Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, la economía mexicana sufrió cambios sustantivos. El conflicto bélico impidió a las potencias comprometidas en él, a continuar con su producción normal de bienes. El esfuerzo productivo de esos países, como resulta obvio, se orientó a la producción de material bélico. Esta situación facilitó que los países del área latinoamericana con algún grado de desarrollo como México, aumentaran sus exportaciones atendiendo a la demanda externa. Fue así como nuestro país, al exportar gran cantidad de manufacturas, aunadas a las materias primas que tradicionalmente exportaba, tuvo en esos años un saldo favorable en su balanza comercial.
Al concluir la guerra, la bonanza llegó a su fin. Los términos de la balanza comercial se revirtieron al regresar las potencias a su producción normal. Este cambio afectó profundamente a México. La industria al disminuir notablemente las exportaciones, entró en una grave crisis. Por un lado, encontró la dificultad de sustituir la enorme demanda externa en el mercado interno. Por otro lado, el uso intensivo que se hizo de la planta productiva produjo su agotamiento.
Estos dos fenómenos dieron fin a un modelo de crecimiento basado fundamentalmente en la producción de bienes de consumo final, así como la exportación de productos agropecuarios y mineros. Por el lado de las exportaciones, el modelo se agotó. Al interior, la crisis de la industria no pudo encontrar una salida en el mercado nacional que era incapaz de absorber la producción. 1
Surgió entonces la necesidad de plantear una salida a la crisis industrial. En este contexto, se plantearon dos alternativas que no solo presentaron una política económica a seguir, sino que por sus propuestas definían modelos de sociedad distintos.
El proyecto librecambista, apoyado por Estados Unidos para toda el área latinoamericana propuso un modelo de bajas tarifas para asegurar el mercado a sus productos y, los países del área, seguirían suministrando materias primas como hasta entonces lo habían hecho. En términos generales, no se propuso un proyecto de industrialización.
La burguesía comercial por su parte, aceptó que se liberara aún más el mercado de las importaciones, ya que fue el sector económico más directamente beneficiado.
El Proyecto Nacional Popular cuyo principal líder fue Vicente Lombardo Toledano, propuso una salida diferente, la cual estaba fundamentada en reanudar el proceso de industrialización, diversificando la planta productiva, principalmente en base a los bienes de capital.
Los puntos principales del proyecto lombardista se basaban en que había que modernizar y promover el desarrollo industrial. A esta tarea debían unirse todos los sectores progresistas de la sociedad, tanto la burguesía como el proletariado y apoyar un proyecto nacionalista que redefiniera las relaciones de dependencia con el imperialismo norteamericano.
El imperialismo norteamericano se había fortalecido –señalaba Lombardo-, pero también la situación de la posguerra podía favorecer un desarrollo menos dependiente, siempre y cuando la lucha nacionalista lograra aglutinar a amplios sectores de la población. 2
El paso de la revolución en esos momentos –proponía Lombardo- debía ser la Unidad Nacional, justificando además la política de Ávila Camacho, argumentando que durante el periodo de la guerra, la tarea principal de los revolucionarios mexicanos había sido contribuir a ganarla al lado de los Estados Unidos.
De esta manera, la plataforma del nuevo Partido Popular serían todos los sectores progresistas de la sociedad que luchasen por una nueva etapa de desarrollo industrial. Reuniría tanto a obreros como a campesinos, industriales progresistas intelectuales y clases medias. El nuevo Partido sería la expresión de esa alianza. A México correspondía convertirse en una nación industrializada en su base material y emancipada en lo político.
Así, al tomar la Presidencia de la República Miguel Alemán, la central obrera más importante seguía siendo la CTM. Sin embargo, era definitivamente diferente al modelo de unidad que en la forma organizativa la había caracterizado durante su proceso de consolidación.
Fuera de la CTM se encontraban otras centrales obreras como la CROM, la COCM que sostenía relaciones con la American Federation of Labor, que para esta época era la central obrera más importante de Estados Unidos.
Apenas a 20 días de haber iniciado su mandato, Miguel Alemán ordenó la intervención del ejército en las instalaciones de PEMEX en Atzcapozalco. La medida se tomó por el paro de labores que hicieron los trabajadores petroleros, pues a lo largo de 1946 éstos habían venido realizando acciones similares en demanda de nivelaciones salariales de acuerdo con el aumento del costo en los productos de primera necesidad.
A la acción tomada por el gobierno, se sumó la división interna de la CTM que se dio a raíz de la elección de su nuevo Secretario General. Cuando se definió la candidatura de Fernando Amílpa a la secretearía general de la CTM, Luis Gómez Z. decidió abandonar la central y con la Alianza de Tranviarios, Telefonistas y secciones del sindicato ferrocarrilero, integró la Central Única de Trabajadores (CUT).
El resquebrajamiento de la CTM, fue un proceso paralelo al esfuerzo por consolidar una organización alterna. En 1947 se había constituido la Alianza de Obreros y Campesinos de México, dirigida por Vidal Díaz Muñoz, destacado líder de filiación lombardista, la AOCM se formó con el objetivo de apoyar a Lombardo Toledano en la fundación del Partido Popular. 4
Otro bloque importante de los disidentes fueron los sindicatos nacionales de industria. En enero de 1948, los sindicatos minero, petrolero y ferrocarrilero habían firmado un pacto de solidaridad y ayuda mutua. El pacto apuntaba que era el primer paso para consolidar la unidad de la clase obrera, sobre nuevas bases democráticas y bajo el mando de líderes nuevos, distintos a los de la CTM. 5
La CUT, la AOCM y los sindicatos nacionales de industria fueron la base social para formar una nueva central obrera; la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), y también el brazo más poderoso del nuevo Partido Popular.
De una u otra forma, esas fuerzas sociales se habían manifestado por una política antiimperialista, criticado duramente las posiciones cetemistas y apoyaban el proyecto lombardista de consolidar al Partido Popular.
En 1949, ante esa nueva perspectiva de unidad, se lanzó la convocatoria para crear la nueva central, AOCM, había manifestado explícitamente su intención de crear una central diferente a la CTM y apoyar a Lombardo Toledano en su proyecto político.
Los sindicatos nacionales de industria, firmantes del pacto de solidaridad, habían dado también muestras claras de simpatía para emprender la búsqueda de la unidad con base democrática y principios antiimperialistas. La CUT se sumó también a la disidencia.
La represión no se hizo esperar, el primer punto de atención lo ocuparon los sindicatos nacionales de industria. En el sindicato ferrocarrilero, Jesús Díaz de León apodado el “charro”, que había sido electo secretario general en febrero de 1948, desconoció en octubre del mismo año, al resto del Comité Ejecutivo con el apoyo del Secretario del Trabajo, a Gómez Z. y Valentín Campa, dirigentes de la CUT, se les acusó de malversación de fondos y fueron encarcelados. La respuesta de los telefonistas a la represión fue dada por Bernardo Calzada, secretario general del Sindicato Nacional de Telefonistas al señalar que “Nuestro ´crimen´ es haber luchado siempre por la independencia política de las organizaciones obreras, por su independencia económica y por su respeto al régimen interno. Pero hemos cometido otro más grave aún; hemos pretendido formar una gran central que vuelva a unir al proletariado mexicano.
Es motivo de satisfacción para nosotros, poder anunciar que el sindicato ferrocarrilero ya ha tenido un acuerdo con las demás organizaciones de la coalición y pronto será publicada la convocatoria que habrá de dar vida a la nueva central. Es deber de todos los trabajadores luchar por la constitución de esa central que será una organización vertical y combativa por los derechos de los trabajadores”. 6
A pesar de esta respuesta, la CUT murió políticamente y la siguiente organización en la mira del gobierno de Alemán, fue precisamente el sindicato de telefonistas.
En efecto, el primero de marzo de 1949, los 1800 trabajadores afiliados al Sindicato Nacional de Telefonistas se declararon en huelga en contra de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, al no llegar a ningún acuerdo respecto a la demanda del sindicato, de aumentar los salarios de los trabajadores en 25 por ciento.
La suspensión del servicio provocado por la huelga afectó a varias ciudades del país, pero la mayor preocupación de la Compañía Telefónica fue la suspensión del servicio de larga distancia, pues quedó inutilizado el “Carrier de doce canales”, lo más moderno para este caso.
El Comité de Huelga quedó encabezado por José Bañales, quién junto con Porfirio Santoyo secretario del interior, declararon que la Telefónica Mexicana “no había ofrecido más del 3% de aumento –y que ellos-, deseosos de llegar a un arreglo, rebajaron sus pretensiones a un 20%, para no causar los graves daños que una huelga de esta naturaleza provocan”. 7
El Secretario del Trabajo Manuel Ramírez Vázquez, preocupado por los usuarios del servicio telefónico, fijó la posición de las autoridades, al declarar que al gobierno “le hubiera sido muy fácil si se concretara a presionar a la empresa para que concediera los aumentos solicitados, pero que ello repercutiría a la postre, en perjuicio de los suscriptores de teléfonos, pues vendría posteriormente el aumento de tarifas”. 8
La Telefónica se concretó a señalar que solo podían aumentar el 3%, porque las pérdidas que venían sufriendo eran de 3 millones de pesos al año. El ofrecimiento de aumentar el 3% era “para demostrar su interés para llegar a una solución”, 9 por tal motivo y ante la intransigencia de los telefonistas, la Telefónica solicitó a las autoridades que declararan inexistente la huelga.
El origen del conflicto se remontaba hasta 1948, ya que el 2 de enero de este año, se había firmado un convenio que vencía el 15 de enero de 1949, el sindicato solicitó el 10 de diciembre de 1948 que éste convenio fuera revisado, modificando únicamente cuatro cláusulas.
El 11 de febrero de 1949, el sindicato emplazó a huelga a la Compañía, solicitando 25% de aumento a los salarios. La Compañía contestó el 17 de febrero, por lo que en principio se llegó a un acuerdo para modificar algunas cláusulas del convenio, no así la de los salarios.
La solicitud de la Compañía de que se declarara inexistente la huelga de los telefonistas, estaba basada en la controvertida cláusula número cuatro transitoria, que expresaba; “este contrato entrara en vigor en la fecha de su firma y ambas partes se obligan a revisarlo en los términos del artículo 56 de la Ley Federal del Trabajo, a las cero horas del 15 de febrero de 1949”, 10 por lo que –según la Compañía- la huelga debería haber estallado después del 15 de marzo, además de que al estar operando con pérdidas, a la Telefónica no le era posible otorgar el aumento solicitado.
Por su parte los telefonistas, confiaban en que la declaración de inexistencia no prosperara, ya que en su opinión “habían cumplido con todos los requisitos que previene la Ley Federal del Trabajo al plantear su problema de revisión del contrato”.11
En un intento por terminar con el conflicto, La Telefónica ofreció aumentar los salarios. El Secretario del Trabajo convertido en vocero de la Compañía, anunció que el ofrecimiento consistía en aumentar hasta 650 mil pesos anuales los salarios, en lugar de los 300 mil que había ofrecido con anterioridad. El Secretario agregó que la Telefónica Mexicana “hacía un sacrificio para llegar a un arreglo conciliatorio, pues no quiere obtener el término del problema con disgusto de los trabajadores”, 12 este esfuerzo lo hacía, según el Secretario del Trabajo, a pesar de no tener utilidades.
Los telefonistas respondieron solicitando el 25% en lugar del 20%, sin repercusiones.
El sindicato a través de Porfirio Santoyo explicó que el 20% que pedían, representaba el aumento de 3 millones doscientos mil pesos, por lo que la nueva solicitud de aumento de 25% sin repercusiones, representaba para la Compañía una erogación de solo 2 millones y medio de pesos que serían aplicados con el criterio del sindicato en una cláusula especial, que no repercutiría sobre ninguna de las demás cláusulas del contrato. Con ésta propuesta el sindicato le estaba ahorrando a la Compañía Telefónica 700 mil pesos.
La respuesta del Secretario del Trabajo fue que la petición de 25% de aumento sin repercusiones, se ponía fuera de la ley, pues como los derechos de los trabajadores son irrenunciables, el sindicato podría reclamarlos en el futuro y crear nuevos conflictos.
La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaró por mayoría el 4 de marzo, inexistente la huelga de los telefonistas, concediéndoles 24 horas para que regresaran al trabajo, quedando la Compañía Telefónica sin responsabilidad y por lo tanto a no pagar los salarios caídos.
La respuesta del sindicato fue inmediata, Porfirio Santoyo acusó “La revolución ha dado un paso atrás, haciendo nulatorio (sic) en nuestro caso el derecho de huelga. La Junta Federal de Conciliación ha traicionado el régimen de derecho del Presidente Miguel Alemán. Dizque fundándose en el artículo 56 de la Ley Federal del Trabajo, se ha cometido un atraco a los derechos consagrados en el artículo 123 de la Constitución al festinar la resolución de inexistencia de la huelga, que dentro de la más absoluta legalidad planteó el Sindicato de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana. Una resolución de esta índole en otras circunstancias o que afectara a alguna agrupación manejada por líderes venales que hubieran dado lugar a ella, estaría justificada, pero cuando se comete un atentado de esta índole del cometido con nosotros, la clase obrera de México puede dar por concluida su máxima conquista; el derecho de huelga. Sin embargo, el Sindicato Nacional de Telefonistas manifiesta al Señor Presidente de la República que su política de cooperación continuará inalterable y que este incidente en nada menguara la cooperación de los trabajadores al desarrollo industrial de México. El Sindicato Nacional de Telefonistas, sabrá hacer honor a su palabra”.13
A su vez, los asesores legales del sindicato manifestaron su extrañeza por el fallo de la Junta, pues en su opinión “se había cometido una injusticia, pues la huelga fue bien planteada, llenándose todos los requisitos de la Ley del Trabajo”. 14
El Secretario del Trabajo, después de emitido el fallo, satisfecho declaró “Esperamos la actitud de los trabajadores y posiblemente citaremos a los interesados para mañana… a fin de hacer nuevos esfuerzos para lograr una revisión de contrato colectivo a satisfacción de las partes sin que sus resultados, de manera alguna, redunden en perjuicio de los usuarios del servicio telefónico”.15
Pero una hábil maniobra de los abogados del sindicato, echó por tierra la declaración de inexistencia de la huelga, ya que el Comité Ejecutivo del sindicato, al tiempo de vencer el plazo para que los telefonistas regresaran a sus labores, promovieron un juicio de Amparo que puso en suspenso al movimiento de huelga hasta fines de abril, maniobra que se atribuyó a “elementos rojos incrustados en el sindicato”.
Ante esta nueva situación, una vez más el Secretario del Trabajo actuando como vocero de la Compañía declaró “Yo ya no podía hacer presión… para que la empresa aumentara todavía más los salarios de su personal en perjuicio del público y los usuarios… Además, tengo en mi poder informes de la Secretaría de Hacienda, de que la Compañía está operando con pérdidas”. 16
El Secretario del Trabajo expresó que el aumento solicitado por los telefonistas de la Telefónica Mexicana era excesivo, pues con el aumento del 23% otorgado a los telefonistas de la antigua Ericsson, los de la Mexicana todavía tenían una ventaja de 15% en los sueldos, respecto a los de los trabajadores de Teléfonos de México.
Las manifestaciones de apoyo a los telefonistas aparecieron cuando el diputado Vidal Díaz Muñoz, de la Alianza de Obreros y Campesinos de México, señaló que la Junta de Conciliación no había estudiado a fondo el problema planteado por los telefonistas, por lo que en su opinión el conflicto planteado por los trabajadores de Teléfonos de México, era muy semejante. Sin embargo, la Junta había actuado en forma discriminatoria, razón por la que prestarían toda su solidaridad a los telefonistas en huelga.
Mientras tanto, los telefonistas anunciaron que no regresarían al trabajo hasta que no se resolviera el conflicto, pues ya se vislumbraba la posibilidad de que la Telefónica Mexicana contratara nuevo personal, pues que el servicio era cada vez más deficiente y el personal de confianza no era suficiente para mantenerlo con buena calidad.
Los telefonistas en huelga advirtieron “Compañero, no te dejes sorprender con falsas promesas; no aceptes los contratos a tiempo fijo que te ofrece la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana; no traiciones a tus hermanos de clase; no sirvas de instrumento a las fuerzas retardatarias de nuestro país para romper el derecho de huelga en México…”. 17
La CTM por su parte, se abstuvo de emitir su opinión en torno al conflicto. A través de su secretario general y diputado Fernando Amilpa, la CTM señaló que mientras no tuviera los datos suficientes para confirmar que el emplazamiento de los telefonistas había sido echo correctamente, no opinaría. En los mismos términos se manifestó la Confederación Nacional de Electricistas.
En largo comunicado, los telefonistas informaron a la opinión pública las razones que les permitían mantenerse en huelga; en primer lugar, señalaban que la Junta había declarado inexistente la huelga, no obstante reconocer que el sindicato había cumplido con todos los requisitos señalados para tal efecto; en segundo lugar, la Junta argumentaba que el sindicato no había demostrado los motivos que habían roto los factores de la producción.
El sindicato señaló que el último aspecto había quedado comprobado, ya que la Compañía había obtenido la autorización para elevar las tarifas de larga distancia a partir de agosto de 1948. Además, de que el número de suscriptores iba en aumento, lo que provocaba en consecuencia, un aumento en sus ganancias. Con este señalamiento contradecían las declaraciones del Secretario del Trabajo, que continuaba señalando que el aumento a los telefonistas redundaría en un aumento a las tarifas y también a que la Compañía Telefónica no tenía utilidades.
Señalaban también que la devaluación del peso y el aumento en los precios de los artículos de consumo básico, provocaban el desequilibrio del factor trabajo, por el deficiente poder adquisitivo de sus salarios.
El sindicato agregaba que la Compañía Telefónica se había constituido con un capital de 22. 329.420.00 pesos, por lo que era verdaderamente sorprendente que la Telefónica en tan solo algunos años y sin haber realizado inversiones mayores a los 50 millones de pesos, para 1948, su capital social ascendiera a 186. 498.643.00 pesos.
La Compañía Telefónica, indicaba que sus pérdidas ascendían a 13. 831.427.73 pesos. El sindicato contraatacó argumentando que en la asamblea de accionistas celebrada el 5 de marzo de 1948, la propia Compañía informó que había obtenido ganancias en moneda americana, por lo que las pérdidas eran falsas. 18
La Compañía Telefónica en un intento por justificar que no le era posible conceder el aumento solicitado por los telefonistas, desglosó los gastos que realizaba de la manera siguiente: Gastos por mantenimiento 5. 738. 858. 47 pesos, que representaban del total de ingresos manifestados por la Compañía 821. 477. 396. 57 pesos), el 26. 72%, por concepto de “Provisión para depreciación”, 4. 939. 970. 51 pesos, o sea el 23% de estos ingresos. 19
En consecuencia, la suma de los porcentajes y que estaban destinados al mantenimiento de la planta telefónica y proveer su reposición, la Compañía gastó el 49. 72% de sus ingresos totales. Además, la Telefónica agregó por concepto de gastos generales y administrativos, la cantidad de 2. 878. 516. 62 pesos, o sea 13. 40% de sus ingresos.
Para el sindicato resultaba totalmente inadmisible que la Telefónica argumentara que junto a las “pérdidas”, gastara casi el 70% de sus ingresos, por lo que en su opinión, solo el 33% se destinaría a los salarios.
Además, los telefonistas informaron que la Telefónica Mexicana en el mes de enero, había obtenido ganancias aproximadas a los 2. 500. 00. 00 pesos, hecho que significaba que obtendría un ingreso no menor a los 30 millones de pesos durante el año de 1949.
Con estos razonamientos, el sindicato consideró que a la Compañía si le era posible conceder el 20% de aumento solicitado por los telefonistas, pues en su opinión, ésta erogación solo representaba el 6% de sus ingresos.
Los telefonistas, sin evaluar las experiencias de los mineros, petroleros y ferrocarrileros, acordaron solicitar la intervención personal del Presidente Alemán, para que “remediara de inmediato la difícil situación en que nos ha colocado una injusta resolución de las autoridades obreras, restableciendo la paz armónica entre los factores de la producción que interviene en la industria telefónica y cablegráfica de nuestra patria”. 20
La respuesta no se hizo esperar, cuando las autoridades a través de la Secretaría de Comunicaciones advirtieron que si el conflicto no encontraba pronta solución, ordenarían la requisa de la Compañía Telefónica.
Al mismo tiempo, y para desmoralizar a los telefonistas en huelga, La Compañía Telefónica a través de su gerente señor Fred Bielaski, anunció que estaban solicitando personal de emergencia de distintas categorías para mantener funcionando los servicios, por lo que de inmediato se había contratado a más de 100 solicitantes para cubrir los puestos de operadoras, técnicos de mantenimiento y oficinistas. “Es especialmente grato para la Compañía –dijo- la forma en que han respondido a su llamado gran número de ex empleados, que tienen la experiencia para servirnos en esta emergencia. A juzgar por el primer día, podemos arriesgar el pronóstico de que dentro de una semana tendremos restablecidos en toda la República los servicios telefónicos locales y de larga distancia”. 21
La CTM se concretó a manifestar que frente las repercusiones del Laudo dado contra los telefonistas no iba “a cruzarse de brazos, pero tampoco a correr tras el primero que se lance a la calle acusando a las autoridades de trabajo de haber apuñalado (sic) el derecho de huelga… el problema de los telefonistas, que lamentan lo que les ha ocurrido, pero que se evidencia que por ineptitud o mala fe se le ha llevado al ridículo”. 22
El secretario general del sindicato Carlos Rodríguez Canseco, informó que a pesar de la amenaza de la requisa y de la contratación temporal de personal por parte de la Compañía Telefónica, la moral de los telefonistas se mantenía en alto, pues las 300 operadoras de las principales ciudades del norte del país “han respondido en forma impresionante a las instrucciones del Comité”, exigiendo además las de Monterrey “seguir haciendo las guardias ante el edificio de la empresa… en señal de protesta”. 23
Las esperanzas de los telefonistas de que la huelga fuera resuelta a su favor, quedaron truncadas cuando el Presidente de la República se negó a recibirlos.
Mientras tanto, la Compañía Telefónica logró ampliar y mejorar los servicios. El sindicato, acordó no obstruir las labores de los esquiroles, en un esfuerzo por demostrar que no era su intención afectar al servicio. A pesar de todo lo anterior, Porfirio Santoyo informó “la moral de los trabajadores no ha sufrido quebranto y… todos esperan que el conflicto se resuelva”. 24
Diversa organizaciones obreras se solidarizaron con los telefonistas en huelga. El SME convino que ningún trabajador que hubiera sido despedido y no tuviera trabajo, se presentara por ningún motivo a servir de esquirol en la huelga de los telefonistas. Lo mismo hizo el sindicato de los telefonistas de Teléfonos de México, agregando que se aplicara la cláusula de exclusión a los que se presentaran como esquiroles. Mario Suárez, secretario general de la Federación de Obreros del D. F., otorgó su apoyo a los huelguistas “máxime que no han cometido un solo acto censurable y están observando una conducta de ponderación y disciplina”. 25
La Secretaría del Trabajo por instrucciones del Presidente de la República, oficialmente avisó que las pláticas conciliatorias tendientes a encontrar una solución al conflicto planteado por los telefonistas, se reanudarían el 12 de marzo a las 10 horas.
Finalmente, el 14 de marzo el conflicto planteado por los telefonistas terminó con un resultado inesperado, ya que mediante un convenio entre el sindicato y la Telefónica Mexicana, la huelga finalizó y los acuerdos a que llegaron fueron los siguientes.
“1.- El contrato firmado el 2 de enero de 1948, tendría vigencia hasta el 1º de enero de 1950 en que podría ser revisado.
2.- Los trabajadores reanudarán sus labores en las mismas condiciones que lo venían haciendo hasta el 1º de marzo.
3.- Los salarios empezarían a ser pagados a partir del día 14 de marzo a las 8 horas y los trabajadores de planta entraran a laborar en la medida que fueran llamados por la empresa, que tendría que ir despidiendo a los trabajadores libres”. 26
Además, inspectores de la Secretaría del Trabajo estarían presentes para dar fe del ingreso de los trabajadores, así como del estado en que se encontraran los equipos propiedad de la Telefónica, con el objeto de no culpar a los telefonistas del deterioro que hubieran sufrido durante los 14 días de huelga. Así como el desistimiento del Amparo solicitado por el sindicato.
La resultado que dejó el conflicto fue el siguiente: Los telefonistas dejarían de percibir su salario durante los 14 días que duró la huelga, por la suma de 275 mil pesos, en tanto que la Compañía informó que sus pérdidas ascendían a 750 mil pesos, ya que los servicios de larga distancia y las cuotas de los suscriptores no se cobraron en todo el país.
El sindicato por su parte, manifestó que los telefonistas habían quedado conformes, pues consideraron que la solución al conflicto se había dado de una manera equitativa “pues deja en libertad de exigir derechos sin ninguna taxativa, en la fecha de revisión legal”, 27 por lo que terminó agradeciendo la intervención del Presidente de la República y del Secretario del Trabajo, para dar fin al conflicto.
Para terminar, la Compañía puso de manifiesto su satisfacción de que el problema fuera solucionado “pues así quedará en condiciones de regularizar el servicio en beneficio del público”. 28
De esta manera concluyó la huelga de los telefonistas, quienes se sumaron con su derrota a los ferrocarrileros, mineros y petroleros que habían desafiado al gobierno, intentando independizarse a través de CUT y por luchar en contra de los especuladores que sangraban al país con la devaluación. Además, se prepararon las condiciones para que los dos sindicatos de las empresas telefónicas se unificaran, hecho que no tardaría en llevarse a cabo, ya que solo un año después de este conflicto, esta unificación se concretaría.
Notas:
1.- Schmidt, Samuel. La política de industrialización de Miguel Alemán.
Centro de estudios latinoamericanos, cuaderno núm. 27, p. 9 y ss.
2.- Durand Ponte, Víctor Manuel. Las derrotas obreras 1946-1952.
UNAM, p. 17 y ss.
3.- ibid.
4.- Hernández, Benjamín. Del pacto de sindicatos industriales a la represión, enero
a octubre de 1948.
Centro de estudios latinoamericanos, cuaderno núm. 48.
5.- El popular,27 de octubre de 1948.
6.- ibid.
7.- Excélsior, 2 de marzo de 1949.
8.- ibid.
9.- ibid.
10.- Excélsior, 3 de marzo de 1949.
11.- Ibid.
12.- Ibid.
13.- Excélsior, 5 de marzo de 1949.
14.-ibid.
15.- Ibid.
16.- Excélsior, 6 de marzo de 1949.
17.- Excélsior 8 de marzo de 1949.
18.- ibid.
19.- Ibid.
20.- Excélsior, 10 de marzo de 1949.
21.- Ibid.
22.- Excélsior, 9 de marzo de 1949.
23.- Ibid.
24.- Ibid.
25.- Excélsior, 10 de marzo de 1949.
26.- Excélsior, 14 de marzo de 1949.
27.- Ibid.
28.- Ibid.