¡Sigue soñando!

¡Compañeros!, ¡Compañeros! su atención por favor.

El auditorio es un océano de murmullos, algunos delegados hojean con aburrimiento el periódico, otros ven en la pantalla gigante un concierto de “La Arrolladora”, algunos más esperan formados en la Secretaría de Organización el pago de la ayuda por asistir a la asamblea y, nadie pone atención al presidente de la mesa de debates.

¡Compañeros!, ¡Compañeros! en unos minutos más, el secretario general de nuestro sindicato estará con nosotros –dice el presidente-.

Los murmullos cesan, los delegados saltan como resortes, todo en el auditorio es agitación.

Delegados corriendo a ocupar sus lugares, otros se paran en la puerta para que el secretario general los vea y los salude de mano, otros más, salen presurosos de las oficinas donde tramitan algún asunto personal o de su sección.

El secretario general baja de su lujoso automóvil, con sobriedad entra al edificio sindical, con un ligero movimiento de cabeza y una sonrisa saluda a los representantes sindicales que se encuentra a su paso.

Vestido con pantalón de casimir color café, camisa rosa de seda, reloj de oro en la mano derecha, colgando de su cuello una pesada imagen de la virgen de Guadalupe y su infaltable chamarra negra de piel, ocupa su lugar en el estrado, cubierto por un abultado grupo de delegados y secretarios.

En el auditorio todo es expectación, las iniciales del nombre y apellidos del secretario general pegados en el techo del recinto sindical, caen como pesada loza sobre los asambleístas, quienes se mantienen en absoluto silencio.

El secretario general, respetuoso de los ordenamientos sindicales, solicita al presidente de la mesa le otorgue la palabra para dirigirse a los delegados.

¡El compañero Fernando Huerta Jardón tiene la palabra! dice el presidente.

Fernando, acomodándose los lentes, con una ligera sonrisa da las gracias al presidente y se dirige a la asamblea.

-Compañeros, como ya les había informado, en mi larga trayectoria como dirigente sindical, esta es la contratación más difícil a la que nos hemos enfrentado.

Argumentando la difícil situación por la que atraviesa el país, la empresa ha señalado que no puede darnos el aumento salarial que solicitamos, por lo que a pesar de la prorroga que solicitamos a las autoridades, tenemos que aceptar el tope salarial impuesto por el gobierno, pues ya la empresa hizo su última y definitiva propuesta, pero debemos entender que no es una imposición, ya que todo es producto de una negociación.

-La asamblea estalla en aplausos, algunos delegados gritan ¡Bravo Fernando, tú si sabes!, otros exclaman ¡Viva Fernando!

-Fernando observa de reojo a la asamblea y sonriendo continúa diciendo:

Eso sí compañeros, la empresa nos ofrece que para no perder nuestros empleos, alargar la jornada de trabajo pero sin pago de tiempo extra, además de alargar el tiempo de trabajo para la jubilación, además de que hemos llegado al acuerdo de crear un programa en el cual ustedes saldrán muy beneficiados y del cual en un poco más de tiempo les informare.

Una vez más la asamblea revienta en aplausos y vivas para Fernando, quien contento continúa señalando.

-Sé que esto no le va a gustar nada a la “pinchurrienta” oposición, que siempre se queja de todo, pero nunca propone algo que mejore la situación de los trabajadores. Seguro es que ellos quieren que nos vayamos a la huelga, pero eso es lo que menos queremos ¡verdad compañeros!

Vuelven los aplausos, alguien grita furioso ¡Que los expulsen del sindicato!, ¡Que se vayan! dice otro.

-Debido a la situación que prevalece en la empresa, quién sola ha tenido que enfrentar a la competencia –dice- hemos acordado con ella un plan para recuperar clientes, pero como ya les mencione antes, la empresa solo nos ofrece más trabajo.

¡Bravo!, gritan arriba; alguien exclama ¡Fernando para Presidente!, más aplausos.

-Compañeros, dejo estos puntos para que los discutan y podamos dar una respuesta satisfactoria a la empresa. Yo se que ustedes son capaces de esto y más, por eso para mí es un gran honor representarlos ¡Que haría yo sin mis compañeros trabajadores!

-Ahora les pido su autorización para retirarme  pues hay otros importantes asuntos que requieren de mi atención, una delegada de jubilados grita ¡Fer no te vayas, no nos dejes, te queremos!

Fernando se levanta de su lugar, se despide de mano de los representantes que ocupan su lugar en el presídium, en medio de un mar de aplausos, se despide de la asamblea con un ademan y seguido de una cauda de representantes sindicales, satisfecho sale apurado del edificio sindical para abordar su automóvil.

Ya en él, ordena a su chofer se dirija a la Cámara de Diputados, toma su teléfono celular y utilizando la marcación rápida, se pone expedito en comunicación con el director de la empresa.

-Carlos ya hice tu propuesta a la asamblea –dice Fernando-, ahora solo nos queda esperar que la discutan, para que en la madrugada realicemos la votación… Sí, no te preocupes todo está bajo mi control, que descanses, duerme tranquilo, nos vemos mañana en la firma del convenio.

Mientras en la asamblea, con la salida del secretario general, la tensión se rompe y los murmullos regresan.

Algunos delegados, principalmente foráneos hacen planes para ir de compras a Tepito, los de la CDMX para visitar cantinas, otros para refugiarse en las oficinas de sus amigos y comprar el pomo, los de foráneas ya se quieren regresar a sus casas.

Por su parte, los trabajadores solo esperan el aumento salarial, si es que llega, para comprarse el coche soñado, celebrar los quince años de su hija o pagar la hipoteca de su casa en algún centro vacacional.