De un 22 de abril a un 50%

Información Obrera.
Segunda época, mayo de 1985.
En los tiempos que corren, de reajustes y congelación de salarios, lo acordado el 11 de abril entre el sindicato y la administración de Teléfonos de México, parece de cuento, aumentos del 33 al 50 POR CIENTO, DIRECTOS.
Detallémoslos.

– Incremento general del 33 por ciento.
– Retabulación del 15 por ciento para las 13 mil operadoras.-Nivelación de salarios al departamento de Redes de la sección matriz, 3 300 trabajadores, con Redes Foráneas, que representa un 17 por ciento.
– El 33 por ciento repercute en las prestaciones de ayuda para renta, pasaje, manejo y jornadas nocturnas.
– 250 millones de pesos para el financiamiento de vivienda.
Aproximadamente el 40 por ciento de los trabajadores (16 300 de los 35 mil) reciben de esa forma aumentos que van del 48 al 50 por ciento, sin tomar en cuenta las mejoras en prestaciones.
Ni aún así los telefonistas salvan los efectos de la inflación, pero es claro que resultan privilegiados frente al resto de los trabajadores del país.
¿Compartir la bonanza?
Teléfonos de México es una de las poquísimas empresas que a pesar de la crisis no ha detenido su crecimiento y que conserva una balanza de divisas con el extranjero favorable. En los últimos 10 años, triplicando el número de líneas y duplicando el de trabajadores y poblaciones atendidas, se ha convertido en la tercera empresa mexicana en cuanto a capital social, la cuarta en personal ocupado y la séptima en ventas (datos de una investigación coordinada por Enrique de la Garza). Ahora, con la introducción del sistema digital es todavía mejor.
¡Porque cedió en dar aumentos por encima de los fijados como tope?.
Sí, dicen los telefonistas: “No es lo mismo trabajar con números rojos que tener ganancias”. Aunque no se refieren a una actitud dadivosa o justa de la administración, sino al gran margen de maniobra que la bonanza le permite para enfrentar a un sindicato que no ha parado de presionar y que en las últimas 8 revisiones cuando no llegó a la huelga obligó a la requisa, también costosa para la empresa.
La búsqueda de una organización.
Acudimos a un bien conocido militante telefonista de los años recientes. Con él hablamos de algunas cuestiones centrales sucedidas en 1982 para acá.
Justo entonces, en 1982 la combatividad del movimiento, que no ha cedido, conduce a un enfrentamiento sin mediaciones con la empresa, cansada de soportar una huelga tras otra. Paralelamente, la LD (Línea Democrática) que ha sufrido una serie de agresiones desde el Comité, que incluyen despidos, se lanza a una lucha desesperada que culmina con la toma del sindical del D. F. con golpes e intervención de la policía.
Más que nunca se muestran los defectos del sindicato: falta de estructura democrática real, casi nulo avance de las condiciones de trabajo. Seis años de agitación muy activa, no han logrado ningún resultado que merezca la pena anotar fuera de la propia movilización. El Comité busca alianza con una nueva corriente de izquierda.
Paralelamente a la revisión de contrato, se están dando, como siempre, las de convenios tan importantes como aquella, porque ahí se negocian las condiciones den trabajo.
Pero no serán éstas las que desaten la lucha que planteara por primera vez a fondo los problemas de la democracia y el control obrero. La chispa se prende al negociar Las Gráficas de las operadoras.
Cada seis meses el sindicato presenta un proyecto detallado de turnos y descansos. Normalmente se cubre el trámite más o menos burocráticamente, dejándole a las delegadas la batalla. Esta vez la proposición, surgida de la corriente aliada al Comité, contradice la lógica de la empresa y procura un efectivo mejoramiento, es rechazada por la administración, “Seguirá operándose con la gráfica anterior”.
El Comité Nacional parece un callejón sin salida, por un lado la presión de la empresa, por otro el de las operadoras.
Deja la iniciativa a la corriente aliada, que lanza una campaña para “implementar en la práctica la gráfica propuesta.
Se produce un momento estelar: las operadoras toman de hecho la organización de las gráficas, estableciendo duración de turnos, rotación, descansos. En lugar de checar después de prepararse para la jornada (quitarse el suéter, guardar la bolsa, colocarse la diadema), lo hacen en cuanto entran. Terminan con el sistema de tarjetas con las que desde su silla de trabajo solicitaban descansos cortos (verde, roja, amarilla según el apremio), ahora se autorregulan. La lucha por la dignificación del trabajo se da incluso contra si mismas, contra costumbres que se han hecho vicios; las delegadas retiran los recipientes con aspirinas y bolitas de alcohol que hay en los pasillos rumbo al baño, que la empresa coloca para que la operadora, agotada, recupere fuerzas, la adicción a las pastillas y al alcohol aparece en la reacción de las telefonistas que, reclaman desesperadamente.
La autorregulación está en marcha, al menos en un primer nivel.
La empresa solicita la presencia de inspectores, que se encuentran con que el rendimiento en el trabajo ha mejorado considerablemente, y que no pueden hacer nada.
Para apoyar la campaña, el Comité por primera vez entra a las centrales y organiza mítines y asambleas. La vida del sindicato invade los centros de trabajo. Lo que allí esta se prueba exitosamente, se convierte en ejemplo para otros departamentos.
Un paso adelante y otro atrás.
El prestigio del Comité crece enormemente, pero hace vacilar la política conciliadora de Hernández Juárez y abre caminos que pueden ser peligrosos.
Éste pone un mayor control de la vida sindical. En adelante, estatutariamente, nada podrá moverse sin la santificación del Comité. Mítines, asambleas, todo debe estar avalado por él.
Las requisas adelantadas con las que la empresa detiene la huelga en 1983 y 1984, echan todavía un poco más atrás a Juárez. El acercamiento al Congreso del Trabajo, que ha procurado desde los primeros tiempos, se le vuelve una necesidad urgente para reforzar su papel ante las autoridades.
En lo interno, da otro paso para la centralización absoluta (antes había ganado la reforma de los estatutos, para conseguir la reelección); el Comité de Vigilancia, designado por influencia directa del Nacional, tiene ahora facultades para sancionar hasta con suspensión de 8 días sin goce de sueldo; frente a los despidos que como represalia hace la empresa, se vuelve selectivo y defiende solo a sus incondicionales.
Las conquistas de las operadoras en la etapa de auto administración se hacen ley en el convenio, pero las demás, las que se refieren a la vida democrática sindical, desaparecen.
Otra vez se hace patente la herencia del charrismo. La actividad departamental se reduce a asambleas que el Comité cita y vigila. No hay comunicación entre centros de trabajo ni entre secciones y los congresos nacionales donde se resuelven las grandes cuestiones (reformas de estatutos, revisiones), que siempre han sido un canal caótico para expresarse, están cada vez más controlados, ante una oposición LD (Línea Democrática) que se ha marginado de los últimos movimientos y otra (la corriente originalmente aliada a Hernández Juárez) sobre la que penden amenazas y a la que achacan todos los errores.
Todo, de la comisión revisora de contrato a las delegaciones que discuten los convenios, están intervenidos por el Comité.
Y este reforzamiento del control, de su figura conciliadora, es quizá la segunda razón que ha jugado en la actitud benevolente de la empresa en la negociación de 1985. Cede, continuando nueva política expresada en la última requisa, en la que contra su costumbre, hizo por aliviar todas las tensiones.
Sin embargo, la situación en el gremio no está controlada. En estos meses se discuten los convenios, dos de los cuales son bombas en potencia: el de Tráfico, donde las condiciones de trabajo no se han aliviado, y el de Centrales, que enfrenta la introducción del sistema digital.
Hay nuevas reagrupaciones de militantes, una tendencia está desarrollando formas de contestar a futuras requisas con lo que llama “huelgas de hecho”, que siguiendo la experiencia de las operadoras en 82, plantean la auto administración.
Al parecer, la bonanza en Teléfonos de México permite que la agitación no se detenga.