La introducción de la energía eléctrica en nuestro país, hizo posible que el proceso de industrialización se acelerara, ya que éste se constituyó en un elemento fundamental para la economía y estratégico para el progreso nacional, además de que permitió el desarrollo de las comunicaciones eléctricas, lo que hizo posible que se realizaran el 13 de marzo de 1878, las primeras pruebas para determinar se era factible instalar una red telefónica en la Ciudad de México, el resultado permitió que se escucharan “las palabras con tal perfección, que hasta el metal de la voz (sic) de cada una de aquellas se distinguiera perfectamente”.
El éxito de la prueba realizada entre la Ciudad de México y Tlalpan y, otras que se realizaron entre la Ciudad de México y Cuautitlan, así como entre el Castillo de Chapultepec y el Palacio Nacional, hizo que fuera instalada la primera red telefónica en la Ciudad de México, con ocho líneas telefónicas y con un costo de 8. 800 pesos. Esta red permitió la comunicación entre la Secretaria de Gobernación y las comisarías de la policía, debido principalmente al aumento de los robos y crímenes que se producían en la ciudad.
Cuatro años más tarde hicieron su aparición nuevas compañías telefónicas, entre ellas la Mexican Bell Telephone fundada en Nueva Jersey y, poco tiempo después en 1885 la Compañía Telefónica Mexicana, sin embargo, la Mexican Bell no llegó a operar, por lo que la responsabilidad de implantar el servicio telefónico en la Ciudad de México recayó en la Mexican Telephone Company, fundada en 1882 en la ciudad de Nueva York.
Este hecho permitió que de manera paulatina, el servicio telefónico fuera ampliándose y mejorando, situación que obligó a la Telefónica Mexicana a contratar personal para que manejara la intercomunicación entre los usuarios del servicio, de esta forma, los primeros operadores de los conmutadores telefónicos fueron –como en Estados Unidos- adolescentes, por lo que en opinión de los propietarios de la Telefónica “el servicio de la central Monterrey es el mejor de la Compañía, [pues] todos los operadores que son muchachos, son muy rápidos y expertos”.
Así, al establecerse las primeras compañías telefónicas, se creó la estructura material, que en forma general consistió en la instalación y montaje de los aparatos telefónicos en los dos extremos, a continuación el levantamiento de los postes y el tendido de cables, para llegar por último a la central donde se encontraba el conmutador, alimentado con energía eléctrica y, “para realizar el enlace se requirió del trabajo de una operadora para poder transportar la voz de los que se quieren comunicar. Para el caso de los trabajadores, su perfil se empezó a configurar en la medida de que su actividad no es solo laboral, sino también económica y política cuando se trataba de reivindicar sus intereses”.
En efecto, poco a poco el número de operadoras de la Mexicana, reclutadas entre maestras y secretarias aumentaba a medida que crecía la red y el número de suscriptores. Los requisitos que se establecieron para que las mujeres pudieran ingresar a la Telefónica Mexicana fueron; tener una escolaridad suficiente y que además tuvieran experiencia “siquiera exigua, tratando con extraños, en especial del sexo masculino en posiciones ejecutivas. Las amas de casa y obreras no cubrían ese perfil”. Para principios de 1890 existían 17 operadoras y 23 en 1900, cuando cada una de ellas atendía 445 llamadas al día.
Las mujeres, con algunas excepciones, eran subalternas, operadoras de circuitos, sometidas a una disciplina férrea, “la empresa las había contratado, por demás a que, a diferencia de los hombres, eran dóciles y pacientes, como se creía ampliamente, por naturaleza”.
Pero ante el aumento de las quejas por la lentitud del servicio, los ejecutivos de la Mexicana solicitaron a sus suscriptores se dirigieran a ellos, en forma escrita “por cualquier inatención por parte de los empleados de las comunicaciones”, porque consideraban a los trabajadores mexicanos “holgazanes y mañosos”.
Estos hechos provocaron que el 1º de junio de 1891, se suscitara un conflicto en el que se vieron involucrados Los directivos de la Mexicana, las operadoras y la policía. El conflicto empezó por el despido arbitrario de una operadora, cuando ésta, que trabajaba en el turno de la noche renunció. La gerencia ordenó entonces que la empleada fuera sustituida por otra operadora que trabajaba de día, por lo que al rehusarse ésta, las demás operadoras se negaron a ocupar alternativamente ese puesto, ya que esto implicaba que deberían de trabajar al terminar su turno.
A las 11 de la mañana de ese día, las operadoras descontentas intentaron abandonar sus puestos de trabajo, acción que fue impedida por la gerencia haciendo uso de la fuerza. A las 6 de la tarde cuando se realizaba el cambio de turno, las operadoras inconformes fueron despedidas, siendo sustituidas por ex empleadas.
Las operadoras afectadas protestaron y de inmediato se declararon en huelga, marcharon a la Tercera Demarcación de Policía, donde acusaron a los directores de la Telefónica de haberlas insultado, secuestrado y despedido injustamente, por lo cuál demandaron una indemnización de 15 mil pesos.
El conflicto duró cerca de dos meses, pues a principios de agosto, la Telefónica tuvo que ceder; recontrató a las huelguistas a las que les prometió aumentar sus salarios, darles satisfacción pública, además de indemnizarlas con una cantidad que no se dio a conocer, con este resultado, la huelga de mayor repercusión de 1891, llegó a su fin.
La victoria de las telefonistas se debió en gran medida al trabajo especializado que realizaban y al valor real que la empresa otorgó a sus empleadas, pues no era fácil conseguir este tipo de trabajadoras.