Surgimiento del sindicalismo telefonista en Monterrey.
José García Méndez.
Con la venta de los bienes de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana a la International Telephone and Telegraph en 1925, la nueva administración se comprometió a firmar a mediados de 1926 un Contrato Colectivo de Trabajo con el Sindicato Nacional de Telefonistas, quienes con el apoyo del Sindicato Mexicano de Electricistas, obtuvieron prestaciones sociales bastante favorables para los trabajadores.
Sin embargo, al aceptar la Compañía Telefónica contratar con el Sindicato Nacional, no hizo otra cosa más que cumplir con un requisito impuesto por el gobierno del general Calles para que su plan de expansión, grandes inversiones y transformaciones al servicio que debería prestar a sus clientes, no encontrara dificultades, por lo que una de sus primeras maniobras fue introducir trabajadores de su confianza para que ocuparan los principales puestos en la dirección del Sindicato, lo que llevaría a los telefonistas romper sus relaciones con el Sindicato Mexicano de Electricistas, declarándose autónomos y quedando aislados del resto del movimiento obrero, ya que no estaban afiliados a ninguna Federación, esta situación hizo que el sindicato de Telefonistas actuara ilegalmente hasta 1935, pues al conseguir la Telefónica Mexicana que los telefonistas se desligaran de los electricistas, éstos no se preocuparan por obtener su registro ante las autoridades del Trabajo.
Otra maniobra de la Compañía Telefónica fue el contratar a jóvenes estudiantes, con el señuelo de la creación de un título de Ingeniero Telefonista, para la instalación de los nuevos equipos automáticos, pero en realidad su trabajo consistió en desempeñar labores de obreros calificados en la instalación del nuevo equipo ROTARY, asignándoles como salario un peso diario, pero para los trabajos de planta exterior, la Telefónica importó un gran número de trabajadores norteamericanos con salarios de hasta 152 pesos al mes.
Eliminado el problema con sus trabajadores la Telefónica Mexicana amplió su red construyendo líneas de larga distancia y comprando las pequeñas empresas que operaban en los diferentes Estados de la República como en Guadalajara, Tampico y San Luis Potosí, con un costo de 18 millones de pesos “oro nacional”, aumentando considerablemente el número de sus trabajadores, a quienes no se les permitía organizarse para la defensa de sus más elementales derechos, para lo cual encargó a sus agentes incrustados en la dirección sindical, mantener a los telefonistas divididos.
En algunas sucursales y aún en el Distrito Federal, la Telefónica promovía sociedades con carácter recreativo, con el fin de que la atención de los telefonistas se desviara hacia otras actividades ajenas a la lucha sindical, con bailes, días de campo, kermeses, etc.
Con la instalación de los nuevos equipos automáticos en el Distrito Federal, Guadalajara, Puebla y Tampico y construidas las líneas de larga distancia, la situación de los trabajadores se hizo cada vez más difícil, ya que la Compañía Telefónica con la anuencia de la dirección sindical, comenzó a aplicar una disciplina férrea y humillante con jornadas de hasta 46 y 48 horas a la semana, por lo que a los trabajadores que manifestaban su inconformidad o se rebelaban por esta situación, de inmediato eran separados injustificadamente de sus empleos, quienes podían conservar sus trabajos, recibían por parte de sus patrones norteamericanos un trato despótico. Esta situación y el descontento de los trabajadores, hizo que el Comité Ejecutivo del Sindicato, empezara a dar muestras de insubordinación ante la Compañía, razón suficiente para que fuera depuesto.
Entonces, el personal femenino del Departamento de Tráfico que era más numeroso que el masculino, decidió a puerta cerrada nombrar un nuevo Comité, formado por trabajadores electricistas, eligiendo como secretario general a Ernesto Velásco, viejo luchador de las filas del SME, quién durante la huelga general de 1916 había sido apresado y condenado a muerte por el gobierno carrancista y por lo tanto, no era trabajador de la Telefónica Mexicana, por lo que, con el apoyo de ésta, mantuvo durante seis años un férreo control sobre los telefonistas.
Cansados de esta situación, un pequeño grupo de jóvenes telefonistas, convencidos de que solo a través de la lucha podrían mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, decidieron el 24 de julio de 1934 enfrentarse a la dirección sindical encabezada por Velásco, para exigirle que defendiera y se pusiera al frente de sus demandas.
La acción de los telefonistas tomo por sorpresa a sus dirigentes, pues en las asambleas ordinarias “la concurrencia era escasa, como en todas las asambleas”, pues los telefonistas decepcionados, por el manejo que daban al sindicato, los electricistas impuestos en la dirección sindical, habían dejado de asistir a las reuniones sindicales.
El dirigente patronal –Ernesto Velásco- no permitía que los telefonistas tomaran la palabra en las asambleas, quien lo hacía podía estar seguro de su cese inmediato, este “dirigente sindical” argumentaba que el despido de un telefonista era totalmente justificado, por lo que la Telefónica cumplía con el Contrato, al pagar a los despedidos, tres meses de sueldo.
A pesar de la escasa concurrencia, un pequeño grupo de trabajadores encabezado por Roberto Esparza Calderón, exigieron a Ernesto Velásco renunciara a su cargo y dejara en manos de los verdaderos telefonistas la dirección del sindicato. La sorpresa fue mayor para los telefonistas, que desconocían el plan instrumentado por el grupo rebelde, quienes de inmediato se unieron al grupo de Esparza Calderón y exigieron a Velásco su renuncia.
El dirigente –electricista- presionado por la mayoría, se vio obligado a dejar la dirección del sindicato, no sin antes lanzar una larga serie de amenazas y advertir que pondría en juego todo lo necesario para hacer fracasar el movimiento reivindicador.
Cuando los telefonistas de Monterrey se enteraron del movimiento iniciado en la Ciudad de México, acordaron organizarse para formar su organización sindical, por lo que el movimiento en Monterrey nació precisamente en el año de 1934, ya que los telefonistas habían permanecido ajenos a las luchas de los demás telefonistas del país. La causa principal era que la Compañía Telefónica, que había iniciado sus operaciones en la última década del siglo XIX en Monterrey, a través de la Cámara Patronal impedía su organización.
Los telefonistas regiomontanos temían organizarse porque la Telefónica Mexicana tomaba represalias al solicitar que la Cámara Patronal incluyera en “listas negras” a los trabajadores que manifestaran inconformidad por las condiciones que les eran impuestas, ya que los trabajadores incluidos en estas “listas”, difícilmente encontraban trabajo en alguna de las empresas de esa ciudad industrial.
“Así, ofrendando su sangre en aras de la lucha, los compañeros de Monterrey, iniciaron su vida sindical en aquel inolvidable mes de mayo de 1935”.
En efecto, al principio hubo indecisión y temor ante las amenazas de que la Compañía Telefónica los despidiera o tomara represalias en su contra, pero más tarde convencidos de las ventajas que obtendrían uniéndose al resto de los trabajadores, poco a poco se fueron afiliando alrededor de lo que a partir de ese momento quedó registrada como la Sección N-1 de Monterrey, del Sindicato Nacional de Telefonistas, que en medio de múltiples diferencias por la falta de conocimientos en la cuestión sindical, comenzaron a realizar asambleas y tomar acuerdos, a demás de orientar a todos los telefonistas de la nueva sección.
Cuando los telefonistas regiomontanos se enteraron de que en la ciudad de México, un pequeño grupo de telefonistas habían derrocado a la dirección sindical, de inmediato iniciaron su labor de convencimiento para unificar a los telefonistas. La primera acción que llevaron a cabo los telefonistas de Monterrey fue la de recoger firmas para formar una Sección que los uniera con los telefonistas del Distrito Federal, que ya pertenecían al Sindicato Nacional. La mayor parte de los trabajadores firmó a favor de formar la nueva Sección, pero se tuvo que formar una comisión para convencer a los trabajadores del Departamento de Comercial para proponerles su ingreso al sindicato.
La participación formal de esta Sección sindical se dio cuando en mayo de 1935 y durante 29 días, en apoyo a la huelga iniciada por el Sindicato Nacional de Telefonistas, en la Ciudad de México, los trabajadores regiomontanos resistieron los embates de la Compañía Telefónica para terminar con la huelga.
Con gran entusiasmo, al poder participar en un movimiento de huelga, una comisión de telefonistas de Monterrey se dirigió a la sucursal de Linares para informar a sus compañeros del desarrollo de la huelga, a su regreso a la ciudad de Monterrey, éste grupo sufrió un accidente de consecuencias graves que provocaron la hospitalización de Rosa Zurita, Aurora Gómez, Concepción García, Federico Esparza Calderón y Florencio Zamudio.