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¡No queremos olimpiadas, queremos revolución!

En octubre de 2018 se cumplieron 50 años de la masacre de Tlatelolco y por tal motivo el Centro Cultural Universitario Tlatelolco convocó a los sobrevivientes del movimiento a participar en su taller “Crónicas de Octubre”.

La crónica escrita fue publicada en este blog el 12 de octubre en la siguiente entrada y fue publicada en el libro Crónicas de Octubre del Centro Cultural Universitario Tlatelolco el 2 de octubre de 2018 el cual se puede descargar de manera integra en su página.

¡Sigue soñando!

¡Compañeros!, ¡Compañeros! su atención por favor.

El auditorio es un océano de murmullos, algunos delegados hojean con aburrimiento el periódico, otros ven en la pantalla gigante un concierto de “La Arrolladora”, algunos más esperan formados en la Secretaría de Organización el pago de la ayuda por asistir a la asamblea y, nadie pone atención al presidente de la mesa de debates.

¡Compañeros!, ¡Compañeros! en unos minutos más, el secretario general de nuestro sindicato estará con nosotros –dice el presidente-.

Los murmullos cesan, los delegados saltan como resortes, todo en el auditorio es agitación.

Delegados corriendo a ocupar sus lugares, otros se paran en la puerta para que el secretario general los vea y los salude de mano, otros más, salen presurosos de las oficinas donde tramitan algún asunto personal o de su sección.

El secretario general baja de su lujoso automóvil, con sobriedad entra al edificio sindical, con un ligero movimiento de cabeza y una sonrisa saluda a los representantes sindicales que se encuentra a su paso.

Vestido con pantalón de casimir color café, camisa rosa de seda, reloj de oro en la mano derecha, colgando de su cuello una pesada imagen de la virgen de Guadalupe y su infaltable chamarra negra de piel, ocupa su lugar en el estrado, cubierto por un abultado grupo de delegados y secretarios.

En el auditorio todo es expectación, las iniciales del nombre y apellidos del secretario general pegados en el techo del recinto sindical, caen como pesada loza sobre los asambleístas, quienes se mantienen en absoluto silencio.

El secretario general, respetuoso de los ordenamientos sindicales, solicita al presidente de la mesa le otorgue la palabra para dirigirse a los delegados.

¡El compañero Fernando Huerta Jardón tiene la palabra! dice el presidente.

Fernando, acomodándose los lentes, con una ligera sonrisa da las gracias al presidente y se dirige a la asamblea.

-Compañeros, como ya les había informado, en mi larga trayectoria como dirigente sindical, esta es la contratación más difícil a la que nos hemos enfrentado.

Argumentando la difícil situación por la que atraviesa el país, la empresa ha señalado que no puede darnos el aumento salarial que solicitamos, por lo que a pesar de la prorroga que solicitamos a las autoridades, tenemos que aceptar el tope salarial impuesto por el gobierno, pues ya la empresa hizo su última y definitiva propuesta, pero debemos entender que no es una imposición, ya que todo es producto de una negociación.

-La asamblea estalla en aplausos, algunos delegados gritan ¡Bravo Fernando, tú si sabes!, otros exclaman ¡Viva Fernando!

-Fernando observa de reojo a la asamblea y sonriendo continúa diciendo:

Eso sí compañeros, la empresa nos ofrece que para no perder nuestros empleos, alargar la jornada de trabajo pero sin pago de tiempo extra, además de alargar el tiempo de trabajo para la jubilación, además de que hemos llegado al acuerdo de crear un programa en el cual ustedes saldrán muy beneficiados y del cual en un poco más de tiempo les informare.

Una vez más la asamblea revienta en aplausos y vivas para Fernando, quien contento continúa señalando.

-Sé que esto no le va a gustar nada a la “pinchurrienta” oposición, que siempre se queja de todo, pero nunca propone algo que mejore la situación de los trabajadores. Seguro es que ellos quieren que nos vayamos a la huelga, pero eso es lo que menos queremos ¡verdad compañeros!

Vuelven los aplausos, alguien grita furioso ¡Que los expulsen del sindicato!, ¡Que se vayan! dice otro.

-Debido a la situación que prevalece en la empresa, quién sola ha tenido que enfrentar a la competencia –dice- hemos acordado con ella un plan para recuperar clientes, pero como ya les mencione antes, la empresa solo nos ofrece más trabajo.

¡Bravo!, gritan arriba; alguien exclama ¡Fernando para Presidente!, más aplausos.

-Compañeros, dejo estos puntos para que los discutan y podamos dar una respuesta satisfactoria a la empresa. Yo se que ustedes son capaces de esto y más, por eso para mí es un gran honor representarlos ¡Que haría yo sin mis compañeros trabajadores!

-Ahora les pido su autorización para retirarme  pues hay otros importantes asuntos que requieren de mi atención, una delegada de jubilados grita ¡Fer no te vayas, no nos dejes, te queremos!

Fernando se levanta de su lugar, se despide de mano de los representantes que ocupan su lugar en el presídium, en medio de un mar de aplausos, se despide de la asamblea con un ademan y seguido de una cauda de representantes sindicales, satisfecho sale apurado del edificio sindical para abordar su automóvil.

Ya en él, ordena a su chofer se dirija a la Cámara de Diputados, toma su teléfono celular y utilizando la marcación rápida, se pone expedito en comunicación con el director de la empresa.

-Carlos ya hice tu propuesta a la asamblea –dice Fernando-, ahora solo nos queda esperar que la discutan, para que en la madrugada realicemos la votación… Sí, no te preocupes todo está bajo mi control, que descanses, duerme tranquilo, nos vemos mañana en la firma del convenio.

Mientras en la asamblea, con la salida del secretario general, la tensión se rompe y los murmullos regresan.

Algunos delegados, principalmente foráneos hacen planes para ir de compras a Tepito, los de la CDMX para visitar cantinas, otros para refugiarse en las oficinas de sus amigos y comprar el pomo, los de foráneas ya se quieren regresar a sus casas.

Por su parte, los trabajadores solo esperan el aumento salarial, si es que llega, para comprarse el coche soñado, celebrar los quince años de su hija o pagar la hipoteca de su casa en algún centro vacacional.

Zona de Guerra

¡No queremos Olimpiada, queremos Revolución!.

Después de cinco días de ausencia me presenté a trabajar. Marqué mi tarjeta de entrada poco antes de las ocho de la mañana, ya trabajaba en Teléfonos de México en el Departamento de Troncales.
Mi trabajo consistía en enlazar las diferentes Centrales Telefónicas instaladas en la Ciudad de México, con la finalidad de hacer más rápida y eficiente la comunicación telefónica, sobre todo porque se acercaban dos acontecimientos importantes para el país, los Juegos Olímpicos de 1968 y el Campeonato Mundial de futbol en 1970.

Cuando me presenté a trabajar, apenas ingresé a las instalaciones, que se localizaban en la Central Victoria, mi jefe, el ingeniero Benavides que se encontraba sentado cómodamente en el sillón de su escritorio, con un gesto de autoridad me llamó a su oficina para preguntarme por qué había faltado tantos días, no sin antes recordarme que por faltar cuatro días seguidos podría ser despedido.

Le platiqué lo que había sucedido el 2 de octubre en Tlatelolco y, que mis faltas al trabajo habían sido provocadas porque había estado preso en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla.

En 1968 yo tenía 18 años y era estudiante de primer año en la Preparatoria número 3, por ser jefe de mi grupo, pertenecía al Comité de Lucha. El 2 de octubre pedí permiso para salir más temprano de mi trabajo para poder asistir al mitin pues la salida era a las cuatro de la tarde. Mi centro de trabajo se encontraba en la calle de Victoria, por lo que al concedérseme el permiso, me fui caminado por la Avenida San Juan de Letrán hasta llegar a la Plaza de las Tres Culturas, que por acuerdo de la asamblea y del Comité Nacional de Huelga deberíamos reunirnos en el templete donde se encuentran las astas bandera.

La tarde, que era bastante soleada caía, sobre la Plaza, numerosos contingentes formados por maestros, ferrocarrileros, estudiantes y trabajadores en general llegaban al mitin portando sus pancartas, recuerdo que una de ellas decía “Mi esposa no vino porque está enferma, pero venimos mis hijos y yo”.

Al ver que nuestros compañeros no llegaban al punto de reunión, Ricardo Gómez Malpica, que apenas tenía 16 años y que era mi compañero de grupo y yo, decidimos dar una vuelta por la Plaza para ver si encontrábamos a algunos compañeros. Recorrimos el lugar, y al no encontrar a nadie acordamos regresar al lugar de la cita. Serían cerca de las 5.30 de la tarde cuando empezamos a escuchar ruido de motores, miramos hacia arriba y vimos volar sobre la Iglesia de Tlatelolco un helicóptero, al mismo tiempo que lanzaba luces de color verde sobre la Plaza, los cohetes cayeron cerca de nosotros. Al principio creímos que era algo festivo, después nos enteramos que, como en la guerra de Vietnam, cuando son lanzadas las luminarias, es el momento indicado para que el ejército inicie el ataque.

Escuchamos el ruido de las botas sobre los adoquines, muchos soldados salían de entre las ruinas de la zona arqueológica, de la iglesia y por el pasillo que lleva del Eje Central –antes San Juan de Letrán- hacia la Plaza de las Tres Culturas, pues se habían instalado desde la noche anterior en el estacionamiento subterráneo del edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores (mi esposa Carolina que vivía en la Esquina de Allende y Nonoalco, asegura que al sacar a su perro a pasear por la noche, se dio cuenta de este hecho). Individuos vestidos con traje y corbata y con un guante blanco en la mano izquierda y en la derecha un arma de fuego -después nos enteramos que eran integrantes del Batallón Olimpia-, empezaron a disparar sobre los asistentes al mitin y, a los soldados. Desde el tercer piso del edificio Chihuahua los oradores nos decían que no corriéramos, que era una provocación, que eran balas de salva, alguien grito sí “¡son de sálvate si puedes!”.

La balacera comenzó y como dijo el canta autor José de Molina “con escarapela tricolor y plan de táctica con sello mexicano”, empezamos a correr, mientras yo jalaba del suéter a Malpica, que siempre estuvo conmigo, las balas chocaban en el piso y las esquirlas nos golpeaban los tobillos, las puertas de la fueron cerradas iglesia para que nadie pudiera entrar, intentamos salir por Nonoalco –hoy Flores Magón- pero ya el ejército había cerrado las salidas.

Nuestra otra opción era salir por la Avenida Reforma, pero para ello teníamos que atravesar toda la plaza en medio de una lluvia de balas, pues la planta baja del Chihuahua ya se encontraba llena de gente, en nuestra carrera, solo recuerdo a una señora, de la tercera edad parada junto al asta bandera donde se consigna el conjunto habitacional como Unidad Adolfo López Mateos, cantando el Himno Nacional.
Salimos corriendo de la plaza, miré hacia atrás y ya dos compañeros cargaban a un herido, herido en las piernas. Cuando pensamos que podríamos salir por Reforma, nos encontramos de frente con un grupo de soldados, todos jóvenes, visiblemente drogados y con la bayoneta calada nos gritaron “¡Ahora sí cabroncitos, no que querían su revolución!”. No nos detuvimos, seguimos corriendo intentando salir por Manuel González, al ir corriendo nos dimos cuenta que los accesos al edificio Tamaulipas estaban abiertos, decidimos refugiarnos ahí, subimos corriendo cinco pisos, cómo lo hicimos no lo sé, pero ya una señora tenía abierta la puerta de su departamento y nos indicó que entráramos, ahí nos encontramos con más compañeros de filosofía, medicina y economía. Desde la ventana de la recamara del departamento podíamos observar cómo los tanques disparaban sobre el edificio Chihuahua.

A eso de las ocho de la noche, llegó un hijo de la señora que nos había dado refugio, le informó que los soldados estaban revisando departamento por departamento y donde encontraran estudiantes todos serian detenidos.

Decidimos salir del edificio Tamaulipas, todo era confusión, no había agua, teléfonos y mucho menos luz, en el ambiente se percibía el olor a pólvora y había heridos, muchos heridos, también se escuchaban muchas quejas de dolor. No sé cómo llegamos a la planta baja del Chihuahua, ahí los soldados nos detuvieron, se escuchaban muchos gritos dando órdenes a los soldados y a los integrantes del Batallón Olimpia, también había muchos compañeros que tenían los brazos levantados y estaban semidesnudos, a nosotros, con las puntas de las bayonetas nos empujaban para que camináramos más rápido, cuando ya nos llevaban detenidos con las manos sobre la nuca, y con la derrota sobre nuestras espaldas, individuos pasaban corriendo junto a nosotros gritando “¡Aquí Batallón Olimpia!”.

Subimos las escaleras que llevan a la plaza, los soldados nos hicieron atravesarla pero en sentido contrario al que habíamos corrido, solo que ahora se escuchaban pocos disparos y nos colocaron en terrenos de las ruinas, en la zona arqueológica que está a un lado de lo que fue la Secretaria de Relaciones Exteriores, empezó a llover, en este lugar éramos muchos los detenidos, había diplomáticos, periodistas, trabajadores, estudiantes y, yo no soltaba mi libro de Ida Appendini de Historia Universal Contemporánea, porque supuestamente cuando terminara el movimiento tendría examen de historia.
Como a las diez de la noche, nos sacaron de la zona arqueológica y nos llevaron a un corredor que se encuentra entre la Iglesia y el edificio que se localiza en la Plaza de las tres culturas. Tirados en el piso, otra vez escuchamos el grito de “¡Aquí Batallón Olimpia!”, que buscaban entre los detenidos, según decían, a los líderes del movimiento.

Cerca de las 11 de la noche nos sacaron del corredor y nos colocaron en filas de seis atrás de la iglesia y de frente al Chihuahua, había una señora que se dedicó a recolectar datos, domicilios y números telefónicos de los detenidos para poder avisarle a sus familiares. De pronto nos empezaron a disparar desde el Chihuahua con ametralladoras, las balas pegaban en la pared un poco más arriba de nuestras cabezas, por lo que tuvimos que tirarnos al suelo, el polvo y la tierra que se desprendía de la pared caía sobre nosotros y, quien intentara ponerse de pie y correr era sometido por los soldados a patadas y culatazos, éstos que portaban grandes ametralladoras con tripie, respondieron el fuego, las ametralladoras disparaban balas grandes y “gordas” que producían un sonido hueco, tuvimos que soportar varias veces el tiroteo.

Ya cerca de las cuatro de la mañana, tuve que abandonar mi libro de historia, nos llevaron al estacionamiento, a un costado de la Plaza, donde después se construyó la guardería, para los hijos de los trabajadores de la SRE, y que ahora es una biblioteca, estábamos mojados, cubiertos de polvo y tierra, con frío y sobre todo con miedo, los camiones que nos trasladarían a la cárcel fueron llegando poco a poco, no sabíamos a dónde nos llevarían, unos decían que a Lecumberri, otros que al Campo Militar número 1. Pero cuando llegaron los camiones, que eran conocidos como “Delfines” nos enteramos que nos llevarían a la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, fuimos acomodados dos estudiantes en cada asiento y custodiados por granaderos.

Ha eso de la siete de la mañana llegamos a la Peni, como le decíamos, nos recibió el director del penal, un Teniente Coronel del ejército, muy formal con su uniforme de militar con la casaca color verde olivo, pantalón caqui, zapatos negros y muchas medallas en el pecho, de entrada nos dijo encontrarse muy triste, pues habíamos herido, según él, a su amigo el General Hernández Toledo, quien había dirigido el ataque en Tlatelolco.

El director, de manera amable nos dio la “bienvenida” y nos informó que pronto nos darían de desayunar, después de tenernos de pie varias horas en el comedor, nos colocaron a cuatro estudiantes en cada celda, nos dieron un bolillo y un vaso de plástico color azul con café negro, que llevaban en un tambo colocado sobre un “diablo”, el único problema que teníamos era que solo había un vaso para más de seiscientos detenidos, como nos decían los policías, por lo que teníamos que tomarlo lo más rápido posible, para que les tocara a los demás.

Llegó la hora de la comida, nos sirvieron sopa de fideo, carne de res con verduras, frijoles, de esos grandotes que les dicen ayocotes y un bolillo, pero los platos, que eran de aluminio con divisiones, estaban visiblemente sucios, y la comida revuelta, fácilmente podíamos clavarles a los platos la uña por la cantidad de grasa que traían pegada, por lo que la comida se regresó. Más tarde el director nos visitó para preguntarnos por qué no habíamos comido; algunos compañeros le explicaron las condiciones en que nos había proporcionado los alimentos y por qué fueron desechados. Nos anunció que más tarde nos llevarían jabón, zacate, platos y tazones de plástico limpios, aunque sin cucharas, colchones y una cobija, el problema había sido, según nos dijo el Director, que no esperaban a tantos detenidos y en Santa Martha habíamos más de seiscientos cincuenta, según nos indicó el Teniente Coronel.

Después de la cena y ya con el estómago lleno, intentábamos dormir, la luz se apagaba a las siete de la noche y la crujía quedaba iluminada con una luz amarillenta, pero casi diario a las tres de la mañana, llegaban los policías y empezaban a golpear con un tubo las rejas de las celdas para despertarnos y llevarnos a declarar. Yo solo pensaba en qué iba a decir en mi trabajo por los días que me ausentara. Los días que estuvimos en la prisión, tres veces al día comíamos frijoles y un bolillo, en la mañana y en la noche nos daban café con “leche”, que estaba exageradamente dulce y me provocaba nauseas al tomarlo.
Nos colocaban en filas y pasábamos uno por uno ante un agente del Ministerio Público, nos hacían preguntas, como cuál era nuestro nombre y la dirección, qué hacíamos en Tlatelolco, si habíamos disparado un arma de fuego, a qué partido político pertenecíamos, de que escuela éramos, otras veces nos despertaban para hacernos la prueba de la parafina, que consistía en meter las manos en un recipiente con cera muy caliente, para comprobar que no tuviéramos huellas de pólvora en las manos, lo cual era muy doloroso
Un día después de la masacre, nos enteramos por los periódicos -pues los custodios vendían de todo, hasta en el doble de su precio-, que solo habían sido poco más de sesenta los muertos en el mitin, nunca supimos realmente cuántos muertos hubo.

Mi padre que había trabajado en la Fábrica Nacional de Pólvora y que conocía a militares de alto rango, se dedicó a buscarme, sus jefes y conocidos le contestaron que perdiera toda esperanza de encontrarme con vida, pues había muchos estudiantes muertos aquella tarde en Tlatelolco.
Cinco días después como a las nueve de la mañana, fuimos liberados, a pesar de que los policías nos decían que ya no íbamos a salir o que tal vez lo haríamos cuando terminara la Olimpiada, otra vez tuvimos que someternos al interrogatorio, una vez más, me preguntaron mi nombre y dirección, y también qué estaba haciendo en Tlatelolco, les respondí que había ido a visitar a una tía que vivía en el edificio Batallón de San Patricio, si había disparado un arma de fuego, en qué escuela estaba inscrito, otra pregunta fue a qué partido político pertenecía, les respondí que a ninguno, el Agente del Ministerio Público me dijo que iba a poner que pertenecía al PRI, protesté, me respondió que si ponía que yo no pertenecía al PRI, no saldría libre, entonces me hice priísta.

Ya libres y en la calle, Malpica, yo y otros compañeros tuvimos que pedir dinero a algunas de las personas que esperaban a que sus familiares fueran liberados, pues no traíamos dinero ni para el camión. Ya en el autobús, algunos compañeros empezaron a organizar brigadas para informar a la gente de lo que había sucedido el 2 de octubre en Tlatelolco.

Al día siguiente me presenté a trabajar, mi jefe, el Ing. Benavides se me quedo mirando, respiro profundo, mientras yo lo miraba expectante, después de varios segundos me dijo que los días que había faltado me los tomarían a cuenta de mis vacaciones, y qué me presentara con mi jefe inmediato y que terminara mi trabajo, porque estaba muy atrasado.

Rompecabezas

Carta abierta al Senador por el estado de Guerrero Armando Ríos Piter

Estimado Senador Armando Ríos Piter, soy residente del Condominio 75 casa 4 del Fraccionamiento “La Marquesa-Fortaleza”, que está ubicado entre el Fraccionamiento Las Gaviotas y el pueblo de Llano Largo en Acapulco, este Fraccionamiento tiene salida por el Llano a través de la avenida Cayaco-Puerto Marqués y, otra por la av. Nicolás Bravo, hacia el “Boulevard” de las Naciones frente al Hotel “Princess”, pasando por la unidad “Colosio”.

A través de estas líneas quiero que conozca la versión de un ciudadano jubilado, que espero encontrar después de muchos años de trabajo la felicidad y el placer de terminar sus días en forma agradable, pero que quedo traumado y damnificado por esta y otras tormentas, en especial por “Manuel” e “Ingrid” y por la corrupción.

En primer lugar quiero mencionar que esta no es la primera vez que nos inundamos, sino la cuarta, la primera que fue en un verano cuya fecha no recuerdo y que en mi casa el agua alcanzó una altura de 35 cm., la segunda que fue en septiembre del 2007 en donde al agua alcanzó una altura de 85 cm. y, estas dos últimas.

En la primera inundación que se produjo entre las 3 y 4 de la madrugada, fue rápidamente resuelta cuando se abrieron unas compuertas que dicen están ubicadas en Puerto Marqués y otras hacia la laguna de Tres Palos.
En la segunda inundación, en septiembre de 2007, el agua entro de mi casa alcanzó la altura de 85 cm. Perdiendo todos los muebles y aparatos electrodomésticos que se encontraban a esa altura, la justificación fue que las mencionadas compuertas no fueron abiertas oportunamente.

En esta ocasión quiero mencionar lo siguiente, los días previos al 15 de septiembre, a pesar de las fuertes lluvias todo transcurría en forma normal, ya que me dediqué a vigilar que el drenaje funcionara adecuadamente, quitando la basura de las alcantarillas.

El día 15 de septiembre, hay que recordar que era domingo, día festivo y que nos fuimos a dormir como a la 1.30, con el peso de la derrota del “Canelo” sobre nuestras espaldas y, que apenas empezaba una vez más a llover.
A eso de las 6.30 de la mañana que empezaba a llover con más intensidad, sin embargo, como todos los días me prepare para iniciar mis actividades cotidianas, cuando note que el agua ya tenía un nivel elevado en la calle y el drenaje no estaba funcionando.

Pocas horas más tarde, aproximadamente a las 9.30, ya tenía un nivel más alto de lo acostumbrado dentro de mi Condominio, por lo que llame a los bomberos informándoles que nos estábamos inundando con la esperanza de que ordenaran que se abrieran las famosas compuertas, la respuesta fue que la única orden que tenían era que “abandonáramos nuestras viviendas”, en esas estábamos cuando la inundación fue inminente, subiendo el nivel del agua dentro de mi casa a poco más de 85 cm.

De inmediato se suspendió el servicio de energía eléctrica y consecuentemente el del agua “potable” –debo decir que el agua que proporciona CAPAMA es de pésima calidad, ya que, por ejemplo, su bonita camisa de seda blanca al ser lavada con esta agua adquiriría también un bonito color amarillo mostaza-.

El Ejército Mexicano hizo acto de presencia a eso de las 18 horas, pero no pudo entrar al Fraccionamiento debido a la magnitud de la inundación.

En estas condiciones permanecimos hasta el día 16, cuando en un esfuerzo inútil pretendíamos retirar la basura de las alcantarillas con la ilusión de que la inundación desapareciera, en eso estábamos cuando una representante de la mesa directiva de la Asociación de residentes del Fraccionamiento, a quién comente que ya era la tercera vez que nos inundábamos, respondió que las Constructoras Homex y Ara y los de la Plaza Sendero eran en parte las culpables de la inundación en nuestro Fraccionamiento, ya que se habían conectado indebidamente al drenaje construido por la constructora GEO por lo que deberíamos entablar una demanda contra las autoridades que permitieron esta acción.

Al mismo tiempo, yo le comente que el impuesto predial que cobra el Ayuntamiento es muy alto, ya que contempla conceptos como los de saneamiento y alcantarillado y que como pudimos comprobar son muy deficientes.

También por rumores, nos enteramos que coludidos con la policía del puerto los pobladores de pueblo del Marqués y el Revolcadero se habían negado a abrir las multimencionadas compuertas y fueron quienes iniciaron el asalto a los centros comerciales de esa esa zona, ya que lo único que los divide es el “Boulevard” de las Naciones, ya que inclusive las patrullas llevaban cubiertas con lonas televisiones de plasma, y solo las compuertas fueron abiertas cuando intervinieron los Marinos.

Por rumores, a eso de las 20.30 nos enteramos el día 16 que Peña Nieto se encontraba en el puerto –no olvidemos que no teníamos energía eléctrica y el servicio de Telcel era pésimo y que seguramente nos van a cobrar como un servicio de primer mundo-, curiosamente o por simple coincidencia a eso de las 12.30 de la noche del día 17 el agua comenzó a bajar, quedando cerca de las dos de la mañana, las calles completamente secas.

Los vecinos que quedamos en el condominio, nos dedicamos a la limpieza de nuestras casas, sin embargo, a eso de las 15.30 se produjo una vez más, otra intensa lluvia que inundo nuevamente nuestras casas, aunque en esta ocasión, en mi casa solo alcanzo 30 cm. de altitud, quedando prácticamente las calles secas a eso de la 2 de la madrugada del día 18.
Estimado Ríos Piter, debo mencionarle que cuando la constructora GEO nos vendió el Fraccionamiento lo hizo con muchas promesas que aún después de más de 8 años no ha cumplido, motivo por lo cual la Asociación del Fraccionamiento se ha negado a recibirlo.

Entre las promesas que hizo fue la construcción de una avenida que conectaría al Fraccionamiento con el “Boulevard” de las Naciones, para que comunicara en forma rápida y eficiente con la playa, cosa que hasta la fecha no se ha realizado con la complicidad de las autoridades.

Además, con motivo de la segunda inundación, las autoridades del Ayuntamiento, solicitaron el asesoramiento de expertos de la UNAM para resolver el problema de las inundaciones. Los expertos determinaron que se debería construir la avenida prometida ya que esta nos permitiría conectarnos más fácilmente y rápidamente con la plaza de Las Palmas y facilitaría la circulación de turistas y visitantes en las épocas de verano y fin de año, además de construir un puente, sobre el antiguo, que la gente reconoce como el “puente apestoso”, ya que este acumula las aguas negras de este sector, convirtiéndose en un foco de infección y generador de la reproducción del mosquito que provoca el dengue, imagínese que las autoridades nos dicen que no tengamos cubetas o recipientes que acumulen agua y tenemos un foco de infección a cielo abierto y, que en esta inundación alcanzo una alturas de más de dos metros.

Estimado Jaguar, como se podrá Usted dar cuenta el desastre no solo fue provocado por “Manuel”, sino que vino tomado de la mano de la corrupción y la negligencia de las autoridades, que no desazolvaron ríos, arroyos, riachuelos y canales, no hubo alerta, no hubo puestos de emergencia, aunado a la poca educación de la gente sobre el uso de la basura, o a la irresponsabilidad de las “desarrolladoras” que hasta ganan premios y las apoya el gobierno.
Déjeme decirle que fue muy emocionante ver en la tele al Secretario de Seguridad con su flamante uniforme, besando a las jóvenes que bajaban de los aviones, mientras la gente luchaba por salvar algunas de sus pertenencias, o a la Secretaria de Desarrollo Social –que recuerdo era de “izquierda” y de su Partido o Clan?- que señalaba “panza llena corazón contento”, créame que se me salían las lágrimas, pero por las infecciones provocadas por el agua contaminada, el lodo y los hongos, que creo Usted y la Rosario no conocen.

En la Marquesa, quizá por ser residentes de “clase media”, las despensas nunca llegaron y, tampoco el ejército y la Marina solo se paseaban en sus “camionsotes” y helicópteros, llenos de soldados cubiertos con sus flamantes impermeables, mientras los simples pagadores de impuestos éramos victimas del desastre.
Curiosamente en el centro, la zona dorada y la zona azul no pasó nada, me pregunto, porque los pobres son los que siempre pagan los desastres o simplemente porque hay pobres en este país, quizá sea otra “preguntita a Dios”.
En todo este asunto recuerdo nombres y apellidos como Macedonio, Zeferino, Añorve y Juárez Cisneros y no quiero pensar que la corrupción somos todos, pero algunos tendrán su responsabilidad.
Estimado Senador de la República, representante del Estado de Guerrero, tendremos que esperar otros cinco o seis años para olvidar esta tragedia, o resolveremos los errores o las corruptelas de los anteriores funcionarios que provocaron este desastre, o como decía Atahualpa Yupanqui, seguirán siendo “preguntitas a Dios”, o Usted las resolverá cuando sea Gobernador de nuestro Estado.
Recuerdo lejanamente, que tenía un maestro que nos impartía la clase de historia de México, quién al terminar cada una de sus clases siempre nos decía, “Jóvenes como México no hay dos”.

¿Qué pasó Jacinto?

Ya te dijeron donde va a ser la reunión¬¬¬?
Si, el profe Monca me pidió que les llamara a todos a su teléfono celular, solo me falto Pioquinto, ya sabes, con ese nombrecito? pero le voy a mandar un e-mail, a ver si lo lee en la noche, al fin hay tiempo, la reunión es el miércoles a la cinco de la tarde en el Sanborns de Madero, dizque para recordar viejos tiempos, ahí nos vemos.
Poco a poco los integrantes de Grupo Luz fueron llegando al lugar de la reunión. Eligieron una mesa grande, esperando que los ocho integrantes del grupo estuvieran más comodos.
Cada uno de ellos pidió un café, solo Eloy ordenó un sándwich, pues dijo que por la naturaleza de los asuntos que había tratado ese día, no había comido.
El profe Monca solicito a todos los asistentes, que apagaran su celular para que no parecieran diputados en sesión plenaria, pues en su opinión, el asunto que iba a tratar era de suma importancia para los trabajadores mexicanos, ya que se pretendía modificar la ley del trabajo, que muchos sacrificios y muertos les habían costado.
El profe Monca pregunto. Ustedes recuerdan como nació la idea de crear una ley que defendiera a los trabajadores?
Si, respondió Méndez, recuerdo que todo empezó cuando recibimos aquel documento que envió nuestro amigo Ricardo desde San Luis Missouri, en donde explicaba las razones para luchar por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, ya que las condiciones imperantes podrían provocar una revolución, pues ya existían los antecedentes de Cananea y Río Blanco, donde se habían dado brotes de descontento por parte de los trabajadores, provocando la respuesta del gobierno con la intervención de la policía y el ejército. Recuerdo que su documento llevaba el nombre de Programa del Partido Liberal Mexicano.
En absoluto silencio, los integrantes del grupo escuchaban con atención la explicación que Méndez hacía del documento, recordando que éste proponía el establecimiento de la jornada de 8 horas, días de descanso, salario mínimo, reglamentar el trabajo infantil y el de las mujeres…
Sobre todo el trabajo infantil, interrumpió Ciro, ya ven como en Wall Mart, los niños ahora todavía siguen trabajando sin ninguna prestación.
Y las mujeres que son explotadas en las maquiladoras, donde las tienen trabajando hasta más de doce horas, sin pago de tiempo extra y en pésimas condiciones de higiene, dijo Eloy.
Y que me dicen de los chavos que hasta doctorados en física tienen y trabajan en Starbucks o McDonald’s con salarios por horas y sin seguridad social, dijo Rodolfo.
De nada sirvieron tantos muertos y tantas huelgas, dijo el profesor Moncaleano. Regresando al documento de nuestro amigo Ricardo, dijo, señalaba que teníamos que luchar para cambiar la situación, pero para ello teníamos que prepararnos y educarnos.
Se acuerdan que ni siquiera teníamos un lugar donde platicar, pregunto Trini.
Recuerdo, dijo Jacinto, que teníamos que empezar por enseñar a nuestros compañeros como liberarse de la opresión de sus explotadores, ya ven como ahora la fábrica y el taller se cambiaron a nuestras casas con las computadoras, donde el trabajo es más intenso y provoca más stress.
Después de varios cafés, Méndez recordó como surgió la necesidad de crear una escuela donde se enseñara en forma científica el desarrollo de la naturaleza y la sociedad, él había escuchado que quién cubría esta necesidad era la Escuela Racionalista o Moderna propuesta por el profesor español Ferrer i Guardia, y para ello necesitaban de un lugar para poder difundir los postulados de dicha escuela.
En eso no habíamos pensado, se acuerdan? Pero con la ayuda de algunos compañeros, principalmente los canteros, encontramos en Peralvillo el lugar para que nuestros compañeros estuvieran comodos.
Entre risas, Jacinto y Pioquinto recordaron que la renta del local les costaba 50 pesos mensuales y como Pioquinto en su carácter de carpintero, tuvo que comprar la madera y construir los pupitres.
Otro problema al que tuvieron que enfrentarse fue el de encontrarle nombre a la escuela, como debería llamarse? Escuela Racionalista, Moderna, para obreros?.
Recuerdan que el profe Monca propuso que se debía buscar un nombre que resumieran las ideas de armonía, unidad, fraternidad, ayuda, etc.
Como si fuera nuestra casa, recordó Eloy.
Exacto, dijo Pioquinto, como una casa para los trabajadores.
Una Casa del Obrero? Propuso Ciro.
Pero deberá ser mundial, dijo Jacinto, ya que debería tener alcance internacional basada en los principios del anarquismo libertario. Así nació la Casa del Obrero Mundial.
Rafael, que había permanecido en silencio, recordó al grupo, la enorme responsabilidad que se habían echado sobre la espalda cuando su tarea fue la de organizar a los sindicatos y formar al movimiento obrero mexicano, a sabiendas que iba a ser muy difícil luchar contra las fuerzas ocultas que desde el gobierno y la burguesía impedían que los trabajadores se liberaran de la opresión.
Recuerden que esas fuerzas actuaron de inmediato, expulsando del país al profesor Moncaleano y encarcelando a los fundadores de la Casa.
Aunque al salir de la cárcel rápidamente nos organizamos y convocamos a todos los trabajadores a conmemorar por primera vez en nuestro país el primero de mayo en honor de los Mártires de Chicago, bajo el gobierno del dictador Huerta, que más tarde ordenó el asesinato del diputado Serdán.
Si, recuerdo que el viaje desde la Ciudad de México hasta las Islas Canarias fue una tortura, dijo el profe Moncaleano.
No debemos olvidar también cuando nos unimos al ejército constitucionalista, formando nuestros batallones rojos, con la promesa de Carranza de que las condiciones de los trabajadores cambiarían y ya ven lo que sucedió, luchamos contra Villa en el Ebano y Celaya, ayudamos al triunfo del general Obregón y que recibimos como respuesta, la represión.
Aquí mismo, donde ahora disfrutamos de esta plática y éstos cafecitos, el ejército constitucionalista nos reprimió, sin importar si había niños, mujeres y trabajadores que venían a tomar sus clases.
Pero gracias a todo esto logramos que se estableciera en la constitución el artículo 123, dijo Ciro,
Sí, pero a que precio, dijo Méndez, ya ven que ahora una vez más ni al gobierno ni dizque al partido que se dice heredero de la revolución, le interesan los derechos de los trabajadores, pues ahora pretenden modificar la ley con el cuento de que habrá más empleos y mejores salarios, recuerdo que en el movimiento del 68 mis nietos cantaban una canción de Judith Reyes que decía “gobiernito, gobiernito de la negra tradición, se parece al que mi abuelo le hizo una revolución”.
Y que me dices de aquella que dice “mi abuelo fue peón de hacienda, yo fui revolucionario, mis hijos pusieron tienda y mi nieto es funcionario”, dijo con tristesa Ciro.
Un gran silencio rodeo al grupo, solo el ruido que hacían vasos, platos y cucharas al chocar entre sí lo interrumpían.
De pronto, de la enorme pantalla negra de plasma, salio un gran escándalo, cuando los diputados del revolucionario institucional y el partido de la derecha festejaban su triunfo, que sin luchar y solo levantando su dedo, mutilaban los derechos de los trabajadores mexicanos, borrando de “un dedazo”, la historia de más de cien años de lucha.