Laura Zapata.
OPOSICIÓN, domingo 12 de abril de 1981.
Con la firma del Convenio de Operadoras en 1979, los telefonistas lograron arrancar a la empresa el compromiso de que el IMSS realizara estudios que sirvieran para prever, curar y rehabilitar las enfermedades profesionales reconocidas y no reconocidas por la Ley Federal del Trabajo.
Han pasado dos años desde la firma del Convenio y la empresa no ha movido un dedo para que el IMSS concluya dicho estudio ni mucho menos para mejorar las condiciones de trabajo, pero en cambio sí, año tras año, aumentan sus intentos de golpear al sindicato.
Mientras la empresa sigue tan campante con sus esquiroles, las operadoras continúan sometidas a un extenuante y estricto ritmo de producción, que consiste en permanecer más de 7 horas ante un tablero que no puede ser desatendido ni un instante: manipular de 100 a 400 lámparas, atender directorios, tarifas, llamados de la auxiliar, enlace de posición, troncales de llamadas locales, responder a cada señal luminosa de distinta manera, y más. En fin, condiciones tales que aumentan al máximo el grado de fatiga y tensión.
Las operadoras tienen que laborar bajo el control incesante de las supervisoras, que checan las palabras que usan, el trato y el tiempo; es decir, normas disciplinas que automatizan al máximo. Trabajan turnos rotativos (que varían semanal, quincenal y mensualmente) y mixtos, que les impiden organizar su vida social, fijar horarios estables de comidas, sueños y descansos, causándoles en tal razón alteraciones cuyas manifestaciones son irritabilidad, ansiedad, insomnio, trastornos gastrointestinales, fatiga y sobre todo anormalidad en las relaciones personales inmediatas.
Están expuestas a las descargas de ruido llamadas repiques cuyos efectos son perdidas de la memoria y de la capacidad de atención, decaimiento físico y psíquico, y en general trastornos del sistema nervioso.
Para colmo de males, también tienen que soportar las malas condiciones del equipo y mal diseño de las sillas, que causan enfermedades de los huesos y articulaciones, insuficiente ventilación e iluminación, tienen además que adaptarse al clima artificial que regula la temperatura de las salas de trabajo y les causa infecciones respiratorias. En fin, las operadoras pueden demostrar que las condiciones
materiales y sociales del proceso productivo (del trabajo) dañan su salud física y mental y afectan sus condiciones de vida social al grado de transformarlas cada vez más en un apéndice del equipo que, como el resto, funciona mal.
Las operadoras están conscientes de que la empresa no quiere tocar el tema de las enfermedades profesionales porque de inmediato saldrían a relucir las demandas del departamento:
-Más descansos cortos.
-Regulación de cursos.
-Jubilación a los 25 años de labores sin límite de edad.
-Mejoramiento del equipo.
-Aplicación de audiometrías a todas las operadoras y, según el resultado de éstas, tomar las medidas necesarias en cada caso para prever la pérdida progresiva de audición.
-Atención médica adecuada con especialistas capacitados.
-Aplicar los mecanismos necesarios para que realmente los riesgos profesionales se prevean, eviten y exista la rehabilitación.
Son estas condiciones de trabajo las que explican las impresionantes tasas de ganancia de TELMEX, que establecen record en la Bolsa de Valores. Son estas condiciones las que hacen tan explosiva la insurgencia sindical telefonista. Es aquí donde se encuentra, en gran medida, el misterio de 4 huelgas entre años consecutivos.