El debate ideológico debe ser guía de a unidad de los electricistas.

Carlos Portugués.

(Telefonista, expulsado del STRM durante el movimiento de 1962, por el Comité Ejecutivo Nacional encabezado por Manuel Guzmán Reveles).

¡LUX!, año XLIV, núms. 315 y 316 de septiembre-diciembre de 1981.

El debate ideológico es una de las tareas más importantes a realizar en el seno de las organizaciones sindicales, como medio para que los trabajadores conozcamos las luchas del movimiento obrero y los aciertos y errores de las diversas corrientes que han intervenido en esas luchas, para que el análisis de sus experiencias, nos ayude a superar los métodos y tácticas que fortalezcan nuestra unidad, y nos orienten con mayor acierto, para lograr nuestros objetivos de clase.

Pasada ya las elecciones podemos hacer un examen de la actuación de los grupos y corrientes que han participado dentro de nuestro sindicato y en otros que tienen características semejantes al S.M.E.

El reformismo y el galvanismo (Tendencia Democrática) en el Sindicato de Telefonistas.

No sólo porque los telefonistas participaron en el nacimiento del SME en 1914 y han coincidido en nuestras luchas en múltiples ocasiones, sino porque han pasado ya por conflictos que nosotros tenemos que enfrentar en un futuro próximo y que deben resolverse a favor de los trabajadores, como lo es de la UNIDAD DE LOS SINDICATOS ELECTRICISTAS, tenemos la urgente necesidad de conocer la dolorosa experiencia de nuestros compañeros del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, que surgió en el año de 1950 de la fusión de los dos más importantes sindicatos de telefonistas que existían en aquella época: el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México (Ericsson), afiliado a la Confederación Mexicana de Electricistas, pero cuyo Comité encabezado por Arturo Rojo estaba influenciado por Rafael Galván y el Sindicato Nacional de Telefonistas, afiliado a la C.T.M-, del que era Secretario General el patronal Raúl Murrieta como consecuencia de la integración de las antiguas empresas, Teléfonos Ericsson, S.A. y Cía. Telefónica y Telegráfica Mexicana, S.A, para formar la actual Teléfonos de México, S.A.

Desde 1948, cuando la antigua empresa Ericsson se transformó en Teléfonos de México, S.A., los trabajadores de ambos sindicatos sabían que era inminente la fusión de las dos empresas telefónicas en una sola, lo que significaba que era urgente la unificación de los dos Sindicatos para fortalecerse frente al poderoso monopolio telefónico que estaba por nacer; pero la pugna que se inició entre los líderes de ambas organizaciones por lograr la hegemonía en la dirección del sindicato único próximo a fundarse, fue la causa de que no se llevara a cabo ninguna acción seria que sentara las bases de la unidad y formas de organización que garantizaran una estructura democrática.

Fue hasta febrero de 1950, cuando con motivo de la huelga planteada por el Sindicato Nacional de la todavía Cía. Telefónica y Telegráfica, se firmó un Pacto de Solidaridad en el que los dos sindicatos se comprometían a defender mutuamente sus contratos colectivos, a respetar su autonomía, a brindarse solidaridad cuando fuera solicitada y a formar una Comisión Especial que formulara las bases para la constitución del sindicato único.

Pero a los pocos días de haberse firmado este documento, ambos comités recrudecieron la lucha fratricida al acusarse mutuamente, ante sus respectivas bases de deslealtad y ambiciones hegemónicas, y a la vez las incitaban a enfrentarse por la titularidad del Contrato Colectivo argumentando, los de la Ericsson: que ellos eran mayoría, y los de la Mexicana: que ellos tenían el mejor contrato, y que a pesar de ser menos, ya contaban con un local sindical y grande para su época (Villalongín No. 50), lo que demostraba que eran más capaces y honestos.

La realidad era que la C.T.M. y la C.M.E. se disputaban el nuevo Sindicato mientras los patrones de plácemes, pues Hugo G. Beckman, el poderoso y astuto gerente de la antigua Ericsson, preparaba el golpe final apoyado por el presidente Alemán.

El 1º de mayo de 1950 quedaba constituida definitivamente Teléfonos de México  absorbiendo a la Cía. Telefónica y Telegráfica Mexicana y obteniendo importantes concesiones del gobierno, entre ellas el 58% de aumento en las tarifas del servicio telefónico.

En estas condiciones, el comité ejecutivo del Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, influido por la corriente galvanista, rompe abiertamente el Pacto de Solidaridad al emplazar a la nueva empresa  para el 9 de julio, a huelga por desequilibrio económico y demandando la titularidad del contrato por ser el sindicato mayoritario. Pero este emplazamiento era solo un recurso para lograr las principales posiciones de dirección en la fusión de los dos sindicatos que el gobierno estaba exigiendo con el pretexto de evitar conflictos que dañarían seriamente al interés público, y amenazaba con la requisa en caso que estallara la huelga, por lo que ésta se pospuso hasta el 1º de agosto para que continuaran las pláticas con los dirigentes de ambos sindicatos y la empresa. No hubo huelga.

El 1º de agosto de 1950 en el Palacio de Bellas Artes se celebró la Asamblea Constitutiva del SINDICATO DE TELEFONISTAS DE LA REPÚBLICA MEXICANA, en la que los discursos de los líderes que habían intervenido en el problema, Arturo Rojo, Raúl Murrieta, Fidel Velázquez y Juan J. Rivera Rojas, exaltáronse mutuamente su gran espíritu de unidad y a la vez expresaron su agradecimiento al gobierno por haber resuelto el problema. Lo cierto es que no fueron capaces de unificarse por sí mismos hasta que intervino el gobierno.

La dirección del nuevo sindicato nacional quedó integrada en forma paritaria: Raúl Murrieta como Secretario General del Comité Ejecutivo y Arturo Rojo como Presidente del Comité Nacional de Vigilancia y Fiscalización (en el SUTERM se calcaría este arreglo 22 años después), y para la base Ericsson, que era mayoría, se conformara, se difundió, por otra parte de los dirigentes, que habían tenido un convenio verbal para que ellos tuvieran la Secretaría General en 1952, y así se la turnarían cada dos años. ¡Qué democracia! Veremos posteriormente los efectos de esta maniobra.

Triunfo total de la empresa trasnacional.

El precio para que las dos camarillas de líderes encabezados por Murrieta y Rojo quedaran en la dirección del STRM, fue, y sigue siendo, una terrible derrota para los trabajadores y un gravísimo daño para nuestro país. Esto nunca se ha analizado.

Los hechos prueban en forma irrefutable que sólo la empresa ganó. En primer lugar los instigadores de la C.T.M y la C.M.E. quedaron burlados en su propósito de afianzar al STRM, pues uno de los asuntos de arreglo fue que no pertenecieran a ninguna central o confederación.

En segundo lugar, los trabajadores sufrieron el despojo de las principales conquistas contenidas en sus respectivos contratos colectivos, logradas a través de más de 30 años de lucha. Ese 1º de agosto se firmó el Contrato Colectivo Único, que resultado de la traición que llevaron a cabo ambos grupos de líderes, al entregar a la empresa cláusulas fundamentales como la primera, que en los contratos anteriores establecía con toda claridad los puestos de confianza mediante y una lista, y en el contrato nuevo se agregó un párrafo final que marcaba: “La lista quedará adicionada con aquellos puestos de confianza que la empresa señale, debiendo quedar constituido su personal de confianza con un 10% -diez por ciento- del total de los trabajadores de planta al servicio de la Compañía”. También, mediante una transitoria, obligó a pasar como personal de confianza o ser separados si no aceptaban, a un grupo de sindicalistas que habían tenido una actitud más consecuente y unitaria durante el conflicto. Las consecuencias del aumento del personal de confianza han sido muy negativas, pues en la actualidad es muy numeroso y se le obliga a actuar como esquirol durante las huelgas, por otra parte, los puestos de mando no son sindicalizados, todo lo cual constituye una desventaja permanente en la lucha cotidiana contra la empresa.

Pero lo que perjudicó más a los trabajadores y al país fue la modificación que sufrió la cláusula 9ª (análoga a la 10 del contrato S.M.E.) abriendo totalmente las puertas al contratismo, con lo que se lesionó la fuente de trabajo de los telefonistas y se restringió el crecimiento del STRM, logrando su debilitamiento como organización nacional. El daño ha sido incalculable pues no obstante que los trabajadores telefonistas han llevado a cabo importantes luchas durante 31 años para rescatar esa cláusula y terminar con el nefasto contratismo, los cuantiosos intereses han aplastado sus intentos por medio de la represión, lograr el contratismo era en aquella lucha el objetivo fundamental de la empresa, porque el gobierno de Alemán les favoreció al acceder que el convenio de concesión de explotación del servicio telefónico a la empresa TEL-MEX, fuera otorgado en 1926, por 50 años, a la Ericsson, en el cuál no había cláusula de reversión, esto es, que al termino de la concesión todas las instalaciones de la empresa pasan a manos del país otorgante, sino que por el contrario, ese convenio establece que al terminar la concesión, México deberá pagar de inmediato y en oro el costo de todas las instalaciones. Poe eso al lograr la empresa total libertad para operar con contratistas, la misma empresa TEL-MEX creó su primera compañía constructora, INDETEL.

Con las compañías constructoras obtenía ventajas muy importantes; disminución de los impuestos, salarios mucho más bajos que en TEL-MEX, etc., pero lo increíble era que el costo de las obras era siempre mucho más alto con el objeto de inflar al máximo el valor total de las instalaciones de TEL-MEX, que nuestro país todavía no acaba de pagar, ya que apenas tiene el 51% de las acciones, a pesar de que la concesión terminó en 1976. Las trasnacionales lograron completamente sus propósitos: la prolongación indefinida por el periodo de concesión a TEL-MEX ahora con el carácter de empresa de participación estatal, y por otra parte, lo más nefasto, la consolidación del monopolio trasnacional integrado con las compañías constructoras que controlan todo el ramo de telecomunicaciones, y que puede ser tan poderoso o más que TEL-MEX.

Todos estos hechos demuestran que las equivocaciones de los líderes sindicales no sólo perjudican a los trabajadores, sino que, como en este caso, también afectan de manera dramática a nuestro país al propiciar que el capital extranjero le imponga condiciones leoninas de una mayor duración y más duradera explotación.

La táctica del enfrentamiento y división de los trabajadores, sólo sirve a los principios e intereses patronales. Esta fue la primera etapa de la lucha entre reformismo y galvanismo (tendencia democrática) dentro del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, y esos fueron sus resultados.

La división subsiste después de la fundación del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM) en agosto de 1950.

Los miembros de la dirección del naciente STRM, integrada en forma paritaria por elementos de los comités de los antiguos sindicatos denla Ericsson y Mexicana, tenían que resolver el emplazamiento a huelga planteado por el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México, el cual estalló el 3 de agosto para cubrir el expediente, pues los términos del nuevo contrato ya estaban resueltos desde antes de la Asamblea Constitutiva del 1º de agosto. Así los telefonistas de la antigua Ericsson, después de 15 horas de huelga reciben el mismo 10% que la empresa ofrecía desde antes que estallara, porcentaje que en realidad sólo sirvió para nivelar los salarios con los de la Mexicana que eran más altos. Ese mismo día, 4 de agosto, es reconocido el Sindicato de Telefonistas de la R.M. por las autoridades gubernamentales, y el nuevo Contrato Colectivo de Trabajo que entregaba a la empresa las cláusulas fundamentales que ya dimos a conocer en el primer artículo. A cambio la empresa concedió un 6% a todos los trabajadores del STRM, que no apareció consignado en el contrato, quedando éste definitivamente firmado.

Cuando los trabajadores se dieron cuenta de la traición que se había cometido y a pesar de estar plenamente comprobada la participación de los líderes de ambos bandos, éstos se dicen inocentes y se culpan mutuamente de todos los resultados negativos de la unificación, haciendo revivir el germen del antagonismo entre los telefonistas de “extracción” Ericsson y los de “extracción” Mexicana que perduró durante más de veinte años, pero que en esa etapa le sirvió perfectamente a la empresa Teléfonos de México para seguir imponiendo su política de despojo y violaciones a los derechos laborales, a tal grado que el Sindicato tuvo que lanzarse a la huelga por violaciones al contrato colectivo apenas tres meses después de vigencia del mismo, en noviembre de 1950; pero este intento de lucha de los telefonistas no tuvo buenos resultados debido a la división que padecía el sindicato, pues no se pudo evitar que la empresa sentara las bases para que el cobro de los recibos de pago del servicio telefónico se hiciera a través de los bancos, y que se debilitara en principio el derecho escalafonario. Y no solo eso sino que la integración se realizo totalmente de acuerdo a los intereses de la empresa, que logró liquidar definitivamente los escalafones en los principales departamentos técnicos como Centrales, Conmutadores, Larga Distancia, y otros, en los cuales quedaron implantados los ascensos por capacidad exclusivamente. También eliminó en gran parte la conquista que nosotros tenemos en la cláusula 30 de nuestro contrato, imponiendo condiciones de trabajo leoninas en todos los departamentos, y especialmente a los de Construcción a los que paulatinamente les estaba  quitando trabajo que absorberían en virtud de la cláusula novena, las compañías contratistas creadas por el mismo monopolio telefónico, de las cuales la primera fue INDETEL.

Un sindicato mantenido en pugna interna por líderes ambiciosos y desclasados, está totalmente incapacitado para defender su patrimonio que es su Contrato Colectivo de Trabajo y el de los Telefonistas fue fácilmente despojado de lo medular que contenían los contratos de los sindicatos Ericsson y Mexicana, que desde 1937 y con la fuerza unitaria que prevalecía en esa época en el movimiento obrero, lograron la semana de 40 horas, el ahorro, una tabla de vacaciones que no se ha logrado superar, y los avances que demostraron que los telefonistas formaban parte de la vanguardia obrera.

En el problema de la unidad de los sindicatos electricistas, el SME no debe permitir que se repita esa funesta experiencia.

Las mismas corrientes que protagonizaron esas acciones en el proceso de fusión de los sindicatos de telefonistas,, intervinieron también en la de los sindicatos electricistas, STERM de Rafael Galván y SNESCRM de Francisco Pérez Ríos, en el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, en el que en esencia se repitieron los procedimientos equivocados de enfrentar a los trabajadores en una lucha por los intereses fraccionarios del reformismo y el galvanismo.

Debemos evitar esos errores y demostrar, aunque sea después de 21 años, que los trabajadores del SME y del SUTERM tenemos una solución verdaderamente clasista para unificar democráticamente a nuestros sindicatos en torno a los intereses y objetivos del proletariado.

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