La capacitación en Teléfonos de México

Los orígenes.

Con la entrada y puesta en operación en 1884 de la Compañía Telefónica Mexicana en la Ciudad de México, nació una nueva industria y con ella, un nuevo tipo de trabajadores: los Telefonistas, por lo que se hizo necesaria la contratación por parte de la Compañía de algunos trabajadores que se encargaran de la instalación de los postes y los alambres que las comunicaciones telefónicas requerían, también se contrataron a unas cuantas mujeres para que se encargaran de establecer la comunicación entre los suscriptores: las Operadoras.

Pero para poder ocuparse del mantenimiento y la interconexión del nuevo servicio que se ofrecía en la Ciudad, estos nuevos trabajadores requirieron al menos de una capacitación incipiente para mantener en buen estado los aparatos, que al comienzo fueron considerados como juguetes o simples artículos de lujo. Al principio, la instrucción fue impartida por ingenieros norteamericanos, proporcionándose principalmente en los lugares de trabajo y siguiendo las normas y patrones impuestos por las empresas americanas.

La capacitación de las operadoras se proporcionaba también en los lugares de trabajo, precisamente frente al conmutador, pues según las fotografías de la época “cuatro mujeres se encuentran de pie mirando por encima del hombro de otras compañeras que, sentadas, operaban enormes tableros de circuitos”, lo que indica que la capacitación era más práctica que teórica.

Poco a poco, las mujeres se fueron convirtiendo en el equipo básico de la Telefónica Mexicana, situación parecida a la de las centrales telefónicas del mundo occidental, cuya imagen más común era “mujeres contestando llamadas, ataviadas con micrófonos, audífonos y arneses, que dejaban las manos libres para operar el conmutador”.

A las primeras operadoras de la Telefónica Mexicana se les exigió “Tener una escolaridad suficiente y que además tuvieran experiencia siquiera exigua, tratando con extraños, en especial del sexo masculino en posiciones ejecutivas. Las amas de casa y las obreras no cubrían ese perfil”, razón por la cual, las primeras operadoras fueron reclutadas entre maestras  y secretarias comerciales.

Para 1890, las operadoras fueron sustituyendo a los jóvenes operadores, quienes a pesar de que, como en el caso de la Central de Monterrey “eran muy rápidos y expertos”, trataban groseramente a los suscriptores, por lo que se requirió entonces de “la voz femenina (que) era mucho más atractiva para la clientela mayormente masculina de las empresas telefónicas. Esto en boca de una maestra o una secretaria, trasmitía una mezcla de autoridad y calidez; era pues, como la voz de una madre o una hermana mayor”.

En forma paulatina, el servicio telefónico fue ampliándose y mejorando, situación que obligó a la Telefónica Mexicana aumentar a su personal para que manejara la intercomunicación entre sus suscriptores, por lo que para 1894 el servicio era proporcionado por 22 operadoras, quienes seis años más tarde manejaban cada una 445 llamadas al día, en una jornada de trabajo que duraba 10 horas. Además, algunas de ellas hablaban inglés para atender a los clientes extranjeros.

Para 1903, la eficiencia y dedicación de las operadoras se puso de manifiesto una vez más, cuando el número de llamadas en la Ciudad de México creció en forma considerable, ya que ahora una operadora manejaba 826 llamadas al día, por lo que el aumento del tráfico no fue compensado con aumentos salariales ni con la contratación de nuevas operadoras.

Además, las operadoras tuvieron que hacer frente a las innovaciones tecnológicas de la época, al cambiar por ejemplo, la energía local en los conmutadores por la “Energía Central” que requirió de las operadoras nuevas habilidades y destrezas que las hicieran más eficientes, es decir, más rápidas y amables con los suscriptores, por lo que “cuando la numeración telefónica se descifraba mediante cuatro números, se les sumaron las palabras negro, rojo, oro y verde; que el público ha de mencionar a la operadora para que ésta actúe en determinada forma y conecte correctamente. Sí el número posee cuatro colores, es que existen cuatro abonados en una misma línea; cuando tiene dos, los aparatos en la línea son dos. Los colores rojos y negros son los predominantes y más perdurables”.

Esta situación obligó a la nueva Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana a crear en 1906 la primera escuela para operadoras, con la intención de que “las muchachas que laboraban en la Central”, y que permanecían 10 horas sentadas “reaccionaran ante un timbre, advertir que una chapa caída le indicaba el número de circuito a conectar, enchufar una clavija únicamente en el contacto correcto”, además, de capacitarlas para poder realizar reparaciones menores al conmutador y, sobre todo, a no escuchar las conversaciones de los usuarios en la línea, pues junto a ésta, otra queja que recibían los directivos de la Telefónica se refería a la lentitud con que las operadoras establecían la conexión, por lo que los ejecutivos de la Compañía solicitaron entonces a sus suscriptores, que se dirigieran a ellos por escrito “por cualquier inatención por parte de los empleados en las comunicaciones”, pues en su opinión, los trabajadores mexicanos “eran holgazanes y mañosos”. Esta situación quedó solucionada cuando la Telefónica Mexicana estableció que las operadoras tenían como máximo Quince Segundos para contestar y establecer la comunicación entre los “abonados”, de no cumplir con esta disposición, se aplicarían “penas severas para las infractoras”.

Al principio de los años veinte, las condiciones de trabajo de las operadoras de la Empresa de Teléfonos Ericsson no eran muy diferentes a las de la Telefónica Mexicana por lo que el trabajo que realizaban era considerado por la gerencia de la empresa sueca como muy valioso, toda vez que el trabajo de la operadora requería de un largo aprendizaje, ya que “una telefonista no se hace sola, hay que enseñarla en un largo aprendizaje durante el cual, la Compañía no solo le abona un salario, sino que inmoviliza para enseñarla, a una telefonista experta. De manera que cada telefonista representa para la empresa un capital invertido, que se pierde cuando ella se separa de la compañía”, perder una telefonista significaba para la Ericsson “tirar talegas de dinero a la calle”. Hay que mencionar que la instructora no recibía sobre salario, por la actividad que realizaba

Como consecuencia de la recuperación de los bienes de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana por parte de la ITT, se inició un amplio plan para sustituir, gracias a los adelantos tecnológicos propiciados en la telefonía, es decir, la sustitución de las líneas manuales por automáticas, por lo que una vez más se requirió de trabajadores especializados para poder llevar a cabo esta tarea, al no existir, la Telefónica decido instalar escuelas que le permitieran capacitar a sus trabajadores.

La primera de ellas, inaugurada el 14 de julio de 1926, estuvo destinada principalmente para los espalmadores de cables, dirigida por Bruno Zamudio –superintendente del departamento de cables-, que estaba alojaba en uno de los almacenes de la Teja (hoy Madrid),  la capacitación fue puesta a prueba cuando el 16 de abril de 1927 “el fuego destruye el cable 3 de la Central Neri, en La Lagunilla, el jefe superintendente de Mantenimiento, ingeniero Eduardo Olivares Inclán, realiza la reparación en unas cuantas horas gracias al magnífico entrenamiento de su gente y al surtido inmediato de material, realizado desde los almacenes de la Teja“. Este hecho hizo que se organizara otra escuela más genérica, a cargo del jefe de reparación de aparatos, Enrique Rodríguez.

Para la instalación de las nuevas centrales automáticas, la Telefónica Mexicana requirió de personal especializado, por lo que al no existir éste, la Compañía se vio obligada a reclutar estudiantes dentro de las escuelas técnicas de la ciudad, ofreciéndoles como salario la cantidad de un peso diario y la promesa de convertirlos en ingenieros en Telefonía, por lo que al mismo tiempo se vio obligada a establecer una “Escuela Telefónica”, con el propósito de divulgar “los modernos adelantos de la ciencia telefónica”, para formar a los nuevos técnicos que con su “inteligencia y capacidad”, llevarían adelante la instalación y puesta en servicio de las nuevas centrales automáticas, con la intención de sustituir 100 mil líneas de tipo manual.

En la incipiente escuela de la Ericsson, ya se habían impartido clases de manera informal por los ingenieros Mariano Aguilar y Carlos Waissenberg, quedando la Dirección bajo la supervisión del ingeniero David Melh.

La escuela tecnológica de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana quedó oficialmente instalada el 11 de agosto de 1930, basada principalmente en las técnicas y prácticas desarrolladas por las empresas telefónicas norteamericanas y, su principal objetivo fue el de capacitar a sus trabajadores sobre los detalles del trabajo en la instalación de los aparatos para el servicio de sus suscriptores “procurando así formar instaladores competentes: un fin más es el de establecer estándares, métodos y materiales para fijar los más adecuados”. Los cursos para técnicos y operadoras se iniciaron a partir de 1934.

Al mismo tiempo, el Sindicato Nacional de Telefonistas en voz de su secretario general Ernesto Velasco, informó sobre la instalación de una escuela sindical, donde se impartirían clases de inglés, aritmética y contabilidad,  “las clases de inglés quedaron a cargo del compañero Antonio Pacheco”, sin embargo, no se logró “la apertura de las clases de primaria, por razones independientes a éste Comité, a pesar de haberse comprado los respectivos pizarrones”.

A partir de 1937, la capacitación de los trabajadores telefonistas quedó formalizada, cuando la Telefónica Mexicana y el Sindicato Nacional de Telefonistas acordaron establecer en el contrato colectivo de trabajo, en la clausula 101 “… clases para enseñar algunas ramas de la telefonía a sus trabajadores, tomando personal para esta enseñanza de la misma rama o sección que se vaya a enseñar, y cumplirán con lo dispuesto  en la fracción XXI del artículo III de la Ley Federal del Trabajo”.

Los telefonistas, con respecto a esta enseñanza quedaron sujetos a lo estipulado sobre el particular en lo contenido en el Reglamento Interior de Trabajo.

En la Empresa de Teléfonos Ericsson y debido al esfuerzo y entusiasmo de los ingenieros Ignacio Cervantes y Rafael Acuña Esquivel, se instaló una escuela técnica en 1934.

Pero ante la amenaza de ser despedidos sin indemnizaciones y otras prestaciones, estos ingenieros decidieron sindicalizarse, dejando vacantes sus puestos que debían ser cubiertos por ingenieros extranjeros, de acuerdo con la ley. De inmediato, el sindicato les asignó la obligación de enseñar las primeras letras, matemáticas, electricidad, telefonía y física a grupos grandes de telefonistas después de la jornada de trabajo y, hasta por 3 horas. Esto hubiera estado bien, dice el ingeniero Cervantes, “si el personal aprendiera; pero en realidad eran reuniones de gentes desordenadas que no tenían ningún interés en progresar”.

En la Ericsson, la capacitación quedó también establecida en el contrato colectivo de trabajo en 1937, en el capitulo decimo octavo, articulo 58, señalando que “Se establecerá por cuenta de la Empresa una Escuela Tecnológica en la que se instruirá gratuitamente a los trabajadores que lo deseen, sobre conocimientos aplicados a la telefonía”.

“El funcionamiento de esa escuela se sujetara al reglamento respectivo, que de común acuerdo formulen las partes”.

En esta época, la capacitación estaba basada principalmente en la experiencia de los telefonistas, quienes trasmitían de persona a persona sus conocimientos, a través de los manuales y diagramas que no sin dificultad,  se obtenían entre los mismos trabajadores.

La Escuela de la Compañía Telefónica y Telegráfica quedó instalada en 1943, en la Central Condesa, dirigida por los señores Cabrera y Julio Sierra, que poseía una biblioteca con información especializada sobre los avances de la telefonía.  La instrucción se daba principalmente a los telefonistas que trabajaban en las centrales automáticas, como ejemplo,  “Nuestros diagramas, apredidos allá por los años (sic) de 1943, en la escuela de la ´Mexicana´ empezaban por meternos en la estación del abonado que llama; que es el teléfono mismo, con sus indispensables piezas y órganos: la campana de corriente alterna para dar los timbrazos de aviso de que está recibiéndose una llamada; el condensador que separa las corrientes alterna y directa y limita el circuito de habla; las resistencias puras para bajar el voltaje y que alguien me dijo servían de circuito antilocal, o sea para no escuchar por el audífono la propia voz y los ruidos que se producen en el mismo lugar en que se está hablando. El micrófono y el audífono a los que no se les ha dibujado sus componentes: al primero su pastilla, con sus gránulos de carbón que al comprimirse o refaccionarse por efectos de las vibraciones de la voz, convierten la corriente aplicada a su circuito, en corriente eléctrica pulsante: al segundo sus electroimanes y diafragma que recibe esa corriente pulsante y la transforma en sonido. Dos máquinas sencillas transformando energía. Dentro del mismo esquema, el disco, complicadísimo y preciso órgano interruptor mecánico, que recibe cuerda según el digito y luego tiene que regresar abriendo y cerrando el circuito en forma regular. Después, ese mismo diagrama nos presenta el primer buscador y el circuito de arranque, buscadores que en su ocupación se van alternando en grupos de tres, para que el equipo sufra un desgaste parejo y menor”.

La capacitación de los telefonistas siguió siendo una preocupación tanto para las empresas, como para los trabajadores, por lo que con la creación de Teléfonos de México, se acordó en el contrato colectivo de 1949, en el capitulo vigésimo octavo, artículo 164, que “La Empresa se obliga a establecer en la Ciudad de México, la Escuela Tecnológica en la que se instruirá y proporcionará aprendizaje, gratuitamente a los trabajadores, tanto en la Ciudad de México como en sus sucursales, cuando el número de trabajadores lo amerite a juicio de la Empresa y del Sindicato, sobre los conocimientos de base en electricidad y telefonía. Además, se fundarán las siguientes clases de preparación y de carrera: de Inglés, Contabilidad y Aritmética.

Los textos para el uso de la Escuela Tecnológica y de Preparación, serán por cuenta de la Empresa, los cuales se proporcionaran a los trabajadores en calidad de préstamo, tratándose de libros técnicos; en cuanto a los libros de conocimientos preparatorios quedarán como propiedad del trabajador, siempre que haya demostrado su interés por aprender, mediante una asistencia media normal durante el año escolar.

Tanto la Empresa como el Sindicato nombraran Comisiones para que elaboren en unión del Cuerpo de Profesores, el Reglamento que deberá regir las funciones de las distintas clases y vigilar el correcto funcionamiento de la Escuela, a efecto de que la enseñanza que se imparta sea efectiva y pueda aprovecharla  el personal al servicio de la Empresa en toda la República  y de capacitarlo en una manera más eficiente para el desempeño de las labores que se tiene encomendadas. Los profesores serán libremente nombrados por la Empresa.

Todos los trabajadores que deban demostrar su capacitación o por alguna causa tengan que examinarse, esta demostración o examen será hecha exclusivamente por la Dirección de la Escuela Tecnológica, sujetándose al reglamento Interior de la Escuela y al Reglamento interior de Trabajo”.

En el contrato colectivo de la Telefónica Mexicana de 1949, la capacitación quedó establecida en la clausula 131, permaneciendo igual que en el contrato de 1937.

La consolidación.

Como consecuencia de la entrada en operación de la nueva empresa Teléfonos de México en mayo de 1950 y el surgimiento del también nuevo Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, producto de la fusión de los sindicatos de Trabajadores de Teléfonos de México y Nacional de Telefonistas, se hizo necesario hacer modificaciones al contrato colectivo de trabajo, por lo que en él de 1950, la clausula sobre la capacitación sufrió cambios, ya que en el capitulo XXVIII referente a la enseñanza, se adoptó básicamente la clausula contenida en el contrato colectivo de Teléfonos de México, con la siguiente novedad; “Clausula 176.- … Cuando la Empresa elija para Instructores o Instructores Auxiliares en su Escuela Tecnológica a trabajadores sindicalizados a su servicio, les pagará un sobresalario equivalente a un 30% o a un 15% respectivamente, durante el tiempo que estén en funciones en tales cargos”. Esta clausula fue modificada hasta 1978, cuando el pago a los Instructores Auxiliares se aumento al 20%.

La fusión de las dos principales empresas telefónicas que operaban  en México, hizo más urgente la capacitación de los telefonistas, ya que cada empresa tenía sistemas administrativos y operaban redes y equipos diferentes, pues en Teléfonos de México predominaba el equipo sueco y en la Mexicana el belga-norteamericano, además, de la instalación de más centrales automáticas, hizo que la Escuela Tecnológica para los telefonistas entrara en funcionamiento en 1951, dirigida por los ingenieros David Melburn, Roberto H. Orellana y José Luis Velasco, quien años más tarde, en 1963, sería nombrado director de ésta Escuela.

Para 1955 la Escuela Tecnológica, quedó instalada en la calle de Victorial lugar donde se encuentra, precisamente la Central Victoria de Teléfonos de México, donde se intensifica el adiestramiento de los telefonistas, al mismo tiempo que se ejecutan los exámenes de admisión de los aspirantes.

La automatización perseguida por Teléfonos de México domina el horizonte, sobre todo porque a partir de los años sesentas, se empieza a producir un cambio tecnológico en los servicios telefónicos, ya que las centrales mecánicas (AGF) empiezan a ser sustituidas por centrales semielectrónicas (ARF), así como la instalación de la red de microondas.

El progreso y la expansión de los servicios telefónicos obligan a la empresa a contar  con telefonistas suficientes en número y en preparación, para lograr un buen desempeño en cada puesto de trabajo, por lo que Teléfonos de México apoya decididamente la capacitación de sus trabajadores, ya que a partir de 1958 crea e impulsa la capacitación para los telefonistas. Pero no es sino hasta durante 1962 cuando amplía en realidad sus esfuerzos para satisfacer la demanda de conocimientos específicos de su plantilla laboral.

En efecto, a partir de 1964 la empresa telefónica diseña un ambicioso plan de expansión, que deberá cubrir un periodo de cinco años, invirtiendo 2545 millones de pesos, por lo que la Escuela Tecnológica empieza a dar curso de aritmética, álgebra, electricidad I y II, telefonía elemental, telefonía de larga distancia, lectura e interpretación de diagramas de centrales urbanas, o centrales interurbanas, o conmutadores, practica de centrales automáticas, tecnología mecánico-eléctrica, contabilidad, correspondencia comercial, inglés I y II y, para los familiares de sus trabajadores, matemáticas y electricidad. En provincia, las Escuelas Tecnológicas van aumentando con rapidez: en Puebla la Escuela queda a cargo el ingeniero José Klein Heller; en Celaya permanece el ingeniero Francisco Tercero Zúñiga; en Monterrey, Héctor Castro y Castro y en Guadalajara, el ingeniero Heinz Besenthal.

La Escuela Tecnológica instalada en la ciudad de México, queda bajo la dirección del ingeniero Roberto H. Orellana, quien junto con los directores de las Escuelas de provincia promueve reuniones anuales, con la finalidad de crear cursos y programas, que mejoren el adiestramiento de los nuevos técnicos y el de los ya existentes, bajo la coordinación del director de Operación, ingeniero Gustavo P. Moriel. A las sesiones de este grupo se agregan los ingenieros José Luis Velasco y Francisco Matus, jefes de Enseñanza y Exámenes respectivamente y de Eduardo Muñoz como supervisor en ella. Entre los principales invitados están el licenciado José María Cuarón, director Administrativo y Comercial y los gerentes General Comercial y General de Tráfico, Víctor Guillermo Carlos y Tage Rothman Las ideas esenciales son la formación de trabajadores responsables y competentes y el fortalecimiento del funcionamiento escolar, “con la utilización de las más modernas técnicas y selección de enseñanza”.

El resultado de estas acciones, es registrado en septiembre de 1966, cuando las escuelas informan que el número de trabajadores que han sido capacitados suman más de 5 300 telefonistas, utilizándose poco más de 4900 pesos para la atención escolar anual. El incremento de solicitudes de estudios obliga a la adecuación de los planteles, la especialización de los profesores y el mejoramiento de los programas. Ya para 1970, por ejemplo, la Escuela Tecnológica de Teléfonos de México en la ciudad de México imparte el siguiente programa de cursos libres, es decir, fuera de las horas de trabajo, destinado principalmente para los telefonistas que quieren ascender de categoría.

“Curso                              Duración aproximada

en meses                        Profesor                     Cupo

Matemáticas                                10                           Miguel Martínez V.           20

Álgebra                                        10                          Jorge D. Gardea M.          30

Electricidad                                  10                          Carlos González F.           30

Lectura e interpretación                                            Carlos González               20

de diagramas de centra-                                           Soltero.

les  tipo AGF.                             2 ½

Lectura e interpretación             1 ½                        Ramón Morales                  20

de diagramas de centra-

les tipo ARF.

Lectura e interpretación             2 ½                        Gilberto Linares                 20

de diagramas de centra-

les tipo ARM.

Contabilidad.                         10                                                                          30

Inglés principiantes              10                              Ambrosio Carmona             30

Arceo.

Inglés avanzados                 10                             Ambrosio Carmona.              30

Práctica de centrales                                            Luis Porte Petit.               Ilimitado

tipo AGF.

Práctica en centrales                                            Heriberto Schuebel.         ilimitado

tipo ARM y ARF.

Prácticas en centrales                                            Eloy Martínez.                Ilimitado

de LD.

Electrónica.                         10                                Rafael Oscós W.               20

Redes.                                 10                               Luis Casco Hidalgo.           20

Lectura e interpretación      2 ½                                 Varios.                            20

de diagramas de conmu-

tadores I.

Lectura e interpretación       2/12                            Ángel Gavidía.                 20

de diagramas de conmu –

tadores II”.

Con la inauguración del nuevo edifico de Teléfonos de México, la Escuela Tecnológica quedó instalada en Parque Vía 198, también en Victoria 59 y en San Antonio Abad, según fuera el caso. En estos centros se proporcionó el equipo necesario y los instructores capacitados para que los telefonistas aprovecharan al máximo los conocimientos impartidos. El objetivo es actualizar y perfeccionar las habilidades de los trabajadores en su tarea específica, proporcionándoles la información sobre la aplicación de las nuevas tecnologías, prevenir los riesgos en el trabajo y, en general desarrollar las aptitudes de cada telefonista.

Con la inauguración del Centro Telefónico San Juan en 1973, la Escuela Tecnológica quedó alojada en él. En 1976 es otorgado un nuevo apoyo al estudio, basado en los avances tecnológicos educativos, estableciéndose en abril el Centro de investigación y desarrollo de Teléfonos de México que establece nexos con el Centro de Investigación y Desarrollo de Telecomunicaciones de la Secretaria y el Centro de Estudios avanzados del IPN; en 1977 son inaugurados el Centro de Capacitación de Mérida, y en 1979 el de Chihuahua.

La nueva época.

La década de los años ochenta fueron testigos de nuevos avances en materia de capacitación, ya que de acuerdo con los dictados de la Ley Federal del Trabajo, en 1980 quedó integrada la Comisión Mixta Nacional de Capacitación, constituyéndose un programa general para cuatro años, para que cubra a todos y cada uno de los trabajadores. Para 1981 por Decreto, queda constituido el Comité Nacional de Capacitación y Adiestramiento de la Rama del servicio Telefónico. Luego aparecen los Centros de Capacitación en Hermosillo y Cuernavaca.

En 1982, los telefonistas que reciben cursos suman 14790: en ese mismo periodo queda derogado el “Reglamento de la Escuela Tecnológica”. Se negocia y acuerda el Reglamento Interno de la Comisión Nacional Mixta de Capacitación, quedando establecido en la clausula 185 del contrato colectivo de 1982. La instrucción especializada es impartida según informa Teléfonos de México, a más de 91 mil trabajadores sindicalizados y de confianza de la empresa. Para entonces funciona ya el centro de Clavería 180, dirigido por el ingeniero Gustavo A. Negrete Medellín, quien es apoyado por Isidro Alvarez, Enrique Fonseca y otros mas, donde queda integrado el personal de la gerencia de Capacitación que presta su servicio en el área metropolitana y que apoya técnica y administrativamente a los ocho centros del interior del país. Se conviene impartir allí la carrera de ingeniero en Comunicaciones y, se forman técnicos en las especialidades de Planta Exterior, Larga Distancia, Centrales y Operadoras de Tráfico, para hacer frente a todos los adelantos tecnológicos que se acercan, ahora con la sustitución de las centrales semielectrónicas por digitales y muchas innovaciones más.