Las indecisiones de Hernández Juárez merman al Sindicalismo oficial.

Creció y se consume bajo el ala de Fidel.
Salvador Corro.
Proceso núm546, 20 de abril de 1987.

La actuación equivoca de Francisco Hernández Juárez, secretario general del sindicato de telefonistas (STRM) y actual presidente del Congreso del Trabajo, exhibió la intransigencia del gobierno frente a las demandas de los trabajadores y al mismo tiempo puso en crisis al sindicalismo oficial.

En el conflicto laboral que se inició en febrero, con la demanda del 23% de aumento de emergencia para los trabajadores de las empresas paraestatales, hubo de todo, amenazas del gobierno; dos huelgas neutralizadas por la requisa de las empresas (del SME y de telefonistas): engaños y promesas incumplidas a los líderes, que se tradujeron en desgaste de los sindicatos y la caída de estos en una política de prorroguismo de los emplazamientos de huelga, que finalmente hizo nulo este derecho laboral.
En todo este proceso, que culminó con la huelga y la requisa de Teléfonos de México, Francisco Hernández Juárez fue pieza clave. El y Fidel Velázquez, dirigente de la CTM y su padrino político, asumieron la responsabilidad de las negociaciones, tuvieron enfrentamientos con el Gabinete Económico y luego se doblegaron ante el gobierno, que no les otorgó el 23% ni los 7500 pesos de aumento que les habían prometido y tampoco cumplió su palabra de aplicar automáticamente el 20% otorgado a los salarios mínimo. Sólo les concedió un aumento del 18% y sin retroactividad.
Los más afectados por esta pugna son Francisco Hernández Juárez y su sindicato. Sus vaivenes, su cercanía con Fidel Velázquez, su reciente ingreso al al Partido Revolucionario Institucional (PRI), su actitud represiva contra sus enemigos políticos, su ambición de poder, su llegada a la presidencia del Congreso del Trabajo contra la voluntad de varios líderes, pero con el apoyo de Fidel Velázquez, le complicaron las cosas.
Por lo pronto, su imagen de líder obrero diferente a los tradicionales, surgida de su actitud de hace algunos años, se ha deteriorado tanto que pone en riesgo su posición frente al sindicato. Su desempeño como dirigente cayó paulatinamente en las viciadas prácticas del sindicalismo oficial, contra las que decía luchar en 1976: el control de los trabajadores por diferentes mecanismos, como la manipulación de los préstamos para vivienda, de las vacantes para los familiares de los trabajadores, de los préstamos personales, etcétera.
Francisco Hernández Juárez es un dirigente que no es independiente, ni charro. Se le aplica un nuevo término: neocharro. Al paso de los once años que lleva al frente del sindicato de telefonistas se ha ido definiendo, poco apoco. Siempre tuvo un objetivo, llegar a la cúspide del sindicalismo oficial y moverse en las altas esferas de la política nacional. Para ello eliminó prácticamente, a todos sus enemigos políticos en su organización, hizo alianzas y ha superado obstáculos que impedían su avance, básicamente con una estrecha ligadura a Fidel Velázquez, a quién ha tomado como maestro y trata de emular siempre.
Su llegada a la dirección del sindicato ocurrió por accidente. El movimiento que derrocó a Salustio Salgado, en abril de 1976, no tenía cabeza. El candidato más popular era un trabajador apellidado González Aguirre. Por mala suerte de éste, cuando llegó el momento de elegir dirigente estaba ausente. Alguien propuso a Francisco Hernández Juárez, entonces casi un desconocido. Pero como se trataba de nombrar sólo un líder provisional, lo nombraron secretario general. Posteriormente él y su compañero Luis Rojas, al que después eliminaría, se entrevistaron con el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, a quien le plantearon la situación y convencieron de que avalara los cambios en el sindicato. El mismo Hernández Juárez informó, “… bastó que nosotros hiciéramos un análisis de la realidad mexicana y nos ubicáramos en ella con un proyecto realista y racional, para que las instituciones (el Presidente de la República) nos dejara en libertad para decidir nuestro destino…”
Hernández Juárez, entonces de 26 años de edad, sin experiencia sindical, tuvo que aprender rápidamente. Se apoyó en sus compañeros del Ateneo Lázaro Cárdenas, un grupo de estudio, integrado por alumnos de la ESIME, del Instituto Politécnico Nacional, que era tutelado por el periodista español Hernando Pacheco (Juan María Alponte) para redactar desplegados y realizar otras tareas. También de ese grupo salieron sus principales asesores, los que hasta la fecha conservan un poder semejante al del secretario general: Mateo Lejarza y Rafael Marino.
Las reservas de Fidel.
Tres meses después, en la Primera Convención Nacional Ordinaria Democrática del sindicato de telefonistas Hernández Juárez inicio la batalla contra la corriente opositora conocida como “Línea Democrática”. Las posiciones de este sector, en relación con las de Hernández Juárez son radicalmente opuestas.
Mientras Hernández Juárez plantea la necesidad de permanecer dentro del Congreso del Trabajo y mantener la alianza con el gobierno, los democráticos exigen lo contrario: salir del CT y terminar cualquier alianza con el gobierno, porque éste manipula y controla a los trabajadores. En el anterior sindicato, los opositores a la nueva dirigencia ocupaban carteras en el comité ejecutivo nacional y controlaban algunas secciones foráneas como la de Monterrey, Guadalajara y Puebla.
El permanente enfrentamiento entre las dos corrientes provocó un caos en el sindicato y en la empresa, aunque en la lucha interna iba ganando Hernández Juárez, el CT se mostraba receloso y hasta hostil a la nueva directiva. Por eso,, el primero de mayo de 1977, el sindicato de telefonistas no desfiló, porque no le señalaron lugar. Fidel Velázquez veía con reservas a Hernández Juárez porque no tenía el control total del sindicato. Aun influían en el los grupos identificados con los sindicatos independientes.
Al mismo tiempo que Hernández Juárez estructuraba su equipo, el sindicato experimentó una transformación. El 25 de abril de ese año declaró la primera huelga, por revisión contractual. Duró 16 horas.
El gobierno todavía no empleo la requisa para contrarrestar las acciones sindicales. En este movimiento Hernández Juárez voto contra la huelga. Sin embrago derrotado, se colocó al frente de ella. Lo mismo haría en los siguientes movimientos. Al final, los trabajadores lograron la modificación de 50 cláusulas de su contrato laboral.
Hernández Juárez aprovechó este año para aprender a usar los recursos tradicionales y permanecer al frente del sindicato. Después que el mismo había propuesto que de cuatro años se redujera el periodo en la secretaria general a dos , dio marcha atrás y propuso que se volviera al lapso anterior, de cuatro años.
El 12 de marzo de 1978, las operadoras obligaron a Hernández Juárez y a los de la Línea Democrática, a declarar otra huelga. Este nuevo movimiento duró catorce minutos, porque el gobierno requisó la empresa.
Poco a poco el sindicato adquiría otra fisonomía. Despuntaba en el conjunto de las organizaciones que integran el Congreso del Trabajo. El 25 de abril de 1979 se van otra vez a la huelga; sin embargo, la medida ya no surtía efecto, porque el gobierno decretó inmediatamente la requisa. Los trabajadores no pudieron desconectar los equipos y el servicio no se interrumpió.
En el desfile del 1º de mayo, ante el balcón presidencial, dentro del contingente oficial, los telefonistas marcharon vestidos de rojo y negro. Demandaban un aumento salarial que rompiera el tope oficial de 13.5%. Al final del acto obrero, el presidente José López Portillo llamó la atención a Hernández Juárez. Al día siguiente, se levantó la huelga.
Hernández Juárez se deshace de enemigos. En junio de ese año sanciona a 75 y expulsó a quince de los dirigentes de la Línea Democrática. Afinó su estrategia. Propuso y logró que se aprobara una reforma estatutaria para que pudiera participar en el proceso electoral de 1980-84.
El 25 de abril de 1980, el sindicato estalla otra huelga. La dirección de Teléfonos de México, que también ha perfeccionado la requisa, intervino la empresa tres horas antes de la huelga, hay confusión. Hernández Juárez se colocó al frente del movimiento pese a que, otra vez, se había opuesto a la huelga.
Aunque la oposición era menos numerosa, no dejó de señalar los errores de Hernández Juárez. En un debate entre la dirección del sindicato y los representantes de las diferentes corrientes. Walter Vallejo, ex dirigente de la sección tres de Puebla, denunció que Hernández Juárez actuaba en función de sus tesis centrales: “el enemigo central de los trabajadores es la Línea Democrática, las huelgas son negativas para los trabajadores, es necesario una alianza con nuestro enemigo de clase, que es el Estado, y es necesario cambiar las estructuras sindicales por otras que permitan un mayor control sobre la base trabajadora”.
A buscar amigos.
En 1982 el sindicato y Francisco Hernández Juárez vivieron uno de los problemas más graves. El 8 de marzo, los grupos opositores tomaron el local sindical y desconocieron a la dirigencia. Después de un choque entre el grupo de Hernández Juárez y sus opositores, el 11 de marzo se decretó la requisa “para asegurar el servicio telefónico”.
Después de este conflicto, Hernández Juárez estrechó su relación con Fidel Velázquez. Inclusive, se refugió en en las instalaciones del Congreso del Trabajo, donde esperó que el dirigente cetemista le resolviera el problema.
Prácticamente a partir de entonces, Hernández Juárez decidió caminar de la mano de Fidel Velázquez. El 20 de septiembre, durante la VII convención nacional ordinaria, a la que asistió el presidente López Portillo, se deshizo en halagos al dirigente cetemista. Le hicieron un homenaje y Velázquez devolvió los cumplidos.
El sindicato entró en una nueva etapa. Consolidado, sin una oposición fuerte, porque la que había ya estaba desarticulada, y en buenas relaciones con la empresa y el gobierno, según lo había expresado el propio Presidente de la República, Hernández Juárez inició su campaña en el Congreso del Trabajo, con miras de llegar a la cúspide.
Inició el juego de emplazamientos en demanda de salarios de emergencia a su correspondiente prorroga o desistimiento, según el caso. Así, por ejemplo, en octubre de 1982, emplazó y prorrogó. Finalmente aceptó el aumento de 50 pesos diarios. Su participación dentro del CT se hizo más notoria. Apoyó los planteamientos de Fidel Velázquez. Fue de los primeros que firmó convenios con el gobierno, como el del 20 de diciembre de ese año.
En 1983, Hernández Juárez propuso que las elecciones sindicales, previstas para 1984, se adelantaran. Ese mismo se notan ya los resultados de sus buenas relaciones con el gobierno y la empresa. Por ejemplo, logró el 28% de aumento salarial sin emplazar y en abril y en junio consiguió incrementos del 12.5%.
En su trabajo para reestructurar al sindicato, Hernández Juárez se apoyó en los cuadros y en el proyecto de la corriente “Línea Proletaria de corte maoísta. Públicamente la negó, pero en la práctica trabajó estrechamente con ellos.
Una de las pocas veces que Hernández Juárez se refirió Línea Proletaria en público dijo: “cuando en 1977 ó 78 tuvieron la contratación los compañeros de Telefónica Nacional en Monclova, donde está enclavada la sección 147 de Mineros, fuimos a verlos para tratar los problemas de la negociación. Los compañeros de los comités locales tenían relación con ellos. Desde antes habían asistido a sus manifestaciones. Fuimos a verlos, nos los presentaron. Ahí conocimos al compañero Francisco Uvences. Yo no sabía se era de Línea Proletaria y que estaba en la dirección sindical. El caso es que ahí se mantuvo la relación. Tuvimos seis o sie te intercambios de experiencias y nos pareció muy importante la forma de organización que ellos tenían.
“Resulta que, por azares del destino, el compañero Uvences salió por cuerda de los mineros, que lo corrieron por andar de avanzado allá. Aquí ya no, porque está en el comité ejecutivo, vino y nos aportó sus experiencias…”
Pero ya no les convenía esa alianza. Fidel Velázquez le había llamado la atención porque, a su vez, el líder minero Napoleón Gómez Sada se había quejado de que los telefonistas y Línea proletaria estaban poniendo en peligro a su sindicato. Entonces, Hernández Juárez inició una campaña de desprestigio contra sus antiguos aliados, hasta romper con ellos.
Terminada esta relación con Línea Proletaria, preparó su nueva reelección. Contó con el apoyo de la empresa. Hizo giras, mítines y reuniones dentro de los centros de trabajo, con la anuencia de la empresa. Logró que se pusiera en práctica una nueva forma de elegir a los dirigentes: propuso que se integrara la planilla de los trabajadores, pero que dentro del comité ejecutivo sólo él podía ser reelecto. El 24 de julio de 1983, los telefonistas avalaron la reelección.
En la Línea.
Con el nuevo gobierno, Hernández Juárez aplicó todos los conocimientos que adquirió de Fidel Velázquez. Los resultados no se hicieron esperar. El 19 de septiembre de 1983, el presidente Miguel de la Madrid inauguró su octava convención y por primera vez asistió el director de la empresa, Emilio Carrillo Gamboa.
Como se trataba de un acto al estilo de la CTM, en el que el auditorio tenía que ser llenado aún con acarreados, el dirigente de los telefonistas pidió prestado el auditorio del edificio cetemista y consiguió que la empresa diera permiso, con sueldo pagado, a los trabajadores de redes, tráfico y otros departamentos.
A partir de esa fecha, las relaciones entre el sindicato y la empresa se volvieron inmejorables. Sólo entraron en conflicto cuando Teléfonos de México por instrucciones del Gabinete Económico, negó o regateo los aumentos salariales.
También, a partir de esa fecha, comenzaron los interminables y confusos emplazamientos de huelga del Congreso del Trabajo, en demanda de salarios de emergencia.
El gobierno, por el contrario, endureció su posición. La Secretaria del Trabajo ha hecho lo imposible para impedir esos emplazamientos. El 16 de agosto de 1984 rechazó el emplazamiento del sindicato de telefonistas, supuestamente porque no reunía los requisitos legales. Emplazaron otra vez y la empresa fue requisada. Se concedieron varias prorrogas, hasta que finalmente se desistieron.
El 1º de octubre de 1984, Hernández Juárez pronunció el siguiente discurso; “Esta es una magnifica oportunidad para expresar un especial agradecimiento a una organización ejemplar y a un hombre de distinguidas y trascendentes dimensiones sociales. Me refiero a la Confederación de Trabajadores de México y a su secretario general, el compañero Fidel Velázquez, que con su apoyo han fortalecido nuestras luchas. Hay intereses que se beneficiarían si nosotros nos alejamos de la CTM y del Congreso del Trabajo…”
En esa ceremonia iniciaba un nuevo periodo -1984-19888- como secretario general.
Durante 1985 prácticamente se dedicó a formar un bloque dentro del CT, con los sindicatos de tranviarios, sobrecargos, pilotos y electricistas del SME, siguiendo los concejos de Fidel Velázquez.
Después de un intento que no fructificó, pese a que recabó firmas para su causa, en enero de 1987 llegó por fin a la presidencia del CT. Desde que tomó posesión se le complicaron las cosas. Su único objetivo, hasta ahora, ha sido buscar aumentos de emergencia, pero siguió tácticas que se juzgan equivocadas. Después de un principio el Gabinete Económico lo engañó, lo mismo que a Fidel Velázquez. Les prometieron un aumento de emergencia; les dieron largas y luego, de plano, les comunicaron que no darían nada.
Sin embargo, Hernández Juárez, que hasta la fecha dice que sigue creyendo en la alianza con el Estado, siempre confió en que obtendría el aumento de emergencia.
Las negociaciones se complicaron en la primera semana de abril, a los sindicatos que, junto con los telefonistas, habían emplazado de huelga y prorrogado varias veces, les otorgaron el 18% de aumento salarial, más el 2% en prestaciones. A los telefonistas no les hicieron ningún ofrecimiento. Por eso, ya no les quedó otra alternativa que estallar la huelga. Aunque minutos después regresaron a laborar.
El sindicato adoptó métodos diferentes de lucha. Prácticamente dejo a un lado la suspensión de labores. Ahora prefiere, porque dice que da mejores resultados, vestirse de verde y rojo o con ropas viejas, trabajar de pie (en el caso de las operadoras) y no interrumpir el servicio, con la aclaración de que son los trabajadores, y no la requisa, el que lo ofrece.
Hernández Juárez ya no es l joven de cabello largo que llegaba al sindicato en un Volskswagen viejo, que tenía el carisma suficiente para convencer a sus compañeros en un principio, en las asambleas, en las discusiones, siempre empleaba un lenguaje sencillo, directo. Eran famosas las fiestas del sindicato porque “Paco” o “Juárez” bailaba con cuanta operadora o trabajadora se lo pedía. Los domingos jugaba futbol en un equipo del sindicato.
Entre las operadoras aún es popular, aunque en los últimos meses, ha perdido terreno. La desatención de sus problemas ha creado cierta desilusión entre ellas.
Pese a los errores, todavía goza de popularidad. Pero ya no le demuestran el entusiasmo de otros años. Ahora sus principales enemigos con aquellos que compartieron con él la dirección del sindicato, pero que ya fueron eliminados.
Aunque ha realizado por lo menos tres viajes a Europa, con dinero del sindicato y en compañía de sus asesores, se ha cuidado de mantener una imagen poco ostentosa. Vive en un modesto departamento. Eso sí, se transporta en un Corsar y chofer.
Ante sus errores y fracasos, Hernández Juárez se ha endurecido. Los telefonistas esperan que en la asamblea de este lunes anuncie sanciones contra los que se rebelaron durante la huelga.
Sin embargo,, están pendientes dos puntos que le van a causar dolores de cabeza: su reelección para el periodo 1988-1991 y su participación en el PRI.
Los errores cometidos en el CT y en su propia organización lo debilitaron. Al mismo tiempo exhibió al Gabinete Económico. Pese a que trató de evitarlo, no le quedó otra que acusar y señalar al secretario del Trabajo, Arsenio Farrell Cubillas, de ser el responsable del engaño a los trabajadores. Lo llamó mentiroso.
Fidel Velázquez, el otro engañado, criticó también al Gabinete Económico, “por incongruente”, pero nada más.
Pese a que el CT ha perdido ante el Gabinete Económico, Hernández Juárez buscará la forma de replantear la alianza de o trabajadores con el Estado. Esta táctica la empleó y la sigue empleando Fidel Velázquez. Pero a Hernández Juárez ya se le esta acabando su periodo como presidente del CT.