La fria mañana de invierno es testigo del alumbramiento de un enorme disco naranja, dispuesto a iniciar su viaje sobre el cielo gris del viejo valle.
En esta mañana gris, la fuerte lluvia de fotones provada por la apración del disco naranja, moja las ventanas, que en forma automática hace que las persianas grises se enrollen al mismo tiempo en toda la habitación.
Por iniciativa del encargado de la energía, las luces que iluminan el valle durante la noche son apagadas al llamado de la sirena.
¡Hola honorables amigos! ¡Es hora de levantarse para estar a tiempo en el trabajo!
Alin aún tiene los ojos hinchados por el sueño, durante la noche no pudo apartarse de su pequeña pantalla blanca y gris. Con tantos robots domésticos, ahora que la informática reduce los horarios de trabajo, el final de la jornada parece interminable.
Su poco tiempo de descanso lo utiliza escuchando música que su pequeño iPod le proporciona a través de dos delgados hilos pegados en sus orejas o viendo películas policiacas en alguno de los canales que la televisión por cable le proporcionan, se distrae también en el magnetoscópio con los juegos que la otra cadena de televisión le alquilan, o se excita contemplando el video disco porno que recibe todas las semanas gracias a una suscripción del telediario.
Pero, en la mañana, se levanta como una autómata. No se puede discutir con Robi: sobre todo cuando su hueca voz dice “Honorables amigos”. Pero para qué discutir, para qué crearse problemas, después de todo la “chatarra” gris siempre tiene la razón.
Alin, aburrida, a desisitido de toda competencia culinaria con Robi, siempre que el se encargue de los menús y de vigilar la cocción, el problema está resuelto.
La “chatarra” gris, como si fuera un pulpo escondido dentro de la camara informática da la bienvenida, envia todas las señales a sus servomecanismos, grabando todos los gestos y hechos de los presentes. Con gran amabilidad y acento japonés, la pequeña máquina gris dicta sus instrucciones.
¡Quitar la calefacción!
Alin sabe que hacer, cerrar las ventanas y ponerse un sueter de lana gris.
¡Descongelar el pan!
Alin sigue las instrucciones. Como casi todo lo adquiere a través del servicio de telecompra, solo hacen la entrega una vez por semana. Pero tiene un premio, le dan la vitamina gratis.
¡Cumpleaños mañana Zimit!
Alin conecta el videotexto. El servicio de telecompra no le da muchas opciones, en el catálogo encuentra solo vestidos grises, “en este año debe estar de moda el gris”, piensa, mientras encarga el vestido de ese color. Al mismo tiempo se conecta a control vehicular, para preguntar que autos pueden circular este fin de semana.
La respuesta llega con rapidez, pequeñas manchas luminosas se aparecen en su pantalla. Para los autos con matricula 1 y 2, la salida está autorizada el sabado entre las 5 y las 6 de la mañana y para el regreso, el domingo entre las 5 y 6 de la tarde.
Alin se va al trabajo, se sienta en su pequeño auto y espera que control vehicular le indique la ruta a seguir hoy, con el fin de que gaste la menor cantidad de combustible.
Tengo tiempo disponible, piensa. Pide autorización para dar una vuelta por el bosque, que para esta hora, está bañado de tonos grises, oir cantar a los pajaros y disfrutar del gris ambiente.
-El ordenador urbano no está programado para esas fantasias,
pero Alin está autorizada para soñar.