamos que ya no es cuestión más que de metros más de alambre”.
¿”Metros”?, ¡Kilómetros amigo!, Kilómetros y grandes motores y fuertes dinamos y un enorme deseo y tenaz voluntad para ir a la vanguardia del progreso”, dijeron los representantes de la Ericsson.
“Filosofando sobre estas cosas – decía el reportero de El Universal- … pedimos por teléfono, el teléfono del antiguo sistema, ¡Central, central, número tal, hormiga, alambres, buscadores¡ No entiendo señor ¿Número?!, y colgamos el audífono, al darnos cuenta de que decíamos disparates, porque no habíamos salido de nuestro asombro”.
La nueva central automática tenía capacidad para realizar 85 mil llamadas al día, por lo que para establecer una comunicación eran necesarias alrededor de 300 operaciones mecánicas en un periodo de tiempo de unos cuantos segundos. La nueva central “es una maravilla que todos debemos conocer”.