A petición de Oposición una trabajadora telefonista (del Centro de Trabajo San Juan, el más grande de Teléfonos de México) nos relató su vivencia de la huelga de abril de 1980.
“A unas horas de saber la decisión definitiva de la segunda votación respecto a la huelga, había un ambiente tenso, ya que en el Centro de Trabajo San Juan estaban concentrados los empleados de confianza y los esquiroles y la empresa había sido requisada horas antes del estallamiento.
“La huelga se decidió con todo y los esfuerzos del comité ejecutivo por detenerla, razón por la cual se crearon las condiciones favorables para el esquirolaje; gente seguidora del comité pensó que si no se salía quedaba bien con él; los empresistas se prestaron de buena gana para hacerlo y así darle un golpe a nuestro sindicato; también se dio el caso de gente necesitada que vio su tabla económica de salvación y gente desorientada que no encontró apoyo en sus amistades y decidió meterse ver qué pasaba.
“Pero de hecho nos encontrábamos entre la espada y la pared, entre dos fuegos ya que los democráticos jugamos el papel de punta de lanza del movimiento, pero al mismo tiempo somos el punto de apoyo para el engrandecimiento del comité, ya que si algo resulta mal los avanzados tienen la culpa y si algo resulta bien el comité es el único bueno.
“El esquirolaje y la requisa a fuerza a fuerza con granaderos y antes de tiempo, fue un golpe duro para nuestra organización, pero superable y colmado de valiosas experiencias, con las cuales podremos avanzar más. Lástima que el comité no comparta mi opinión, porque si nos permitiera asimilar y poner en práctica esa experiencia, seríamos en estos momentos autosuficientes para enfrentar un movimiento igual, saliendo más que victoriosos; seríamos el puntal de la democracia sindical, ejemplo vivo de la combatividad. Pero debo decir que el comité nunca nos ha permitido buscar la solidaridad de otros sindicatos hermanos, fuera de los dirigentes del SME y del Congreso del Trabajo, que prometen pero no cumplen.
“Dicho sea de paso, si bien esa experiencia nos golpeó fuerte, moral económica y espiritualmente, también nos hizo crecer en conciencia. Gracias a esto fue posible que las filas democráticas crecieran y que muchas de las gentes que conformamos el sindicato de telefonistas pusiéramos los pies en la tierra y cayera la venda que cubría nuestros ojos, de ahí que en ese momento dejó de tenerlas consigo el comité.
“Esa huelga, lejos de ser una derrota, constituyó un camino más claro hacia la democracia sindical, tantas veces buscada por la base telefonista”.