Ruptura en el Sindicato Nacional de trabajadores de la Ericsson.
Con el nombramiento del ingeniero Hugo G. Beckman como gerente general de la Empresa de Teléfonos Ericsson en mayo de 1936, éste se propuso dirigir a la empresa con “energía y acierto”, por lo que de inmediato nombró a Gunnar Anderson como jefe del Departamento de Líneas.
El nuevo gerente tuvo que enfrentarse a la “indisciplina en las labores, los actos de sabotaje a las instalaciones telefónicas, las perdidas intencionales de herramientas, motivos de sensibles mermas del capital”,1 además de la agitación sindical dentro de la empresa telefónica que provocaba huelgas de brazos caídos, paros, incitados por la empresa al negarse a respetar los derechos de los telefonistas y a las constantes violaciones al Contrato Colectivo de Trabajo.
Esta situación fue motivo de constante preocupación para los principales funcionarios de la Ericsson, Hugo G. Beckman, Oscar Herson y Andrés Lilliehöök quienes consideraban que estas acciones eran la causa principal del pésimo servicio que ofrecía la empresa, lo que provocaba que los “abonados” se quedaran sin servicio algunas horas y hasta por días, dejando como consecuencia el desprestigio de la compañía entre los usuarios.
Esta condicion se hizo más difícil para la Ericsson, cuando en febrero de 1939, sus trabajadores, que eran cerca de 4000, en la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo, se propusieron reivindicar viejas demandas que mejoraran sus condiciones de vida y de trabajo.
Así, los telefonistas de la Ericsson encabezados por Ignacio Garnica -Secretario General desde 1926-, lograron modificar el Contrato Colectivo de trabajo que se vio enriquecido, igualándose en gran parte con las prestaciones de los telefonistas de la Telefónica Mexicana.
Entre las principales conquistas que obtuvieron los telefonistas de la Ericsson en esta revisión fueron por ejemplo; que los salarios aumentaran 0.75 pesos diarios, a los trabajadores que percibían 3.00 pesos diarios y, 0.65 pesos para los que ganara más de 3.50 pesos diarios (Artículo 19). La jornada de trabajo quedo estipulada en 40 horas para la jornada diurna, 37 y media para la mixta y de 35 horas para la nocturna, con pago de 56 horas (Artículo 8). En cuanto al ahorro, éste quedo determinado de la siguiente manera “Todo el personal de planta al servicio de la Empresa tendrá derecho a constituir en la misma un ahorro como el establecido actualmente a razón del 6% sobre el salario, aportando la Empresa porcentaje igual por concepto de participación de utilidades más el 20% sobre la cantidad ahorrada por cada trabajador, prestaciones que continuaran establecidas sobre las mismas bases, pero aumentándose el 6% hasta el 8%, y aumentando en la misma proporción la cantidad que la Empresa paga por concepto de participación de utilidades, así como bonificando el 30% sobre la cantidad ahorrada…”, (Artículo 42). Y en la jubilación, todo trabajador que tuviera “25 o más años de servicios y 60 años de edad tratándose del sexo masculino y 55 en el femenino, tienen derecho a optar por la jubilación.
La jubilación será calculada de acuerdo con la siguiente tabla:
De 25 a 30 años de servicio, 45% sobre el salario.
De 30 a 35 años de servicio, 60% sobre el salario.
De 35 a más años de servicio, 75% sobre el salario (Artículo 50)”.2
La empresa sueca considero entonces que las demandas de sus trabajadores ya eran insostenibles y, que los telefonistas dirigidos por Ignacio Garnica se volvían cada vez más exigentes en cuanto al respeto del Contrato Colectivo, por lo que se planteo entonces buscar la fórmula para derrocar al líder sindical.
El primer paso que dio la Ericsson fue destituir a 14 ingenieros mexicanos, entre quienes se encontraban Jesús Ruelas, Ignacio Cervantes, Leopoldo Márquez, Manuel y Alfonso Calva, Ignacio Rivera, Ricardo Ortiz, Eduardo Lozada, Ricardo Machorro, José Gálvez, Guillermo Palma, Roberto Mendiola, Nicolás Cornejo y Salvador Vélez, cuyos puestos fueron cubiertos de inmediato con personal extranjero.
Entre los ingenieros despedidos se encontraba Ignacio Cervantes, quién pocos meses atrás había impulsado junto con Rafael Acuña la creación de la Escuela Técnica, además de que había viajado a Suecia para capacitarse en la Ericsson por lo que considero que su despido y el de los demás empleados de confianza se debió “a las presiones del gobierno para aumentar personal sindicalizado”, ante la amenaza de no pagarles ningún tipo de indemnización y prestaciones al ser separados o por renuncia de los trabajadores que no estuvieran sindicalizados.3
Para no perder sus derechos, los ingenieros despedidos por la Ericsson de inmediato solicitaron afiliarse al Sindicato, pues era “La única forma decente […] -ya que- tenían esposa e hijos que mantener, aunque muy exiguos sus sueldos de 350 a 500 pesos mensuales en esos tiempos –se vieron- en la necesidad de continuar esa vida de martirio, ya que no era fácil encontrar otros empleos mejores debido a la crítica situación industrial en estos años ¡Cuánta envidia sentían de otros ingenieros mexicanos de la Ericsson que no más inteligentes pero con mejor suerte, estaban respaldados por la empresa en sus puestos de confianza!”.4
Pero el despido de los ingenieros también fue provocado por la insistencia del ingeniero Anderson, quién en su condición de extranjero, acostumbrado a mostrar su desprecio por los trabajadores mexicanos, en contubernio con el representante jurídico de la Ericsson Lic. Alfonso Ortega Vélez, experto en violar las leyes, decidieron cubrir los puestos de los 14 ingenieros con personal de confianza extranjero, ignorando las leyes respectivas, en cuanto a que en cualquier negociación debía existir una proporción mínima de trabajadores extranjeros, en relación con los trabajadores mexicanos.
Así, de pronto, los empleados de confianza acostumbrados a dar órdenes, se convirtieron en subordinados, viéndose obligados a tratarse de “compañeros” con los demás trabajadores y, sin agrado respetar los acuerdos tomados en las asambleas del sindicato, que en muchos casos, los ex empleados de confianza consideraban como absurdos, como era el caso de que se solicitaran aumentos salariales “por cualquier motivo”, que se exigiera a la empresa no contratar a trabajadores “libres”, o que se modificara la forma en que se pagaba el tiempo extra.
Otra medida que los ingenieros despedidos consideraban como absurda era la de que “Los jefes de la empresa exigían el cumplimiento de sus ordenes para efectuar el trabajo, como era natural, los operarios no obedecían y el secretario del sindicado ordenaba a los ingenieros sindicalizados que hicieran lo contrario o dejaran de cumplir las órdenes de la empresa”.5
Esta situación produjo una antipatía en contra del Secretario General Ignacio Garnica, a quién Cervantes consideraba como un “individuo de mínima estatura física y moral, casi analfabeta y despótico”.
Acostumbrados a recibir órdenes de los empleados suecos, los trabajadores de confianza mexicanos reproducían su conducta despótica y de desprecio hacia los trabajadores mexicanos a quienes consideraban, que al no obedecer sus órdenes, eran indisciplinados y, además de que eran “gentes desordenadas”, pues no querían aprehender a leer, matemáticas, física, telefonía o electricidad, después de las horas de trabajo.6
La desobediencia de los telefonistas provocó que la “moral y dignidad humana de estos 14 ingenieros [fueran] lesionadas, su ética profesional menoscabada y su autoridad de jefes nulificada”.
Para los ingenieros despedidos por la Ericsson esta situación era insostenible, toda vez que tenían que sufrir “las vejaciones de Garnica y la actitud altanera del personal a sus órdenes al extremo de hacerles la vida insufrible”, por lo que se propusieron entonces, realizar un plan para destituir a Garnica, por lo que reunidos en la casa del ingeniero Ricardo Machorro, idearon un programa basado en tres puntos; “provocar un cisma sindical para abolir el despotismo de Garnica; presentar renuncia colectiva de los 14 ingenieros a sus respectivos trabajos a la empresa, o por último, exigir por la fuerza la separación de Garnica del puesto de secretario general del sindicato”.
Al discutir el primer punto, los ingenieros despedidos por la Ericsson consideraron que al provocar un conflicto dentro del sindicato podría inducir a que se les aplicara la clausula de exclusión, ya que la mayoría de los telefonistas apoyaba a Garnica, aunque existía un grupo minoritario que no se atrevía a enfrentarse a él.
En cuanto a su renuncia colectiva y, preocupados por la imagen de la Ericsson y en atención a sus suscriptores, plantearon que su dimisión colectiva generaría “un serio conflicto a la empresa”, debido a que los ingenieros “conspiradores”, “tenían un trabajo de especialización en “Centrales, electrolisis, líneas, conmutadores y construcción”, ya que si abandonaban su trabajo, causarían serios problemas al buen desempeño de la compañía.
Finalmente se propusieron asumir una actitud abiertamente “gansteril”, al proponer arrancar por la fuerza la renuncia de Garnica, en respuesta al trato que ellos habían recibido de él, aunque esta conducta contravenía la moral y buenas costumbres de los ingenieros despedidos por la Ericsson, fue la única que encontraron viable, producto de su desesperación.
Después de largas discusiones, los ingenieros sindicalizados estuvieron de acuerdo en presentar su renuncia colectiva con carácter de irrevocable al gerente general de la Ericsson, para lo cual se nombró una Comisión formada por Ignacio Cervantes, Manuel Calva y J. Mendiola, quienes de inmediato se dirigieron a la casa del gerente Beckman, quien con “sorpresa”, los recibió en su casa el 28 de octubre de 1939, a las dos de la madrugada, quien al conocer los motivos de la visita de la Comisión, éste trató de convencerlos de que no abandonaran su trabajo, pero ante la intransigencia de los renunciantes, el ingeniero Beckman se vio obligado a llamar por teléfono al representante jurídico de la empresa, Lic. Alfonso Ortega Vélez, quién minutos más tarde se agrego a la reunión.
El Lic. Ortega Vélez “era un abogado que no admitía términos medios y actuaba siempre en forma drástica”,7 por lo que después de varias horas de discusión, donde se analizaron los pros y contras del problema, propuso que se exigiera la renuncia de Garnica “a como diera lugar”.
Así, una vez más, los altos funcionarios de la Ericsson, acostumbrados a violar las leyes del país y del Contrato Colectivo de Trabajo, que en su artículo 1º establecía que “El personal de confianza tiene prohibición terminante de inmiscuirse en asuntos de régimen interior del sindicato, al que no podrá pertenecer, y la Empresa se obliga a cumplir y hacer cumplir esta obligación y poner remedio eficaz y rápida en los casos que se presenten”,8 fraguaron el plan, en la misma casa del Gerente General de la Empresa, quien acompañado de su representante jurídico, convencieron a la Comisión de los ingenieros despedidos o “sindicalizados”, para que buscaran la forma de destituir a Ignacio Garnica de la secretaría general del sindicato, como fuera.
Como siempre, obedientes a las órdenes de sus patrones extranjeros, los ex empleados de “confianza” de la Ericsson procedieron a preparar el golpe decisivo en contra del sindicato de telefonistas, quienes bajo un “método rigurosamente militar”, acordaron después de dos días de la reunión con el gerente Beckman, aplicar su plan, en donde cada uno de los ingenieros despedidos tenía una misión específica que cumplir.
Así, “A las 10 de la mañana –del 1º de noviembre- se situaban uno en la puerta de la central de las calles de Victoria, dos en los corredores en la planta alta de la central, uno más en la esquina de Luis Moya y Victoria, otro enfrente de la 6ª Delegación de Policía en Victoria y Revillagigedo: éstos últimos para enlace de comunicación y pedir ayuda a la policía en caso de peligro.
Tres ingenieros en el patio central, tres más en el segundo patio y finalmente tres más de los ofendidos para el cargo más importante: presentar la renuncia escrita a Garnica para su firma.
La hora fue señalada a las 10 de la mañana por ser el momento en que el personal de operarios estaba fuera en sus labores, quedando solamente algunos empleados. El lugar era la oficina de Conmutadores, donde se presentaba diariamente Garnica a tratar sus asuntos.
En el momento convenido los que debían exigir la renuncia, que eran Lozada, Alfonso Calva y Salvador Vélez –quien de último momento se agrego al grupo-, se presentaron con pistola en mano ante Garnica que palideció ante la amenazante actitud de aquellos, que al propio tiempo le presentaban un documento que debería firmar inmediatamente: su renuncia como empleado de la empresa, que por consecuencia le impedía continuar como secretario del sindicato. Como en realidad este señor era tan insignificante físicamente, como de alma, sin decir palabra tomaba la pluma para firmar el pliego presentado, cuando una mujer telefonista oculta por un conmutador al fondo del salón, lanzó un grito de alarma al ver el asalto armado de los ingenieros. En este momento el azorado Garnica reacciona desconcertando a Lozada y acompañantes; otras telefonistas se enteran, hablan por teléfono a todas partes, se presentan precipitadamente gentes y todo se vuelve confusión y gritos. Los ingenieros por su parte, en previsión de un resultado semejante habían planeado la retirada ante la derrota si esta se presentaba. No se sabe cómo, pero a los pocos minutos llegaban los autotransportes de la empresa con los obreros en plan de combate en grupos numerosos. Los puestos avanzados de los ingenieros en la las calles de Victoria llamaron a la policía, que a su vez en número de más de 40 hombres también armados, se presentaron a poner el orden”.9
Los ingenieros “golpistas” derrotados, se replegaron y reunidos en un lugar que previamente habían señalado en caso de que su plan fracasara, tuvieron que asumir su fracaso, sin embargo aún les quedaban algunos recursos para derrotar a Garnica.
No está por demás preguntarse, si este día los ingenieros que tenían la obligación de estar en sus puestos de trabajo, ¿simplemente no se presentaron a trabajar, o tenían permiso de la empresa para ausentarse de sus labores para realizar el crimen en contra de Garnica, o porque no se persiguió a los que en pistola en mano atentaron contra su vida, o estaban protegidos por las autoridades?.
De inmediato, después del atentado en contra del secretario general, los trabajadores convocaron a una Asamblea General, donde se discutió la actitud de los ingenieros “golpistas”, a quienes se les acuso de traidores “y otras lindezas más”, por lo que se acordó aplicarles la clausula de exclusión, impidiéndose su entrada a las instalaciones de la Ericsson, mediante guardias de telefonistas que les impedían la entrada a las oficinas de la empresa.
Curándose en salud, los ingenieros “golpistas”, encabezados por Ricardo Ortiz, Emilio Gándara, Roberto Graves, Federico Bermúdez Paz y Alfonso Calva, asesorados ahora por un abogado “particular”, acudieron esa misma noche a los principales periódicos de la ciudad para denunciar que el Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Empresa de Teléfonos Ericsson, pretendía aplicarles la clausula de exclusión por los acontecimientos de ese día, sin embargo anunciaron que ya habían presentado una denuncia ante la Procuraduría de Justicias del Distrito Federal contra Ignacio Garnica, señalando que “dicho líder, desde hace diez años es electo por maniobras, en la secretaría general, falta de rendición de cuentas referentes a las cuotas sindicales que suman más de seis mil pesos mensuales, falta de comprobación de cincuenta mil pesos que fueron entregados por la empresa al sindicato para la construcción de casas obreras y otras acusaciones de carácter sindical”.10
Apenas a dos días de haber sido presentada la denuncia en contra de Garnica, el Procurador de Justicia, licenciado Coutiño, brindo todo su apoyo a los ingenieros “golpistas” a cambio de que sostuvieran su ”demanda con valentía y decisión”, lo que facilito la aprehensión de Garnica, dejándolo indefenso ante la empresa, las autoridades laborales y judiciales del país, obligando al sindicato a nombrar un nuevo Comité Ejecutivo y a un nuevo secretario general.
Ignacio Cervantes consideraba que muchos de esos recursos eran desviados para comprar “caballos y otras aplicaciones semejantes”, pues –pues según él-Garnica era propietario de un edificio de departamentos que valía más de 500 000 pesos, de un establo de varios caballos finos, un guardarropa principesco y sostenía un selecto grupo de señoras de su amistad íntima. Además, de que como integrante del Departamento de Conmutadores percibía un salario no mayor de 1000 pesos y poseer un automóvil Cadillac de lujo (en entrevistas con viejos trabajadores de la Ericsson, señalan que Garnica no sabía manejar y que la compra del Cadillac fue por acuerdo de una asamblea, ya que los telefonistas consideraron que si el gerente general de la empresa llegaba en un automóvil de este tipo, también el secretario general del sindicato debería hacerlo).11
En respuesta a las agresiones de la empresa, los telefonistas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Ericsson, ahora con un nuevo Comité Ejecutivo General, encabezado por Pedro Moreno como Secretario General, explico en un extenso desplegado a la opinión pública y a los usuarios del servicio, las verdaderas causas del conflicto ya que “Desde hace varios años esta Organización ha venido pugnado porque los servicios telefónicos se suministren con la eficiencia a que todo suscriptor tiene derecho, pues nuestro criterio ha sido siempre el que su función como gremio no debe concretarse solamente a la defensa de los intereses de los elementos que lo forman y pugnar por su constante mejoramiento, sino que es también su responsabilidad procurar que estos mismos elementos llenen con su esfuerzo una de las finalidades que tiene encomendadas; servir eficientemente al público”.12
Pero para lograr esto, la empresa necesitaba abandonar “su voraz deseo de aumentar sus ingresos”, ya que no aceptaba las propuestas del sindicato de que para que el servicio fuera mejorado, se requería que se aumentara el personal, se compraran materiales y herramientas para el mantenimiento de sus equipos y aumentara sus plantas, pues la empresa alegaba de que cumplir con estas demandas le provocarían fuertes erogaciones, además de descuidar el bienestar de sus trabajadores.
Otro de los problemas que tenían que enfrentar los telefonistas eran que la Ericsson “constante y sistemáticamente se ha venido negando a cumplir con los compromisos contraídos por medio de nuestro Contrato Colectivo y satisfacer multitud de quejas relacionadas con él”, este problema se hacía más agudo en las Secciones Foráneas que por lo alejado y aisladas del Comité Ejecutivo “se les extorsiona con más intensidad”.
En respuesta a las demandas de los telefonistas la Ericsson “ingenuamente se puso en contacto con un grupo de ingenieros de su confianza para que en primer término hicieran desaparecer a nuestro compañero Ignacio Garnica, quien debido a su constancia, a su entereza y muy principalmente a su honradez, se perfilaba como el principal enemigo de la Empresa.
Este hecho que apuntamos quedo demostrado en actos del grupo a que nos referimos, pues el día primero de los corrientes, contando con la complicidad de la Empresa y a pretexto de exigir su renuncia al trabajo –fundados no sabemos en qué preceptos o derechos- se pretendió asesinarlo cuando obtuvieran del propio compañero Garnica la rotunda negativa a satisfacer sus exigencias por todos conceptos violatorios a sus derechos que solo a él toca ejercitar”.13
Los telefonistas se lamentaron de que los medios de información apoyaran a la empresa lanzando burdos ataques en contra de Ignacio Garnica “que ha sido HONRADO sobre todas las cosas; pues por el concepto que nos atañe a la inmensa mayoría de los elementos que pertenecemos al glorioso Sindicato Nacional, todos sabemos que los actos y la vida entera de nuestro compañero Garnica se desenvuelve a la luz del día y la convicción de todos, afortunadamente”.14
Para demostrar que la empresa estaba atrás del atentado en contra de Ignacio Garnica y, contradiciendo la versión de Cervantes, el sindicato señalo que éste se había llevado a cabo en el departamento de personal de la propia Empresa, en el momento que él se encontraba solo “lo que induce a suponer que los representantes de la Empresa anunciaron a sus cómplices el momento oportuno para proceder”.
Frustrado el intento de destituir a Garnica, la Ericsson se dio a la tarea de desvirtuar el hecho, con la intención de provocar la división dentro del sindicato y posicionarse de él, para de esa forma tomar el control de la organización y servirse ella.
En cuanto a los ingenieros “golpistas”, el sindicato los llamo “traidores a su propia clase, a ellos que por circunstancias especiales de la vida les ha sido posible allegarse un titulo y cultivar su inteligencia para usarla ahora pretendiendo agravar sufrimientos de los humildes que jamás han sentido en sus puestos privilegiados [a ellos], sólo les manifestamos nuestro desprecio. Ningún peligro significan para el engrandecimiento de nuestra Organización, aunque ahora sí ya saben nuestros compañeros en donde ha estado siempre el enemigo”.
El extenso desplegado termino advirtiendo a las autoridades del trabajo y a la empresa, que la emplazarían a huelga para el 15 de noviembre por violaciones al Contrato Colectivo de Trabajo.
La respuesta de la empresa no se hizo esperar, también en un extenso desplegado publicado en los principales diarios de la ciudad de México, señalo que las acusaciones del sindicato eran totalmente injustificadas, ya que preocupada por sus obreros, siempre “ha otorgado a sus trabajadores todas aquellas concesiones que han sido posibles y razonables”, pues a pesar de que en un periodo de ocho años había padecido una serie de paros y huelgas, su colaboración con las autoridades del trabajo, sabían de la cooperación de la empresa para solucionarlos.
El problema comenzó cuando por “diversas dificultades con el señor Ignacio Garnica diecisiete trabajadores de la Empresa fueron objeto de la clausula de exclusión, provocando con este motivo paros parciales en el servicio, olvidándose la empresa en señalar que este era un asunto eminentemente sindical en el cual ella no debía inmiscuirse.
Además, otras de las causas del mal servicio que proporcionaba la Ericsson eran los conflictos intergremiales provocados en las Secciones de Torreón, que habían desconocido a Garnica en la dirección del sindicato y, en donde los trabajadores habían realizado una serie de paros y, una huelga por más de 30 días, en Saltillo –decía la empresa- los trabajadores también habían desconocido al Sindicato Nacional, para afiliase a otro controlado por la CTM, lo que provoco la realización de algunos paros y la afectación del servicio internacional y, en Chihuahua la división entre dos grupos opositores, “uno afecto al Sindicato que presidia el mencionado Señor, y otro inconforme con la actuación del mismo”, había provocado diversos paros, que se había extendido en diversas partes del país.
En cuanto al conflicto suscitado en las instalaciones de la telefónica sueca, explico que por el simple hecho de que 17 trabajadores habían solicitado a la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal investigara una serie de acusaciones en contra de Garnica y, sin mencionar el atentado que había sufrido éste, el sindicato les había aplicado la clausula de exclusión y, por lo tanto se exigía su separación del trabajo, afectando no solo a la empresa sino también a los usuarios del servicio, ya que en su mayoría los expulsados “eran técnicos especializados”,15 por lo que su ausencia causaría graves trastornos al servicio.
En relación con el emplazamiento a huelga, las causas de ésta eran por violaciones al Contrato Colectivo de Trabajo, pago del tiempo extra calculado en forma distinta a lo que había resultado del Contrato Colectivo, en este caso decía el Artículo 8º que “… Cuando por necesidades de la Empresa, se trabajaran cuarenta y hasta cuarenta y ocho horas semanarias en la jornada diurna, con pago sencillo las que excedan de cuarenta y con pago doble las que excedan de cuarenta y ocho horas por semana: de treinta y siete y media horas a cuarenta y cinco horas en la jornada mixta con pago sencillo, y de cuarenta y cinco horas en adelante con pago doble; y para la jornada nocturna, de treinta y cinco horas semanarias hasta cuarenta y dos con pago sencillo y de cuarenta y dos en adelante con pago doble”,16 y modalidades especiales en el servicio médico.
Pero la Ericsson, señalaba que las acusaciones que hacía el sindicato eran falsas, ya que la verdadera intención de la empresa era mejorar el servicio, pero la indisciplina de los trabajadores y el incumplimiento por parte del sindicato de los diversos contratos y convenios que habían celebrado, se lo impedían “no obstante que la empresa a venido aumentando el personal considerablemente, nos atribuyen negativa a comprar material, no obstante que este existe en cantidad suficiente para el buen servicio; aluden al personal técnico extranjero, no obstante que al Departamento del trabajo consta que nuestro personal técnico extranjero es en mucho inferior al permitido por la ley; invocan al propio personal extranjero y expulsan del trabajo a los técnicos mexicanos y carecen de personal suficiente para cubrir vacantes demorando indefinidamente proporcionar sustitutos.
Respecto al señalamiento de que la empresa realizaba acciones divisionistas dentro del sindicato la Ericsson respondió que “…ésta siempre se ha abstenido de mezclarse en sus cuestiones intergremiales, cuyos daños no han estado en posibilidad de evitar. En definitiva manifiestan que sus deseos consisten en que se tomen las medidas necesarias para mejorar el servicio telefónico y si tal es la finalidad, solicitamos de dicha agrupación sindicalizada haga que se desempeñen las labores del personal mediante el cumplimiento eficaz de los contratos y convenios celebrados, y ejecutando sus labores con el más alto concepto de responsabilidad, a fin de que Empresa y Trabajadores, garanticen la mejoría en el servicio”.17
Ya sin Ignacio Garnica en la dirección del sindicato, las autoridades laborales convocaron tanto a la empresa como al sindicato para que iniciaran las negociaciones y resolvieran el conflicto, por lo que el 13 de noviembre la huelga anunciada por el sindicato fue conjurada, cuando las partes llegaron al acuerdo en la forma en cómo debería pagarse el tiempo extra y la administración de los servicios médicos y las medicinas para los telefonistas. En cuanto a las violaciones al Contrato Colectivo de Trabajo, se estableció un plazo que terminaría el 31 de enero de 1940 para que fueran resueltas.
Al mismo tiempo que se resolvía el conflicto en la Ericsson, los telefonistas de la Telefónica Mexicana se declararon en huelga el 15 de noviembre, pero la huelga duro solamente una hora, obteniendo los telefonistas importantes conquistas.18
Sin embargo, a pesar de haber concluido el conflicto en la telefónica sueca, la demanda interpuesta por “Cervantes y socios” continuo, por lo que Julio Ramírez, Secretario General de la Confederación General de Trabajadores se negó a apoyar a Garnica, a pesar de las exigencias del sindicato.
“La presión de la empresa Ericsson y de la Procuraduría de Justicia surtieron efecto”, cuando el jefe del Departamento del Trabajo, Lic. Agustín Arroyo Ch. solicito a los ingenieros destituidos y a los representantes sindicales para que discutieran las condiciones para poner definitivamente fin al conflicto telefónico, que afectaba a los usuarios del servicio.
En las negociaciones, los “ingenieros Cervantes y socios. [pusieron] como condición para retirar la demanda legal, que Garnica renunciara al trabajo de la Empresa separándose por lo tanto del Sindicato, y la comisión del Sindicato aceptaba tal condición si se separaban de la Compañía a los ingenieros que pistola en mano amenazaron a Garnica para exigirle su renuncia, o sean , Lozada, Salvador Vélez, Manuel y Alfonso Calva y Mendiola”19
Los representantes de la Ericsson que no había sido invitada a las negociaciones y que presumían de no intervenir en los asuntos sindicales, exigieron la reinstalación inmediata de los ingenieros expulsados.
Después de agrias discusiones, el jefe del Departamento del Trabajo propuso que, para terminar con el conflicto, se retirara la demanda para que Garnica fuera liberado de la cárcel, al mismo tiempo que renunciara a su empleo; que los cuatro ingenieros expulsados, participantes en el atentado contra Garnica, fueran separados de su trabajo y que los restantes, es decir que “Cervantes y socios” regresaran a sus puestos como empleados de confianza, desligándose del sindicato, restituyéndoles su autoridad de jefes.
Aceptadas las propuestas del Lic. Agustín Arroyo y firmado el acuerdo, de inmediato se ordeno la liberación de Garnica, en las mismas oficinas del Departamento del Trabajo quién, con el beneplácito de la empresa, recibió en efectivo su liquidación, mientras los ingenieros expulsados recuperaron sus empleos de confianza al terminar con “la dictadura sindical de los telefonistas; recuperando su pérdida de libertad de acción y pensamiento, así acabo también la era de terror y vejaciones de estos trabajadores. Todo esto fue logrado por la decidida actitud del pequeño grupo de 14 individuos”.20
Pero a los pocos días de haberse firmados los acuerdos para resolver el conflicto, la poderosa telefónica sueca, mostro una vez su desprecio hacia los trabajadores mexicanos, pues está violando el acuerdo del 13 de noviembre, se negó a continuar con las negociaciones, para resolver 21 violaciones al contrato Colectivo de trabajo y varios puntos más que habían quedado pendientes.
“En consecuencia, el 29 de diciembre de 1939, el sindicato de la Ericsson emplazo a huelga en demanda del cumplimiento del contrato colectivo de trabajo que había sido violado en numerosas clausulas, así como la discusión y aprobación de ciento siete puntos pendientes. Fue una negociación tensa y complicada. El 7 de enero de 1940 las pláticas entre el sindicato y la empresa se rompieron, los representantes sindicales mencionaron que no hubo ni un momento de cordialidad durante ellas. La empresa, lejos de buscar una fórmula que allanara el camino, se dedico a hacer labor divisionista con elementos a sueldo que se distribuyeron en todo el país. El sindicato ratifico que el emplazamiento a huelga se debía también para defender la integridad del mismo”.21
En un desplegado dirigido a la opinión pública y publicado en el periódico Excélsior, el sindicato a través de su Comité General explico que “los motivos que nos han colocado en la situación de tener que llegar a un movimiento de huelga, pues no sería justo que se tratara de hacer una desorientación, apartando, aún a las propias autoridades del país, de los verdaderos motivos que han originado nuestras dificultades con la Empresa de Teléfonos Ericsson.
Ya hemos expresado en otras ocasiones que la tendencia de la Empresa ha sido siempre la de sembrar en nuestras filas una división que determinara aprovecharse ella del manejo fácil de los agremiados. Para ese objeto se ha venido valiendo de elementos de “confianza”, quienes en distintas formas y desarrollando intrigas, han pretendido engañar a los trabajadores de que sus representantes no cumplen fielmente con su cometido, pues que sus conflictos particulares no se resuelven satisfactoriamente. Para justificar estos hechos, la Empresa sistemáticamente ha insistido en cometer violaciones a nuestro contrato colectivo; de manera que ella misma, al negarse a resolver los innumerables casos que hemos presentado de éstas mismas violaciones, es como contribuye a la labor de los elementos de “confianza”.
[…] de aquí puede fácilmente dedicarse porque lo conocemos a fondo, y ya lo hemos dicho hasta la saciedad, que su interés de destruir nuestra organización no es otro que quitarse de enfrente un testigo de la pésima administración que reina dentro de la Empresa.
Creemos que la eficiencia en el suministro del servicio telefónico sería otro, si la Empresa, en lugar de dedicarse a esta labor que nada construye, se dedica a cumplir fielmente con sus compromisos con nosotros y prestar verdadera atención a sus problemas administrativos y técnicos.
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Empresa de Teléfonos Ericsson, S.A. multitud de veces ha hecho sugestiones encaminadas a corregir muchas deficiencias en el servicio en toda la República, así como para atender debidamente al público, principalmente por lo que se refiere a las quejas constantes que presentan con el objeto de corregir las innumerables fallas que existen en el servicio. Tal vez estas circunstancias son las que han molestado al Sr. Gerente sin duda porque él quiere recabar íntegramente el dinero de los suscriptores y enviarlo también íntegramente a Estocolmo, aún cuando esto significara una verdadera explotación al pueblo de México, que le ha brindado su hospitalidad y a la Empresa un permiso para la explotación de su negocio”.22
Pero la huelga que estaba programada para estallar el 8 de enero a las 9 horas, no se llevo a cabo debido a la intervención del jefe del Departamento del Trabajo Lic. Agustín Arroyo y del Secretario General de la CGT, quienes solicitaron al sindicato una prorroga de 3 días, para que se discutieran en forma más profunda las demandas de los telefonistas.23
Sin embargo, después de largas e intensas negociaciones, la empresa y el sindicato rompieron las pláticas al no ponerse de acuerdo en la discusión de 21 violaciones al contrato colectivo de trabajo y la separación de siete empleados de “confianza”, que realizaban labores de división en varias secciones del sindicato.
La huelga estallo el 12 de enero de 1940, de inmediato, los funcionarios de la telefónica sueca solicitaron a las autoridades del Trabajo que la huelga fuera declarada ilegal, ya que ahora sí, apegándose a las leyes del país, el representante jurídico de la empresa Ortega Vélez, alegando que el sindicato no había presentado por escrito sus peticiones y que los motivos de la huelga no correspondía a lo establecido en la Ley Federal del Trabajo, amenazo con contratar a nuevo personal, si la huelga no era levantada, dejando en manos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje número 5, la solución del conflicto.
Dos días después, se da la puntilla al sindicato de Trabajadores de la Ericsson, cuando la Junta Federal declara que no existía ninguna razón para declarar legal la huelga de los telefonistas, a quienes dio un plazo de 24 horas para regresar al trabajo, o de lo contrario pudrían ser despedidos.23
Así, concluye este largo conflicto, en donde con la complicidad de las autoridades judiciales y laborales del país, la poderosa telefónica sueca busco la división del sindicato para beneficiarse de ella, pero a pesar de la derrota en la huelga de 1940, los telefonistas se agruparon alrededor de su organización, comenzando una larga etapa de reorganización a través de la modificación de sus estatutos, en espera de la revisión del contrato colectivo en 1941.
Notas.
1.- Cervantes B. Ignacio.
Historia sumaria de la telefonía en México.
S/pi, México 1963.
2.- Contrato Colectivo de la Empresa de Teléfonos Ericsson de 1939.
3.- Cárdenas de la Peña, Enrique.
Historia de Teléfonos de México.
En: Voces de Teléfonos de México, año 26, núm. 303, marzo de 1983.
4.- Cervantes, op. Cit. P. 150.
5.- Ibid. p. 157.
6.- García Méndez, José.
Historia de la capacitación en teléfonos de México.
En: Apuntes para la historia del STRM.
Telmendez. Com.
7.- Cervantes, op. Cit. P. 159.
8.- Contrato Colectivo de Trabajo, op. Cit.
9.- Cervantes, op. Cit. P. 159 y ss.
10.- El Universal, 7 de noviembre de 1939.
11.- Cervantes, op. cit., p. 149.
12.- El Universal, 7 de noviembre de 1939.
13.- ibid.
14.- ibid.
15.- Contrato Colectivo de 1939.
16.- El Universal, 8 de noviembre de 1939.
17.- García Méndez, José.
¡Huelga Relámpago!
En: Apuntes para la historia del STRM.
Telmendez. com.
18.- Cervantes, op. Cit. P. 162 y ss.
19.- Ibid. p. 167.
20.- Méndez Castro, Benito.
Historia de los sindicatos de telefonistas en la ciudad de México durante el cardenismo 1934-1940.
Tesis, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 2012. P. 197.
21.- Ibid. p. 197 y ss.
22.- El Universal, 8 de enero de 1939.
23.- ibid, 15 de enero de 1939.