Indispensable presentarse con referencias.
Conflicto en la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana en 1924.
José García Méndez.
A mediados de 1924 y ya casi para finalizar el gobierno de Álvaro Obregón, la situación de los trabajadores mexicanos no había cambiado mucho, pues a pesar de las constantes movilizaciones y huelgas que realizaron en este periodo, las condiciones de seguridad e higiene continuaban siendo deplorables.
En efecto, durante esta etapa se venían realizando esfuerzos para consolidar el desarrollo industrial del país y, crear las bases para la cristalización del trabajo industrial, para lograr esto, los trabajadores formaron organizaciones gremiales que les permitieran conquistar y asegurar su permanencia en el trabajo, así como la ocupación del tiempo completo en las actividades industriales.
Pero esto se realizaría con un gran costo para los trabajadores, sobre todo en los temas de seguridad e higiene industrial en sus centros de trabajo, situación que no se había modificado desde el inicio del gobierno del general Obregón, ya que los obreros realizaban su trabajo en condiciones sumamente difíciles. Si bien algunos sindicatos habían logrado cambiar esta condición, como había sido el caso de los telefonistas de la Empresa de Teléfonos Ericsson, que en 1921 habían logrado el pago de las incapacidades producidas por enfermedades y accidentes en el trabajo, así como médicos y medicinas, en la mayoría de las fábricas, las pésimas condiciones de seguridad e higiene, continuaban provocando, directa o indirectamente, accidentes y enfermedades entre los trabajadores.
En términos generales, la vida de los trabajadores se venía agravando por la falta de una legislación que regulara las relaciones entre obreros y empresarios, respecto a la seguridad e higiene en el trabajo, además de los bajos salarios “que no alcanzaban en la mayor parte de los casos, para llenar sus más apremiantes necesidades”.
Un ejemplo de estas condiciones se encontraba en la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, la que al permanecer ya por casi nueve años incautada por el gobierno mexicano, éste mostraba poco interés en modificar las condiciones de seguridad e higiene en sus instalaciones, ya que estaba más interesado en devolver los bienes de la Compañía a sus antiguos propietarios, para que éstos se encargaran de resolver el problema, pues a pesar que las autoridades gubernamentales en varias ocasiones había ofrecido la devolución, los dueños de la Telefónica se negaban sistemáticamente a recibirlos, a menos que el gobierno los indemnizara por los daños y perjuicios que habían recibido por el tiempo que la Compañía había permanecido requisada. Este problema fue resuelto cuando la International Telephone and Telegraph, propiedad del Coronel Sostenes Bhen, compró en 1925, los bienes de la Telefónica Mexicana.
Ya desde 1922, los telefonistas organizados en la “Unión de Obreros Empleados y Trabajadores de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana”, habían denunciado las pésimas condiciones de higiene y de trabajo que prevalecían en la Telefónica, quién al no responder a las demandas de sus trabajadores provocó que la huelga estallara.
Nuevamente en 1924, estos problemas salieron a la luz, hecho que hizo que el Sindicato Mexicano de Electricistas, al que pertenecían los poco más de 300 telefonistas de la Mexicana, advirtieran el 8 de mayo de 1924 al Jefe del Departamento del Trabajo del gobierno del D.F., que a partir de esta fecha comenzaba a correr el tiempo de 10 días, que de acuerdo con la ley era requisito indispensable para declarar una huelga, si la Telefónica no resolvía las demandas de sus trabajadores.
En efecto, la Telefónica Mexicana se había negado rotundamente a tratar cualquier asunto con los obreros y empleados de esta negociación, lo que provocó que éstos solicitaran el apoyo del SME para que se encargara de exigir a la Compañía, el cumplimiento de diversos compromisos contraídos con ellos en fechas recientes.
Para el día 10, el Sindicato Mexicano de Electricistas convocó a una asamblea extraordinaria, para informar a los telefonistas de las gestiones que estaba realizando ante la Telefónica Mexicana, para que cumpliera con los acuerdos establecidos con sus trabajadores, a los que “tienen derecho conforme a la moral y a la ley”.
A dos días para que la huelga fuera declarada, es decir el 16 de mayo, los trabajadores, en “magna” asamblea celebrada en el local del SME (Mesones núm. 17) acordaron enviar un ultimátum al gerente de la Telefónica Sr. Joaquín Torreblanca, otorgándole doce horas, para que contestara el pliego de peticiones presentado por los telefonistas, de lo contrario, estallarían la huelga.
Los telefonistas y el SME informaron que el documento con las demandas de los trabajadores había sido entregado con quince días de anticipación, a pesar de ello, el gerente Torreblanca continuaba negándose a tratar con los obreros descontentos cualquier asunto, por lo que “ni siquiera se han podido celebrar pláticas de aveniencia (sic) entre ambas partes”.
Instalados en asamblea y después de dos y media hora de debates, los telefonistas resolvieron definitivamente exigir a la Telefónica Mexicana “primeramente la nivelación de salarios de manera que todos ganen proporcionalmente y no se registren las diferencias poco equitativas que ha establecido la gerencia”.
Además solicitaron la separación de “ciertos elementos nocivos, que han hostilizado a los empleados y se han declarado francamente enemigos de la organización sindicalista formada entre los trabajadores de la Mexicana”.
Para entregar las nuevas peticiones al gerente Torreblanca, los telefonistas nombraron una comisión especial, esperando que en esta ocasión el gerente resolviera satisfactoriamente sus demandas, por lo que le otorgaron una prórroga de tres días para el estallamiento de la huelga, que fue fijada para el día 22.
Ante la intransigencia del gerente de la Mexicana, el SME advirtió a las autoridades que apoyarían la huelga de los telefonistas “considerando que tienen la justicia de su parte”, por lo que las “plantas de luz de Necaxa, Tampico y Puebla”, estaban decididas a llegar a la acción directa en apoyo de sus compañeros telefonistas., tomando en consideración que los derechos de éstos “no podían quedar burlados”.
En el caso de que la huelga estallara, las telefonistas fueron las que manifestaron estar más decididas en que sus puestos de trabajo fueran respetados, por lo que culparon al gerente Torreblanca de complicar el conflicto, pues a pesar de que había sido advertido de las consecuencias, éste no había procedido con lealtad, ya que por una parte, había solicitado un plazo para estudiar las demandas de sus trabajadores y por otra, durante este tiempo, se había ocupado un contratar “nuevos elementos para en un transe apurado tener con quien suplir a los huelguistas”, es decir, estaba contratando “esquirolas”.
Quienes mostraban mayor combatividad en el conflicto eran las “señoritas operadoras”, pues éstas eran las que asistían en mayor número a las asambleas, tomando acuerdos como el que “por ningún motivo [debía] transarse con la empresa, mientras esta no se ponga en el terreno que favorezcan a los intereses de los agremiados”.
Con la intención de que la huelga no estallara y afectara al público usuario, los telefonistas de la Mexicana concedieron una nueva prórroga, por lo que con la intención de resolver el conflicto, solicitaron la intervención del Presidente de la República, para sugerirle que con su intervención podría resolverse satisfactoriamente el conflicto.
Para solicitar esta conferencia, el Comité Central del SME acordó que se formara una numerosa comisión de “obreros y señoritas”, pues tenían confianza de que con la intervención del Presidente de la República, se resolverían favorablemente sus peticiones. Sin embargo, advirtieron que si no se llegaba a un acuerdo satisfactorio, la huelga sería declarada.
Después de largas y prolongadas negociaciones, el SME informó el 25 de mayo, que el gerente Torreblanca ya había aceptado algunas de las peticiones de los telefonistas, que en términos generales eran:
“1.- Separación inmediata de todos los que disfrutan canónigas previa comprobación.
2.- Liberación de los salarios de todo el personal.
3.- Que se otorgue un mes de sueldo a los empleados que hayan prestado sin interrupción sus servicios durante un año, exceptuando a aquellos a los que se le haya concedido licencia para separarse temporalmente de su puesto.
4.- Que los jefes de Departamento sean autorizados para conceder permisos al personal, para separase de sus puestos en caso justificado durante medio día.
5.- Que se aumente el cuerpo médico con otro facultativo y se otorguen medicinas a los empleados en caso de enfermedad.
6.- La Compañía cubrirá los sueldos por los días de descanso que señala la Constitución Política del país”.
Pero las peticiones que los telefonistas consideraban como más importantes, no habían “merecido siquiera [la] consideración“, del gerente de la Telefónica Mexicana, por lo que la amenaza de huelga continuó.
El SME informó a los telefonistas, que la reunión con el Presidente de la República se había realizado el sábado 24 de mayo, en el Castillo de Chapultepec, donde la comisión nombrada por el sindicato fue recibida “amablemente”, por el general Obregón quien les ofreció que trataría con el gerente Torreblanca, la solución del conflicto.
Mientras el problema en la Mexicana estaba por solucionarse, otro estaba a punto de surgir, cuando los telefonistas de la Ericsson demandaron al gerente que cumpliera con los postulados constitucionales, ya que la empresa sueca se negaba sistemáticamente a pagar el día domingo, como de descanso. El sindicato exigió al los empresarios suecos, que “paguen los sueldos […] por el día que pasean”, los telefonistas.
Una vez más, después de largas negociaciones y con la intervención del general Obregón, el conflicto surgido en la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana fue resuelto el 1 de junio de 1924, cuando en las oficinas del Departamento del Trabajo del Gobierno del D.F. el gerente Torreblanca acepto las demandas de los telefonistas, quienes estuvieron de acuerdo sobre el mejoramiento de las prestaciones que solicitaron.
Además de las prestaciones que ya habían sido aceptadas por la gerencia de la Telefónica Mexicana, los telefonistas obtuvieron el “descanso dominical con su correspondiente pago, de los servicios de otro facultativo médico, de permisos para separarse de sus puestos por causas plenamente justificadas y excepcionales durante 15 minutos, cuando más, y finalmente sus derechos de antigüedad les [serían] respetados y tomados en consideración cuando se trate de ascensos”.
Con el convenio firmado en la oficina del gobierno del D.F., entre el SME, en representación de los telefonistas, el gerente de la Compañía Telefónica y el jefe del Departamento del Trabajo, general Rodríguez, el conflicto quedó totalmente solucionado.