INTRODUCCION:
El primero de agosto de 1950, los Sindicatos de las dos empresas telefónicas más importantes del país, es decir, el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México (antigua Ericsson) y el Sindicato Nacional de Telefonistas perteneciente a la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, se unificaron para dar paso al Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, hecho que permitió al Presidente de la República señalar que; “era el acontecimiento más importante para el movimiento obrero” de México.
En efecto, a partir de 1943 los dos sindicatos de telefonistas iniciaron las gestiones para unificar al gremio, ante la ya inminente desaparición de la Telefónica Mexicana y la consolidación de una sola empresa que continuara explotando el servicio telefónico en nuestro país, además de las pésimas condiciones de trabajo que las dos empresas telefónicas imponían a sus trabajadores, provocó que los telefonistas se vieran obligados a buscar la unificación del gremio para poder hacer frente a la nueva empresa telefónica.
Sin embargo, los esfuerzos para formar un nuevo “Sindicato de la Industria Telefónica” no serían fáciles, toda vez que encontrarían serios obstáculos para llevarse a cabo, debido en gran medida, a los diferentes intereses y compromisos que prevalecían dentro de los dos Sindicatos.
Siete años tardarían los telefonistas para unificarse y formar un solo sindicato, no sín antes luchar contra las empresas telefónicas para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, por lo que tuvieron que hacer uso en varias ocasiones de la acción directa, hechos que les permitió al mismo tiempo, poner en práctica su solidaridad para ir fortaleciendo los lazos de unidad que los llevaría más tarde, a pesar de las díficultades, a unirse en una sola organización sindical, es decir, el Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana.
Como consecuencia de las pésimas condiciones de trabajo que les imponían las empresas telefónicas a sus trabajadores, los telefonistas de la Empresa de Teléfonos Ericsson después de concluir la revisión de su contrato colectivo de trabajo en febrero de 1943, convocaron a su IX Convención, en el local del Sindicato Nacional de Telefonistas, con la intención de informar a todo el gremio de los avances alcanzados en la revisión contractual y advertir que estaban pendientes de la situación que prevalecía en las dos empresas telefónicas que explotaban el servicio en México, sobre todo porque a partir de 1940, se habían reiniciado las negociaciones entre los representantes de la International Telephone and Telegraph y la LM Ericsson para que las dos empresas se fusionaran en una sola.
Entre los acuerdos que tomaron los telefonistas de la Ericsson, fue la de unificar a todo el gremio agrupándolo en un sindicato único, es decir, formar el “Sindicato Industrial de Telefonistas”, propuesta que fue bien recibida por los telefonistas de la Mexicana, ya que éstos consideraron que sólo a través de la unidad podrían mejorar sus salarios y sus condiciones de trabajo.
Para justificar su apoyo a la propuesta de los telefonistas de la Ericsson, los de la Mexicana, además manifestaron que solo a través de la unidad, podrían hacer frente a la fusión de las dos empresas telefónicas.
Como ejemplo de las condiciones de trabajo que las empresas telefónicas imponían a sus trabajadores, el Sindicato Nacional de Telefonistas señaló que: “El trabajo del telefonista constituye una especialización que dentro de cualquier rama del trabajo, resulta única, pero no es comparable con ningúna otra en el proceso de su desarrollo, al efecto todos los que formamos este gremio empezamos a servir a las empresas desde muy jóvenes, muchos habemos que al salir de la escuela hemos ingresado con el señuelo de llegar a ser Ingenieros, según el decir de altos jefes que a la implantación del sistema automático se preocuparon por llevar a sus empresas, trabajadores sumamente jóvenes para prepararlos con un sueldo rídiculo de un peso diario. Esos enormes salarios, fueron los que pagaron las empresas durante la instalación del equipo automático.
“El trabajador telefonista -decia el SNT-, se dedica al estudio especializado de la telefonía y va ascendiendo con una lentitud desesperante y su trabajo es retribuido miserablemente por las empresas que tienen ingresos fabúlosos, pues las líneas de larga distancia constituyen una línea continua que durante las 24 horas del día llevan caudales de dinero a las arcas de las dos empresas.
“Todas estas arterias, convergen centralizadas a la capital de la República y de aquí parten hacia Wall Street, a manos de los accionistas desconocidos para nosotros que no tienen más misión en la vida que estar disfrutando de las crecidas ganancias que les reporta el negocio y nosotros trabajadores de la industria permanecemos, dejando nuestra energías desde la edad de 16 años, los mejores años de nuestra juventud, lo mejor de nuestra vida a cambio de un mendrugo, cuando todas nuestras energías se han agotado por proporcionar una vida comoda a los accionistas, nos ponen en medio de la calle inservibles, para poder seguir llevando el pan a nuestros hijos y como no hemos visto más que alambres y cables durante toda nuestra vida al quedarnos sin este medio de subsistir, no servimos para nada, absolutamente para nada y estamos condenados a morirnos de hambre justamente con los nuestros.
“He aquí -decian los telefonistas- a grandes rasgos la vida del trabajador telefonista, que al ser separado de una empresa a la que ha dedicado lo mejor de su vida, se ve imposibilitado para trabajar en otra cosa, pues el chofer encuentra acomodo manejando cualquier vehículo, el electricista lo mismo, el trabajador más afín a nosotros encontraría trabajo fácil, fuera de las empresas eléctricas, arreglando aparatos eléctricos, instalaciones, étc., pero nosotros, nosotros no vamos a poder arreglar teléfonos a domicilio ni que nos paguen los suscriptores sus arreglos, a quienes las empresas estan obligadas a proporcionar un servicio eficiente.
“Por todo ésto, resulta que en realidad nuestro trabajo merece mejor retribución por parte de las empresas y esto no lo conseguiremos divididos. Necesitamos agruparnos en un solo frente, en un solo sindicato, que garantice y eleve nuestras conquistas”.
Así, los primeros pasos para unificar al gremio, se dieron cuando con motivo de la revisión del contrato colectivo de trabajo en la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana en 1944, los telefonistas de la Ericsson acordaron en la IX Convención, solidarizarse con los telefonistas de la Mexicana, ya que después de analizar la situación por la que atravezaba el SNT, decidieron apoyar el acuerdo de deeclararle la huelga a la Compañía norteaméricana, por lo que ante la intransigencia mostrada por ésta, “Solicitaron al Presidente de la República y al Secretario de Comunicaciones, justicia para los trabajadores de la Telefónica”.
En respuesta a las muestras de solidaridad, los telefonistas de la Mexicana decidieron también apoyar a los de la Ericsson, con motivo de la revisión del contrato colectivo de trabajo en febrero de 1945, ya que ante la inminencia de la huelga, acordaron el 23 de enero de ese año, respaldar el movimiento, facultando al Comité Ejecutivo General, para que tomara las medidas necesarias para apoyar a los telefonistas de la Ericsson.
Los telefonistas de la Mexicana, señalaron que para alcanzar el triunfo, los telefonistas de la telefónica sueca deberían hacer un llamado a la unidad y apartar de sus filas; “Expulsando de ellas a los traidores y claudicantes”, y a no esperar que la empresa; “Arroje a ellos las migajas que crean dignas de sus asalariados o que premiando a muchos judas que han tenido dentro del seno del Sindicato, consigan la entrega incondicional de los trabajadores”.
Los telefonistas de la Ericsson -señalaban sus dirigentes-, después de 25 años no habían logrado anexar a su contrato colectivo un escalafón que los protegiera debidamente en sus puestos y los salarios eran “tan ridiculos”, que los obligaban a no dejar de trabajar el tiempo extra.
Con el decidido apoyo de los telefonistas de la Mexicana y después de dos horas de huelga, los telefonistas de la Ericsson lograron un aumento del 25 % en sus salarios, por lo que el SNT señaló; “Los camaradas de la Ericsson, en esta vez hicieron honor a la herencia dejada por aquellos hombres que en otra hora, se enfrentaron valientemente a la garra explotadora capitalista”.
Nuevamente los telefonistas de la Ericsson se solidarizaron con los telefonistas de la Mexicana, al emplazar a huelga, cuando éstos, en 1946 se declararon en huelga al solicitar un aumento salarial de 6 pesos diarios que la Telefónica se negó a conceder, por lo que después de 3 dias de huelga, los telefonistas obtuvieron un aumento del 25% en sus salarios.
Con el surgimiento de la nueva empresa telefónica el 23 de diciembre de 1947 y que llevaría el nombre de Teléfonos de México, producto de la sociedad establecida entra la Corporación Continental S.A., la Mexikanska Telefonktiebolaget Ericsson S.A. y la Empresa de Teléfonos Ericsson, entró en operación el primero de enero de 1948, hecho que obligó al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Empresa de Teléfonos Ericsson a cambiar de nombre, a partir de ahora se llamaría Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México.
El nuevo Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, llevando a la práctica los acuerdos tomados por la XIV Convención Nacional Ordinaria y II Extraordinaria, manifestó una vez más la necesidad de la unificación de los telefonistas mexicanos, como un paso para unificar a todo el proletariado nacional.
Los telefonistas de la antigua Ericsson señalaron entonces que la unidad debería ser; “Una conjunción de voluntades y esfuerzos, que nos permita mayor poder para enfrentarnos a nuestros enemigos de clase esto es, un medio, un arma de combate, y no una meta en aras de la cual hay que exponerlo todo, sin próposito claro y definido algúno; porque si así fuera, perdería tan generoso propósito su valor”, por lo que hicieron un llamado a los telefonistas de la Mexicana, para que lo más pronto posible nombraran las comisiones para que trabajaran en favor de la unificación.
Al no recibir respuesta del Sindicato Nacional, los telefonistas de Teléfonos de México, enviaron el 24 de enero de 1949 una carta insistiendo en la necesidad de discutir conjuntamente los problemas que impedían llevar a cabo la unificación de los telefonistas.
Pero el Sindicato de Teléfonos de México puso como condición que cualquier fórmula que llevara a los telefonistas a la unificación, debería estar avalada por la Confederación Nacional de Electricistas, en donde los telefonistas de la antigua Ericsson habían; “Conquistado sus mejores contrataciones y debido a su impulso depurado y revolucionario, nuestra vida organizativa se orienta por senderos de auténtico sindicalismo y de lucha”, por lo que, en primer lugar propusieron crear un sindicato de industria y después la Federación de Telefonistas.
Al mismo tiempo, los telefonistas de Teléfonos de México acusaban al Sindicato Nacional de impedir la unificación del gremio, al no responder a los llamados a la unidad y difundiendo calumnias -según dijeron- en contra del Sindicato y de la Confederación, señalando que los dirigentes del nuevo sindicato servían a sus intereses personales y a la Confederación de manejar al sindicato para sus intereses particulares.
Al no recibir respuesta, una vez más, los telefonistas de la nueva empresa llamaron a la unidad de los telefonistas, ante la cercana revisión de su contrato colectivo de trabajo, para poder enfrentar a Teléfonos de México y alcanzar mejores prestaciones.
Por su parte, los telefonistas de la Mexicana que habían guardado silencio respecto a las propuestas de unificación con los telefonistas de Teléfonos de México, decidieron enviar una extensa carta el 25 de enero de 1949, para aclarar porque no habían dado respuesta a los llamados de unidad hechos por los telefonistas de la nueva empresa.
El Sindicato Nacional señaló que la unificación era una meta largamente perseguida por los telefonistas por lo que, al firmar pactos de ayuda mutua con los telefonistas de Cuba y Venezuela, era una prueba clara de sus deseos de fundar una Federación Latinoamericana de Trabajadores Telefonistas, para después lograr la unificación del gremio.
Los telefonistas de la Mexicana, calificaron de inaceptables las condiciones impuestas por los telefonistas de la antigua Ericsson, respecto a que la unificación debería estar avalada por la CNTE, toda vez que el problema era, un asunto exclusivo de los telefonistas, que no debería influenciarse por ningún elemento extraño a ellos.
El Sindicato Nacional de Telefonistas recordó entonces que en la X Convención Nacional del Sindicato, a la que habían asistido representantes del Sindicato de Tel-Mex como delegados fraternos, se había acordado que la unificación debería hacerse; “Sin tramar planes que entorpecieran ese propósito y otros que determinaran perjuicio a sus intereses”, además, de que la unificación de los telefonistas debería ser un acto exclusivo de éstos.
Respecto a la invitación de afiliarse a la Confederación Nacional de Electricistas, los telefonistas del Sindicato Nacional respondieron que; “Consideramos no haber conquistados ni buenas ni malas contrataciones bajo las filas de cualesquiera Central, simplemente hemos obtenido lo que nuestro modesto esfuerzo y espíritu de lucha y de sacrificio ha hecho posible, contando con la colaboración de quienes se han identificado con nosotros en esas luchas, debido a nuestra invariable postura de honradez y justicia”.
En relación a las acusaciones que hacían los telefonistas de Teléfonos de México de crear desconfianza en el gremio, el Sindicato Nacional respondió que, era una maniobra para impedir la unificación de los telefonistas mexicanos, por lo que, ellos estaban seguros de que la dirección del Sindicato de Teléfonos de México; “Serían incapaces de atentar contra sus hermanos de clase y de lucha”.
Otro problema que había impedido al Sindicato Nacional de Telefonistas nombrar la “Comisión de Unificación”, se debía también, a la próximidad de la revisión de su contrato colectivo de trabajo, al que consideraban como un problema mayor, ya que se difundían rumores sobre la compra de la Telefónica Mexicana por parte de Teléfonos de México y, por lo tanto de la desaparición del sindicato.
En efecto, a principios de 1949, producto de los rumores sobre la unificación de las dos empresas telefónicas que operaban en México, se produjo una marcada inquietud entre los trabajadores, ya que a pesar del nacimiento de Teléfonos de México, la Telefónica Mexicana seguía operando.
A fín de aclarar la situación, el gerente de la Telefónica Mexicana Freed Bielasky informó que si bien era cierto que desde noviembre de 1947, se habían iniciado las pláticas concernientes a la unificación de las principales empresas telefónicas que operaban en México, ésta no se había llevado a cabo.
La confución radicaba en que apenas a un mes de haberse creado Teléfonos de México S.A. como sucesora de la Empresa Ericsson, la interconexión entre la nueva empresa y la Telefónica, ordenada por el gobierno en 1938, había hecho creer al público, a los usuarios y a los telefonistas en particular, que las dos empresas se habían fusionado.
Para demostrar que la Telefónica Mexicana continuaría operando en forma independiente, el gerente Bielasky informó que pronto se pondría en operación un programa de obras para la extensión y mejoramiento de sus servicios, aclarando que; “La fusión de las dos empresas hubiera facilitado la financiación y administración de un sistema unificado de servicios telefónicos en el país, no siendo factible dicha fusión, lo interesante es que ambas empresas, continuan sus esfuerzos para mejorar sus servicios”.
Sin embargo, el Sindicato Nacional de Telefonistas consideró que las declaraciones del gerente Bielasky eran falsas, ya que desde la instalación de las centrales automáticas en 1928, éstas no se habían modernizado, por lo que tampoco habían aumentado en forma importante las líneas en servicio. Respecto al mejoramiento de los servicios, el Sindicato informó que el programa de aumento de líneas anunciado por la Telefónica, era de 500 para 1949, es decir, 41 aparatos mensuales, a pesar de que las necesidades de la Ciudad requerían; “Un promedio de 2000 mesuales, por la incrementación (sic) de la efectiva industrialización del país y por el crecimiento constante de la ciudad”.
Los telefonistas señalaron entonces, que el programa de mejoramiento del servicio anunciado por la Telefónica Mexicana, era una maniobra para golpear al Sindicato, toda vez que la empresa norteaméricana no había puesto el menor empeño para activar sus operaciones, mejorar sus equipos y aumentar sus inversiones, mientras que Teléfonos de México hacía exactamente lo contrario, al grado de que su gerente Gunnar Beckman, hacía gestiones para obtener un crédito de 200 millones de pesos para financiar la compra de los bienes de la Telefónica Mexicana.
Los telefonistas consideraron que esta maniobra era parte de la estrategia seguida por parte de las empresas telefónicas, cada vez que se acercaba la revisión de los contratos colectivos de trabajo, por lo que el crédito solicitado por el gerente de Teléfonos de México era una “carnada” para obtener una prórroga a la revisión de su contrato, esto los obligaba a; “pugnar por la unión de los trabajadores telefonistas para salvaguardar nuestros derechos”.
Las hostilidades se habrieron el 1o. de febrero de 1949, cuando el Sindicato de Teléfonos de México, solicitó a la empresa, iniciar las pláticas concernientes a la revisón del contrato colectivo de trabajo y evitar que la huelga estallara el 14 de febrero a las cero horas.
Al mismo tiempo, y sin que existiera una etapa de precontratación, el Sindicato Nacional de Telefonistas, representado por Carlos Rodriguez Canseco, entregó a las autoridades laborales, un pliego de peticiones con emplazamiento a huelga en contra de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana.
Al solicitar la revisión de su contrato colectivo, los telefonistas de la Mexicana, pidieron un aumento general del 40% en los salarios, nivelaciones y reclacificaciones de categorías, además de otras prestaciones. La vigencia del contrato terminaba a las cero horas del 15 de febrero, pero en el caso de que la huelga estallara, lo haría hasta el 2 de marzo.
La Secretaria del Trabajo informó que las pláticas entre el Sindicato Nacional y la Compañía Telefónica se iniciarían de inmediato, ya que junto con el emplazamiento hecho por los telefonistas de Teléfonos de México, la situación era por demás compleja, pues en el caso de estallar las huelgas planteadas por los dos sindicatos, con un día de diferencia, dejarían sin servicio a miles de personas.
A pesar de la intervención de las autoridades laborales, los 3 200 trabajadores de Teléfonos de México se declararon en huelga el 14 de febrero, aún cuando habían anunciado la reducción de sus demandas a unicamente la nivelación de sus salarios con los telefonistas de la Mexicana.
La huelga se resolvió el 17 de febrero, pocos minutos antes de que fuera declarada inexistente por la Junta Federal de Conciliación. El Convenio celebrado entre la empresa y el sindicato arrojó; 1) Aumento en los salarios de un 23%; La vigencia del contrato se prorrogó por dos años más, a partir del 15 de febrero de 1949; La empresa se comprometió a otorgar permiso con goce de salario a dos de los secretarios que componían el Comité Ejecutivo del sindicato.
Así, mientras un conflicto quedaba resuelto, otro estaba en puerta, ya que el Sindicato Nacional de Telefonistas, decidió el mismo día que fue levantada la huelga en Teléfonos de México, emplazar a huelga a la Mexicana, quien informaba que le era; “absolutamente imposible” acceder a las peticiones del sindicato.
El Sindicato Nacional de Telefonistas consideró que ésta revisión contractual, era una de las más díficiles y quizá la más importante desde 1937, ya que la fusión de las dos empresas estaba cada vez más cerca, por lo que la Compañía Telefónica a través de su gerente; “pensaba culminar en esta ocasión la paciente labor de años atrás con el golpe maestro de la anulación casi absoluta de la organización sindical, dejándola reducida a una simple Unión de Ayuda y Auxilios Mutuos, sin más fuerza que la que la empresa quisiera darle y sin más derechos que los de recibir los mendrugos que le fueran arrojados”.
El Sindicato acusó al gerente de la Telefónica de engañar a sus trabajadores, pues al entregar la solicitud para iniciar las pláticas para la revisión del contrato, el gerente había manifestado estar en la mejor disposición para que se llegara a un arreglo satisfactorio, aún antes de que se cumpliera el plazo para la terminación del contrato. Sin embargo, el Sr. Bielasky dejó correr el tiempo y no fue sino hasta el último momemento, que ofreció al Sindicato un importante aumento a cambio de 200 puestos de confianza y la cancalación del contrato colectivo de trabajo, en la misma fecha en que se firmaba el de Teléfonos de México.
Dado que el contrato colectivo de los telefonistas de la Mexicana era superior en cuanto a las prestaciones, comparado con el contrato de los telefonistas de Teléfonos de México, la Telefónica Mexicana en contuvernio con Tel-Mex, consideró que en caso de llevarse a cabo la fusión, el contrato celebrado con el Sindicato Nacional, elevaría los costos por el pago de los salarios, ya que el Sindicato de Teléfonos de México contaba con 3200 trabajadores, mientras que el de la Mexicana contaba a penas con 1800, por lo que era necesario desaparecer al Sindicato Nacional y a su contrato, para poner en vigencia el de Teléfonos de México.
Dos días después del emplazamiento hecho por el Sindicato, la Telefónica Mexicana solicitó también la revisión del contrato colectivo. En su solicitud de revisión, la Telefónica pidió al sindicato le otorgara más de 200 puestos de confianza, modificaciones al escalafón en materia de ascensos que; “prácticamente le harían desaparecer, (provocando la) nulidad absoluta de la defensa sindical a los trabajadores”. Además de confesar su total impotencia económica para satisfacer cualquier demanda de aumento salarial o de cualquier otra índole.
Durante las pláticas finales, la Compañía Telefónica puso en marcha el plan largamente elaborado, desde la solicitud de que el contrato colectivo de 1948 fuera revisado anticipadamente. En la mesa de negociaciones, la Telefónica propuso un aumento simbólico a determinadas prestaciones del contrato, en cuanto al aumento salarial; “era tan poco lo que podía ofrecer que no era digno de tomarse en cuenta como aumento de sueldos”.
El ofrecimiento que hacía la Mexicana, era una demostración de su buena voluntad, por lo que la propuesta hecha era con el fín de resolver el conflicto planteado por sus trabajadores, pues según la Compañía: “Ya existía un compromiso concreto por parte del sindicato de no demandar en la revisión del contrato, aumento en los salarios, ya que por eso la empresa había (otorgado) anticipadamente el aumento del 20% en el convenio de 1948, compromiso adquirido por el Comité Ejecutivo anterior”.
Insatisfecho, el gerente de la Telefónica condicionoó el aumento a que el sindicato aceptara a cambio, la creación de docientos puestos de confianza y la modificación de importantes claúsulas del contrato. Además, advirtió que era inútil que el sindicato solicitara ayuda a las autoridades del trabajo, pues éstas al reconocer que la Compañía sufría pérdidas económicas, no la podían obligar a que accediera a la demanda de sus trabajadores.
Agotados los recursos conciliatorios, el Sindicato solicitó ante las autoridades que la Telefónica hiciera su última y definitiva propuesta respecto a su solicitud de aumento salarial.
La Mexicana respondió ofreciendo un 3% a condición de que se aceptara su demanda sobre los docientos puestos de confianza, condición que fue rechazada por el sindicato por considerarla inaceptable, toda vez que estaban; “Convencidos que nos asistía la razón y que nada haría fracasar el movimiento de huelga”.
En efecto, el 1o. de marzo de 1949, los 1800 trabajadores afiliados al Sindicato Nacional de Telefonistas se declararon en huelga en contra de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, al no llegar a un acuerdo respecto a su petición de un aumento salarial del 25%.
De inmediato, diversas organizaciones obreras se solidarizaron con los telefonistas en huelga. El SME acordó que ningún trabajador que hubiera sido reajustado y no tuviera trabajo, se presentara por ningún motivo a servir de “esquiroles” en la huelga de los telefonistas. Por su parte, los trabajadores de Teléfonos de México en un intento por recuperar la confianza de los telefonistas de la Mexicana, tomaron los mismos acuerdos que los electricistas, agregándo que aplicarían la claúsula de exclusión a los telefonistas que se presentaran como “esquiroles”.
Después de 14 dias de huelga, los trabajadores y sus patrones llegaron a un arreglo. Los telefonistas consideraron que el plan cuidadosamente elaborado por el gerente Bielasky había fracasado, cuando no pudo conseguir las modificaciones propuestas al contrato colectivo de trabajo, además de no poder utilizar a los telefonistas para lograr un aumento en las tarífas.
Entre los acuerdos a que llegaron los telefonistas y los representantes de la Telefónica fueron los siguientes; 1) El contrato firmado el 2 de enero de 1948, tendría vigencia hasta el primero de enero de 1950, fecha en que podría ser revizado. 2) Los telefonistas reanudarían sus labores en las mismas condiciones en que lo venían haciendo hasta el 1o. de marzo. 3) Los salarios empezarían a ser pagados a partir del 15 de marzo a las 8 horas y los trabajadores de planta regresarían al trabajo a medida que fueran llamados por la Telefónica, que tendría que ir despidiendo a los trabajadores libres.
Sin embargo, poco después de levantada la huelga, la Mexicana
maniobraba para provocar conflictos internos en el sindicato, cuando solicitó la asesoría de la Secretaría del Trabajo, para que en un convenio especial pudiera pagar los salarios caídos unicamente a los dirigentes sindicales, por los días que había durado la huelga, con el pretexto del esfuerzo que habían realizado en la conducción del conflicto, además de que hizo otro intento por modificar el contrato colectivo, al solicitar a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje el 24 de junio de 1949, que el contrato fuera revizado, argumentando un conflicto de orden económico en contra del Sindicato Nacional de Telefonistas, con la intención de establecer nuevas condiciones de trabajo, que los telefonistas consideraron inaceptables. Por lo que, ignorando los acuerdos del 14 de marzo, la Telefónica señaló que, como el contrato colectivo había vencido el 15 de febrero, estaba en su derecho de solicitar la revisón del contrato.
El sindicato solicitó entonces a la Junta de Conciliación estudiara el problema planteado por la Telefónica y evitar; “Que las propias autoridades del trabajo, aceptaran las absurdas tesis de la Telefónica, de revisar en cualquier tiempo un Contrato Colectivo de Trabajo, por el mero hecho de presentar en variada forma, Conflictos de Orden Económico”.
En un extenso análisis, y gracias a la unidad y combatividad mostrada por los telefonistas durante la huelga de marzo, la Junta de Conciliación acordó deshechar por improcedente, la solicitud de la Compañía Telefónica, argumentando que ésta y el sindicato habían acordado el 14 de marzo, que la revisión debería realizarse a partir del 2 de enero de 1950.
Con esta resolución, terminaba también una larga serie de rumores sobre la venta, la compra, la fusión, la liquidación y la insolvencia económica, propagados por la Compañía Telefónica, con la intención de desorientar a los telefonistas, para modificar el contrato colectivo de trabajo, con la finalidad de desaparecer al sindicato.
En efecto, ante la ya inminente compra de los bienes de la Telefónica Mexicana por parte de Teléfonos de México, se hacia necesario que las fechas para la revisión de los contratos con los dos sindicatos de la industria telefónica, se hicieran al mismo tiempo, para facilitar a la nueva empresa, las reviciones de las futuras contrataciones y entregar a Teléfonos de México, un contrato que facilitara la adquisición de la Telefónica Mexicana, ya que los 3200 trabajadores de la antigua Ericsson se encontraban en un nivel más bajo en relación a las prestaciones, respecto a los 1800 telefonistas de la Mexicana.
Al mismo tiempo, el 1o. de julio de 1949, el Gobierno Federal a través de la Secretaría de Comunicaciones, autorizó un aumento en las tarífas telefónicas con la intención de obtener ingresos adicionales y aumentar las utilidades para atraer la inversión de nuevos capitales y facilitar la fusión de las dos empresas telefónicas.
Después de afinar algúnos detalles, M. Wallenberg representante de la LM Ericsson y Wenner-Green junto con funcionarios de la International Telephone and Telegraph, llegaron a un acuerdo preliminar, por lo que finalmente el 3 de diciembre de 1949, reunidos en Nueva York, la ITT aceptó la propuesta sobre la compra de sus bienes en México, por parte de Teléfonos de México, condicionada a la aceptación del Gobierno Mexicano.
La propuesta consistió en que Teléfonos de México y la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana deberían fusionarse, obteniendo cada empresa una tercera parte del capital en acciones de la Empresa resultante y los títulos divididos; “así el grupo de la Ericsson (quedó) representado por 8.1 millones, la ITT por 7.4 millones y Wenner-Green por 1.4 millones calculados en base al balance del 30 de Septiembre de 1949”. Por lo que la nueva empresa entraría en operación con 168 millones de pesos.
La propuesta fue aceptada por los representantes de la Ericsson y de la ITT, por lo que acordaron que la tan anhelada fusión se llevara a cabo mediante la compra de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana por parte de Teléfonos de México, fijándose entonces un proyecto de cinco años para alcanzar el desarrollo y consolidación de la nueva empresa.
El plan consistió en obtener un aumento en las tarífas, así como solicitar al exterior un crédito de 400 millones de pesos, de no lograrlo, la nueva empresa solicitaría un financiamiento por 140 millones de pesos.
Así, mientras las dos empresas telefónicas contínuaban con las negociaciones para resolver el problema de la fusión, el Sindicato Nacional de Telefonistas se preparaba una vez más, para hacer frente a la revisión de su contrato colectivo de trabajo.
En efecto, los trabajadores de la Telefónica Mexicana iniciaron los tramites con 60 días de anticipación, es decir, el 28 de octubre de 1949, ajustándose a las disposiciones señaladas por la reglamentación laboral, por lo que en los términos del artículo 56 de la ley del trabajo, solicitaron a la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana la revisión de su contrato colectivo de trabajo.
Durante este periódo de tiempo y a pesar de que el sindicato entregó con oportunidad su proyecto de revisión, la Telefónica no presentó ningún anteproyecto o hizo manifestación con el propósito de obtener algún arreglo con sus trabajadores, razón por la cual, los telefonistas se vieron obligados a presentar por escrito, el 31 de diciembre del mismo año, el pliego de peticiones con emplazamiento a huelga, anunciando que ésta estallaría el 17 de enero de 1950.
Ante la indiferencia de la Compañía Telefónica que preparaba ya una liquidación judicial de sus bienes, para no hacer frente a la revisión del contrato y ante; “el desprecio olimpico a las pretensiones de sus trabajadores”, un día antes de que estallara la huelga, la Secretaría del Trabajo solicitó a la representación sindical prorrógara el movimiento de huelga por seis semanas, con el fín de ver sí en ese nuevo lapso podía llegarse a un arreglo que evitara la huelga.
El sindicato aceptó la solicitud de las autoridades del trabajo, cambiando la fecha para que la huelga estallara el 28 de febrero, confiando que con la intervención de la Secretaría del Trabajo, la Telefónica procediera a dar los pasos necesarios para en primer lugar, evitar la huelga y en segundo iniciar las negociaciones que permitieran una mejoría sustancial en las condiciones de sus trabajadores.
Al mismo tiempo, el 6 de enero, el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, argumentando violaciones a su contrato colectivo de trabajo por parte de la empresa, la emplazó a huelga para el 18 de enero, señalando que desde la firma del contrato en febrero de 1949; “La empresa a estado sistemáticamente violándolo, por lo que no hay equilibrio entre los factores de la producción, que debe lograrse mediante un racional aumento de salarios”.
Acusaban también a Teléfonos de México de violar más de 35 claúsulas, por lo que; “La empresa inspirada en propósitos antiobreros, a mantenido a nuestra organización bajo los efectos de una continuada y tenaz ofensiva, nosotros por nuestra parte, hemos seguido hasta la fecha una política defensiva, hasta el grado de soportar pacientemente la actitud despótica y grosera de los directivos patronales, quienes en su afán de perjudicar las remeuneraciones tabuladas, así como otros derechos fundamentales, su táctica siempre a sido la misma, amenazar con ceses fulminantes individuales y aún en masa”.
Entre la violaciones que denunciaba el Sindicato estaban la imposición arbitraria por parte de la empresa, de personas ajenas al sindicato, en trabajos de planta, negarse a cubrir vacantes, impedir que los trabajadores pudieran ascender de categoría, fijación de salarios desiguales para trabajos iguales, étc.
Respecto al apoyo solicitado por los telefonistas de la Mexicana, los telefonistas de Teléfonos de México, señalaban que los dirigentes del Sindicato Nacional podían estar seguros; “De que la solidaridad que ya hemos ofrecido sabremos cumplirla cabalmente, sin necesidad de innecesarias ocultaciones”. La CTM por su parte, señaló que su apoyo sería concedido, siempre y cuando los “lombardocomunistas” quedaran excluidos de esta solicitud.
A pesar de la intervención de las autoridades laborales en el conflicto planteado por los telefonistas de la desaparecida Ericsson, el 18 de enero la huelga estalló en Teléfonos de México, pero solo duró 45 minutos, gracias a un arreglo de última hora, cuando la empresa aceptó la mayoría de las reclamaciones hechas por los trabajadores, entre las que se encontraban: “El pago del daño, sin perjuicios ocasionados por la reclamación presentada por la postergación de derechos del trabajador Jesús Martínez; satisfizo la reclamación sindical, relativa a la intromisión de personal libre a labores de la propia Compañía; aceptó que no se encomienden trabajos a destajo; acordándose que los ascensos se ajusten a los escalafones; reorganización en el departamento de instalación de abonados; respeto a los escalafones de los departamentos de reconstrucción de postes, líneas, cables e instalaciones dentro de la reorganización de las mismas que se han emprendido; pago del fondo de ahorro a las operadoras suplentes; cubrir vacantes; 50 mil pesos para su edificio sindical; reclacificación de categorías y aumento de salarios de las mismas; descuento del 50% en el servicio telefónico para los trabajadores de la empresa”, que en opinión de los telefonistas fue un rotundo triunfo, toda vez que era la primera ocasión en que una huelga planteada por violaciones al contrato de trabajo, favorecía a los trabajadores.
Resuelto el conflicto en Teléfonos de México, se anunció la fusión de las principales empresas telefónicas de México, culminando así un largo proceso de 16 años, fusión encaminada a mejorar los servicios y resolver la esacaces de teléfonos en México -según dijeron los directivos de las dos empresas-, sin embargo, la unificación presentaba dos problemas, desde el punto de vista técnico, constituía una preocupación que la Telefónica Mexicana contara con 95 mil suscriptores, mientras que Teléfonos de México tuviera alrrededor de 150 mil, además de que la Mexicana operaba con equipos de control y conmutación de manufactura belga americana y Teléfonos de México con equipos de orígen sueco, situación que complicaba la fusión, toda vez que también los sistemas administrativos eran radicalmente diferentes.
El otro problema que complicaba la fusión era el obrero, toda vez que al fusionarse las dos empresas, tendría que ser despedidos el 30% del personal, es decir, cerca de 2000 telefonistas.
Situación que llevó al Sindicato de la Mexicana a quejarse de no haber sido invitado a las pláticas que se llevaron a cabo entre las dos empresas competidoras, pero consideraba que al fusionarse éstas, el Sindicato intervendría en favor de los trabajadores.
Respecto al problema técnico, el sindicato informó también que no había sido notificado, pero consideró que estas seguirían funcionando como hasta el momento, por lo menos un año más, resolviendose de paso, el problema de la solicitud de teléfonos, ya que más de 30 mil, no habían podido atenderse.
Al conocerse la fusión de las dos empresas el 21 de febrero de 1950, de inmediato el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, de nueva cuenta hizo un llamado a la unidad de los telefonistas, señalando que era una necesidad urgente, ya que solamente agrupados en un solo sindicato, se haría posible la celebración de un nuevo contrato colectivo de trabajo que garantizara de manera total, las conquistas logradas a lo largo de los años por los trabajadores de la industria telefónica y que permitiera al mismo tiempo, la superación de éstas.
El problema de la unificación de los dos sindicato -decían los telefonistas-, se presentaba de manera apremiante y decisiva, por lo que hacían un llamado a resolver los problemas internos que venían impidiendo la unificación, por lo que no era tiempo; “De alegar mayorías o minorías, ni postular banderías sindicales de ningúna especie, ni menos levantar en alto prejuicios que el decoro y la descencia han olvidado. Los integrantes del Sindicato de Teléfonos de México y el Sindicato Nacional de Telefonistas, tenemos grandes responsabilidades que cumplir, en la medida en que lo hagamos, estaremos en áptitud de defender efectivamente nuestros intereses y de sentar las bases de su posible superación”.
Por tal motivo, el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México hizo un llamado a los miembros del Sindicato Nacional de Telefonistas para que; “Conjuguemos fraternalmente nuestros esfuerzos tendientes a lograr un entendimiento democrático, inspirado en la altura de miras de la defensa conjunta de nuestros intereses y derechos”, por lo que los telefonistas de Teléfonos de México consideraron que; “La unificación es una medida necesaria e impostergable, considerándola así, debemos desentendernos de todo aquello que contrarie la consecución de la unidad de nuestros sindicatos”.
Por su parte, el Sindicato Nacional señalaba que la Compañía había mantenido una actitud despótica e intransigente, ya que solo apocos días que venciera el plazo para que la huelga estallara, hizo entrega de unos “simples apuntes” en forma incompleta de su proyecto de contrato colectivo y un día después, o sea el 24 de febrero, entregó otra parte de esos apuntes en donde pretendía mutilar el contrato colectivo, al plantear la desaparición de importantes claúsulas incluyendo las de carávter meramente sindical; “De aquellas normas por las cuales la organización a luchado a través de tantos años para obtenerlas…a cambio, en muchas ocasiones de mejoras económicas”.
Entre los cambios propuestos por la Telefónica estaban; reducción de los salarios, supresión de vacantes, disciplinar y despedir a los telefonistas sin previa investigación de las falta imputadas, con lo cuál la Telefónica pretendía; “Que el sindicato retroceda veinte años y pueda fomentar un clima de negación de los principios más puros del régimen sindical mexicano, en cambio y a pesar de la audacia y temeridad de tales pretenciones, la Compañía quiere ignorar nuestras justas demandas y no dice una palabra de mejoría en nuestras condiciones de trabajo”.
Ante la inminencia de la huelga, los dos sindicatos de telefonistas firmaron un pacto de solidaridad, señalando que teniendo conocimiento de que las empresas Telefónica Méxicana y de Teléfonos de México, se habían fusionado en una sola empresa telefónica consolidada y considerando que se hacia necesario la creación de un solo contrato colectivo de trabajo, que normara las relaciones entre dicha empresa y los trabajadores de la industria, para efecto de defender la integración de una sola contratación colectiva que contuviera las caúsulas más favorables de los dos contratos colectivos vigentes en cada sindicato, las dos organizaciones acordaron entonces celebrar el siguiente pacto, que sentaba tambén las bases para la futura unificación de los dos sindicato, bajo las siguientes claúsulas:
“Primera.- Ambos sindicatos se obligan a unir sus esfuerzos para obtener un contrato colectivo de trabajo decoroso, que rija las relaciones entre la nueva empresa y los trabajadores pertenecientes a los dos sindicatos que suscriben este pacto. Segunda.- Igualmente se obliga a la coexistencia de los dos sindicatos dentro de la nueva empresa, administrando cada uno de ellos la aplicación del contrato colectivo, en relación al personal que cada uno controla.
Tercera.- Los pactantes se obligan a respetarse mutuamente la autonomía de sus respectivas organizaciones sindicales.
Cuarta.- Los pactantes respetaran mutuamente los compromisos que tengan contraidos o que contraigan con otras organizaciones obreras, sin que esto sea causa que pueda impedir el logro de la unidad, que es el fín primordial que anima éste pacto.
Quinta.- Los pactantes se proporcionaran ayuda solidaria cuando sea solicitada.
Sexta.- Ambos sindicatos, convienen en nombrar una comisión especial que formule las bases que hagan posible la constitución de un sindicato industrial, que comprenda a los organismos pactantes”.
A pesar de la prórroga concedida por el sindicato y la intervención de las autoridades del trabajo, los 2342 trabajadores de la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana se declararon en huelga el 28 de febrero de 1950, dejando a gran parte del país incomunicado y advirtiendo que no estaban dispuestos a tolerar ningúna merma en sus conquistas.
Las autoridades por su parte, notificaron a la Telefónica Mexicana de que en caso en que se declarara en líquidación judicial, decretarían la requisa de sus bienes, para que el servicio fuera reanudado, esperando que la Compañía norteaméricana se decidiera a iniciar las negociaciones sobre la revisión del contrato.
Ante la amenaza de ser requisada la empresa por parte del gobierno y de hecho terminar con la huelga como ya había sucedido en 1944-, los dirigentes de los dos sindicatos se entrevistaron con el Secretario del Trabajo, quién declaró que; “si no se había llegado a la requisición de la empresa, se debía a que las autoridades desean que se llegue a una solución por sí solos”.
Estos acontecimientos, obligaron al Sindicato de Teléfonos de México a convocar nuevamente a sus agremiados. La Convención Nacional Extraordinaria de éste Sindicato trataría específicamente el problema de la creación de la nueva empresa, pues a partir de la fusión de las dos empresas, los dos sindicatos se vieron envueltos en una lucha que duraría varios meses y en la que; “se hablaba mucho de unidad y sin embargo, lo real no era otra cosa que las maniobras y contramaniobras puestas en práctica para defender y asegurar las respectivas posiciones sindicales”.
El Secretario del Trabajo, hizo un llamado a las dos empresas telefónicas, considerando que, como inclusive lo habían manifestado los telefonistas, el problema no debería enfocarse exclusivamente hacia la Telefónica Mexicana, sino en función de la empresa telefónica consolidada, ya que la fusión de las dos existentes, se consideraba un hecho consumado, pues solo faltaban algúnas formalidades para que entrara en operación.
Haciendo un esfuerzo para resolver el conflicto, el 2 de marzo las dos empresas telefónicas presentaron el proyecto de un nuevo contrato, que en términos generales, contenía claúsulas más bajas que las contenidas en los contratos colectivos de los dos sindicatos, y en donde ratificaban su propuesta de no cubrir las vacantes que se generaran por despido, defunción, jubilación o renuncia, sin ofrecer algún aumento en los salarios, que el Sindicato Nacional había demandado en un 50%.
Diversos organismos financieros de la capital se pronunciaron en favor de las dos empresas telefónicas, señalando que los contratos, en particular el celebrado por la Telefónica Mexicana, era uno de los principales problemas para llegar a un acuerdo, toda vez que las prestaciones que ésta había otorgado a sus trabajadores, eran la causa de la mala situación de la empresa, por lo que los hombres de negocios veían con preocupación que al momento de la fusión, los trabajadores de Teléfonos de México exigieran la nivelación de sus salarios con los de la Mexicana, situación que colocaría en una díficil condición financiera a la nueva empresa, provocada principalmente por la elevación de sus gastos de operación.
Al mismo tiempo, se informó de la existencia de una demanda por 70 mil nuevos aparatos telefónicos en la red pública, calculándose la inversión requerida para satisfacer ésta y proporcionar un buen sevicio telefónico en el país, en 2000 pesos por aparato, que con la instalación de nuevas líneas, adquisición de materiales y mano de obra para su instalación, equivalía a una inversión de 140 millones de pesos, por lo que los inversionistas consideraron que al invertir esta importante suma, deberían obtener rendimientos razonables, cosa que no podría lograrse sí los trabajadores se empeñaban llevarse en el renglón de los salarios, la mayor parte de los ingresos de la nueva empresa consolidada.
Al solicitar el Sindicato que la huelga fuera declarada existente por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, los telefonistas señalaron que la Telefónica se había negado a discutir la revisión del contrato colectivo de trabajo, además de que éste se había vencido el 1o. de enero y que a petición de las autoridades del trabajo, habían aceptado dar una prórroga de 6 semanas a la Telefónica, para que el problema fuera resuelto amigablemente, por lo que, al no poder llegar a un arreglo la huelga tuvo que estallar.
De las 170 cláusulas contenidas en el contrato, el Sindicato declaró que 26 eran aceptadas de plano, sobre 57 de ellas aceptaba la discución y las restantes las rechazaba, poniendo como condición que la negociación se realizara sobre el proyecto presentado por el Sindicato, ya que en el proyecto presentado por la Compañía, ésta omitía algúnas cláusulas que el Sindicato consideraba como vitales.
De inmediato, la Telefónica solicitó también la inexistencia de la huelga, argumentando que no se había negado a revisar el contrato, toda vez que no se había presentado el problema de desequilibrio económico, además de que revizarlo no significaba mejorar la situación de los telefonistas, sino que era necesario introducir modificaciones, para que el contrato estuviera en condiciones de adaptarse a la nueva empresa.
Otro de los problemas que impedían que la huelga fuera solucionada, era el que los telefonistas a pesar de haber firmado el Pacto de Unidad, no lograban unificarse, ya que el Sindicato Nacional en una asamblea conjunta de los dos sindicatos, puso como condición que el Sindicato de Teléfonos de México abandonara las filas de la Confederación Nacional de Trabajadores Electricistas, por lo que en respuesta, éstos propusieron que el Sindicato Nacional se adhiriera a la CNTE.
Este hecho permitió que las dos empresas telefónicas pusieran como pretexto que la indecisión de los trabajadores impidiera la solución del conflicto, ya que las dos empresas telefónicas no regresarían a las negociaciones hasta que los dos sindicatos se unificaran y tuvieran con quién tratar: “El Gobierno y las empresas telefónicas no tienen con quién arreglar el conflicto ante la ausencia de trabajadores unificados, mientras los obreros no se sienten (sic) en un solo grupo sindical o un frente único, no tienen objeto las reuniones”.
A pesar de estas declaraciones, los telefonistas informaron que ya se había realizado un acercamiento con las dos empresas telefónicas para resolver el conflicto, ofreciendo nivelar los salarios de los telefonistas y elevando las prestaciones de aquellos que se encontraban en un nivel más bajo, siempre y cuando se diera la unificación de las dos organizaciones sindicales, que según cálculos de los telefonistas ascendían a 7 millones de pesos, distribuidos de la siguiente forma; 5 millones de pesos, más un aumento general de 5%, que representaba una erogación de otros 2 millones de pesos en prestaciones dentro del nuevo contrato.
El Sindicato Nacional de Telefonistas propuso entonces constituirse en un Sindicato Industrial, para lo cúal solicitó se tomaran en cuenta a los telefonistas que trabajaban en la Empresa de Teléfonos del Soconusco, a fín de cunplir con los requisitos dispuestos en la Ley Federal del Trabajo, además de que los principales sindicatos se desligaran de los compromisos que tuvieran contraidos con otras organizaciones sindicales, por lo que una vez constituido el nuevo sindicato permaneciera con una vida autónoma por el termino de un año, el Sindicato Nacional consideró que, “Con la aceptación de estas bases, habremos de lograr la efectiva unificación de los trabajadores telefonistas”.
Por su parte, los telefonistas de Teléfonos de México, instalados en Convención Extraordinaria, señalaron que aún cuando no habían presentado sus puntos de vista sobre los puntos propuestos por el Sindicato Nacional, advirtieron que no se separarían de la CNTE; “Pues en ella han encontrado fuerte apoyo en todos sus conflictos y no tiene porque salirse de ella”.
Además, informaron que la Convención había tratado el problema de la unificación de los dos sindicatos, pero consideraron que uno de los obstáculos que la impedían, era de que no existía una base seria para discutir la creación de un nuevo contrato que rigiera las relaciones de los trabajadores de la industria telefónica, ya que también, el sindicato no había recibido avizo oficial sobre la fusión de las dos empresas.
Respecto a la propuesta de que abandonara la CNTE, señalaron que esta central no había puesto ningún impedimento para que se llevara a cabo la unificación, así como tampoco habían puesto como condición que el Sindicato Nacional ingresara a la Conferación; “Si nosotros -decían los telefonistas de Teléfonos de México- hemos estado dispuestos a no hacer valer nuestra mayoría entre los compañeros integrantes del Sindicato Nacional de Telefonistas, buscando el entendimiento decoroso en cuanto integración y representación del Sindicato Industrial que se propone, basado en el equilibrio de los dos sindicatos, tenemos el derecho de pedir a nuestros compañeros de la desaparecida Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, mayor comprensión de la situación que guardamos recíprocamente y no excederse en querer imponernos condiciones previas, como el obligarnos a abandonar las filas de la CNTE, contraviniéndose así, lo expresamente pactado por ambas organizaciones el 28 de febrero”,
además, los trabajadores de Teléfonos de México recordaron que en su contrato colectivo de trabajo se estipulaba que, “en caso de fusión con empresas similares o ampliación de su negocio en el país, la Empresa no podrá reconocer como parte contratante para los efectos del actual contrato colectivo, más que al Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México”, por lo que propusieron entonces, para poder llevarse a cabo la unificación, la creación de dos secciones dentro del mismo sindicato.
Así, mientras los telefonistas discutían sobre los problemas de la unificación, la Telefónica se apresuró a entregar más documentos para fundamentar su solicitud sobre la inexistencia de la huelga, acusando a los telefonistas de Monterrey de dañar cables de la red subterránea.
Después de 16 días de huelga y 22 horas ininterrumpidas de negociación, el Sindicato Nacional aceptó firmar un nuevo contrato colectivo de trabajo, que regiría desde ahora las relaciones de trabajo entre el Sindicato Nacional y Teléfonos de México, al adquirir ésta los bienes y las propiedades de la Telefónica Mexicana, poniendo fín a la huelga.
En el convenio quedó especificado que la Telefónica Mexicana y el Sindicato Nacional de Telefonistas daban por terminado el conflicto obrero-patronal, mediante la celebración de un contrato colectivo que regiría las relaciones entre las partes y continuaría vigente en sus terminos, aún después de que Teléfonos de México tomara posesión de las propiedades de la Telefónica Mexicana.
A partir del momento que esto ocurriera, Teléfonos de México se obligó a nivelar los salarios de los telefonistas del Sindicato Nacional con los de sus propios trabajadores en igualdad de condiciones, nombrandose una comisión mixta encargada de determinar los casos objeto de la nivelación.
El pago de las diferencias entre los salarios tabulados serían retroactivos del 2 de enero al 31 de marzo de 1950, quedando obligada la desaparecida Telefónica Mexicana a otorgar un aumento en los salarios de sus trabajadores en un 10% retroactivo al 2 de enero, pagándo además integramente los salarios caidos por el tiempo que duró la huelga.
La Compañía Telefónica, según el convenio consideraría desde luego, para todos los efectos, tanto los que figuraban en el contrato colectivo como puestos de representación patronal, como los que aparecían como puestos de confianza, completando su número hasta en un 10% del total de los trabajadores de planta de la Telefónica, en la fecha en que se realizara la consolidación de los servicios telefónicos, pero en la inteligencia de que solo podrían convertirse hasta 78 puestos sindicalizados en de confianza.
Dicha conversión, la haría la empresa libremente, siempre que no se tratara de puestos de dirección, de vigilancia, de supervisión o de fiscalización, escuchando siempre las razones que expusiera el Sindicato, por lo que los 78 trabajadores sindicalizados que ocupaban puestos de confianza, obtendrían un aumento adicional de 10% sobre sus salarios tabulados, teniéndo la garantía de que la empresa no podría separarlos de dichos puestos, ni regresarlos como trabajadores sindicalizados, a no ser por faltas graves que implicaran la comisión de actos delictuosos, en contrario serían indemnizados con 6 meses de salario y 20 días por años de servicio, independientemente de las demás prestaciones que otorgaba el contrato colectivo.
El Sindicato Nacional quedó de acuerdo con el convenio, en el sentido de que al realizarse la adquisición de las propiedades de la Mexicana por Teléfonos de México, esta empresa sería la única que quedaría facultada para cambiar de actividad, de denominación, de lugar, y de población en que prestara sus servicios, a todo el personal excedente con motivo de la consolidación, pero cuando ésto implicara el cambio de una población a otra, si el trabajador afectado no aceptara el traslado, la empresa se obligaba a indemnizarlo con una cantidad equivalente a 6 meses de salario y 20 días por año de servicio, además de las prestaciones que señalaba el contrato, por lo que en ningún caso, los salarios podrían disminuirse y los Telefonistas recibirían el mayor salario que correspondiera a la nueva categoría, sin que pudiera discutirse como motivo de nivelación.
El nuevo contrato incluyó además, otras prestaciones entre las que destacaban las que se referían el que al ocurrir una vacante permanente por promoción, renuncia, despido, defunción o jubilación, o en los casos de puestos de nueva creación, sería cubierta a elección de la empresa por uno de los dos trabajadores que tuvieran asignados los números más bajos dentro del escalafón de la categoría inmediata posterior a la vacante, así mismo se acordó, que la empresa quedaba obligada a suspender en el servicio, a los trabajadores sindicalizados, a quienes el sindicato aprobara consignar con la pérdida temporal en el trabajo, según la gravedad de la falta, hasta por 8 días.
El costo de la revisón del contrato colectivo fue de 2 millones de pesos anuales, comprometiéndose la empresa también a pagar 50 mil pesos, por concepto de gastos de huelga y a desistirse del conflicto de orden económico promovido ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
Con el convenio y luchando, como tradicionalmente lo habían hecho, quedaron terminadas las relaciones obrero patronales establecidas por 25 años, entre la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana y el Sindicato Nacional de Telefonistas, quién con el resultado de la huelga se preparaba para dar su última batalla, es decir, lograr la unificación con el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, para formar una nueva organización sindical, que le permitiera afrontar los retos impuestos por la nueva empresa telefónica.
Terminado el conflicto con el Sindicato Nacional, la nueva empresa consolidada inició sus operaciones el 1o. de mayo de 1950, de inmediato y con el apoyo del gobierno alemanista, logró una serie de ventajas para poder recuperar el equilibrio financiero que se vió afectado por la falta de una política definida frente a los problemas que el crecimiento del servicio demandaba.
Para empezar, obtuvo la autorización por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas en junio del mismo año, para aumentar en un 58% las tarífas en vigor, debido a la devaluación monetaria.
Por tal motivo, el Sindicato de Teléfonos de México, convocó una vez más a sus integrantes a una Asamblea General Extraordinaria en el auditorio del SME, la cúal después de estudiar la situación, aprobó por unanimidad emplazar a huelga a la nueva empresa telefónica, señalando los puntos fundamentales que justificaban el movimiento huelguista, los cuales eran: “1.- Titularidad del contrato colectivo de trabajo, ya que por ley le corresponde, en virtud de que es el Sindicato mayoritario del ramo telefónico; 2.- Aumento de los salarios en forma justa y equitativa, tomándose como base las entradas reales de la empresa, mismas que como es sabido, han aumentado en forma desmesurada…, en que la autorizó la SCOP, un aumento del 58% en sus tarifas; 3.- Aumento de prestaciones sociales, que permitan a los trabajadores telefonistas contar con algúnas garantías de auxilio para ellos y sus familiares de acuerdo con el espíritu revolucionario y social de nuestras leyes en vigor”.
Al mismo tiempo, negaban las afirmaciones publicadas en algúnos diarios capitalinos, en relación a que los trabajadores de Teléfonos de México habían aceptado ya recibir el 10% de aumento en sus salarios, como resultado de las; “atinadas gestiones del Secretario del Trabajo”. Aclaraban también que la posición del Secretario del Trabajo seguía manteniéndose a favor del Sindicato Nacional, minoritario en el ramo; “a quién dicha Dependencia Oficial le tiene puesto el pie en el cuello (…), y que con el fín de sabotear la unidad del Sindicato de Teléfonos de México, tanto la Secretaria del Trabajo, la misma empresa y el Sindicato Nacional (habían) estado haciendo labor subverciva entre las secciones foráneas”, hecho que no fructificó.
A pesar de las diferencias existentes, el Comité Ejecutivo del Sindicato de Teléfonos de México sugirió a la Asamblea que; “Sin menoscabo de la dignidad de la organización y de su posición de lucha en defensa de sus legitímos e inalienables derechos”, se buscara el acercamiento con los telefonistas del sindicato minoritario, sugerencia que fue aceptada por la asamblea.
Sacrificando su posición mayoritaria, el Sindicato de Teléfonos de México, aceptó iniciar las discusiones para fijar las bases del nuevo contrato que regiría las relaciones de los dos sindicatos con la nueva empresa. A su vez, aprovechando la actitud tomada por el Sindicato mayoritario, el Sindicato Nacional informó al Secretario del Trabajo, que tenían terminado el proyecto del nuevo contrato y solicitaron se citara a los dirigentes del Sindicato de Teléfonos de México, para saber sí estaban de acuerdo en que se tratara conjuntamente el problema del nuevo contrato.
Sin embargo, el Sindicato de Teléfonos de México que había emplazado a huelga a la nueva empresa para el 9 de julio, solicitó la titularidad del nuevo contrato, nivelación de los contratos existentes y aumento del 40% en los salarios, ya que los trabajadores consideraban la situación creada por la nueva empresa telefónica; “Como un desequilibrio entre los factores de la producción”.
Acusaban también al Sindicato Nacional de ser el responsable de que no se hubiera llegado a un acuerdo entre los dos sindicatos, pues señalaban que los dirigentes de dicha organización habían realizado maniobras tendientes a prolongar el periódo de su mandato, con la finalidad de poner obstáculos a la unificación propuesta por el Sindicato de Teléfonos de México.
Un grupo de trabajadores integrantes del Sindicato Nacional de Telefonistas, que se autodenominaba como “Grupo Acción del Sindicato Nacional de Telefonistas” se unía a la acusación hecha por el Sindicato mayoritario, ya que señalaba que sus dirigentes habían frustrado el intento de unificación de los dos Sindicatos.
Acusaban también a los dirigentes del Sindicato de Teléfonos de México al declarar que; “los intentos de unidad entre los dos sindicatos (habían) fracasado por culpa de los dos sindicatos. Con anterioridad, es cierto -señalaban- que los compañeros de Teléfonos de México, se han caracterizado por su interés de llegar a un acuerdo sobre el problema de la unidad, ese interés sin embargo, se ha orientado en forma que no ha sido posible conciliar”.
La acusación que hacían al Sindicato de Teléfonos de México iba encaminada en el sentido de mostrar la intransigencia que dicho Sindicato manifestaba al no quererse separar de la Confederación Nacional de Electricistas, lo cúal frustraba sus deseos de formar una sola organización sindical autónoma.
El mismo “Grupo Acción”, reprochaba a sus dirigentes la forma en que habían dirigido el proceso de la unificación señalando que; “Rompiendo la tradición de seriedad del Sindicato, primero se dirigió una carta al Sindicato de Teléfonos de México, con una copia a una Convención del propio Sindicato, redactada en términos impropios y torpe a todas luces”. De esta forma; “los resultados que esperaba nuestro Sindicato con su ‘bomba’ fueron contraproducentes, puesto que la Convención ratificó su confianza a los dirigentes atacados, y naturalmente, reprobó la conducta de nuestro Comité”.
El “Grupo Acción” terminó su acusación señalando: “¿Piensa el Comité -del Sindicato Nacional de Telefonistas- que sus intereses personales son los intereses del Sindicato?”.
Otro problema que impedía la fusión de los dos sindicatos era que; “Una de las partes estaban muy dentro de la escuela marxo-trosquista, existían personajes de mucho arraigo personalista, miembros de grupos interesados en las doctrinas de otros países, haciendo a un lado los intereses de nuestra Revolución, algún diputado, en fín, intereses creados que trataban de impedir la verdadera unificación de trabajador a trabajador, sin condiciones, sin más miras que el mejoramiento de la clase trabajadora telefonista y entre estos altos miembros se gestó y se dió la idea, o consigna de superioridad númerica y lo que es peor de superioridad individual. Germinaron odios, rencillas, malas voluntades, discriminaciones y se entabló una lucha de principios, de conocimientos y mucho de sufrir insultos, menosprecios, entre compañeros, algúnas ofensas graves”.
Por su parte, la nueva empresa a través de su director general Ing. Gunnar Beckman, informó de su buena disposición para resolver el problema planteado por el Sindicato de Teléfonos de México ya que la empresa que él representaba; “Ha estado y continúa estando dispuesta a concederles a los trabajadores de la antigua Ericsson, las mismas condiciones de trabajo que obtuvieron los de la antigua Mexicana, y a concederles la nivelación de salarios que procede”. Además, señalaba que sí no se había hecho con anterioridad; “Era porque el Sindicato no lo había solicitado”.
De esta manera, y en medio de las profundas diferencias existentes entre los dos sindicato, la huelga planteada por el Sindicato de Teléfonos de México que debería estallar el 22 de julio, fue aplazada para el 1o. de agosto a sugerencia del Secretario del Trabajo, con el fín de poder estudiar detenidamente el problema de la unificación de los dos Sindicatos.
Al mismo tiempo, el Sindicato de Teléfonos de México, que había convocado a las 32 secciones que lo integraban a realizar una nueva Convención Nacional Extraordinaria para tratar como único punto el problema de la unificación, aprobó por unanimidad aceptar la unificación de todo el gremio telefonista, la cúal se llevaría a cabo el primer día del mes de agosto.
Sin embargo, en víspera de la Asamblea la empresa intentó sabotear la unificación de los dos sindicatos, con el objeto de disminuir su fuerza en caso de que los trabajadores plantearan nuevas demandas. Esta acción fue denunciada por los dirigentes de los dos Sindicatos ante el Secretario del Trabajo, el cúal después de escucharlos detenidamente, les dió; “el apoyo del gobierno para que lleguen a una completa unidad”.
Así, al anunciarse oficialmente la unificación de los dos Sindicatos para el 1o. de agosto y dada la dispersión en que se encontraba el movimiento obrero en ese momento, llevaron a declarar al “Primer Obrero de México”, que la unificación de los telefonistas era ; “el más importante de los últimos diez años”, puesto que se formaba un nuevo Sindicato Nacional de Industria.
A su vez, el gerente de la empresa Teléfonos de México, afirmó; “tener grandes deseos de mantener buenas relaciones con los trabajadores”, y en relación a las acusaciones hechas por los telefonistas señaló que; “la empresa que regentea ha sido completamente ajena a la agitación que se sucedió en los dos sindicatos”.
Después de largas y díficiles negociaciones, las diferencias entre las dos organizaciones sindicales, fueron superadas, y
éstas pudieron unificarse, para dar orígen al Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, a cuya Asamblea constituyente celebrada el 1o. de agosto en el Palacio de Bellas Artes asistieron los más altos funcionarios del régimen alemanista, así como los representantes de las Centrales y Sindicatos más importantes del país.
Teléfonos de México, atendiendo a la solicitud de las dos organizaciones sindicales, concedió permiso a sus trabajadores para no laborar el 1o. de agosto, con el objeto de que asistieran a la asamblea constituyente, del nuevo Sindicato.
El orden del día quedó establecido de la siguiente manera:
“1.- Lista de delegados.
2.-Elección de la mesa directiva. Un Presidente y dos Secretarios.
3.- Declaración de apertura de la asamblea por el Lic. Manuel Ramírez Vázquez, Secretario del Trabajo.
4.- Saludos de los Secretarios Generales de los Sindicatos unificados.
5.- Saludos de los Secretarios Generales de la CTM y la CNTE.
6.- Saludos de los delegados fraternales.
7.- Lectura y aprobación en su caso, de los estatutos que se constituye.
8.-Elección de los Comités Ejecutivo Nacional y de Vigilancia.
9.-Protesta y toma de posesión de los Comités antes referidos.
10.-Declaratoria de clausura de la asamblea nacional por el Sr. Presidente de la República.
11.- Himno Nacional Mexicano a cargo de la Banda de Música de la Secretaría de Marina”.
A las 10 horas, se hizo un breve silencio y se procedió a la elección de la mesa de debates de la Asamblea constituyente, resultando electos Arturo Rojo como Presidente, Miguel Rosas Benítez y Jesús Calderón como Secretarios.
Al hacer uso de la palabra Arturo Rojo, Presidente de la mesa de debates y Secretario General del desaparecido Sindicato de Teléfonos de México, además integrante del “Grupo de Orientación Sindical” del mismo sindicato, señaló que; “Después de muchos intentos fallidos se había logrado la unificación de los dos sindicatos”, agregándo que; “La unidad obrera es una necesidad para que los trabajadores vean cristalizados sus condiciones económicas y sociales”, y terminó agradeciendo al Secretario del Trabajo su intervención para lograr la unificación del gremio.
Por su parte, el Secretario General del Sindicato Nacional de Telefonistas Fernándo Raúl Murrieta, manifestó su agradecimiento a las dos Centrales que habían hecho posible la unificación, es decir, a la Confederación Nacional de Trabajadores Electricistas y a la Confederación de Trabajadores de México.
Al hacer uso de la palabra, Fidel Velázquez señaló que; “Inspirados en el pensamiento y la acción del Presidente de la República, se pudo realizar, el magnífico acto de unificación de los telefonistas”, añadiendo también que; “La unidad de los telefonistas, nos da oportunidad de reunirnos en un fuerte abrazo para declarar que entre los trabajadores no existen divergencias fundamentales, que impidan unificarnos ni luchar por el progreso”.
Al mismo tiempo, anunció que la CTM y el Sindicato Mexicano de Electricistas habían firmado un pacto de solidaridad y ayuda mutua en los conflictos obrero-patronales y de cualquier otra naturaleza en la que se vieran afectados los intereses fundamentales de la CTM y el SME, o de toda la clase obrera del país.
J.J. Rivera, representante de la Confederación Nacional de Trabajadores Electricistas expresó; “sus fervientes deseos por el logro de los propósitos de los telefonistas”, agregándo que siempre; “han deseado la unidad y piensan que es precisa para todo el proletariado”, al referirse al pacto de unificación firmado por los antiguos sindicatos manifestó que; “había sido inspirado por la voluntad de los trabajadores, sin tener que ver en él ningúna autoridad o personas ajenas al proletariado”, además, agregó que esperaba; “que la unificación (sirviera) para la defensa y colaboración con el régimen del Presidente Alemán”.
Agotado el punto número 5 del orden del día, la mesa de debates procedió a la lectura de la declaración de principios que en su artículo 4 establecieron: “El Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana reconoce como principios que basan su organización:
a).- La lucha de clases como móvil del proceso histórico.
b).- La liberación económica, política y cultural de las clases trabajadoras.
c).-La lucha organizada y sistemática para eliminar los obstáculos que se opongan al progreso de los trabajadores”.
Acto seguido, se hizo un resumen de los estatutos que regirían a la nueva organización sindical, poniendo a consideración de la asamblea el nombre que llevaría el nuevo Sindicato, aprobándose por unanimidad el de Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, adopatando como lema la leyenda de “Unidad y Lucha Social”.
El nuevo Sindicato quedó formado entonces, por todos los trabajadores al servicio de Teléfonos de México en una Sección Matriz, constituida por todos los telefonistas del Distrito Federal y los trabajadores al servicio del Sindicato, por 72 secciones foráneas en el interior del país y por la “sección industrial” número UNO que agrupaba a los telefonistas que prestaban sus servicios en la Compañía de Teléfonos del Soconusco. El órgano periodístico del Sindicato llevaría el nombre de “UNIDAD”.
El siguiente paso fue nombrar a los Comités Ejecutivo Nacional y Nacional de Vigilancia, que quedarían integrados por los antiguos dirigentes de los Sindicatos Nacional de Telefonistas y de Teléfonos de México respectivamente, que previo acuerdo se presentaron como planilla única, en una proporción del 50% para cada organización, resultando electos los siguientes telefonistas:
Secretario General Fernándo Raúl Murrieta
Secretario del Interior Jesús Calderón
Secretario de Trabajo Daniel Rossete Serrano
Secretario de Conflictos Bernardo Calzada
Secretario de Instrucción
y Deportes Flavio Alvarez
Secretario de Propaganda Emilio Reyes Amaro
Secretario de Relaciones Moisés Barrera
Secretario Tesorero Eduardo Carrero Avalos
Secretario de Ajustes Antonio Téllez
Para el Comité Nacional de Vigilancia fueron electos como:
Presidente Arturo Rojo
Primer Secretario Manuel Fonseca
Segundo Secretario José Ibarra Martinez
El tiempo de funciones para el Comité Ejecutivo Nacional y de Vigilancia quedó estipulado en 2 años, obligándose a realizar la elección en el mes de junio de los años pares, la elección del Comité Ejecutivo Nacional y el Presidente del Comité de Vigilancia, se haría de entre todos los miembros activos permanentes del Sindicato y los Vocales del Comité Nacional de Vigilancia serían electos de entre los miembros activos permanentes de la Sección Matriz, siendo electa por aclamación una Comisión Electoral compuesta por nueve integrantes. Los delegados a la contratación serían 8, tres por la sección matriz y cinco por las secciones foráneas, y las Comisiones Nacionales serían electas durante la Convención correspondiente.
Las Convenciones podrían ser ordinarias y extraordinarias siendo la “máxima representación de los intereses generales de la Organización, con facultades suficientes para marcar los derroteros de su vida social y política”. Las Convenciones ordinarias se efectuarían en la primera decena del mes de noviembre.
Terminada la Asamblea de unificación del nuevo Sindicato, se reiniciaron las discusiones para resolver el emplazamiento a huelga planteado por el antiguo Sindicato de Teléfonos de México, por lo que no habiendo llegado a ningún acuerdo entre la Empresa y el Sindicato, los 7 mil trabajadores telefonistas estallaron la la huelga el 3 de agosto a las 12 horas, dejándo sin servicio 250 mil líneas y paralizando 300 centrales telefónicas en el interior de la República y 20 en el Distrito Federal.
Los trabajadores emplazantes habían reducido su demanda de aumento salarial, del 40% al 20%. Además, de que los telefonistas de la antigua Mexicana solicitaron por su parte, otro aumento del 10% con la finalidad de que los salarios de los dos Sindicatos quedaran nivelados. Otros puntos que fueron motivo de discusión eran, la vigencia del contrato y la claúsula sobre los escalafones, ya que el Sindicato pretendía que estos fueran solo por antiguedad y Teléfonos de México señalaba que fuese tomada también en cuenta la competencia, sin embargo, la empresa solo ofreció el 10% sobre el tabulador de la antigua Ericsson y la nivelación de los salarios a todos los trabajadores que estaban al servicio de Teléfonos de México. Además, la empresa deseaba firmar lo más pronto posible el contrato único, el cúal se revisaría cada dos años, evitándose de esta manera la situación que había venido existiendo, es decir, que la Compañía Mexicana revizaba su contrato en los años pares y la Ericsson en los impares.
Los telefonistas del desaparecido Sindicato Nacional, manifestaron su más completo apoyo a sus nuevos compañeros; “pues de otra manera se rompería la unidad del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana”, además, en caso de que los trabajadores de de la antigua Mexicana quisieran trabajar, no podrían hacerlo, ya que los trabajadores del antiguo Sindicato de Teléfonos de México, colocarían las banderas de huelga en todas las instalaciones de la nueva empresa consolidada, planteandose un problema de díficil solución, ya que por un lado el nuevo Sindicato no había obtenido el reconocimiento legal de las autoridades y por el otro la empresa argúmentaba que no sabía con quién negociar, si con el nuevo o con el antiguo Sindicato de telefonistas, sin embargo, éste problema fue resuelto gracias a la “atinada” intervención del Secretario del Trabajo.
Así, mientras la huelga se desarrollaba, Teléfonos de México informaba que había logrado la consolidación técnica del servicio telefónico en 21 poblaciones de 9 estados de la República, además de que había solicitado equipo para 25 mil aparatos con un costo de 22 millones 800 mil pesos.
El programa de rehabilitación de los sitemas telefónicos -decia la empresa- debería llevarse a cabo en un plazo de 5 años, con una inversión de 400 millones de pesos, por lo que para el primer año la inversión inicial sería de 41 millones de pesos, incluyendo la instalación de 19 mil aparatos.
Después de 15 horas de huelga que habían paralizado el servicio telefónico en todo el país, ésta quedó solucionada el 4 de agosto a las 3 de la madrugada, firmándose un convenio donde los telefonistas obtuvieron un aumento global del 16% sobre el tabulador de salarios, éste 16% sería repartido de la siguiente manera: 10% con retroactividad del 16 de marzo hasta el 31 de julio para nivelarlos con los sueldos de los telefonistas de la antigua Mexicana, y a partir del 1o. de agosto en adelante, un aumento del 6% para todos los miembros del nuevo sindicato de telefonistas.
El empresa por su parte, informó que se firmaría con el Sindicato de Telefonistas el contrato que estaba en vigor con la Compañía Telefónica Mexicana siendo revizado el 16 de marzo de cada dos años, al mismo tiempo se informó que los registros de los antiguos sindicatos habían sido cancelados, para dar paso al registro del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana.
El aumento concedido a los trabajadores, señalaba la empresa, había tenido un costo de 9 millones de pesos, además de que la huelga había causado daños incalculables, a parte de los inconvenientes que sufrían los usuarios; “verdaderas víctimas de todos los conflictos que afectan a los servicios públicos”.
Terminaba así, el largo proceso de unificación iniciado por los dos sindicatos de telefonistas en 1943. El nuevo Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana nacia como había sido tradición de sus integrantes, es decir, luchando por mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, pues apenas teminada la huelga de agosto y haber recibido el reconocimiento legal por parte de las autoridades, se preparaban una vez más para hacer frente a la poderosa empresa Teléfonos de México, quién también siendo fiel a su tradición, empezaba sus relaciones con el nuevo sindicato, violando el recién firmado contrato colectivo de trabajo.
COMITE EJECUTIVO NACIONAL del SINDICATO
de TRABAJADORES de TELEFONOS de MEXICO.
Secretario General Arturo Rojo
Secretrio de Trabajo Antonio Téllez
Secretario del Interior José Gutierrez F.
Secretario de Conflictos
Foráneos Daniel Rossete Serrano
Secretario de Organización Emilio Reyes Amaro
Secretario Tesorero Virginia Morán
Secretario de Acción
Femenil Ernestina Ramírez
COMITE NACIONAL de VIGILANCIA.
Presidente Jesús Villicaña
1er. Vocal Héctor Ibarra
2o. Vocal Juan Castillo
COMITE EJECUTIVO GENERAL
SINDICATO NACIONAL DE TELEFONISTAS
Secretario General Fernándo Raúl Murrieta
Secretario de Trabajo Ramón Tardiff
Secretario del Interior Jesús Calderón
Secretario de Conflictos Alfonso del Prado
Secretario de Organización
Propaganda y Estadística Flavio Alvarez B.
Secretario de Finanzas Eduardo Carrero Alvarez
Secretario de Relaciones
y Actas Miguel Rosas Benítez
Secretario de Instrucción
y Deportes Mariano Salinas
COMITE NACIONAL DE VIGILANCIA.
Presidente Manuel Fonseca
1er. Vocal Alfonso Rodríguez Flores
2o. Vocal José Murguía S.