Huelga en la Empresa de Teléfonos Ericsson, 1915

En medio de un profundo ambiente de agitación revolucionaria, Francisco Villa ocupó la Ciudad de México el 6 de diciembre de 1914. Temerosos los empresarios suecos de que sus intereses se vieran afectados por los revolucionarios, solicitaron la intervención de Thord Halström “Coronel sueco perteneciente al Estado Mayor del Guerrillero”, para que gestionara el respeto para los bienes de la empresa de Teléfonos Ericsson. Gracias a esta protección, el servicio proporcionado por la Ericsson se mantuvo en forma ininterrumpida, por lo que para fines de este año, reportó 11000 suscriptores registrados en su directorio y 450 trabajadores, entre funcionarios y empleados.

Aprovechando esta situación y con el apoyo del recién fundado Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), al que de inmediato se afiliaron los telefonistas de la Mexicana y de la Ericsson, tranviarios y trabajadores del suministro de agua potable de la ciudad, los trabajadores de la Ericsson plantearon los últimos días de diciembre ante el Departamento del Trabajo, una queja en contra del gerente de la empresa sueca por malos tratos, la respuesta del señor Erik Ostlund fue inmediata, despidiendo a 88 telefonistas, entre los que se encontraban varias operadoras.
El conflicto entre los telefonistas y el gerente se agravó cuando éste, decidió el 23 de enero de 1915, imponer “un sin número de multas y castigos… a sus empleados”. En respuesta, los telefonistas instalados en asamblea acordaron demandar jurídicamente a la empresa y elaborar un “memorial” donde presentarían sus principales demandas.
Veinte días después de iniciado el conflicto (11 de febrero), éste parecía no tener solución, por lo que los telefonistas decidieron nombrar dos comisiones que se encargarían de entregar al gerente el “memorial”, así como el aviso de que, de no ser atendidas sus demandas, iniciarían la huelga, dando un plazo de 48 horas para recibir la respuesta. La comisión estuvo integrada por dos empleados, dos operadoras y dos operarios, acompañados por el secretario general y dos integrantes del comité del SME.
La respuesta del gerente Ostlund fue como la anterior, es decir, “separó sospechosa y dolosamente a los miembros que formaron las comisiones que presentaron el referido memorial”. Los telefonistas acordaron nombrar una nueva comisión, que le entregaría una carta, solicitándole reemplazar a los despedidos, advirtiéndole que de no obtener una respuesta satisfactoria, de inmediato declararían el paro en la Ericsson.
La cuestión salarial era otro de los principales problemas que enfrentaban los telefonistas de la Ericsson, pues eran considerados como muy por debajo de los ofrecidos en otras industrias, pues éstos no se habían movido desde 1910, como ejemplo, los telefonistas percibían, el Celador de 2ª. 1.50 pesos; el Celador de 1ª. 1.75 pesos y el Cabo 2.50 pesos, siendo la semana laboral de 48 horas. Esta situación afectaba también a los trabajadores suecos, quienes se sentían insatisfechos por lo bajo de sus salarios, ya que en otras empresas, el sueldo que se pagaba a los extranjeros era más alto y además, era pagado en dólares.
Sin embargo, fue hasta marzo cuando el gerente decidió modificar su actitud al realizarse una reunión entre él y los telefonistas, llegando el 19 de marzo a formalizar un acuerdo entre el SME y la Ericsson. El convenio quedó formulado bajo los siguientes términos: 1) Aumento de salarios, a partir del 20 de febrero, tomando como base los salarios que tenían los telefonistas hasta el 31 de diciembre de 1914; 2) Gastos de transporte a los trabajadores que realizaran su trabajo fuera de la ciudad; 3) Pago de tiempo extra, cuando se trabajara fuera del horario reglamentario, pago a las operadoras por “velada”, a razón de 25 centavos la hora; 4) En caso de accidente, la empresa continuaría pagando el salario a sus trabajadores, implantación del servicio médico y medicinas; 5) Para los ascensos, la empresa seguiría tomando en cuenta, la antigüedad, aptitud y buenas costumbres; 6) sanciones a las operadoras por entrar a laborar después de su hora y por faltar; 7) Vacaciones con goce de sueldo.
A pesar de estos acuerdos, la empresa se negó a reinstalar a los telefonistas despedidos, manifestando que su cese se debía a la falta de trabajo y a las pérdidas sufridas por la empresa a causa del cierre de los comercios, provocada por la presencia de las tropas carrancistas en la ciudad, La respuesta de los obreros fue que el servicio que se proporcionaba a los usuarios era bastante deficiente, debido a que las líneas se encontraban caídas, pudiendo ocupar a los trabajadores despedidos en las obras de reparación de las líneas. Estos argumentos no fueron suficientes para el gerente Ostlund, quien se mantuvo en no reinstalar a los despedidos, haciendo fracasar las negociaciones para evitar la huelga.
El SME consiente de los perjuicios que podía ocasionar la huelga a los usuarios, decidió convocar a una Asamblea General para discutir con los trabajadores el resultado de las negociaciones con la Ericsson, toda vez que la Telefónica Mexicana y la Compañía de Tranvías se encontraban requisadas por el gobierno. A pesar de los esfuerzos del SME por reanudar las pláticas con el gerente de la telefónica sueca, éste asumió una actitud intransigente y agresiva, lo que provocó que los telefonistas decidieran estallar la huelga el 26 de marzo y no levantarla hasta que todos los telefonistas despedidos fueran reinstalados.
El servicio no se suspendió en forma total, puesto que la mitad de las operadoras se mantuvieron en sus puestos, gracias a la astucia del gerente Ostlund, quien había ofrecido mejoras salariales a las operadoras para que no secundaran la huelga. El convenio celebrado el 19 de marzo entre la empresa y el sindicato, fue desconocido por el gerente, quien además de no cumplir con el ofrecimiento arriba mencionado y con la finalidad de atemorizar a sus trabajadores, promovió la detención por parte de la policía de los miembros más activos del movimiento, quedando “la señorita Josefina Sotomayor (que), con varios empleados, fue… consignada por el Gerente a la Sexta comisaria, de donde salió más tarde, debido a las gestiones de sus compañeros”.
La suerte que corrió la Ericsson respecto de la Telefónica Mexicana y la Compañía de Tranvías fue diferente, pues ésta no fue requisada por el gobierno, hecho que permitió que el gerente mantuviera una actitud “insolente y despótica”, llegando inclusive a acusar a los telefonistas, por el simple hecho de solicitar aumento a sus salarios, de “rateros”, por lo que el 27 de marzo, la dirección del sindicato y el gobernador del Distrito Federal llegaron al acuerdo de exigir al gerente, diera una amplia satisfacción al sindicato en una asamblea y la reinstalación de los telefonistas despedidos incluyendo a los comisionados.
El gerente, una vez más, dio respuesta negativa a las demandas del sindicato “alegando la falta absoluta de trabajo y excusándose de dar satisfacción en asamblea por parecerle muy rigurosa la forma en relación con la falta cometida, concretándose a pedir perdón a una comisión”.
Con la intención de que el conflicto se resolviera, el sindicato convocó a una Asamblea extraordinaria, pues el gobierno deseaba que la huelga se solucionara lo más pronto posible, ya que ésta, estaba provocando molestias a los usuarios por la falta de personal. El sindicato presentó entonces tres puntos para la solución del conflicto “1.- reingresaran la mitad de los compañeros y compañeras destituidos de los que formaron las comisiones; 2.- reingreso de todos los huelguistas, para quien se pide… el pago de sus salarios durante el tiempo de la huelga; 3.- reingresaran la tercera parte de los operarios despedidos”.
Solo por el llamado hecho por el gobierno y las nuevas peticiones de los telefonistas, se realizaron dos reuniones con la intención de resolver el conflicto en forma satisfactoria. En la primera reunión, la respuesta ofrecida por el gerente fue considerada por el gobierno y los trabajadores como inaceptable, por lo que se convocó a una segunda reunión, accediendo la gerencia de la Ericsson en parte a lo solicitado por los huelguistas, sin embargo, éstos consideraron poco razonable la propuesta de la gerencia y no aceptaron la oferta, obligando a las autoridades del país a retirarse de las pláticas, conminando a las dos partes a una pronta solución en beneficio de los usuarios.
El gerente de la Ericsson intentaba desprestigiar al movimiento, presentando al público una imagen de eficiencia y de respeto para los usuarios, por lo que hicieron publicar en el periódico EL MONITOR del 1º. De abril, que la empresa Ericsson seguía “dando servicio público por no haber secundado las señoritas operadoras la actual huelga de los operarios”.
Las operadoras que no habían secundado el paro, señalaron que no se habían declarado en huelga por considerar que ellas no habían aprobado la intervención del sindicato en las negociaciones con la empresa, además, por lo que 132 de ellas no secundaron la huelga, en tanto que solamente 25 habían acatado el llamado del sindicato, pues por gestiones que ellas venían realizando en forma particular con el gerente, éste les había concedido un aumento del 50% en sus salarios. Respecto al mal trato, origen del conflicto, las operadoras manifestaron que sus peticiones habían sido atendidas en “forma correcta y pacífica y de acuerdo con lo que exige la decencia y el decoro, que siempre deben existir en toda persona culta, aunque esta sea empleada y pertenezca a la clase media”.
Sobre el origen de la huelga, opinaban que la separación de las telefonistas por parte de la empresa, estaba justificado, ya que el trabajo en los conmutadores había disminuido en forma notable, por lo que la Ericsson se vio en la necesidad de hacer reducciones en sus gastos, las operadoras señalaban además, que el número de horas trabajadas era el justo, por lo que los turnos estaban perfectamente distribuidos y el servicio al público no se había afectado.
El SME una vez más llamó a asamblea con la finalidad de discutir nuevas acciones, con el objeto de terminar con el conflicto con la Ericsson, al mismo tiempo que anunció que los salarios de los huelguistas serían cubiertos por el fondo de resistencia del sindicato. En la convocatoria para la asamblea, el SME hizo un llamado a “todos los obreros consientes y honrados para que protestaran contra la intransigencia de los representantes de la Ericsson, al mismo tiempo que acusaba a todos aquellos trabajadores que no habían secundado la huelga”, de apoyar a los empresarios con su actitud.
Telefonistas y operadoras señalaban que si no habían secundado el paro, era porque el gerente Ostlund, les daba un trato cortés y de respeto y toda clase de distinciones y bondades “dignas de todo un caballero”, por lo que las acusaciones de que era un hombre déspota, eran totalmente falsas.
Sin embargo, la respuesta de los representantes de la Ericsson, fue nuevamente diferente a la esperada, es decir, levantar la huelga, ya que éstos, con la intención de debilitar al movimiento, ideaban nuevos motivos para acusar a los telefonistas. Esta vez, el gerente los acusó de robar líneas y aparatos, además de ocasionar desperfectos en las líneas, por lo que la empresa se vio en la necesidad de proporcionar a cada empleado y obrero, una credencial que los acreditaran como trabajadores de la Ericsson, debidamente selladas y firmadas por los empleados de confianza, la cual deberían de mostrar a los usuarios, al momento de realizar cualquier reparación. El gerente Ostlund solicitó a la policía, detuviera a los telefonistas que no portaran dicha credencial, con la finalidad de separarlos del trabajo.
Para el 1º. De mayo, la situación continuaba siendo difícil, por lo que la celebración del Día del Trabajo, fue aprovechada por el sindicato para protestar frente al edificio de la empresa, pues además de la actitud intransigente que venía mostrando el empresario sueco, éste se negó a conceder el día a los telefonistas afiliados al SME, por lo que el sindicato frente a la Cámara de Diputados, exigió que al señor Ostlund se le aplicara el artículo 33 de la Constitución, por considerar que maltrataba a los trabajadores mexicano e impedir el libre ejercicio de sus derechos.
A tres meses de haberse iniciado el conflicto y después de arduas negociaciones, la huelga parecía llegar a su fin, cuando el gobernador del Distrito Federal interpuso su influencia para que la Ericsson y el SME resolvieran sus diferencias, pues los telefonistas advirtieron que de no resolverse el conflicto a su favor, paralizarían los servicios de trenes, luz eléctrica y el suministro de agua potable de la ciudad.
Esto fue suficiente para que el 12 de mayo, a las cinco de la tarde, se reunieron los representantes de la empresa y de los trabajadores, en las oficinas del General Gildardo Magaña, gobernador del Distrito Federal, quien hizo ver a los telefonistas lo improcedente de su actitud, al pretender paralizar los servicios públicos de la ciudad, por lo que sugirió que la única manera de resolver el conflicto a su favor, era que la huelga se mantuviera solamente en la empresa telefónica.
Para el día 13, nuevamente se reunieron los representantes empresariales y los trabajadores con el general Gildardo Magaña, a la reunión asistió también el general Roque González Garza, presidente de la República, quien con su intervención, hizo que el gerente de la Ericsson aceptara la mayor parte de las demandas del sindicato, quien se desistió de la huelga general.
La comisión negociadora consiguió que regresaran a su trabajo 35 telefonistas y 7 operadoras, aceptando el sindicato que fuera la propia empresa la que eligiera los nombres de los telefonistas que regresarían a trabajar. El gerente no aceptó su derrota, pues una vez más se negó a cumplir el acuerdo de reinstalar a en su trabajo a los telefonistas, presionado por el sindicato, finalmente tuvo que acceder.
No habían pasado cinco días, cuando una vez más el sindicato acusó al gerente sueco de no respetar el acuerdo del 13 de mayo, ya que las operadoras se quejaron de no haber sido reinstaladas en su antiguo puesto, pues en algunos casos, ignorando su sexo, se les encomendó tareas que no podían desempeñar, mientras que a otras se les asignaron trabajos que consideraron como “verdaderamente humillantes”. Igual suerte corrieron los 35 telefonistas reinstalados
De nuevo se nombró se nombró otra comisión con los 42 trabajadores afectados, quienes con el secretario general del sindicato se presentaron ante el gobernador del D:F. para exponer su caso y obligar al gerente de la Ericsson a cumplir con el compromiso acordado con los telefonistas.
El 18 de mayo de 1915 la huelga llegó a su fin, cuando el señor Ostlund acepto cumplir con los compromisos contraídos, reinstalando en sus antiguos puestos a telefonistas y operadoras. Los trabajadores que no fueron reinstalados, por gestiones del sindicato lo harían en la Telefónica Mexicana y en la Compañía de Tranvías, de no ser esto posible, el SME solicitaría a la Ericsson despedir a los trabajadores que no estuvieran sindicalizados, para dar cupo a los telefonistas que mostraron su solidaridad y espíritu de lucha. De esta forma, y a pesar de que las demandas sobre el aumento salarial, el servicio médico, el pago de las vacaciones, y el pago del tiempo extra no se cumplieron, el sindicato consideró que había obtenido un rotundo triunfo.

TESTIMONIOS.

“EL Escuadrón de Hierro”.
Elías Barrios, ferrocarrilero, miembro prominente del Comité General de Huelga en 1926-1927.
Fondo de Cultura Popular, México, primera edición, 1978 p.134-135.
“Los primeros días de marzo de 1927 fueron ricos en acontecimientos trascendentales, que no relato por falta de espacio. Las compañeras telefonistas, miembros del sindicato adherido a la Confederación General de Trabajadores, nombraron una comisión para que recorriera los talleres de los ferrocarriles con la mira de convencer a los que no habían secundado el movimiento de que su lugar estaba con los huelguistas y no con los esquiroles. Las tropas apostadas en los interiores de dichos centros de trabajo, apresaron a las compañeras que iban encabezadas por la valiente camarada Gudelia Gómez y la enviaron a las oficinas de la policía de los ferrocarriles, convertida en cárcel y ubicadas en Buenavista. Inmediatamente se dio aviso de Nonoalco al Comité General y el compañero Alberto López Pineda que recibió la noticia dio un salto y sin sombrero, con los pelos alborotados, salió gritando:
¡Los que sean hombres que me sigan, vamos a rescatar a las compañeras telefonistas arrestadas por los esbirros de Martínez!
Un centenar de huelguistas que andaba por el patio y los contornos del edificio, siguió resueltamente a López Pineda, armándose a toda prisa con palos y piedras que encontraban. Al presentarse aquel grupo con ademán resuelto en la oficina del jefe de la policía ferrocarrilera, éste y demás esbirros que se hallaban presentes accedieron, inmediatamente a la primera demanda de entrega de las prisioneras, las que desde luego fueron puestas en libertad y llevadas en triunfo a nuestro local.
La Confederación General de Trabajadores, desde diciembre de 1926 había manifestado su decidido respaldo a la huelga de mecánicos. Cuando en la Confederación, ratificaron ese respaldo en una magna asamblea en la que estuve presente, y el 2 de marzo se declararon en huelga solidaria con nosotros los elementos de la Federación Textil, del sindicato de telefonistas y de todas las organizaciones pertenecientes a aquella central.
Esta noble actitud de los miembros de la CGT no dio ningún resultado práctico, en gracia a su poca duración, pues a los cinco días su Comité Ejecutivo encabezado por Luis Araiza, ordeno la vuelta de sus elementos al trabajo, hecho que se consumó en ruidosas protestas de los sindicatos, que no se explicaban la razón de regresar sin haber obtenido satisfacción a sus demandas, que en este caso era el arreglo de las que tenían presentadas los ferrocarrileros.
Los líderes de la CGT de aquel entonces, demostraron muy poca comprensión de nuestros problemas y se pusieron en ridículo con su ayuda retirada prematuramente. De todas suertes, los ferrocarrileros no pueden sino recordar con gratitud aquel gesto fraternal de solidaridad, que si no se consiguió algo efectivo, cuando menos dio la impresión de que las masas explotadas no omiten esfuerzos ni sacrificios para apoyarse mutuamente en sus cruentas luchas”