Como combatir el charrismo.

Eduardo Montes.

Fondo de Cultura Popular.

México 1974.

 

El Sindicato es una forma de la organización obrera, que requiere de independencia para cumplir sus funciones de instrumento para el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, así como la resistencia de esta clase ante la presión del capital. Sin embargo, la existencia de los sindicatos esta propuesta por la existencia del capital. Esto es, que si bien es un elemento de organización de los asalariados, no se plantea la emancipación de éstos y, en ciertas condiciones, puede ser un freno al desarrollo de la toma de conciencia obrera por su liberación histórica y mediatizar el espíritu de lucha por medio de las concesiones meramente económicas que subordinan al obrero a la ideología burguesa.

Eduardo Montes plantea el problema de la independencia sindical en México y expone un tipo de táctica de lucha a desarrollar por los obreros para combatir, por medio de la aglutinación y orientación de los trabajadores más avanzados realicen con los demás contra las direcciones sindicales corruptas, que utilizan a los sindicatos como instrumentos de la clase de los propietarios para someter y presionar a los obreros y aceptar a las condiciones contractuales más beneficiosas para el capitalismo, enajenando al Estado y a los propietarios el destino de  los sindicatos.

De una manera didáctica el autor destaca el papel de los obreros en la conformación de la organización sindical independiente y los beneficios que como individuos y como clase les reporta la lucha económica. A partir de preguntas y respuestas hace un desglose histórico de los sindicatos en México, la necesidad de ellos, el contenido economicista de la lucha obrera y las formas de como se ha desarrollado el control sindical por parte de la burguesía con ingerencia directa del Estado; También manifiesta una orientación de lo que a su juicio deberían ser las posiciones de los obreros en situaciones concretas de la lucha sindical y de la lucha política más general y aun cuando no profundiza en éste último aspecto, deja enunciada la necesidad de incrementar la participación de los obreros. La lucha obrera, sin embargo, la enmarca dentro de los límites de la defensa de los trabajadores en general independientemente de la rama económica donde se desarrolle la participación sindical, la meta inmediata es la constitución de un poder real de defensa de los intereses de los trabajadores, También, Montes es claro de que en este sistema no es posible resolver el problema de la explotación, y observa la necesidad de modificar las estructuras pero no avanza sobre la forma de cómo podría ser posible el cambio.

Si hemos partido de la consideración de que la lucha sindical por sí misma no es revolucionaria, no queremos decir con esto que no signifique una forma importante de toma de conciencia, la importancia reside en que es una forma de resistencia a la explotación del capital, y que a partir de una dirección socialista puede tomar características emancipadoras, desmitificando y aclarando el alcance de las luchas económicas de las masas obreras.

El contenido del libro cumple su cometido como instrumento de difusión de algunos aspectos importantes de la lucha cotidiana de la clase trabajadora, pero parece insuficiente en algunos aspectos que requieren de un tratamiento severo más profundo. Montes ubica al “charrísimo como el enemigo inmediato y, en la lucha por direcciones sindicales independientes de vanguardia; pero existen problemas más amplios en los que se debería profundizar con el fin de situar cuales son las limitaciones más a largo plazo ante las que enfrenta la emancipación del proletariado.

El resaltar al Estado capitalista del subdesarrollo en su fase actual, las instituciones creadas y sostenidas para el beneficio del proceso de acumulación del capital, el hacer ver que son los intereses de la burguesía nacional e internacional los que el Estado expresa en lo esencial –no únicamente como representante de esa clase sino como explotador directo que legisla en condiciones de patrón-, que las instituciones están en relación simbiótica con los capitalistas privados, que los altos cargos del gobierno corresponden a los miembros más destacados de la burguesía y la injerencia directa del monopolio sobre las decisiones del Estado, todo ello ubica a nuestro país en la fase del capitalismo monopolista de Estado.

En esta fase del capitalismo la acumulación en nuestros países se determina por la independencia y la forma que asume respecto a ella la estructura del subdesarrollo, condicionada por la división internacional del trabajo; tal acumulación requiere de un cierto grado de “tranquilidad política”, tarea a la que se consagra el estado mediatizando las luchas por la vía institucional, reprimiendo por medio de grupos de choque, policías y aun el ejército, en fin sometiendo las demandas populares a las necesidades de la acumulación interna de capital y de exacción de excedente hacía las metrópolis imperialistas.

Algunas de las formas concretas de mediatización de la lucha obrera están condicionadas por el proceso de acumulación donde las grandes empresas monopolistas no sólo pueden cubrir las demandas económicas de los trabajadores sino rebasarlas y enajenar las conductas de lucha del proletariado; junto con esto están los medios de difusión que agobian al obrero representándole niveles de vida que nunca habrán de alcanzar pero que aparecen ante él como asequibles a costa de aumentar su productividad. La concentración de capital a la que se ha llegado en algunas empresas conduce al enfrentamiento del obrero a nasas de medios de producción cada vez más grandes y costosos, le desvanece la idea de algún día convertirse en capitalista y crea en él la oposición constante y el descontento además de ubicarlo, en base a sus relaciones materiales con esa magnitud de capital, como desposeído, lo que crea una incipiente conciencia de que no tiene perspectiva desarrollar una lucha aislada contra el poder del capital; por consecuencia busca en sus hermanos de clase la obtención de una conciencia embrionaria.

Nosotros consideramos que no va a ser a partir de luchas limitadas e inmediatistas de donde se derive la estrategia de la emancipación, es necesaria una conciencia más amplia que conduzca a la necesidad de la sustitución del capitalismo “… es decir, que una línea política que no sólo recoja las demandas más genuinas, sino que las comprenda e integre para alcanzar lo que en nuestros días puede ser la única solución de fondo: el socialismo”.

José Antonio Moreno Mendoza.