“¡Viva la huelga!”

Huelgas en la Telefónica Mexicana y en la Ericsson en 1915.

100 años de lucha sindical.

El Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana es una organización con una larga tradición de lucha, tradición heredada de las primeras organizaciones que los telefonistas formaron para hacerle frente a sus explotadores, representados en aquel entonces por la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana de origen norteamericano y por la Empresa de Teléfonos Ericsson de origen sueco, así como en otras pequeñas empresas que a nivel regional, explotaban el servicio telefónico en México.


Así, debido a los bajos salarios y a las malas condiciones de trabajo que las empresas telefónicas imponían a sus trabajadores, poco a poco se fue generando la necesidad de organizarse para defender sus derechos y revertir esta situación, para lo cual, después de varias reuniones en los domicilios de algunos trabajadores, principalmente electricistas, los telefonistas de la Telefónica Mexicana y los de la Ericsson, junto con los electricistas de la Mexican Light and Power y los trabajadores encargados del bombeo del agua de la Ciudad de México, reunidos en la azotea de la subestación “La Nana” (hoy Pensador Mexicano), acordaron en principio formar una sociedad mutualista, pero la discusión y el debate los llevo a considerar enérgicamente la novedosa idea de crear un sindicato, por lo que en las reuniones del 9 y 12 de diciembre de 1914 las críticas al mutualismo se fortalecieron, por lo que los trabajadores acordaron finalmente crear una organización sindical.
A pesar de que la Ciudad de México se encontraba ocupada por los ejércitos de Emiliano Zapata y Francisco Villa, el 13 de diciembre los trabajadores lanzaron la convocatoria y, el 14 se reunieron en uno de los salones del Departamento del Trabajo, bajo la dirección de José Colado, miembro prominente de la Casa del Obrero Mundial, grupos de trabajadores, quienes acordaron formar el Sindicato de Empleados y Obreros del Ramo Eléctrico.
El nuevo sindicato convoco para el día 21 a todos sus integrantes con la intención de cambiar el nombre y formar una organización fuertemente proletaria, así nació el Sindicato Mexicano de Electricistas, en el cual quedaron integrados los telefonistas de la Telefónica Mexicana y los de la Ericsson.

Huelga en la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana.

A un mes exacto del nacimiento del sindicato, este presento tres “memoriales” o convenios, exigiéndoles a las empresas donde prestaban sus servicios, Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, Empresa de Teléfonos Ericsson y Compañía de Luz y Fuerza, solución a su demanda de aumento general de salarios y el reconocimiento del sindicato por parte de las empresas mencionadas.
En la Asamblea del 14 de enero de 1915, se sometieron a votación los “memoriales” que presentaron los trabajadores, resultando el de los telefonistas de la Telefónica Mexicana aprobado por unanimidad, siendo las principales demandas “aumento razonable de sueldo de los empleados de la Compañía”, separación del empleado Gustavo Obregón por maltratar a los telefonistas, “Que los operarios trabajen solamente ocho horas”, por lo que en el caso de trabajar más horas, deberían recibir una remuneración extraordinaria y, cuando un trabajador se enfermara debería recibir su sueldo completo y, que “en caso de que se inutilice en el desempeño de su labor sea indemnizado con relación al sueldo que percibía, recibiendo esa indemnización su familia si acaso llegara a morir”.
La Casa del Obrero Mundial considero que las peticiones de los telefonistas eran muy razonables, por lo que se hacía necesario que la Telefónica las aprobara a la mayor brevedad “pues el riesgo que se corría era grande, la ciudad estaba bajo ley marcial, ya que las tropas carrancistas se encontraban cada vez más cerca del D.F.”, por lo que el sindicato propuso el 16 de febrero “que si en un plazo de dos horas no se satisfacían las demandas de los compañeros de la Telef. Y Teleg. (sic) Mexicana se declarara la huelga”.
La Telefónica Mexicana respondió amenazando a los telefonistas con el despido si apoyaban la huelga, ya que además había decidido “reclutar gente para substituir a los huelguistas”.
Pero a pesar de lo justo de las demandas de los telefonistas, la empresa norteamericana se negó rotundamente a aceptarlas, pues consideraba que no había razón en ellas, toda vez “que ella –la Telefónica- siempre se había preocupado por el mejoramiento de sus empleados”.
Para desmentir estas aseveraciones, el sindicato informo que el mayor sueldo que recibía una “señorita operadora” era de 75 centavos diarios, es decir, 22.50 pesos mensuales por nueve horas de trabajo diario y, un sobrestante de construcción recibía tres pesos cincuenta centavos diarios, es decir, 105.00 pesos mensuales, el sindicato informo también que la Telefónica estaba prometiendo aumentar cinco centavos más a las operadoras que se comprometieran a no sindicalizarse.
Ante la actitud intransigente adoptada por el gerente de la Compañía Sr. W. W Biveridige, la huelga estallo el 19 de enero por la mañana, pero la huelga resulto ser parcial, ya que la empresa logro infundir miedo entre las operadoras y operarios, mientras que otros aceptaron los cinco centavos ofrecidos por la Telefónica.
Pero también había otro grupo de telefonistas que no habían secundado la huelga y que no pertenecían al sindicato, por lo que por su cuenta, conscientes de que sus sueldos eran bajos, pues fluctuaban entre setenta y cinco centavos y un peso, solicitaron al gerente que sus sueldos fueran aumentados.
La Compañía por su parte, a través del gerente en un intento por resquebrajar el movimiento, reconoció que la petición hecha por los telefonistas era justa, pero querían un arreglo sin la participación del sindicato “Si los operarios tratan con nosotros serán atendidos, si persisten en que sea el sindicato el que intervenga, repito…que no habrá arreglo”.
Tratando de aprovechar la Ley Marcial, el gerente de la Telefónica Mexicana solicito la intervención del inspector de la policía, Coronel Quevedo, quien hablo con los telefonistas, para indicarles que la huelga no era el mejor camino para lograr lo que deseaban, “convencidos” los telefonistas, ofrecieron entrar en negociaciones con los principales jefes.
De nueva cuenta, el gerente Biveridge una vez más intento desvirtuar el movimiento, ya que informo al Coronel Quevedo, que el conflicto había sido resuelto de la mejor manera para los telefonistas, ya que les había otorgado el aumento de salario solicitado, así como la “ayuda” a los trabajadores en el caso de accidentes en el trabajo, lo cual era totalmente falso.
Para terminar con el conflicto, la junta directiva de la Telefónica Mexicana, radicada en Boston, ordeno al gerente se nombraran a dos ciudadanos mexicanos para tratar los problemas con el sindicato, quedando el Sr. Biveridige fuera de toda negociación, por lo que los nuevos representantes citaron a los dirigentes del sindicato para celebrar la primera reunión e iniciar las negociaciones.
A nueve días de haber estallado la huelga, el Sindicato Mexicano de Electricistas nombro “dos comisiones para ir al día siguiente a situarse frente a las oficinas ´Neri´ y ´Juárez´ a las primeras horas del día e informar a los compañeros del turno de día…para que secunden la huelga, resultando electos para ´Neri´ los compañeros Limón y Meneses y las compañeras María Díaz y Ana María Servín, para ´Juárez´ los compañeros Guevara y M. Mendiolea y la compañera Evangelina Muñoz”.
La policía se instaló fuera de las oficinas de la Telefónica, pero no molesto a las dos comisiones, Mendiolea informó “que todos los compañeros de la Oficina de Juárez se han salido de ella uniéndose al movimiento”.
En la primera reunión convocada por la Telefónica Mexicana, las propuestas de sus representantes no satisficieron en lo más mínimo a los telefonistas, por lo que nuevamente el sindicato convoco a la Asamblea para ratificar la huelga, la respuesta que se escuchó en el salón de actos fue un rotundo “¡Viva la Huelga!”, pero esta debería continuar en el más absoluto orden y moderación para evitar la intervención de las autoridades.
El 27 de enero, los huelguistas se reunieron una vez más para proponer nuevas acciones e informar a todos los telefonistas sobre el desarrollo de los últimos acontecimientos, además para convencer a los telefonistas que no habían secundado la huelga, para que se unieran al movimiento, sin lograrlo, ya que la mayoría de los operarios de la oficina “Juárez” entraron a trabajar, unos presionados por sus jefes y otros por ignorar el movimiento.
Esta situación fue aprovechada por la gerencia, ya que solicito detener a tres trabajadores por participar en el movimiento y comenzaba a despedir a varios telefonistas, con la intención de romper las acciones conjuntas y organizadas que intentaban imponer los sindicalistas del Sindicato Mexicano de Electricistas.
A quince días de haberse iniciado el movimiento era difícil, ya que no todos los telefonistas habían participado en la huelga, por lo que el sindicato hacia esfuerzos para que los que no estaban, se sindicalizaran, ya que la solidaridad y combatividad deberían mantenerse si se deseaba alcanzar el triunfo.
Siguiendo estos principios, la Confederación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal acordó “ayudar a los compañeros de la Cía. T y T. Mexicana (sic) que están en huelga y… [enviar] un Memorial al Gobernador para evitar que la Cía. …no sigan admitiendo rompe huelgas” y, que los sindicalizados de la Compañía de Luz “… cedan la cuarta parte de sus aumentos a favor del sostenimiento de los compañeros en huelga… y que todos los compañeros vayan a buscar trabajo a la citada Cía. Telefónica y al ser admitidos no se presenten al trabajo”.
Después de veinte días de iniciado el movimiento, continuando con la labor de boicot propuesta por la Confederación de Sindicatos, el SME propuso que se enviaran cartas a los usuarios de los teléfonos para solicitar su apoyo.
Estas proposiciones fueron rechazadas, en cambio se aprobó una tercera, que suponiendo el fracaso de las negociaciones el sindicato solicitó “la incautación por el Gobierno de la ´Cía. citada´… y se pidiera la destitución inmediata de los rompehuelgas”.
La entrada a la Ciudad de México del ejército constitucionalista encabezado por el Genera Álvaro Obregón cambio la situación de la huelga, ya que este nombro como delegado para los asuntos de los obreros a Gerardo Murillo, mejor conocido como el “Dr. Atl”, quién desde el principio mostro interés por resolver la huelga de los telefonistas.
De inmediato, el 6 de febrero el “Dr. Atl” en representación del ejército constitucionalista convoco a los representantes de la Telefónica Mexicana, del sindicato adherido a la Casa del Obrero Mundial y a las autoridades de la Ciudad de México representadas por los señores Juan Venegas encargado del Gobierno y Presidente Municipal y a Aurelio Macías, con la intención de resolver el conflicto, pero al negarse una vez más la Telefónica Mexicana a acceder a las peticiones de los trabajadores, principalmente la de reconocer al sindicato, el “Dr. Atl” ordeno a nombre de la Revolución la incautación de la Compañía señalando que “En virtud de la intransigencia de la Cía. Telefónica y Telegráfica Mexicana, comunico a ustedes que el Gobierno de la Revolución se incauta a partir de este instante, los intereses y propiedades de la Empresa y los pone en manos de sus trabajadores para su administración”.
Esta decisión fue el resultado de las gestiones del “Dr Atl” ante el General Obregón, pues fue considerada como satisfactoria por el sindicato, por lo que de inmediato, tanto el “Dr. Atl” y los dirigentes tanto de la Casa del Obrero Mundial como del Mexicano de Electricistas, a quienes les entregó la oficina e instalaciones de la Telefónica Mexicana, quedando por primera vez en México la administración de una empresa extranjera en manos de trabajadores mexicanos.
De inmediato se levantó la huelga y el SME convocó a una Asamblea extraordinaria a celebrarse en el ex convento de Santa Brígida, sede de la Casa del Obrero Mundial, en donde se informó a los trabajadores de la Telefónica Mexicana, la solución que dio el gobierno constitucionalista a la huelga, al decretar la incautación de los bienes de la empresa y, se procedió a nombrar a la nueva administración obrera, resultando electos por la Asamblea como Gerente General Luis N. Morones y como Sub Gerente Rafael Castro “quienes quedaron sujetos (sic) a responder de sus actos ante el sindicato”.
Ya en la gerencia de la Telefónica Mexicana, el nuevo gerente Morones dio aviso para que al día siguiente los huelguistas se presentaran a prestar sus servicios, señalando que serían separados, al mismo tiempo, todos aquellos que no habían aceptado sindicalizarse.
Al gerente Morones correspondió entonces, responder a las demandas de los telefonistas, por lo que en su primer informe, el gerente respondió que al no haber fondos en la caja de la compañía no era posible conceder el aumento de salario solicitado, respecto al reconocimiento del sindicato considero que esta ya no tenía efecto, pues el sindicato había sido reconocido por la Compañía de Luz.

Huelga en la Empresa de Teléfonos Ericsson.

En medio de un profundo ambiente de agitación revolucionaria, Francisco Villa ocupó la Ciudad de México el 6 de diciembre de 1914. Temerosos los empresarios suecos de que sus intereses se vieran afectados por los revolucionarios, solicitaron la intervención de Thord Halström “Coronel sueco perteneciente al Estado Mayor del Guerrillero”, para que gestionara el respeto para los bienes de la empresa de Teléfonos Ericsson. Gracias a esta protección, el servicio proporcionado por la Ericsson se mantuvo en forma ininterrumpida, por lo que para fines de este año, reportó 11000 suscriptores registrados en su directorio y 450 trabajadores, entre funcionarios y empleados.
Aprovechando esta situación y con el apoyo del recién fundado Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), al que de inmediato se habían afiliado los telefonistas de la Mexicana y de la Ericsson, electricistas de la Compañía de luz y Fuerza y trabajadores del suministro de agua potable de la ciudad, los trabajadores de la Ericsson plantearon los últimos días de diciembre ante el Departamento del Trabajo, una queja en contra del gerente de la empresa sueca por malos tratos, la respuesta del señor Erik Ostlund fue inmediata, despidiendo a 88 telefonistas, entre los que se encontraban varias operadoras.
El conflicto entre los telefonistas y el gerente se agravó cuando éste, decidió el 23 de enero de 1915, imponer “un sin número de multas y castigos…a sus empleados”. En respuesta, los telefonistas instalados en asamblea acordaron demandar jurídicamente a la empresa y elaborar un “memorial” (convenio) donde presentarían sus principales demandas.
Veinte días después de iniciado el conflicto (11 de febrero), éste parecía no tener solución, por lo que los telefonistas decidieron nombrar dos comisiones que se encargarían de entregar al gerente el “memorial”, así como el aviso de que, de no ser atendidas sus demandas, iniciarían la huelga, dando un plazo de 48 horas para recibir la respuesta. La comisión estuvo integrada por dos empleados, dos operadoras y dos operarios, acompañados por el secretario general y dos integrantes del comité del SME.
La respuesta del gerente Ostlund fue como la anterior, es decir, “separó sospechosa y dolosamente a los miembros que formaron las comisiones que presentaron el referido memorial”. Los telefonistas acordaron nombrar una nueva comisión, que le entregaría una carta, solicitándole reemplazar a los despedidos, advirtiéndole que de no obtener una respuesta satisfactoria, de inmediato declararían el paro en la Ericsson.
La cuestión salarial era otro de los principales problemas que enfrentaban los telefonistas de la Ericsson, pues eran considerados como muy por debajo de los ofrecidos en otras industrias, pues éstos no se habían movido desde 1910, como ejemplo, los telefonistas percibían, el Celador de 2ª. 1.50 pesos; el Celador de 1ª. 1.75 pesos y el Cabo 2.50 pesos diarios, siendo la semana laboral de 48 horas. Esta situación afectaba también a los trabajadores suecos, quienes se sentían insatisfechos por lo bajo de sus salarios, ya que en otras empresas, el sueldo que se pagaba a los extranjeros era más alto y además, era pagado en dólares.
Sin embargo, fue hasta marzo cuando el gerente decidió modificar su actitud al realizarse una reunión entre él y los telefonistas, llegando el 19 de marzo a formalizar un acuerdo entre el SME y la Ericsson. El convenio quedó formulado bajo los siguientes términos: 1) Aumento de salarios, a partir del 20 de febrero, tomando como base los salarios que tenían los telefonistas hasta el 31 de diciembre de 1914; 2) Gastos de transporte a los trabajadores que realizaran su trabajo fuera de la ciudad; 3) Pago de tiempo extra, cuando se trabajara fuera del horario reglamentario, pago a las operadoras por “velada”, a razón de 25 centavos la hora; 4) En caso de accidente, la empresa continuaría pagando el salario a sus trabajadores, implantación del servicio médico y medicinas; 5) Para los ascensos, la empresa seguiría tomando en cuenta, la antigüedad, aptitud y buenas costumbres; 6) sanciones a las operadoras por entrar a laborar después de su hora y por faltar; 7) Vacaciones con goce de sueldo.

A pesar de estos acuerdos, la empresa se negó a reinstalar a los telefonistas despedidos, manifestando que su cese se debía a la falta de trabajo y a las pérdidas sufridas por la empresa a causa del cierre de los comercios, provocada por la presencia de las tropas carrancistas en la ciudad, La respuesta de los obreros fue que el servicio que se proporcionaba a los usuarios era bastante deficiente, debido a que las líneas se encontraban caídas, pudiendo ocupar a los trabajadores despedidos en las obras de reparación de las éstas. Estos argumentos no fueron suficientes para el gerente Ostlund, quien se mantuvo en no reinstalar a los despedidos, haciendo fracasar las negociaciones para evitar la huelga.

El SME consiente de los perjuicios que podía ocasionar la huelga a los usuarios, decidió convocar a una Asamblea General para discutir con los trabajadores el resultado de las negociaciones con la Ericsson, toda vez que la Telefónica Mexicana y la Compañía de Tranvías se encontraban requisadas por el gobierno. A pesar de los esfuerzos del SME por reanudar las pláticas con el gerente de la telefónica sueca, éste asumió una actitud intransigente y agresiva, lo que provocó que los telefonistas decidieran estallar la huelga el 26 de marzo y no levantarla hasta que todos los telefonistas despedidos fueran reinstalados.

El servicio no se suspendió en forma total, puesto que la mitad de las operadoras se mantuvieron en sus puestos, gracias a la astucia del gerente Ostlund, quien había ofrecido mejoras salariales a las operadoras para que no secundaran la huelga. El convenio celebrado el 19 de marzo entre la empresa y el sindicato, fue desconocido por el gerente, quien además de no cumplir con el ofrecimiento arriba mencionado y con la finalidad de atemorizar a sus trabajadores, promovió la detención por parte de la policía de los miembros más activos del movimiento, quedando “la señorita Josefina Sotomayor [que], con varios empleados, fue… consignada por el Gerente a la Sexta comisaria, de donde salió más tarde, debido a las gestiones de sus compañeros”.
La suerte que corrió la Ericsson respecto de la Telefónica Mexicana y la Compañía de Tranvías fue diferente, pues ésta no fue requisada por el gobierno, hecho que permitió que el gerente mantuviera una actitud “insolente y despótica”, llegando inclusive a acusar a los telefonistas, por el simple hecho de solicitar aumento a sus salarios, de “rateros”, por lo que el 27 de marzo, la dirección del sindicato y el gobernador del Distrito Federal llegaron al acuerdo de exigir al gerente, diera una amplia satisfacción al sindicato en una asamblea y la reinstalación de los telefonistas despedidos, incluyendo a los comisionados.

El gerente, una vez más, dio respuesta negativa a las demandas del sindicato “alegando la falta absoluta de trabajo y excusándose de dar satisfacción en asamblea por parecerle muy rigurosa la forma en relación con la falta cometida, concretándose a pedir perdón a una comisión”.
Con la intención de que el conflicto se resolviera, el sindicato convocó a una Asamblea extraordinaria, pues el gobierno deseaba que la huelga se solucionara lo más pronto posible, ya que ésta, estaba provocando molestias a los usuarios por la falta de personal. El sindicato presentó entonces tres puntos para la solución del conflicto “1.- reingresaran la mitad de los compañeros y compañeras destituidos de los que formaron las comisiones; 2.- reingreso de todos los huelguistas, para quien se pide… el pago de sus salarios durante el tiempo de la huelga; 3.- reingresaran la tercera parte de los operarios despedidos”.

Solo por el llamado hecho por el gobierno y las nuevas peticiones de los telefonistas, se realizaron dos reuniones con la intención de resolver el conflicto en forma satisfactoria. En la primera reunión, la respuesta ofrecida por el gerente fue considerada por el gobierno y los trabajadores como inaceptable, por lo que se convocó a una segunda reunión, accediendo la gerencia de la Ericsson en parte a lo solicitado por los huelguistas, sin embargo, éstos consideraron poco razonable la propuesta de la gerencia y no aceptaron la oferta, obligando a las autoridades del país a retirarse de las pláticas, conminando a las dos partes a una pronta solución en beneficio de los usuarios.
El gerente de la Ericsson intentaba desprestigiar al movimiento, presentando al público una imagen de eficiencia y de respeto para los “abonados”, por lo que hicieron publicar en el periódico EL MONITOR del 1º. De abril, que la empresa Ericsson seguía “dando servicio al público por no haber secundado las señoritas operadoras la actual huelga de los operarios”.

Las operadoras que no habían secundado el paro, señalaron que no se habían declarado en huelga por considerar que ellas no habían aprobado la intervención del sindicato en las negociaciones con la empresa, además, por lo que 132 de ellas no secundaron la huelga, en tanto que solamente 25 habían acatado el llamado del sindicato, pues por gestiones que ellas venían realizando en forma particular con el gerente, éste les había concedido un aumento del 50% en sus salarios. Respecto al mal trato, origen del conflicto, las operadoras manifestaron que sus peticiones habían sido atendidas en “forma correcta y pacífica y de acuerdo con lo que exige la decencia y el decoro, que siempre deben existir en toda persona culta, aunque esta sea empleada y pertenezca a la clase media”.

Sobre el origen de la huelga, opinaban que la separación de las telefonistas por parte de la empresa, estaba justificado, ya que el trabajo en los conmutadores había disminuido en forma notable, por lo que la Ericsson se vio en la necesidad de hacer reducciones en sus gastos, las operadoras señalaban además, que el número de horas trabajadas era el justo, por lo que los turnos estaban perfectamente distribuidos y el servicio al público no se había afectado.

El SME una vez más llamó a asamblea con la finalidad de discutir nuevas acciones, con el objeto de terminar con el conflicto con la Ericsson, al mismo tiempo que anunció que los salarios de los huelguistas serían cubiertos por el fondo de resistencia del sindicato. En la convocatoria para la asamblea, el SME hizo un llamado a “todos los obreros consientes y honrados para que protestaran contra la intransigencia de los representantes de la Ericsson, al mismo tiempo que acusaba a todos aquellos trabajadores que no habían secundado la huelga”, de apoyar a los empresarios con su actitud.
Telefonistas y operadoras señalaban que si no habían secundado el paro, era porque el gerente Ostlund, les daba un trato cortés y de respeto y toda clase de distinciones y bondades “dignas de todo un caballero”, por lo que las acusaciones de que era un hombre déspota, eran totalmente falsas.
Sin embargo, la respuesta de los representantes de la Ericsson, fue nuevamente diferente a la esperada, es decir, levantar la huelga, ya que éstos, con la intención de debilitar al movimiento, ideaban nuevos motivos para acusar a los telefonistas. Esta vez, el gerente los acusó de robar líneas y aparatos, además de ocasionar desperfectos en las líneas, por lo que la empresa se vio en la necesidad de proporcionar a cada empleado y obrero, una credencial que los acreditaran como trabajadores de la Ericsson, debidamente selladas y firmadas por los empleados de confianza, la cual deberían de mostrar a los usuarios, al momento de realizar cualquier reparación. El gerente Ostlund solicitó a la policía, detuviera a los telefonistas que no portaran dicha credencial, con la finalidad de separarlos del trabajo.

Para el 1º. De mayo, la situación continuaba siendo difícil, por lo que la celebración del Día del Trabajo, fue aprovechada por el sindicato para protestar frente al edificio de la empresa, pues además de la actitud intransigente que venía mostrando el empresario sueco, éste se negó a conceder el día a los telefonistas afiliados al SME, por lo que el sindicato frente a la Cámara de Diputados, exigió que al señor Ostlund se le aplicara el artículo 33 de la Constitución, por considerar que maltrataba a los trabajadores mexicanos e impedir el libre ejercicio de sus derechos.

A tres meses de haberse iniciado el conflicto y después de arduas negociaciones, la huelga parecía llegar a su fin, cuando el gobernador del Distrito Federal interpuso su influencia para que la Ericsson y el SME resolvieran sus diferencias, pues los telefonistas advirtieron que de no resolverse el conflicto a su favor, paralizarían los servicios de trenes, luz eléctrica y el suministro de agua potable de la ciudad.

Esto fue suficiente para que el 12 de mayo, a las cinco de la tarde, se reunieron los representantes de la empresa y de los trabajadores, en las oficinas del General Gildardo Magaña, gobernador del Distrito Federal, quien hizo ver a los telefonistas lo improcedente de su actitud, al pretender paralizar los servicios públicos de la ciudad, por lo que sugirió que la única manera de resolver el conflicto a su favor, era que la huelga se mantuviera solamente en la empresa telefónica.

Para el día 13, nuevamente se reunieron los representantes empresariales y los trabajadores con el general Gildardo Magaña, a la reunión asistió también el general Roque González Garza, Presidente de la República, quien con su intervención, hizo que el gerente de la Ericsson aceptara la mayor parte de las demandas del sindicato, quien se desistió de la huelga general.

La comisión negociadora consiguió que regresaran a su trabajo 35 telefonistas y 7 operadoras, aceptando el sindicato que fuera la propia empresa la que eligiera los nombres de los telefonistas que regresarían a trabajar. Pero el gerente no aceptó su derrota, pues una vez más se negó a cumplir el acuerdo de reinstalar en su trabajo a los telefonistas, presionado por el sindicato, finalmente tuvo que acceder.
No habían pasado cinco días, cuando una vez más el sindicato acusó al gerente sueco de no respetar el acuerdo del 13 de mayo, ya que las operadoras se quejaron de no haber sido reinstaladas en su antiguo puesto, pues en algunos casos, ignorando su sexo, se les encomendó tareas que no podían desempeñar, mientras que a otras se les asignaron trabajos que consideraron como “verdaderamente humillantes”. Igual suerte corrieron los 35 telefonistas reinstalados.

De nuevo se nombró otra comisión con los 42 trabajadores afectados, quienes con el secretario general del sindicato se presentaron ante el gobernador del D.F. para exponer su caso y obligar al gerente de la Ericsson a cumplir con el compromiso acordado con los telefonistas.
El 18 de mayo de 1915 la huelga llegó a su fin, cuando el señor Ostlund acepto cumplir los compromisos contraídos, reinstalando en sus antiguos puestos a telefonistas y operadoras. Los trabajadores que no fueron reinstalados, por gestiones del sindicato lo harían en la Telefónica Mexicana y en la Compañía de Tranvías, de no ser esto posible, el SME solicitaría a la Ericsson despedir a los trabajadores que no estuvieran sindicalizados, para dar cupo a los telefonistas que mostraron su solidaridad y espíritu de lucha. De esta forma, y a pesar de que las demandas sobre el aumento salarial, el servicio médico, el pago de las vacaciones, y el pago del tiempo extra no se cumplieron, el sindicato consideró que había obtenido un rotundo triunfo.