El sindicato, en riesgo por la modernización.
Salvador Corro.
Proceso, del 20 al 26 de junio de 1988.
En la política de reducir el número de empresas del Estado, el turno es de Teléfonos de México. El gobierno está en pláticas con por lo menos una docena de empresas, en su mayoría trasnacionales, a fin de vender las acciones o concesionarles los servicios digitalizados, como el 800 (cobro revertido de larga distancia), comunicación facsimil (manejo de voz y datos), conmutación de paquetes, entre los que por falta de capital la empresa mexicana es incapaz de prestar con eficacia.
El sindicato de telefonistas (STRM) que encabeza Francisco Hernández Juárez, se prepara a evitar que lo liquiden como al de Aeroméxico. Actualmente enfrenta un endurecimiento de la empresa que, argumentando no tener recursos económicos, “deja de cumplir sus responsabilidades contractuales” y “asumiendo una actitud intransigente ante los problemas derivados de las distintas negociaciones”, sobre todo en el orden económico.
El sindicato pretende, primero, evitar la privatización; si no se puede, sobrevivir a la venta y, si hay posibilidades, participar en el proceso de privatización por medio de alguna concesión que le otorgaría a cooperativas formadas por telefonistas o por medio de la compra de acciones.
La posibilidad de que Teléfonos de México sea vendida quedó clara cuando Carlos Salinas de Gortari, candidato del PRI a la Presidencia de la República, explicó en Monterrey, el 19 de mayo, que nuestro país no tiene los recursos necesarios para impulsar la modernización y la expansión integra de este sector. “Habremos de encontrar los medios que permitan esa expansión”. Estas palabras fueron la señal que aclaraba lo que entonces era un rumor i la respuesta al planteamiento de los funcionarios de Temex, sobre la necesidad de poner en venta la paraestatal.
Oficialmente no se acepta todavía que existan negociaciones, pero entre los telefonistas es un secreto a voces que en breve se anunciaran los resultados: la venta o el otorgamiento de nuevas concesiones.
Las trasnacionales que encabezan la lista de posibles compradores o prestadores de servicios y que ya han solicitado las concesiones son: Nec (Japón), LM Ericsson (Suecia), Siemens (Alemania), Northern Telecom (Canadá), Cit Alcatel (Francia), Philips (Holanda), el grupo Protexta y el consorcio Televisa. Las trasnacionales tienen ventajas pues son proveedores de equipo para la empresa mexicana.
En realidad, un sector de los funcionarios de Telmex y de sus accionistas se prepara para la privatización desde hace por lo menos tres años, cuando se presentó la oportunidad de acelerar los planes de modernización. Con ese pretexto, la empresa llevó de la mano al sindicato. Hoy, la modernización es sinónimo de privatización. Hasta se habló de vender Teléfonos de México, entre sindicato y empresa hubo excelente relaciones y entendimiento sobre la modernización.
Aunque públicamente no se quiere hablar de esto, es tan inminente que Francisco Hernández Juárez alertó ya a los 38 000 trabajadores sindicalizados, en mítines, asambleas, circulares, etcétera.
En síntesis, explica en la circular que distribuyó el 4 de junio en los centros de trabajo de esta ciudad, se pretende crear un conflicto “cuya resolución en primera instancia implicaría una confrontación con el sindicato y una separación de la empresa del sector público, llegándose inclusive a desmembrar la actual estructura de Teléfonos de México”.
La circular añade: Cuestiones como aumentos salariales, convenios, contrataciones de personal, productividad, tarifas y paridad monetaria, están siendo acomodados como hechos que, pese a su heterogénea, se pretende operen como el conjunto de variables o problemas que permitan esbozar un panorama excepcional en Telmex y, por tanto, empujar a una decisión drástica del gobierno de la República”. En Telmex, según prevé el sindicato, “este esquema busca invocar a la implantación de un esquema para golpear al sindicato y establecer condiciones extracontractuales, de manera que por la vía unilateral e impositiva, saque un esfuerzo adicional de los trabajadores y deje un terreno propicio para la reprivatización y desarticulación de la empresa”.
Hernández Juárez inició el sábado 4 mítines, asambleas y otras reuniones, en las que se ha expuesto el problema de la privatización, de la cual “hay 80% de seguridad de que se lleve a cabo”
Quiere pelea.
Ante los delegados y secretarios generales no descartó la posibilidad de que con la privatización haya una agresión al sindicato para asegurar las garantías de la venta. El capital privado y las trasnacionales, dijo, quieren el perfeccionamiento de la infraestructura en telecomunicaciones. “Quieren que pongamos el ferrocarril y las vías para que ellas hagan el negocio”. El interés en esta empresa, añadió, es porque calculan que en cinco u ocho años Teléfonos será una empresa mayor que Pemex. Por eso hay la posibilidad de un conflicto sindical que derive en la requisa y que se use como pretexto para privatizar la empresa. Dos directivos de Telmex lo propusieron. La empresa actualmente está inflando los requerimientos de capital. Según ella para alcanzar los 35 millones de teléfonos para el año 2,000 se requieren 9,000 millones de dólares. Por el contrario, en una revista norteamericana que sólo se necesitan la mitad, 4,500 millones.
La preocupación de los telefonistas aumenta día a día, y creció con los planteamientos que ha venido haciendo su dirigente. Lo que puede confirmar que la empresa “quiere pelea en la revisión de los convenios departamentales. Cuando la negociación llega a los puntos económicos en esa parte se atoran. La empresa argumenta no tener dinero. Por ejemplo, en cables construcción, al finiquitar el monto total de la revisión, la empresa únicamente dio el 18% de aumento directo al tabulador, más el 5% en prestaciones, cantidades muy inferiores a las demandadas.
Los prestamos del fondo de ahorro y los anticipos por antigüedad, entre otras prestaciones, están suspendidas por falta de dinero lo mismo que las contrataciones en las secciones foráneas y el otorgamiento de bases. A los que pidieron adelantos salariales por revisión de convenios, les quitaron el 5% y les dieron únicamente dos meses de retroactivo. Hasta hace unas semanas, Teléfonos de México y su sindicato se entendían muy bien en materia de modernización. El sindicato consideraba que la modernización debe constituir un instrumento de cambio, que revitalice las condiciones económicas y materiales sobre las que avancemos en el cumplimiento del proyecto nacional”.
Más el sindicato planteaba en su documento Democracia y Modernidad que “la principal expectativa de la modernización, es sin duda la posibilidad de retomar un camino estable, que garantice bienestar para las grandes mayorías del país, que son las que han cargado con el peso de la crisis y con quienes en forma indiscutible se tiene el compromiso histórico fundamental”.
Teléfonos de México uso los esquemas que se aplicaron en otros países, les hizo modificaciones y los resultados fueron la privatización de las empresas en el área de las telecomunicaciones, siempre con el pretexto de la modernización. El sindicato entendió que debía participar en los proyectos de modernización, aunque en un principio no estaba metido en los planes de la empresa, sin embargo, las partes pudieron entenderse y de esa forma dieron pasos importantes. Los trabajadores lograron, vía Contrato Colectivo de Trabajo, la garantía de participar en las decisiones administrativas. A raíz de esto, se formaron comisiones mixtas que, se decía, buscaban mejorar el servicio. Elaboraron programas e hicieron evaluaciones conjuntas, proyecciones, etcétera.
Aunque la modernización de Telmex se inició prácticamente en 1980, fue a partir de 1985 como resultado de los sismos, que averiaron considerablemente las instalaciones, cuando se intensificó la digitalización telefónica y el avance fue vertiginoso. Pero desde entonces, por lo menos un sector de la paraestatal ya trabajaba con el propósito de colocar a la empresa en condiciones de ser privatizada.
A finales del año pasado, cuando el servicio de Telmex había caído ya considerablemente, cuando no había abonado que no se quejara y hablara mal de los teléfonos, de los telefonistas y de la empresa, se presentó la oportunidad de exponer la necesidad de privatizarla. Para ella ya no bastaba la modernización.
Poco a poco las filiales de Telmex fueron creciendo, las empresas que hacían trabajos a Teléfonos se fueron fortaleciendo. En suma, se estaba dando la privatización. Se estaba dejando a las empresas privadas la instalación de conmutadores, instalación de líneas, etcétera.
Partidarios de la venta.
En la Primera Reunión Conjunta de Comunicación sobre la Proyección de Telmex, entre el sindicato y la empresa en diciembre pasado, los funcionarios de ésta plantearon ya la privatización en forma velada. A partir de entonces se habló de que los nuevos servicios derivados de la modernización telefónica, como los integrados, la transmisión de datos, etcétera, los ofreciera la paraestatal, pero ya no como único concesionario, sino cumpliendo con otras empresas, porque esto ayudaría a mejorar la calidad del servicio.
También allí se hizo una síntesis de la “Octava Reunión de Planificación Corporativa”, que quedó consignada en una memoria de 100 páginas.
En ella, el subdirector de planeación estratégica de Telmex, Carlos Casasús, uno de los más entusiastas promotores de la idea de que se venda la paraestatal, en su ponencia El cambio estructural en Teléfonos de México hizo una defensa de la venta. Le encontró todas las justificaciones, la enmarcó dentro del proyecto y la estrategia económica gubernamentales.
El sector público, dijo, tendrá crecientes dificultades para generar recursos adicionales para mayores tarifas, habrá un movimiento mundial hacia economías más liberales, se esta dando un cambio generacional en la cúpula del poder político mexicano que hará viable la adopción de nuevas estrategias.
En particular, agregó, en nuestro país se buscara el equilibrio financiero del sector público, se buscará en el sector externo un motor de desarrollo que supla la falta de recursos del público y, por último, se buscará la consolidación de un sector privado que pueda aprovechar las oportunidades que creen en el sector externo y puedan proporcionar los empleos requeridos.
Después habló del caso particular de Teléfonos. Dijo que la industria de la telecomunicación es la del futuro y explicó:
“La expansión del mercado se está dando porque el teléfono y la red de información que la telefonía representa esta sufriendo una transformación. Se esta volviendo el factor determinante para aumentar la productividad. Lo que antes era un costo de hacer negocios se esta volviendo una fuente de ventajas competitivas y de utilidad”.
Casasús presentó entonces sus planteamientos, que a la luz de la política gubernamental, apuntaba hacia la privatización. Por ejemplo, informó que como la telefonía tradicional tiene cada vez más sustitutos, los equipos de conmutación privada realizan ahora funciones que antes llevaba a cabo la red pública. El abonado se interconecta a la red por múltiples medios nuevos y las redes proliferan día con día.
“En la mayor parte del mundo desarrollado y también en varios países en vías de desarrollo, como es el caso de Argentina, la proliferación de tecnologías y nuevos servicios ha erosionado la situación monopólica que privaba hasta los años 70. Estos países han encontrado que una mayor competencia fomenta el desarrollo acelerado de productos y servicios que ofrece la tecnología y que una economía cada vez más competitiva demandan internacionalmente”.
Para Casasús, en México, a pesar de tener un marco regulatorio monopolista, 2también se esta dando ya por hecho una situación más competitiva. El usuario tiene cada vez más opciones sustitutas a la telefonía tradicional para satisfacer sus necesidades de telecomunicaciones. Teléfonos de México deberá responder a estas nuevas opciones o inevitablemente perderá segmentos atractivos de su mercado.
“Existen nuevas redes de telecomunicaciones (satélite Morelos y la red telepack); hay conmutadores cada vez más inteligentes, que sustituyen a la red pública, cadenas de tiendas venden ya aparatos terminales; hay cerca de 300 000 hogares cableados con cablevisión, que podrían dar servicio de voz y datos, un mayor número de empresas usa medios privados para manejar sus comunicaciones internas transfronterizas, sin pagar tarifas ni impuestos mexicanos; el ingreso del país al GATT y la competencia en la producción de conmutadores es ya abierta. En una palabra, la estrategia de Telmex no podía seguir basándose en ofrecer únicamente el servicio básico del cual deriva la virtual totalidad de sus ingresos”. Ese servicio básico es la transmisión de voz.
Por eso, plantea el cambio estructural que, en síntesis, consiste en mejorar la calidad de servicio, acelerar el crecimiento y diversificar el servicio. Pero Telmex, según la empresa, empieza a tener problemas económicos que le impiden seguir con su desarrollo integral. El cambio estructural que plantea consiste “en mejorar en forma permanente el servicio, crecer la construcción anual a ritmos superiores al 25% y lanzar ocho o diez servicios nuevos”.
Para lograr eso se deben revisar la organización y las relaciones laborales. El aspecto de la organización es clave. Señala que para 1992 se prevé que la empresa sea casi cinco veces más grande y tendrá una cifra cercana a los siete millones de líneas, con una concentración en las divisiones foráneas superior al 65%. De continuar como está crecería en forma inadecuada, inoperante, piramidal.
“Existen infinidad de estudios que han encontrado que al complicarse por crecimiento y diversificación las funciones de una empresa, la solución mayoritaria ha sido crear unidades de resultados separados, basadas en diferentes agrupaciones de productos y mercados”. Este sistema permite crecer modularmente, mediante centros de resultados más pequeños, que permiten la toma de decisiones multifuncionales a niveles más bajos de la organización.
Para reforzar esta tesis, que Telmex podría adaptar, Carlos Casasús, puso de ejemplo a la AT&T, que la dividirse en 23 compañías operadoras regionales “demostró la viabilidad de este esquema”. Y, para concluir, consideró: “Un esquema descentralizado basado en centros de resultados pensamos que podrá acelerar el ritmo de crecimiento, integrar los procesos básicos de la empresa a niveles más bajos, aprovechar plenamente las ventajas que ofrece para la construcción de nueva tecnología mediante el uso de concentradores. Permitirá introducir aceleradamente los nuevos servicios, asignará más claramente las responsabilidades de obtener resultados determinados y permitirá motivar al personal clave midiéndolo por resultados”.
Esa posibilidad de crecimiento para Telmex entraña peligros para el sindicato, que se preparó para la modernización, pero no para la privatización. Se habla de la posibilidad de que Teléfonos se divida en cinco pequeñas empresas en todo el país. De ocurrir esto, también el sindicato podría fragmentarse. La inminencia de la venta de la empresa ha tomado por sorpresa al propio sindicato.
La organización que preside Francisco Hernández Juárez también a cambiado en proporción directa con las modificaciones de la empresa. Se puede decir que el sindicato fue modernizando también sus estructuras e, inclusive, sus mecanismos de control sobre los trabajadores. La organización sindical avanzó tanto que la empresa ha tenido que reestructurar la dirección de recursos humanos y relaciones laborales. El objetivo es prevenir conflictos obrero-patronales a nivel nacional, atendiendo oportuna y eficientemente a todas las unidades organizativas que integran la empresa.
El Sindicato se adapta.
El desarrollo del sindicato de Hernández Juárez ha sido marcado por altas y bajas. El año pasado se reeligió para un periodo más al frente del sindicato. Esto, paradójicamente, ha traído un avance considerable del sector que siempre se le ha opuesto. La oposición esta agrupada en el Movimiento Democrático Telefonista, también ha cambiado de táctica. Este sector ya no es el pretexto que servía a Hernández Juárez para descargar la responsabilidad cuando las cosas no salían bien. Los disidentes han manifestado su intención de fortalecer al sindicato como organización, para poder enfrentar a la empresa, sobre todo en este momento en que Telmex esta en peligro de pasar a manos de trasnacionales o de la iniciativa privada.
El Movimiento Democrático Telefonista prevé que la privatización de la empresa puede darse en varios niveles y por diferentes caminos. Una posibilidad es la venta de acciones directas a trasnacionales, otra es la injerencia de empresas privadas o trasnacionales en las regionales, si es que Teléfonos se divide. Y, de la que no hay duda, es que los nuevos servicios sean concesionados a particulares.
Lo que es un hecho, es la sustitución de material de trabajo que ha sufrido la empresa. Esto viene ocurriendo desde hace varios años. De acuerdo con el Contrato Colectivo de Trabajo, el sindicato y la empresa tendrían que participar en la instalación de todo equipo de conmutación, en su operación y mantenimiento y participar, incluso, en las señalizaciones del satélite. Sin embargo, no lo hacen. Son empresas privadas las que se ocupan de esto y están desplazando a Telmex.
Los nuevos servicios que podría prestar Telmex son; comunicación de facsímil, que permite transmitir información gráfica en forma eficiente, empleando las líneas telefónicas. Este servicio beneficia, sobre todo, a empresas e instituciones. Otro es el servicio 800 o cobro revertido de Larga Distancia. Los usuarios podrán llamar de Larga Distancia con cargo a las compañías inscritas en ese sistema. “Para los industriales este servicio equivale a tener una oficina abierta en cada población del país o fuera de él”.
Pero el servicio más importante es el de la comunicación “Voz y Datos”, que se puede integrar a computadoras o procesadores de palabras.
Para los telefonistas “es evidente que la privatización esta condicionada a lo que resulte de la negociación de los nuevos servicios. Teléfonos, según lo manifiestan los propios funcionarios, no se puede hacer cargo de ellos. No por lo menos en forma monopólica. Por eso, las trasnacionales y los grupos mexicanos están presionando. El año pasado, por ejemplo, Televisa instrumentó una campaña de desprestigio en contra de Teléfonos. El resultado fue que le vendieron una de las filiales, la Rectel”.
Las negociaciones para la venta de la paraestatal se hacen en secreto. De cualquier forma, los trabajadores ya están organizados hasta cooperativas para, de esa forma, participar en la privatización. Quieren también, comprar acciones. Por ejemplo, hace cuatro semanas los trabajadores de postería, inmersión y cables, plantearon al director de recursos humanos, Guillermo del Hoyo, la posibilidad de formar una cooperativa de trabajadores que estaría dispuesta a prestar sus servicios a Telmex.