Conflicto en la Ericsson (1930)

A pocos meses de haber firmado el Contrato Colectivo de Trabajo (octubre de 1929) con la Empresa de Teléfonos Ericsson, los telefonistas amenazaron con declararse en huelga, señalando que a pesar de haber agotado todas las instancias legales que estaban a su alcance, la Ericsson continuaba violando el Contrato, operación que colocaba a los telefonistas, según dijeron, en una situación difícil.
Pero la advertencia de la huelga creó gran confusión, entre los usuarios, la empresa y los trabajadores, ya que El Universal, informó que la huelga estallaría el 30 de mayo a las 17 horas, lo que provocó que la Ericsson, en un intento por evitar que la huelga no se llevara a cabo, decidiera suspender las labores poco antes de la hora señalada.
El gerente general de la Empresa Hugo Lindqvits ordenó colocar avisos en las entradas de sus instalaciones para informar a los usuarios del servicio y a los telefonistas que “El Sindicato de Obreros y Empleados de la Empresa Ericsson, anunció llevar a cabo una huelga… a las 17 horas. En consecuencia se suspenderán las labores de todo el personal hasta que la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje resuelva el conflicto”.

Pero este mensaje se colocó cuando los telefonistas todavía estaban trabajando, por lo que se les ordenó que abandonaran el edificio, al mismo tiempo que la gerencia colocaba otra circular como “Aviso al personal de la Empresa. Se hace saber que deben presentarse todos los días a las 9 y 15 horas para conocer los boletines de la empresa que se fijarán en un lugar visible de sus oficinas. Durante el periodo de huelga, se llevará a cabo lo anterior, a fin de que cumplimenten las instrucciones que se fijarán”.
De inmediato, la dirección del sindicato representado por Ignacio Garnica, explicó que la Ericsson se había adelantado a los acontecimientos, ya que el sindicato había entregado un pliego de peticiones el 26 de abril, por lo que después de dar aviso a la empresa de los 10 días establecidos por la ley, los telefonistas habían acordado estallar la huelga el 31 de mayo a las 9 horas.
El “paro” promovido por la Ericsson, causó confusión entre los usuarios, que desconociendo la maniobra de la Empresa, se presentaron a reclamar la falta del servicio, pues tampoco se encontraban, ni las banderas rojinegras, ni las guardias que anunciaran la huelga.
En las instalaciones del Sindicato, ubicado en la Calle de Dolores número 8 (arriba del Teatro Ideal), los telefonistas instalados en Asamblea Extraordinaria, en donde se encontraban gran número de “señoritas operadoras”, discutieron sobre la suspensión del servicio telefónico, señalando que la huelga no era una medida de violencia promovida por el sindicato, sino que el “paro” causado por la Ericsson era una treta que perjudicaba principalmente a los usuarios del servicio, ya que a pesar de no tenerlo, tenían que pagarlo.
En la Asamblea los telefonistas expusieron que en caso que la huelga se llevara a cabo, ésta estaba justificada, pues la Ericsson a pesar de haber firmado el Contrato Colectivo, continuaba abierta y claramente violándolo, ya que como consecuencia de su amplio programa de expansión, imponía cargas de trabajo extras a los telefonistas, pagaba el mismo salario por el trabajo diurno que por el nocturno, se negaba también a aumentar los salarios de las operadoras que tenían 15 ó 20 años de servicio, pues solo ganaban al día tres pesos con cincuenta centavos, mientras que las que trabajaban en las sucursales (centrales) solo recibían un peso con cincuenta centavos por jornada, teniendo el mismo salario, aún cuando trabajaran de “velada”, que comenzaba a las 9 de la noche y terminaba a las 7 de la mañana. Los telefonistas también solicitaron una nivelación de salarios en todos los departamentos y, sobre todo, un mes de salario por año trabajado como indemnización, independientemente de las prestaciones señaladas en el Contrato y en la Ley, ante el peligro de ser despedidos por la implantación del sistema automático, toda vez que la Ericsson tenía anunciado que se había terminado la construcción de once edificios en el Distrito Federal y el interior del país, para continuar con la automatización de su red telefónica.
La Ericsson se negó a aceptar las peticiones de sus trabajadores, por lo que el sindicato, al no ver satisfechas sus demandas, acordó el 20 de mayo, otorgar el plazo de 10 días señalado por la ley para que la empresa contestara el pliego, notificando también a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, con el propósito de que en el caso de que la huelga estallara, ésta declarara legal el movimiento de los telefonistas.
En medio de la confusión, Ignacio Garnica, secretario general del sindicato manifestó que “la empresa paró los relojes, y poco después, las directoras notificaron a las que comunican a los abonados que por falta de corriente se suspendía el servicio de teléfonos”. En efecto, pocos minutos después de la 5, el Jefe del Departamento Central de la Ericsson Gunnar Beckman, ordenó a las operadoras que comunicaran a los abonados, que en virtud de haber terminado el plazo fijado a la empresa para contestar el pliego de peticiones, se suspendía el servicio telefónico.
En la Asamblea, los telefonistas anunciaron que el comité de huelga había quedado constituido por Flavio Ibáñez, Dolores García, Arturo Rojo, Jesús Don Juan y Pedro Hernández, por lo que de inmediato Ignacio Garnica se dirigió a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje para dar cuenta de la determinación de la Empresa, puesto que el sindicato había dado aviso a la Ericsson de que la huelga sería declarada hasta las nueve de la mañana del 31 de mayo, en caso de que la empresa continuara negándose en responder a las demandas de los telefonistas.
El aviso lo recibió el Jefe de Personal de la Ericsson, que contenía el siguiente texto: “al Sr. Oscar Santos, Jefe de Personal de la Empresa de Teléfonos Ericsson S. A. –Presente- Notificamos a Usted que, en uso de los derechos que nos asisten y para estar de acuerdo con las disposiciones relativas del artículo 123 constitucional, el plazo dado a la empresa para ir a la huelga lo declaramos fenecido el día 31 de mayo de 1930.- México D. F. 3 de mayo de 1930.- Secretario General Ignacio Garnica-“. Aviso que el Sr. Santos firmó de recibido.
Los usuarios del servicio entraron al conflicto cuando opinaron que la Ericsson no debería de cobrar los días que durara la interrupción del servicio, y si lo hiciera, los abonados se negarían a pagar, toda vez que consideraban injusto hacerlo, por un prestación que no recibían, además, de que el público no tenía responsabilidad en el conflicto.
A éstos se sumó El Universal, que también había sido afectado por el paro, por lo que en forma dura y sarcástica criticó el mal servicio telefónico que se proporcionaba en la ciudad señalando:
“Ha sido resultado de la experiencia adquirida en el uso del servicio metropolitano, la definición del teléfono que reza; ´aparato destinado a probar la paciencia´. Porque nadie ignora, en éste genero de comunicaciones que hemos perdido en calidad, lo que hemos ganado en cantidad.
Antes de que las empresas telefónicas se dedicaran a extender sus redes por el mundo, el servicio que proporcionaban era deficiente; las señoritas telefonistas se tardaban eternidades en contestar, confundían los números, o se hacían francamente sordas, pero todo ello con discreción.
Ahora que podemos comunicarnos por teléfono con las Antípodas, y que tenemos aparatos automáticos, las cosas han empeorado científicamente. Los perfeccionados mecanismos se equivocan con mayor precisión, confunden los números de manera irreprochable y se niegan a contestar con la exactitud que ningún ser humano podrá alcanzar jamás.
Sabemos todo esto, y aún nos sentimos un poco orgullosos de poseer los teléfonos más malos del mundo –vanagloria sin duda imitada de los norteamericanos- ; pero no concebíamos siquiera la posibilidad de que hubiera modo de empeorarlos.
Bastó, sin embargo, un simple aguacero, una lluvia con la que el cielo quiso en un instante compensarnos la prolongada falta de aguas, para que las empresas telefónicas metropolitanas tomaran como por los cabellos la ocasión de demostrar al público que todavía son capaces de hacer pésimo un servicio que en su estado actual es ya considerablemente malo.
En efecto; la lluvia del sábado puso fuera de uso gran parte de la red telefónica. Por muchas horas este periódico estuvo incomunicado, pues todos sus teléfonos dejaron de funcionar. El servicio, tan malo, tan deficiente, tan inseguro en seco, se paralizó por completo en mojado. Había quedado suficientemente probado que el teléfono es inútil en caso de incendio (se refiere al incendio suscitado en un restaurante y que no pudo ser atendido con prontitud por los bomberos, a causa del mal estado de las líneas telefónicas); era preciso por lo tanto, que también lo es en caso de inundación, y en cuanto se presentó la primera oportunidad, las compañías interesadas se apresuraron a hacerlo.
Falta ver si éste sistema de mejoramiento de lo malo está de acuerdo con las concesiones otorgadas a las compañías, y si el gobierno puede indefinidamente permitir que se le emplee”.
Para ahondar más en la confusión, la Ericsson informaba tener buenas relaciones con sus trabajadores, resolviendo todos los conflictos que el sindicato le había planteado, sin embargo, a fines de 1929 y después de haber firmado el Contrato Colectivo, “las señoritas operadoras” –decía la Ericsson- resolvieron constituir el Sindicato de Operadoras, en virtud que sus asuntos no eran bien comprendidos y defendidos por los obreros y con el fin de que sus representantes trataran con la Empresa sus conflictos, separándose del Sindicato de Obreros y Empleados a que pertenecían, adherido a la Confederación General de Trabajadores (CGT)”.
La empresa telefónica argumentaba que tanto la Confederación como los representantes del Sindicato de Obreros y Empleados, habían reconocido oficialmente el 3 de diciembre de 1929 al Sindicato de Operadoras, por lo que éste dio a conocer a la empresa su Comité, para tratar con él todos sus asuntos, por lo que existiendo el conocimiento expreso de los dos Sindicatos, la Ericsson había continuado resolviendo los problemas que los dos Comités le presentaban, “sobre la base de la más completa equidad y buena fe”, razón por la cual no había existido la necesidad de que sus demandas llegaran al arbitraje de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
Sin embargo, los representantes del Sindicato de Obreros y Empleados, manifestaron que no estaban de acuerdo en que esta situación continuara, por lo que solicitaron a la Ericsson desconociera totalmente al Sindicato de Operadoras, advirtiendo al mismo tiempo que de no ser aceptadas sus demandas llevarían a cabo la huelga.
Cuando la Junta de Conciliación tuvo conocimiento de las demandas planteadas por el sindicato, en un intento por resolver el conflicto de manera conciliatoria, reunió a las partes con ese fin, en esa reunión el sindicato estuvo de acuerdo en retirar sus peticiones con excepción de las relativas a la nivelación salarial y la reglamentación de las vacaciones que disfrutaban los trabajadores de la empresa, acordando también en dejar en manos de la Junta la resolución sobre el desconocimiento del Sindicato de Operadoras.
La Ericsson informó que había estado de acuerdo en aceptar la nivelación salarial y la reglamentación de las vacaciones, siempre y cuando éstas no afectaran el servicio. Pero cuando el Comité del sindicato expuso ante la asamblea su aceptación, los telefonistas decidieron declararse en huelga, a pesar de que el Presidente de la Junta les había solicitado que desistieran de ella y esperar que el conflicto fuera resuelto por la propia Junta para “evitar las consecuencias de la huelga en beneficio del público que necesita de la comunicación telefónica”.
La Ericsson en un intento por justificar su actitud, señaló que como el Sindicato de Operadoras y un gran número de telefonistas estaban de acuerdo en continuar trabajando, resolvió suspender las labores de todo su personal, a las cinco de la tarde del día 30 ( la suspensión de las labores por parte de la Ericsson fue a las 16.02), cuando según ella, había terminado el plazo establecido por la ley para el estallamiento de la huelga, “con el fin de evitar todo genero de dificultades entre el personal y para que no pudiera suponerse que la Empresa llevaba a cabo maniobras tendientes a estorbar la huelga o a sustituir a los huelguistas”.
Este raro conflicto dio inicio a una guerra de declaraciones en donde cada uno de los protagonistas trataba de justificar sus acciones; por un lado, Ignacio Garnica, secretario general del sindicato, señalaba que era la Ericsson la que empeñaba en considerar un estado de huelga, al grado que había solicitado a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje realizara un recuento entre los telefonistas para conocer si éstos estaban de acuerdo con la huelga, por lo que para demostrar lo contrario, los telefonistas regresaron a sus puestos de trabajo el 31 de mayo, dando aviso a la empresa de que le habían otorgado un nuevo plazo de diez días, para que diera respuesta a sus demandas, reanudándose el servicio entre las 10 y 11 horas.
Por otro lado, el gerente de la Ericsson Hugo Lindqvist informó que había dado la orden de suspender el servicio, con el propósito de evitar que “con motivo de la declaración de la huelga… se produjeran desmanes y dificultades entre el sindicato de empleados y el sindicato de operadoras, actualmente en pugna”. Según la Ericsson, estos dos sindicatos se habían dividido entre adversarios y partidarios de la huelga, a quienes los líderes sindicales “habían tratado de arrojar a una huelga injustificada”.
Los telefonistas advirtieron entonces que, los diez días otorgados a la Ericsson para resolver sus peticiones, podrían se aprovechados por ésta, “para dividir a los trabajadores, debilitarlos, desanimarlos y sacar todas las ventajas en provecho de la división y el desaliento”.
En efecto, a solicitud de la Ericsson, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, realizó el recuento entre los telefonistas para conocer la cantidad de trabajadores que estaban a favor de la huelga, en representación de la Junta estuvieron el Lic. Abel G. Sentíes, Secretario de la Junta núm. 5; Fidel Velázquez, Presidente; Ing. Antonio Arceo, representante del Capital, Julio Batres, representante del Trabajo y el Lic. Ramón de la Barrera, representante de la Ericsson.
El secretario general del sindicato Ignacio Garnica, notificó que el regreso al trabajo por parte de los telefonistas fue porque la Ericsson al reconocer que sus trabajadores no estaban en huelga, solicitó que éstos volvieran a sus labores, mediante dos boletines fijados en las puertas de su edificio, en el primero la Ericsson requirió “A todo el personal de la Empresa, en virtud de que el Sindicato de Empleados y Obreros canceló su aviso de huelga, todo el personal de esta Empresa debe volver inmediatamente a ocuparse de las tareas propias de su empleo, México D.F. 31 de mayo de 1930”.
En el segundo aviso solicito textualmente “A todo el personal de la empresa, comprendiendo Jefes, empleados, obreros y operadoras, se hace saber a ustedes que deberán presentarse sin excusa ni pretexto alguno, en el edificio de la empresa Victoria 53 a las 11 horas del de hoy 31, para cumplimentar un acuerdo de la J. F. de C. y A. que ha de resolver la situación de ustedes”.
Pero el motivo real de esta solicitud, era para que la Junta pudiera hacer el recuento solicitado y demostrar que el sindicato actuaba ilegalmente, ya que la Ericsson tenía preparado un informe donde señalaba que los telefonistas no querían la huelga, por lo que el representante de la empresa adelantándose a los resultados, reveló que “Muy cerca de quinientas personas fueron interrogadas de una en una, por los miembros de la H. Junta de Conciliación, respecto de si están o no conformes con la huelga anunciada y solamente dos manifestaron su conformidad en ese sentido, es decir que aprueban la huelga”.
El sindicato declaró entonces que el recuento que se había llevado a cabo “al cien por ciento” no tenía ninguna validez, pues al no estar en huelga los trabajadores, no podía esperarse resultado alguno.
Para demostrar la falsedad de las declaraciones del representante empresarial, los telefonistas manifestaron una vez más ante la Junta, que ratificaban todas y cada una de sus peticiones, por lo que otorgaron un nuevo plazo de diez días, que terminaba hasta el 10 de junio a las 9 horas, para ver resueltas sus demandas, que seguían siendo las mismas, es decir nivelación de salarios para una misma categoría, porque a pesar de que existían varias en un mismo departamento, el trabajo que se desempeñaba era el mismo; aumento general del 30% en los salarios, pues consideraban que los suyos, eran los más bajos que se pagaban en ese momento, por las mismas labores; cuando un telefonista fuera despedido, la empresa la indemnizaría con los tres mese de sueldo que señalaba la Constitución, más un mes de salario por cada año que el trabajador hubiera estado al servicio de la Ericsson. Pero el representante de la Empresa solo estuvo de acuerdo en la nivelación de salario igual a trabajo igual.
Después de nueve días de intensas negociaciones, este extraño conflicto llegó a su fin, sin que se dieran a conocer los resultados de las demandas de los telefonistas. Solo se informó que los trabajadores y la Ericsson estuvieron de acuerdo en desistirse de las demandas que habían presentado por considerar “que habían tenido un arreglo que permitirá continuar con las labores de una manera armónica”.
Se informó también que las diferencias que habían causado el conflicto serían resueltas por la Empresa y el Sindicato, con la finalidad de no causar perjuicios a los usuarios del servicio telefónico, ya que los telefonistas declararon que sus relaciones con la Ericsson se habían normalizado “sobre la base de un justo entendimiento”, por lo que si de nuevo surgieran dificultades, éstas serían resueltas de común acuerdo, “como se había venido haciendo antes de la notificación de la huelga”. La Ericsson también estuvo de acuerdo en hacer uso de su mejor voluntad para llegar a cualquier arreglo.