Una mañana de mañana

Con seis fuertes zumbidos del cronosincronizador, Rubén supo que un nuevo día de trabajo estaba por comenzar, se revolvió entre las blancas sábanas polisatinadas, se frotó los ojos y se sentó a un lado de su cápsula automática de descanso.
La pequeña habitación de paredes grises que relucian como una luz pálida y blanca, tan mate como la leche descremada, hacía juego con las agudas esquinas de su linterna de descanso, una silla de plástico transparente, cuyo respaldo quedaba enfrente de los pies de la cápsula, dejaba apenas una separación para que, por allí, se deslizara la puerta corrediza de su armario. Junto a la cabecera de su cápsula de descanso, una mesa con una pequeña caja verde encima controlaba todas las actividades dentro de la pequeña habitación.

Estiró la mano automáticamente, con uno de sus dedos apretó el botón rojo de la caja verde, de inmediato por el altoparlante de su habitación una monótona  y hueca voz femenina informó;

“La calidad del aire para este día será de 1800 rads, la temperatura mínima será de 61˚ y la máxima de 93˚. El sol se ocultará a las 19:42 horas y reaparecerá a las 6:38. Toda actividad será interrumpida a las 18 horas. Hoy tendrémos un hermoso día”

Pulsó el botón amarillo de la caja , encima de la pared gris aparecieron viejas imágenes de paisajes que en el pasado habían sido contemplados por los habitantes del planeta. La intención era no olvidar que alguna vez hubo vida en la superficie. Al mismo tiempo, “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi proporcionaban el fondo musical.

Un disco brillante, casi blanco, apareció detrás de las montañas, los pájaros empezaron a cantar, aves de todo tipo, insectos, murmullos y flores se vieron bañadas de rocio. Lagos cristalinos, grandes extensiones de bosques, majestuosas montañas nevadas, un ligero olor a pino invadió la habitación.

Lentamente salió de su cápsula de descanso, se dirigió al pequeño cuarto de baño, el golpeteo del agua que salía de la regadera sobre la pared le hizo recordar el ruido que hacía la lluvia al chocar contra las hojas y piedras -imágenes que había visto en su pared/pantalla virtual-. Cuantas cosas hemos perdido, pensó mientras el agua caía sobre su cuerpo. Experimentó una sensación de tristeza. Huyó de ella. Se puso su traje de faena azul claro, tomó su pesado equipo antirradiación y salió de su habitación.

Se encontró con un largo tunel, que hacía las veces de condominio horizontal. En la penumbra verdosa del tunel se escuchaban zumbidos y sonidos rítmicos de ventiladores y golpes huecos de máquinas funcionando. De vez en cuando una pureta se abria sigilosamente, figuras vestidas de blanco, como fantasmas, transitaban cansadamente por el tunel. Su jornada empezó muy pronto, buscó la lumbrera que lo llevaría al mundo exterior, la escalera ascendia en forma recta. Subió por ella deslizandose silenciosa y lentamente encontró la puerta al final y salió.

Tenía que comprobar datos y gráficas de los instrumentos y revisar las conexiones de las máquinas que alimentaban de oxígeno al complejo habitacional subterráneo. Fuera del tunel, sus ojos se habituaran a la brillante luz del día, vestido con su voluminoso y pesado traje plateado antirradiación, encontró un cielo sin nubes y en el aire flotaba un olor de árboles y plantas quemadas. Un enorme sol amarillo, cansado, cruzaba el cielo azul por encima de las montañas que rodeaban el viejo valle. Todo hacía esperar que el dia, como lo habían anunciado, sería demasiado caluroso.

En contraste encontró a su alrededor, un suelo gris, restos de asfalto quemado que alfombraban unos tristes corredores que en el pasado habían permitido la circulación de máqinas motorizadas, imágenes que recordó había visto en su pared/pantalla, conocidas como calles, se encontraban ahora decoradas a los lados, con monstruosos troncos de árboles calcinados. Había también edificios construidos en  madera y piedra, en hormigón, plástico y sintéticos, restos de antiguas civilizaciones.

Rubén tomó sus notas, revisó las conexiones y miró otra vez a su alrededor, triste, lloró en silencio por el mundo que había perdido, solo recuerdos virtuales lo mantenían con vida.

-Tenemos muchos dias por delante, pensó. Mientras el sol brille hay esperanza. Recogió sus instrumentos y regresó a su mundo subterraneo.

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