Huelga de telefonistas en 1911.
La caída del porfiriato, provoco el debilitamiento de muchos de los controles tradicionales que existían sobre los obreros y gracias al empuje de las organizaciones laborales, hizo que estas aprovecharan la revolución para movilizarse en defensa de sus demandas, que ocasionaron durante el interinato del Presidente León de la Barra, un periodo de auge organizativo y huelguístico entre los trabajadores.
Las luchas que se generaron durante este periodo iban dirigidas principalmente al aumento de los salarios, la seguridad en el trabajo, la disminución de la jornada y el descanso dominical.
Sin embargo en algunos casos, se siguió aplicando la represión en contra de los movimientos huelguísticos que rebasaran los canales legales, como fue el caso, entre otros, la huelga de los tranviarios, que se lanzaron a la huelga el 1º de junio de 1911 en la Ciudad de México, con el fin de lograr un aumento salarial, rechazando los ofrecimientos parciales de sus patrones, e impidiendo el esquirolaje. En sus movilizaciones varias veces se enfrentaron a la policía capitalina y en una de ellas apedrearon al Gobernador del Distrito Federal, Alberto García Granados, quien intentaba convencerlos de que regresaran al trabajo. Ante el rechazo patronal y la represión gubernamental, los tranviarios recurrieron a Madero, quien les solicito tuvieran paciencia y esperaran a que él fuera Presidente para satisfacer sus demandas. El movimiento fue derrotado, sus dirigentes apresados y los tranviarios más combativos fueron despedidos.
El Diario del Hogar, que había nacido el 16 de septiembre de 1881 dirigido por Filomeno Mata, y que en un principio apoyara a Porfirio Díaz, se convirtió en una tribuna de oposición contra su gobierno y su propósito fue formar la conciencia política del pueblo, pues dedicaba amplios espacios sobre temas de información y reflexión política.
Con estos antecedentes, El Diario del Hogar que en 1911 costaba dos centavos, empezó a insertar textos en su primera página, aunque con poca referencia, temas sobre las mujeres trabajadoras. Así, a fines de este año publicó una crónica de la huelga organizada en forma espontánea, por las “señoritas” telefonistas de la Empresa de Teléfonos Ericsson, que apenas había entrado en operación en 1907 con 500 “abonados”.
En efecto, el 8 de diciembre de 1911, las telefonistas de la Ericsson se declararon en “huelga pacífica”, abandonando sus aparatos y negándose rotundamente a seguir trabajando, ya que el gerente de la Empresa actuaba de manera caprichosa, pues tomaba medidas que rayaban en la exageración, ya que se opuso a que las telefonistas le hicieran un regalo con motivo del día de su “santo” a su Directora, señorita Concepción Bravo.
El conflicto generado por las telefonistas causo graves afectaciones a la Inspección de Policía, la Secretaria de Gobernación, al Gobierno del Distrito Federal, a los teatros, casinos y oficinas de los periódicos de la capital, que intentaban comunicarse sin lograrlo, ya que las “señoritas” telefonistas informaban que como había huelga en la Central (Victoria), no había por lo tanto servicio.
Aunque el reportero utiliza adjetivos que pueden interpretarse como una actitud sexista hacia este evento, nos da la oportunidad de conocer la versión de las “señoritas” telefonistas sobre lo ocurrido:
“Las muchachas armaban una gritería infernal, correteando de un lado a otro, secreteándose y cuchicheando la línea de conducta que seguirían en lo sucesivo. Cuando llegamos a la Central, multitud de señoritas bajaban las escaleras en desordenada carrera. Una de ellas, graciosa muchacha de 18 años, nos salió al encuentro.
– ¿Repórter de dónde?
– Del Diario del Hogar.
– Ah bueno. Mire usted señor nos hemos declarado en huelga porque no es posible soportar los malos tratos que se nos dan.
El Gerente se muestra sumamente exigente y por cualquier cosa impone multas a las telefonistas, rebajando el bajísimo sueldo que ganamos, lo que a él le parece.
Sí alguna llega retrasada un minuto que sea, le impone, sin oír disculpa alguna 25 centavos de multa. Si sorprende a alguna que plática con otra aunque sea en voz baja, le impone otra multa igual. Si algún abonado llega a quejarse por cruzamiento de línea, la señorita encargada de ese aparato sufre la multa y de todo impone multas. Además, usa con nosotras un trato que no merecemos pues un caballero que se tenga respeto no maltrata a una mujer y de hecho, pues ha llegado a darse el caso de que tome a una señorita del brazo y la haga salir de la casa porque a él le da la gana”.
Pero la causa principal de la huelga había sido el regalo a la Directora Concepción Bravo, ya que las telefonistas habían acordado realizar una colecta para comprar el obsequio, llegando a juntar hasta 130 pesos, dinero con el cual compraron un juego de tocador.
Cuando el gerente se enteró, momentos antes de entregarle el obsequio a la Directora, se presentó y mando recoger el mencionado regalo, provocando con esto el enojo de todas las telefonistas, por lo que tomaron el acuerdo de abandonar el trabajo y declararse en huelga.
Además, cuando el gerente supo que la señorita Bravo iba a renunciar a su trabajo por motivo de su próximo matrimonio, decidió sin atender a ninguna explicación, despedirla “tan solo porque iba a recibir el regalo”.
De inmediato, el señor Erik Ostlund haciendo uso de su autoridad, impuso como Directora a la señorita Carmen Leija, causando irritación entre las telefonistas, quienes declararon que no la querían “como Directora, pues es de un carácter irritable, brusco y hasta grosero, pues ha llegado el caso de dirigirnos en alguna ocasión en que se disgustó, frases que no están bien en la boca de una señorita”.
En su lugar, el gerente trato de imponer a Ángela Cárdenas, que de acuerdo con las telefonistas tampoco reunía “las condiciones que ambicionamos”, por lo que propusieron entonces a la señorita Victoria Dervesy, que en opinión de las huelguistas “era sumamente atenta a la vez que enérgica y muy competente para el puesto”.
Las telefonistas aprovechando que ya estaban en huelga, decidieron mejorar sus condiciones de trabajo, al demandar la supresión de las multas aplicadas por el gerente y se les aumentara “el mísero sueldo que ganamos”, demandas a las que el sr. Ostlund se negaba a ceder, pero las telefonistas advirtieron que como sus demandas eran muy justas “se mantendrían firmes o no dar servicio”, hasta que sus peticiones fueran satisfechas.
La visita a las instalaciones de la Ericsson permitió al “repórter” de El Diario del Hogar solicitar una entrevista con el Gerente de la Empresa, quién fue recibido amablemente por éste:
“-Sr. Gerente, ¿tiene usted la bondad de explicarnos cuál es la causa de la huelga de las señoritas telefonistas?
-Sí señor, dijo en mal español, la causa verdadera no la conozco todavía, pues bruscamente estas señoritas abandonaron sus aparatos y se marcharon a la calle.
-Nos dicen que los malos tratamientos (sic) que Ud. les da, las multas que les impone y la separación de la señorita Bravo, han exasperado los ánimos y por eso abandonaron sus labores.
-La señorita Bravo se separó bruscamente y sin avisarme. Yo no trato mal a las telefonistas. Sucede que he prohibido rifas, préstamos y contribuciones en el plantel (sic), para el mejor orden del mismo. Es inexacto que imponga multas injustamente, pues las que se han impuesto han sido siempre por causas justificadas. El sueldo que disfrutan no es malo, pues ganan de diez a veinte centavos por hora y trabajan solamente diez horas al día en dos grupos. Tengo innumerables quejas por mal servicio, y de alguna manera he de evitar los perjuicios que sufre la Compañía”.
A pesar de que la huelga había estallado, solo unas cuantas telefonistas habían entrado a trabajar, pero pronto se convencieron de lo justo de las demandas de sus compañeras y el papel de esquiroles que estaban realizando, lo que permitió que también abandonaron su trabajo, hecho que obligo al gerente a entrar en negociaciones con sus trabajadoras, por lo que, a las principales demandas se agregó la devolución del regalo de la señorita Bravo.
Ante la firmeza de las telefonistas, el gerente fue cediendo poco a poco, ya que acepto retirar las multas y aumento un centavo a los salarios, respecto al nombramiento de la señorita Carmen Leija como Directora, esta fue sustituida por el Ing. Helge Ross, que poco a poco se iría convirtiendo en el azote de las telefonistas, en cuanto a la devolución de la “cuelga” de la señorita Bravo, enojado se negó a hacerlo, señalando que la regresaría hasta el día siguiente.
Las telefonistas consideraron que la actitud del gerente era contraria a los intereses de sus trabajadoras, pues no había tomado en cuenta que el regalo había sido comprado con el dinero de todas operadoras, por lo que advirtieron que sí la “cuelga” no era devuelta, presentarían una demanda ante las autoridades competentes en contra del sr. Ostlund, y presentarían como prueba del robo, la factura de la casa comercial en donde efectuaron la compra. “Muy duras las pasara el irritable gerente –escribía el repórter- pues el castigo que le imponga la ley, no bajara de un arresto de seis meses a un año”.
Cuando el conflicto parecía haber quedado resuelto, una nota aparecida en periódico “El Imparcial” causo molestia entre las señoritas telefonistas, la nota en cuestión señalaba que la huelga había sido solo “Un motín de las señoritas de la Ericsson”, diciendo además, que las telefonistas “estaban en huelga y solo estaban…de broma”, y que la huelga había durado menos de una hora, por lo que indignadas las trabajadoras, formaron una comisión para que protestara enérgicamente en contra de “El Imparcial”.
Las telefonistas informaron, que querían hacer comprender a este periódico de las mentiras que estaba propagando en contra de su movimiento, que “fue de todo punto serio y de gran independencia ya que los motivos de la huelga fueron perfectamente justificados, pues se pedía aumento de sueldo, rebaja de multas, directora competente y devolución de un objeto que había desaparecido el director”.
Acusaron entonces al gerente Ostlund de estar mal informando a los periódicos metropolitanos, pues este se había dedicado, ya entrada la noche, a recorrer las redacciones de éstos, para informarles que la huelga, que en algún momento había adquirido un carácter alarmante, ahora carecía por completo de interés, ya que él lo había arreglado accediendo a todas las peticiones de las huelguistas.
Para corroborar si las afirmaciones del gerente Ostlund eran ciertas, el “repórter” de El Diario del Hogar, acudió a la Central (Victoria) para comprobar si eran ciertas estas aseveraciones, constatando que solo en parte las peticiones de las telefonistas habían sido cumplidas, ya que en lo que se refería a la devolución de la “cuelga”, el gerente devolvió el dinero según la lista que las telefonistas habían hecho para la compra del regalo de la señorita Concepción Bravo. La respuesta de las señoritas telefonistas fue, que con el dinero devuelto, comprarían otro regalo igual al anterior.
El “repórter” informo que la huelga no duro una hora, sino más de tres “lo que nos consta por haberlo presenciado, siendo imposible dar noticias verídicas a la publicidad sin representarse (sic) al lugar de los hechos”.
El conflicto termino con la pregunta sarcástica del “repórter” del Diario del Hogar, de que si el obsequio de la señorita Bravo (un juego de tocador), “¿fue tan del agrado del gerente que se quedó con él a pesar de las protestas?”, de las señoritas telefonistas.
Seguiremos esperando la respuesta.