Telefonistas en lucha (1935).

La crisis económica que estalló en 1929 puso al gobierno mexicano en una encrucijada, ya que la misma crisis había creado las condiciones para que la producción interna se incrementara, renovándose la industria y perfeccionando su funcionamiento. La política anticrisis que el gobierno llevó a cabo se apoyó en la sobreexplotación de los trabajadores, cerrando las posibilidades del mercado nacional y, el nuevo gobierno que se inició en diciembre de 1934 se encargó de superar la encrucijada, abriendo la brecha para facilitar que las fuerzas económicas se conjugaran en la tarea de impulsar decisivamente la industrialización del país, es decir, el progreso del capitalismo.

En efecto, las incontables huelgas que estallaron en 1935 fueron la manifestación del descontento de los trabajadores, motivado por la sobre explotación de los años en que la economía del país empezó a recuperarse de los efectos de la crisis económica. Los salarios de los obreros se habían mantenido excepcionalmente bajos, mientras que el costo de la vida había aumentado en forma progresiva y acelerada a partir de 1932, lo que trajo como consecuencia el cada vez más grave empobrecimiento de los trabajadores y de miles de desempleados.
Las huelgas que se produjeron al inicio del régimen cardenista fueron determinantes en la política que el gobierno siguió, pues la posición que el Presidente Cárdenas en relación a ellas, permitió que la efervescencia obrera se manifestara como “un simple mecanismo económico para nivelar el precio de la fuerza de trabajo con el precio de las mercancías”. 1
Las huelgas llevadas a cabo por los trabajadores fueron apoyadas por Cárdenas, no solo con las reivindicaciones económicas, sino que, inclusive, estimuló las huelgas por solidaridad para aumentar la presión a los patrones intransigentes, pues estos se negaban a proporcionar mejores condiciones de vida y de trabajo a sus obreros.
Sin embargo, Cárdenas insistió en diversas ocasiones, que a pesar de que los movimientos huelguísticos llevados a cabo por los trabajadores eran justos, estos no deberían rebasar el marco de la capacidad económica de las empresas, por lo que no permitió que las demandas de los obreros fueran inmoderadas, pues en este caso los movimientos huelguísticos podrían convertirse en perjudiciales para la economía del país.
La situación laboral de este periodo alcanzó a las industrias textiles de Puebla, a los ferrocarriles y a diversas empresas de servicios públicos, entre las que se encontraba la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana.
Con el emplazamiento a huelga promovido por el Sindicato Nacional de Telefonistas, las diferencias entre los generales Cárdenas y Calles empezaron a hacerse evidentes, por lo que cuando los telefonistas decidieron declararse en huelga, al no ser cumplidas sus demandas de reinstalación de todos los telefonistas despedidos con motivo del emplazamiento, respeto a la Ley Federal del Trabajo, aumento en sus salarios, indemnizaciones, servicios médicos, jubilación, pago por antigüedad, descuentos y la separación de un número considerable de empleados de confianza, éstas encontraron el apoyo del general Cárdenas. 2
La respuesta de Calles no se hizo esperar, pues señalaba que la Compañía Telefónica había “concedido lo que justificadamente podía pedírsele, altos salarios, jubilaciones, servicios médicos, indemnizaciones, vacaciones y lo que la Ley exige”. 3 A pesar de estos beneficios, los telefonistas se habían declarado en huelga porque no se les aumentaron los salarios, no obstante que la Telefónica Mexicana manifestaba que no había repartido dividendos a sus accionistas “desde hacía muchos años, por lo que no tienen con que hacer frente a salarios más elevados”. 4
Las preocupaciones de Calles aumentaron cuando otros sectores de trabajadores hicieron su apoyo a los telefonistas. La primera muestra de solidaridad vino de los telefonistas de la Empresa de Teléfonos Ericsson, quienes instalados en Asamblea extraordinaria, acordaron emplazar a huelga por solidaridad a la telefónica sueca, amenazando con dejar sin servicio telefónico a 19 Estados de la República, el único requerimiento que esperaban, era el anunció de las autoridades del trabajo de que la huelga anunciada por el Sindicato Nacional para el primero de junio, había reunido todos los requisitos legales para declararla legal. 5
Otras muestras de apoyo se dieron por parte de la Federación Nacional de la Industria Eléctrica, sin embargo, la preocupación de Calles no iba dirigida a señalar los peligros que las huelgas por solidaridad traerían al país, sino a defender los intereses de la Compañía Telefónica y los suyos propios, ya que Calles era un importante accionista de la misma. 6
A pesar de los intentos del Sindicato Nacional por no llegar a la huelga, la intransigencia de la Telefónica hizo que se agudizara el conflicto, decidiendo los telefonistas el 5 de junio, estallar la huelga, con una votación de 615 votos a favor, 257 en contra y una abstención. 7
La Compañía Telefónica por su parte, justificó su intolerancia cuando el gerente Ricardo Estrada Berg señaló que “la Compañía prácticamente accedió a cuanto se le pidiera, excepción hecha de los salarios, cosa materialmente imposible en vista de las circunstancias por las que atraviesa la empresa”, 8 por lo que solicitó a las autoridades que hicieran un llamado a los trabajadores para que depusieran su actitud.
A pesar de la protestas de Calles, el movimiento de huelga fue declarado legal por las autoridades, por lo que de inmediato electricistas y telefonistas de la Ericsson acordaron apoyar al movimiento, anunciando el estallamiento de las huelgas para el 20 de junio, al mismo tiempo que la Confederación General de Obreros y Campesinos de México dirigida por Vicente Lombardo Toledano, solicitó la destitución del gerente Estrada Berg. 9
Ante las dificultades para resolver el conflicto, viajó desde Nueva York el vicepresidente de la Compañía Telefónica, Sr. C. A. MacLachan para entrevistarse con las autoridades del trabajo, 10 pero la amenaza por parte de los electricistas y telefonistas de la Ericsson hicieron que Calles, convertido en vocero de la Compañía, señalara que los trabajadores “no han sabido escoger los casos apropiados para sus huelgas”. 11
La amenaza de la huelga por parte de los electricistas hizo que el presidente de la Cámara Nacional de Comercio solicitara al Presidente Cárdenas interpusiera su “valiosa influencia para que impida estalle la huelga anunciada por el sindicato electricista, por solidaridad al Sindicato Nacional de Telefonistas”. 12
Las presiones del imperialismo norteamericano no se hicieron esperar, cuando el vicepresidente y Gerente General de la Compañía Telefónica W. F. Flanley exigió a los telefonistas regresaran a sus labores, pues en su opinión, éstos habían “olvidado sus obligaciones hacia la Compañía”, ya que según él, los telefonistas mexicanos eran los mejor pagados del mundo. En un sesudo análisis, el gerente Flanley señaló “He revisado cuidadosamente los diversos privilegios y concesiones que la Compañía ha hecho en las recientes discusiones y encuentro que son en extremo ventajosas para los trabajadores, por lo que me apresuro a llamar la atención respecto a que durante este largo periodo de huelga la Compañía ha estado sufriendo pérdidas fortísimas”. 13
Ni las protestas de Calles, ni las peticiones de la CANACO, ni las exigencias de los representantes del imperialismo, que habían utilizado entre 15 y 20 millones de pesos para hacer fracasar el movimiento, amedrentaron a los telefonistas, por lo que decidieron recurrir al Presidente Cárdenas, quién resolvió hablarles “como amigo”, solicitándoles que se desistieran de su demanda de aumento salarial, ya que era más importante para el gobierno “acabar con el caudillaje, con el movimiento… necesito remover, arrojar el lastre que pesa sobre nuestra Nación, como una petición muy personal mía, les suplico se presenten a trabajar, yo les prometo que he de recomendar se les haga el menor daño posible. Pero al venir la próxima contratación pidan lo que quieran y se les concederá”. 14
Con la petición de regresar al trabajo y la promesa del general Cárdenas de recuperar parte de las demandas en la siguiente contratación (1937), los telefonistas acordaron, después de 13 días de huelga, concluirla. El resultado de su lucha fue el pago de 90% de los salarios caídos, permiso con goce de sueldo a los delegados a la revisión del Contrato Colectivo, pago de 4000 pesos al telefonista Esparza Calderón, establecimiento de la cláusula exclusión, aumento en las jubilaciones y prestaciones, 8 000 pesos por concepto de gastos originados por la huelga, reinstalación de todos los trabajadores despedidos, disminución de las jornadas diurna y nocturna, pago del séptimo día, mayor número de días en las vacaciones, botiquines y los mismos beneficios de que gozaban como resultado de los usos y costumbres establecidos, por lo que atendiendo al llamado del Presidente Cárdenas, los telefonistas renunciaron al aumento salarial solicitado a la Compañía Telefónica. 15
Terminado el conflicto y después de las muestras de unidad y combatividad que dieron los telefonistas, permitieron que el Presidente Cárdenas ordenara el cobro a la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana del impuesto sobre la renta correspondiente a varios años, mismo que no había sido pagado por la Compañía, al intentar ampararse en concesiones, otorgadas por el presidente Calles, que ilegalmente consignaban la exención de ese tributo, esto se hizo viable gracias a que la Suprema Corte de Justicia negó el amparo promovido por la Telefónica Mexicana. 16
Respecto a la Empresa de Teléfonos Ericsson S. A., se desconoció la validez de las cláusulas relativas a su concesión, por lo que se le ordenó el pago de impuestos de importación, no prescritos, causados en cinco años anteriores a la fecha que indicaban los contratos. 17

Notas:
1.- Anguiano, Arturo. El Estado y la política obrera del cardenismo
Edit. ERA, México, 1975 p. 76
2.- Excélsior, 3 de junio de 1935.
3. Ibid.
4.- ibid.
5.- Excélsior, 2 de junio de 1935.
6.- Campell C., Hugh. La derecha radical en México 1929-1949.
SEP Setentas, núm. 276, México, 1976, p. 49.
.7.- Excélsior, 6 de junio de 1935.
8.- Ibid.
9.- Excélsior, 7 de junio de 1935.
10.- Ibid.
11.- Excélsior, 11 de junio de 1935.
12.- Excélsior, 13 de junio de 1935.
13.- Excélsior, 16 de junio de 1935.
14.- Ochoa, Juan Antonio. “Semblanzas sindicales”. 1º. De Agosto, órgano oficial
del STRM, Año VII, núm. 85, octubre de 1970, p. 9 y 55.
15 Excélsior, 19 de junio de 1935.
16.- Bandera Cañal, Araceli. Cronología de Teléfonos de México.
México a través de los informes presidenciales. Las comunicaciones, tomo 8, Edit. S. P. R. y S. C. T, México , 1976, p.482.
17.- Ibid.