Un escudo de solidaridad para la huelga de telefonistas

Jacinto López.

OPOSICIÓN, domingo 12 de abril de 1981.

La requisa pende como una amenaza sobre los trabajadores telefonistas con la cual el gobierno anula el derecho de huelga, y lo hace con formas intimidatorias, con lujo de fuerza, financiando y promoviendo el esquirolaje. La Ley que permite faculta al Ejecutivo a disponer del personal de la empresa requisada sin su consentimiento, lo cual atenta a la garantía de libertad de trabajo consagrado en el artículo 5 de la Constitución.

El sindicato de telefonistas emplazó a huelga a TELMEX para el 25 de abril, en demanda de un aumento salarial del 40 por ciento. Con base en el ofrecimiento patronal, 25 mil trabajadores decidirán 4 días antes si estallan la huelga.

Pero no se trata solamente de una revisión salarial en la que el gobierno buscará nuevamente imponer su política de contención salarial, que para el sector paraestatal, del que forma parte TELMEX, consiste en un inamovible tope de 29.7 por ciento, como lo han demostrado las revisiones del SME y de AHMSA. Los telefonistas enfrentan una situación mucho más difícil y de perspectivas poco halagadoras para el fortalecimiento de su organización. Veamos algunos de los principales factores en juego.

LA OFENSIVA DEL GOBIERNO Y LA EMPRESA.

1) En las últimas 4 huelgas de los telefonistas el gobierno ha recurrido a la inconstitucional requisa cada vez con mayor arbitrariedad. En el caso de la huelga de abril de 1980, incluso se aplicó antes de la hora del estallido de la huelga, con formas intimidatorias y desalojando a las guardias de las puertas de acceso a los centros de trabajo. Aunado a esto, gobierno y empresa han promovido, financiado y protegido el esquirolaje, que en abril pasado rebasó la cifra de 500 trabajadores. Para este año la política laboral del gobierno

tiende a endurecerse y a tornarse más impositiva, como lo indican los movimientos de los huleros, TREMEC, Kimberly y los mecánicos de Mexicana. Ante esta situación, el derecho de huelga de los telefonistas se ve en entredicho, como nunca antes.

UNA DIRECCIÓN QUE SE ALEJA DE LA BASE.

2) La dirección del sindicato, ensamblado en lo ideológico y en la práctica con la organización denominada “Línea Proletaria”, ha venido instrumentando una serie de acciones que no benefician en lo más mínimo el fortalecimiento de la organización. Lejos de centrarse en la revisión de abril, se ha dedicado a impulsar una reforma estatutaria (que presupone una mayor centralización del poder) y la revisión del reglamento interior de trabajo. En cuanto al esquirolaje, el Comité Ejecutivo optó por ser él solo el que se encargue de las sanciones: decidió que sólo era necesario aplicar la cláusula de exclusión a 46 de los 320 esquiroles; el problema lo mantiene en el nivel legal y al margen de la base (ante la presión de la empresa y gobierno para dejar impune el esquirolaje, y sin y sin la movilización de la base, no hay duda de que el resultado final será la reinstalación con indemnización a cargo del sindicato). El incremento salarial que se demanda, del 40%, no fue aprobado de una discusión entre la base ni de un estudio económico, sólo se buscó consenso con base en votaciones “al vapor”, presionadas y aisladas. En cuanto a crear las condiciones de solidaridad para el enfrentamiento del próximo día 25, el Comité Ejecutivo sólo ha impulsado una raquítica participación con el SME, y buscando las declaraciones de “apoyo” de la burocracia sindical: en tanto, abiertamente se niega a establecer vínculos de solidaridad con los diversos sectores de la actual insurgencia sindical.

UNA ALTERNATIVA EN GERMEN.

3) Las corrientes democráticas en el interior del sindicato han logrado influir en amplios sectores de la base, como lo demuestra la votación de más de 5 mil telefonistas por la planilla naranja en las elecciones de julio pasado. Pero no han logrado consolidar la organización mínima que logre elevar esta gran fuerza de base a la forja de una alternativa democrática. Se empiezan a promover esfuerzos por liquidar el sectarismo y la práctica de hacer política en grupo. Para esta revisión, con el tiempo encima, se están dando diversos esfuerzos para lograr impulsar desde la base una posición, realista, concreta y única, que logre un saldo positivo en el enfrentamiento en puerta.

¿CHARRAZO EN PUERTA?

4) Para empeorar el panorama, la empresa y el gobierno han echado a volar el fantasma de que para esta revisión, o poco después, será derrocada la actual dirección sindical. Para ello han promovido nuevamente la demanda de la Comisión Nacional Electoral de anulación de las pasadas elecciones,

han reanimado a sus incondicionales y diseminando el rumor. El objetivo principal de estas acciones no es otro que buscar distraer a los trabajadores y a las corrientes democráticas del problema de la revisión. Esto no descarta que, producto de la politiquería de la sucesión presidencial, se busque “arrimarle el caballo” al Comité Ejecutivo Nacional.

5) Entre los trabajadores telefonistas impera un ambiente de desinformación, confusión, desconfianza y sobre todo descontento. Este tiene múltiples raíces: las prácticas antidemocráticas de la dirección sindical, los favoritismos y arbitrariedades de la empresa, en especial en torno a los esquiroles, y, sobre todo, que no se ha renovado el marco laboral. Es decir, no se han alcanzado avances significativos en las demandas más sentidas de los telefonistas, que tiene su origen en el bajo régimen salarial (uno de los más bajos del sector paraestatal), en cada vez más altas tasas de explotación, enfermedades profesionales no reconocidas (especialmente entre las operadoras, cerca de 10 mil, que conforman el departamento más numeroso), en el despojo de la materia de trabajo a través del contratismo, etc.

¿PERSPECTIVAS POCO HALAGADORAS?

El panorama anterior no permite definir claramente el curso que tomará la próxima confrontación del sindicato telefonista con el gobierno-empresa. Existen varias posibilidades, entre ellas:

-Que el relativamente explosivo ambiente que existe entre la base, lleve al estallamiento de la quinta huelga telefonista en los últimos cuatro años. Pero de darse sin que se hayan generado las condiciones mínimas de solidaridad, concentración de fuerzas, orientación (que permita, entre otras cosas, no estrellarse contra el tope sino buscar una negociación amplia), el resultado no será otro que un severo golpe a los derechos de los telefonistas y un debilitamiento de su organización. La revisión contractual de abril de ´80 lo demostró. Una huelga mal preparada y con una dirección que lejos de orientar funcionaba como lastre, dio como resultado una requisa con violencia, sin alternativas que compensaran el lastre de la dirección, y el esquirolaje, mínimo en proporciones numéricas pero de un gran impacto a causa de la desarticulación de las fuerzas y el estado de animo de las bases.

-Otra posibilidad es que la revisión pase como “cualquier otro día” para los telefonistas. De ser así, significará que la desconfianza hacia la organización, la apatía y la mediatización habrán sentado sus reales en el STRM. El Comité Ejecutivo y “Línea Proletaria” podrán anotarse una victoria temporal para su proyecto.

-Una posibilidad remota, pero la única prometedora, es que independientemente del estallamiento o no de la huelga, las corrientes democráticas, junto con amplios sectores de base, logren concentrar las fuerzas en torno a las cuestiones de fondo

que están en juego en esta coyuntura (defensa del derecho de huelga, detener las intromisiones de la empresa y gobierno, ante el esquirolaje la desmovilización, reconquistar su vida sindical democrática. Esto ofrecería posibilidades para arrancar un trabajo de más largo plazo que vuelva a poner a la organización de los telefonistas al frente de la insurgencia sindical.

Pero la realidad no es tan esquemática y el resultado final será una combinación de estas posibilidades y presentara otros matices. Sin embargo, algo que es ineludible es la obligación de todas las fuerzas democráticas, de organizaciones sindicales y políticas, de intentar crearle un escudo de solidaridad al STRM. El punto de confluencia por su importancia y porque compete a todo el sindicalismo mexicano, es el repudio total a la requisa.