¡No más un botín de contratistas!
José García Méndez.
Entre los problemas más graves que los telefonistas mexicanos han tenido que afrontar a lo largo de su historia es el contratismo, pues éste ha estado presente desde que las empresas Ericsson y Telefónica Mexicana se instalaron en México, ya que al no existir reglamentación alguna que regulara este problema, éstas contrataban trabajadores “libres”, es decir que no estaban sindicalizados, con la intención de arrebatar a los telefonistas sindicalizados su materia de trabajo por lo que estos respondieron con paros y huelgas en defensa de su trabajo, ya que a los trabajadores no sindicalizados se les pagaba menores salarios y sin prestaciones.
Fue a partir de la puesta en operación de la nueva empresa a la que se le denomino Teléfonos de México, producto de la unificación de las antiguas empresas Ericsson y Mexicana, en mayo de 1950, que se produjo ya en forma reglamentada la invasión de la materia de trabajo de los telefonistas sindicalizados, al introducir la nueva empresa a compañías contratistas o de “terceros”, propiedad de funcionarios y accionistas de la misma empresa telefónica, ya que casi de inmediato crearon la empresa INDETEL.
Así, haciendo un poco de historia, en el contrato Colectivo de Trabajo celebrado entre la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana y el Sindicato Nacional de Telefonistas en 1948, quedo establecido en la cláusula 6ª. que la Telefónica Mexicana solo podía “dar trabajo por contrato a terceras personas previo aviso al Sindicato, únicamente para la construcción de edificios y colocación de ductos, o en labores que no puedan ser ejecutadas por trabajadores proporcionados por el Sindicato, y que no correspondan a las labores desempeñadas por los trabajadores de acuerdo con las categorías establecidas” en el Contrato Colectivo de Trabajo.
En el caso de Teléfonos de México (antigua Ericsson), en el Contrato Colectivo de trabajo celebrado entre TelMex y sus trabajadores en febrero de 1949, quedo instituido en el Artículo 11 que “La Empresa reconoce al Sindicato, como el único y exclusivo Titular del presente Contrato Colectivo. Así mismo, en caso de fusión de la Empresa con otras similares o ampliación de sus negocios en el País, no podrá reconocer la Empresa como parte contratante para los efectos del actual Contrato Colectivo, más que al Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, en los términos del artículo 48 de la Ley Federal del Trabajo”.
Empresa y Sindicato también acordaron en el Artículo 15 que “Para cubrir los puestos de nueva creación y las vacantes temporales que se presenten, la Empresa deberá solicitar por escrito al personal que necesite al Sindicato y éste se obliga a proporcionarlo dentro de los quince días hábiles siguientes a partir de la fecha en que reciba la solicitud de la Empresa.
El plazo a que se refiere el párrafo anterior, podrá ampliarse de común acuerdo entre las partes, siempre que existan razones especiales que justifiquen la ampliación.
Una vez transcurrido el plazo de quince días hábiles, así como el periodo adicional en su caso en que convengan las partes de acuerdo con el párrafo anterior, si el Sindicato no ha proporcionado el personal requerido, la Empresa queda en aptitud de contratar libremente el personal necesario, pero éste tendrá la obligación de sindicalizarse en un plazo de siete días y si no lo hace quedara sin efecto su contrato”.
Pero solo en casos de emergencia, como señalaba el Articulo 16 “[…] la Empresa podrá contratar libremente los trabajadores eventuales que sean necesarios; éstos tendrán la obligación de sindicalizarse si el trabajo para el que fueron contratados durará más de tres días. La Empresa avisara al Sindicato sobre la celebración de los contratos eventuales a que se refiere esta cláusula”.
Sin embargo, a pesar de estas restricciones y ante la inminente puesta en operación de la nueva empresa telefónica, las dos empresas a fusionarse continuaban contratando trabajadores libres, hecho que obligo al Sindicato de Teléfonos de México a declarase en huelga en febrero de 1950, por violaciones al Contrato Colectivo de Trabajo y al Sindicato Nacional de Telefonistas en el mismo mes, como consecuencia de la revisión del Contrato Colectivo.
Así, cuando los telefonistas conocieron en febrero de 1950 que las dos empresas habían acordado fusionarse, de inmediato los trabajadores acordaron constituir un Pacto de Solidaridad, para que también los Sindicatos se fusionaran y pudieran presentar un solo frente de lucha ante la nueva empresa.
Pero la unificación de las dos empresas telefónicas presentaba tres problemas, el técnico, el administrativo y el obrero, ya que al fusionarse, tendrían que ser despedidos el 30% del personal, es decir, cerca de 2 000 telefonistas.
Después de una prórroga concedida por el SNT, en marzo de 1950, 2342 trabajadores de la Compañía Telefónica Mexicana se declararon en huelga, mientras que por su lado, las dos empresas presentaron cada una su proyecto de Contrato Colectivo de Trabajo que debería regir las nuevas relaciones laborales con los dos sindicatos, haciendo caso omiso a la artículo 11 del Contrato Colectivo de Trabajo firmado con los trabajadores de Teléfonos de México en 1949.
Después de largas y difíciles negociaciones y 16 días de huelga ésta fue levantada, pero entonces se produjo un conflicto intergremial, ya que los dos sindicatos pretendían imponer sus condiciones, sobre todo el Sindicato Nacional que para evitar el despido y por lo tanto la desaparición del sindicato, aceptaron incluir en su Contrato la reglamentación de que lo más tarde se conocería como la cláusula novena.
Para solucionar el conflicto, los dos sindicatos acordaron discutir sus respectivos contratos, y obtener de ellos las mejores prestaciones que beneficiaran a todo el gremio, pero la nueva empresa logró imponer con el apoyo del SNT la cláusula 9ª., ya que en su afán por defender su Contrato Colectivo, terminó aceptando que la Telefónica Mexicana utilizara personal no sindicalizado en la construcción de obras nuevas, quedando implantada esta cláusula en el Contrato celebrado el 16 de marzo de 1950, acción que fue denunciada por los dirigentes del Sindicato de Teléfonos de México, que señalaron que si bien reconocían que el Contrato Colectivo de la Mexicana contenía mejores prestaciones económicas, el propósito del Sindicato de la antigua Ericsson era que se mantuvieran “incólumes las conquistas obreras del escalafón, de la inamovilidad del personal, [y del] personal que habrá de emplearse en obras nuevas que en el contrato de la Mexicana han sido mutiladas en forma vergonzante”, pues la intención de la nueva empresa era imponer en el aspecto administrativo el Contrato firmado entre la Telefónica Mexicana y el Sindicato Nacional de Telefonistas y que debería de regir las relaciones entre los trabajadores y la nueva empresa consolidada, con la intención de que no fueran despedidos la mayoría de los trabajadores del Sindicato Nacional, que como ya se ha mencionado, creían tener mejores prestaciones económicas.
Así, después de largas y difíciles negociaciones entre los dos sindicatos de telefonistas, la nueva cláusula 9ª. quedo establecida en el Contrato Colectivo de 1950, en los siguientes términos. “El presente Contrato Colectivo de Trabajo tiene por objeto fijar los derechos y obligaciones de la Empresa y sus trabajadores y regirá en todas las dependencias actuales y futuras de la empresa en Territorio Nacional, para todos los trabajos ordinarios y extraordinarios normales de mantenimiento y operación, para los que se cuenta con los elementos mecánicos y tecnológicos necesarios. Queda en libertad la Empresa de ejecutar, por conducto de terceros la ejecución de obras y ampliación de las mismas”.
De esta manera, los telefonistas sufrieron el despojo de una de sus principales conquistas, contenidas en sus respectivos Contratos Colectivos. -Dice Carlos Portugués (telefonista despedido en el conflicto de 1962)-, “Pero lo que más perjudico a los trabajadores y al país fue la modificación que sufrió la cláusula novena […] abriendo totalmente las puertas al contratismo, con lo que se lesionó la fuente de trabajo de los telefonistas y se restringió el crecimiento del STRM, logrando su debilitamiento como organización nacional.
El daño ha sido incalculable pues no obstante que los trabajadores telefonistas han llevado importantes luchas durante 31 años para rescatar esa cláusula y terminar con el nefasto contratismo, los cuantiosos intereses han aplastado sus intentos por medio de la represión, lograr el contratistimo era en aquella lucha objetivo fundamental de la empresa, porque el gobierno de Alemán les favoreció al acceder que el convenio de concesión de explotación del servicio telefónico a la empresa, TelMex creo su primera compañía constructora INDETEL.
Con las compañías constructoras obtenía ventajas muy importantes; disminución de los impuestos, salarios mucho más bajos que en TelMex, etc., pero lo más increíble era que el costo de las obras era siempre mucho más alto con el objeto de inflar al máximo el valor total de las instalaciones de TelMex”.
Apenas terminado el conflicto entre los dos sindicatos y la puesta en operación de la nueva empresa, ésta inició en el segundo semestre de 1950 su ambicioso proyecto para consolidar el servicio telefónico en México y, resolver el problema de la satisfacción de la demanda, así como incrementar la capacidad de las centrales, lo que permitiría concentrar en una sola central el servicio de varias, en las poblaciones que sufrían la duplicidad del servicio y la ampliación de la red.
En el informe del Consejo de Administración de 1951, Teléfonos de México informó que el mejoramiento y la ampliación del servicio, habían significado un gran esfuerzo para ella y sus trabajadores, pues primero habían tenido que consolidar el sistema administrativo y el técnico, lo que había traído como consecuencia la ampliación de las construcciones y las ampliaciones a la red, conectándose en este lapso “19 957 nuevos aparatos” que para el 31 de diciembre de ese año eran 289 992, que “70% mantiene servicio automático. Las solicitudes pendientes de conexión ascienden a 105 687. El aumento del servicio de larga distancia representa el 4.5%”.
Pero para lograr este avance la Empresa omitió señalar que éste se había logrado gracias a que haciendo uso de la facultad que le otorgaba la cláusula 9ª. del Contrato Colectivo, que no había sido reglamentada, lo había hecho con trabajadores que no pertenecían al Sindicato, es decir, lo había hecho con contratistas, lo que dio como resultado en primer lugar que el Sindicato, encabezado por Raúl Murrieta se declarara en la huelga en noviembre de 1950 con una duración de 86 días, por violaciones al Contrato Colectivo siendo la Empresa requisada por el Gobierno y, segundo que se exigiera en la revisión del contrato de 1952, que ésta cláusula fuera modificada, en defensa del trabajo de los telefonistas que veían su puesto de trabajo amenazado con desaparecer.
Así, la modificación que sufrió la cláusula 9ª. en 1952, quedó en los siguientes términos agregando que “[…]. La empresa conviene en que la aplicación no afectará a los trabajadores de planta que actualmente prestan sus servicios en los Departamentos de Construcción y Taller de Aparatos que existen dentro de la Empresa por lo que no serán motivo de reajuste”, sobre todo porque en el Departamento de Centrales Construcción existían un número importante de trabajadores eventuales y con muchos años de servicio que no habían sido beneficiados por la empresa en colusión con el sindicato, ya que violando la Ley y el Contrato, éstos trabajadores no tenían la planta en su trabajo y eran quienes instalaban las nuevas centrales automáticas, por lo que su trabajo fue sustituido por los contratistas, acordándose que éstas serían instaladas por los mismos proveedores.
Para 1953, el desarrollo de la empresa continuaba en forma acelerada, ya que el número de aparatos aumentó a 316 481, creciendo la red de larga distancia, en la Ciudad de México al se instalaron las centrales automáticas de Peralvillo, Valle, Zócalo, Roma, Azcapotzalco y Coyoacán, y en el interior del país se habilitaron centrales en Mérida y Monterrey y, además, quedó instalado el sistema telefónico por microondas, al mismo tiempo que el gobierno propuso a la poderosa empresa telefónica un plan de financiamiento para obras de construcción. “El plan, en concreto, consiste en dar preferencia a los solicitantes de nuevos servicios para que se conviertan en accionistas y obligacionista de la compañía”, solicitando la empresa al mismo tiempo, a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas la modificación de las tarifas en el Distrito Federal y Monterrey.
Como cada dos años, la Empresa y el Sindicato ahora dirigido por Jorge Ayala Ramírez, revisaron el contenido del Contrato Colectivo de Trabajo que regula las relaciones de trabajo entre la empresa y sus trabajadores, la intransigencia de la telefónica se hizo presente, gracias al apoyo que recibía del gobierno, lo que obligó a los telefonistas a declarase una vez más en huelga.
Así, el 16 de marzo de 1954, 5 700 telefonistas se declaran en huelga, que se prolongó por 9 días, además de que fue aplicada la requisa, los telefonistas obtuvieron entre otras prestaciones, aumento del 17% en su salario y la modificación de la cláusula 9ª., que quedó establecida casi en los mismos términos que en la de 1952, así “[…]. La aplicación de esta cláusula no afectara a los trabajadores del Departamento de Centrales Construcción y Taller de Reparación de Aparatos que ya existen dentro de la Empresa, en los cuales se cubrirán todas las vacantes que ocurran, pero en la inteligencia de que cuando no exista trabajo, los trabajadores podrán ser ocupados provisionalmente en otros Departamentos, preferentemente en labores similares, sin perder su categoría ni el salario asignado”.
Terminada la huelga, el 6 de abril de 1954, la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas propuso a Teléfonos de México implantar un “Plan de Cinco Años”, cuyo propósito era “impulsar por todos los medios a su alcance el desarrollo y modernización de los servicios porque estos representan un factor de primordial importancia en el desenvolvimiento económico y social de México”, propuesta que fue aceptada por la empresa telefónica.
La permanencia de Ayala Ramírez en la dirección del Sindicato durante seis años, permitió que Teléfonos de México continuara con su ambicioso plan de modernizar el sistema telefónico del país, ya que ésta encontró el terreno propicio para desarrollar su “Plan de Cinco años”, pues las relaciones entre el sindicato y la empresa se realizaban sin ningún conflicto de importancia, lo que permitió que TelMex continuara con el desarrollo de su plan de trabajo con mayor intensidad, debido a la gigantesca demanda de servicios que requería, de una producción de equipo más intensa y una expansión de la red a más poblaciones, lo que hizo posible que se instalaran más y nuevas centrales automáticas, aumentándose los kilómetros de cableado aéreo y subterráneo y el número de teléfonos en servicio, que se amplió a 367 151, lo cual hizo que la empresa aumentara la contratación de filiales o contratistas, con el respectivo descontento de los trabajadores sindicalizados, que veían como se les arrebatada su materia de trabajo, gracias a la pasividad de Ayala Ramírez, quien llegó a declarar “que la cláusula novena beneficiaba al sindicato”.
Esta actitud creo descontento entre los telefonistas sindicalizados quienes se agruparon alrrededor del Movimiento Restaurador de la Democracia Sindical aumentara, promoviendo paros de labores como protesta, que trajeron como consecuencia la destitución de Ayala Ramírez, quién después de un referéndum quedó fuera de la Secretaria General del STRM.
Los telefonistas, al recuperar en 1959 el control de su sindicato, la nueva dirección del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana se propuso consolidar a su organización como verdadera representante de los intereses de los trabajadores, por lo que la primera tarea que se propusieron los nuevos dirigentes sindicales, fue exigir a Teléfonos de México el respeto irrestricto del Contrato Colectivo de Trabajo.
En efecto, como consecuencia de la actitud asumida por los nuevos líderes, los conflictos con la empresa se multiplicaron, provocando con ello que los telefonistas en defensa de su Contrato se declararan en huelga al revisar su Contrato Colectivo de trabajo en 1960 ya que la empresa se negó a revisar la cláusula novena y, por violaciones al mismo en 1961.
Así, el 6 de marzo de 1961, el STRM encabezado ahora por Agustín Avecia, emplazó a huelga a Teléfonos de México para el 22 del mismo mes, pero en el transcurso de las discusiones, los representantes de la empresa advirtieron que el Sindicato no había presentado el acta de la asamblea y por su puesto negaron la mayor parte de las violaciones que el sindicato reclamaba, entre ellas la cláusula 9ª.
Esta cláusula ya había sido motivo de huelga en 1960 cuando la empresa se negó a que fuera revisada, por lo que los telefonistas respondieron que si esta vez “la empresa no accede a las justas peticiones de la cláusula 9ª. no habrá arreglo y la huelga estallara indefectiblemente en todo el país”, dijeron los dirigentes de los telefonistas.
Pero ante la intransigencia de la empresa y como estaba previsto, 6 700 telefonistas se declararon en huelga, que solo tuvo una duración de 9 horas, pero que en este corto tiempo, los sindicalistas lograron entre otras cosas, que la cláusula en 9ª. fuera modificada, quedando establecida en los siguientes términos: “[…] Queda en libertad la Empresa de ejecutar, por conducto de terceros, las siguientes obras:
- Construcción, reconstrucción y demolición de edificios y ampliación de los mismos.
- Instalación de equipo automático y accesorios (COMO NUEVAS INSTALACIONES CORRESPONDE A LA COMPAÑIA). Ampliaciones a centrales en servicio CON IGUAL EQUIPO EN CENTROS DE TRABAJO CORRESPONDE AL SINDICATO). En los contratos que celebre en el futuro, para la ejecución de las obras a que se refiere la primera parte de este punto, preferirá en igualdad de condiciones al `Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana` cuando éste, actuando como tercero, proponga la construcción total de la obra o la sola ministración de la mano de obra.
- Instalación de plantas de fuerza, sub-estaciones y equipo de aire acondicionado.
- Instalación de cables aéreos y subterráneos, troncaleros principales y secundarios con sus accesorios, como troncaleros o cables pupinizados o no y cables a presión.
- Construcción y canalización para cables subterráneos.
- Construcción de líneas de larga distancia.
- Construcción de edificios, instalaciones de torres, construcción de caminos y de líneas de alta tensión para sistemas de microondas.
- Instalaciones de los equipos de microondas con su planta de fuerza.
- Fabricación y reconstrucción de conmutadores y equipo automático de larga distancia.
- Reconstrucción de conmutadores, teléfonos y accesorios de los mismos, cuando la readaptación requiera personal especializado.
La Empresa conviene […]”.
Pero a pesar de estas restricciones, el acelerado crecimiento de Teléfonos de México continuaba con el apoyo del gobierno y de las empresas contratistas, por lo que ésta empezó a preparase para los cambios tecnológicos que se avecinaban en el campo de la telefonía, ya que deberían ser sustituidas las antiguas centrales electromecánicas tipo AGF, por centrales semielectrónicas (ARF), electrónicas (AKE) y digitales, además, como resultado de la celebración de la Olimpiada de 1968 y el Mundial de Futbol en 1970, se instalaron cuatro Centrales Tándem en la Ciudad de México y centrales Pentaconta y Metaconta construidas en México para ser instaladas en el interior del país, también se automatizó el servicio de larga distancia instalando centrales tipo ARM y por vía satélite, para realizar estos trabajos se emplearon, “en cálculo aproximado 78 735 horas-hombre en proyectar la red olímpica y sus servicios; 108 225 horas-hombre en el tendido de cables, cuya extensión total alcanza 203 416 kilómetros, 14 veces el diámetro terrestre, y 19 840 pies de hilos telefónicos”, trabajos realizados en su mayor parte por las empresas contratistas o de terceros.
“El servicio local, a fines de 1970, queda colocado en 482 agencias más de larga distancia, las localidades atendidas, para entonces representan un total de 1462. En sucursales existen 667 011 aparatos, y en el distrito Federal 792 265, de los cuales 1 367 083 resultan automáticos. Los circuitos de larga distancia crecen hasta cubrir 3 476 420 kilómetros, y los empleados telefónicos ascienden a 17 114”.
Así, entre 1971 y 1980 las estadísticas de la empresa “arrojan incrementos en los servicios: 4 450 221 y 4 903 073 teléfonos respectivamente; 4 224 y 4 395 poblaciones con servicio, 26 006 y 27 588 empleados en servicio, y 1477 231-16718 101 kilómetros en circuitos de larga distancia”. Además, se instala la primera central digital en Tlahuac y, en 1980 “tiene lugar el avalúo de la planta telefónica del centro y el de sus filiales […], con el objeto de asegurar que la reserva de depreciación de los activos de la empresa continúe contribuyendo en forma importante al incremento de los programas de expansión; el cálculo del valor de la planta asciende a 63 480 millones de pesos, y el de las filiales, a 9 337 millones”.
Pero para lograr todos estos avances, la poderosa empresa telefónica requiería del apoyo y ayuda de sus trabajadores, por lo que para dar inicio a este proyecto, el Sindicato encabezado ahora por Antonio Sánchez Torres, que ya había aceptado en la revisión de 1968 eliminar el porcentaje del 10% como límite para el personal de confianza cede en la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo de 1970 para que la cláusula 9ª., sea modificada eliminando la reglamentación conquistada mediante en la huelga de 1961. Por lo que la nueva cláusula quedo estipulada en los siguientes términos “[…] y ampliación de equipos en servicio […]. Empresa y Sindicato reconocen como interés fundamental de sus trabajos asegurar la prestación de un servicio telefónico de la mejor calidad y en la mayor amplitud al público usuario, al menor costo. Por ello reconocen la necesidad imprescindible de incrementar la capacitación del personal, mejorar la eficiencia utilizando métodos modernos de administración y en general hacer uso de la más alta tecnología en beneficio del público, con el fin de que los trabajos encomendados al personal sindicalizado se presten en condiciones de competencia en lo que se refiere a costo como calidad, oportunidad y garantía con los trabajos que pudieran ser encomendados a terceros. Por lo tanto, los trabajos de ampliación del sistema no comprendidos en el primer párrafo, se realizaran con el Sindicato, si se cumple con los principios antes enunciados y aplicando sistemas de competencia con las empresas contratistas el costo, la oportunidad y las mayores garantías de los equipos, construcciones y materiales suministrados, en la forma más económica para el servicio público. Con estas bases la Empresa decidirá si realiza los trabajos con el Sindicato o utilizando a empresas contratistas. En igualdad de circunstancias la Empresa preferirá ejecutar las obras por conducto del Sindicato”.
Así, por ejemplo, en 1970 Teléfonos de México con 17 114 trabajadores, requirió de 5 telefonista por cada 100 llamadas, pero para 1975 con un total de 21 710 trabajadores, se requirieron de solo 3, lo que significó un aumento de 20.78%. En lo que se refiere a las llamadas de larga distancia nacional e internacional; para 1970 fueron de 69.4 millones de llamadas, para 1975 ésta cifra aumentó a 187.6 millones de conferencias, trabajos que se realizaron con empresas contratistas.
Mientras la Empresa crecía, violando la cláusula 9ª.ya que no ponía a competir a los telefonistas sindicalizados con los terceros, para conocer quiénes eran más eficientes y proporcionaban un servicio de mejor calidad continuaba contratando más personal de confianza y más empresas contratistas, el Sindicato empezó a sufrir la falta de materia de trabajo de la que poco a poco se habían venido apropiando los contratistas o terceros, por lo que ante la pasividad de la dirección sindical encabezada ahora por Francisco Hernández Juárez, en la revisión del contrato colectivo en 1978 solo se logró modificar esta cláusula que no afectaba para nada los intereses de la Empresa, señalando que “[…] o utilizando empresas contratistas. A este efecto la Empresa se obliga a dar a conocer al Sindicato con una anticipación razonable, el programa de obras a realizar en los diversos lugares del Territorio Nacional que ampara la concesión del servicio telefónico que presta y que se ejecutará durante el siguiente año de calendario”, modificación que fue considerada por la dirección sindical como un gran avance.
Más y pequeñas reformas padecería la cláusula 9ª., pero que no afectaban para nada en forma sustancial el desarrollo y crecimiento de Teléfonos de México, quién basándose en la contratación de empresas contratistas continuaba arrebatando materia de trabajo a los telefonistas sindicalizados, ante la complacencia de la dirección sindical, quien se limitaba a justificar las maniobras de la empresa, creando y apoyando programas para que TelMex continuara su crecimiento, con el pretexto de que no se perdieran más puestos de trabajo, a pesar de que el Sindicato veía que se estaba reduciendo su membresía y continuaba perdiendo su materia de trabajo, acepto en la revisión del Contrato en 1992 y ya con la empresa privatizada, que la cláusula novena fuera modificada una vez más, adicionándole ahora el siguiente texto “[…] Cuando en un futuro la Empresa decida formar otra u otras empresas Filiales o Subsidiarias para operar dentro del Territorio Nacional, cuyo objeto social corresponda al ramo de las telecomunicaciones o servicios conexos, deberá hacerlo del conocimiento del Sindicato y, previa fijación entre las partes de las condiciones de trabajo que habrán de corresponder a las labores y alcances reales de la nueva Empresa, solicitará al Sindicato la presentación del personal necesario”, sin embargo, a pesar de estas modificaciones Teléfonos de México, continuaba negándose a cubrir las vacantes provocadas por el aumento de las jubilaciones, defunciones y renuncias, con la anuencia del sindicato, ya que la empresa a cuenta gotas, cubría un número mínimo de vacantes, ante la indiferencia de la dirección sindical, siempre preocupada por los trabajadores.
La empresa continuaba creciendo, ya que el Sindicato solo amenazaba con estallar la huelga, otorgando prorrogas para el estallamiento de ésta, omitiendo las exigencias de sus agremiados y aceptando las imposiciones de la empresa, que continuaba violando lo establecido en el Contrato Colectivo de Trabajo y, adecuándose a las necesidades de ésta. Así, las reformas llegaron a ser simples cambios de palabras o de párrafos, como en el contrato celebrado entre la Empresa y el Sindicato en el año 2000 al que tan solo se le agrego la palabra telecomunicaciones quedando de la siguiente manera “[…] en lo que se refiere a costo como calidad, oportunidad y garantías en los trabajos que realicen otras empresas de telecomunicaciones y los que pudieran ser encomendados a terceros” y, en la del 2002 que solo se cambiaron las palabras público por cliente, quedando la cláusula de la siguiente manera “[…] del personal, mejorar la eficiencia utilizando métodos modernos de administración y en general hacer uso de la más alta tecnología en beneficio del cliente”.
Así, como ya señalamos renglones arriba, la lucha por la materia de trabajo de los telefonistas ha sido constante, desde la fundación del Sindicato de Telefonistas pero también han tenido que enfrentar la represión, tanto del gobierno, de la empresa y de sus propios dirigentes que se han identificado cada vez más con los intereses de la empresa que con los de los propios trabajadores que ven cómo se diluye su materia de trabajo, al mismo tiempo que disminuye la membresía de su sindicato.